LA REFORMA ESTÁ SERVIDA
En Argentina la constitución escrita no es la ley suprema de la Nación.
Sencillamente no se cumple o se la contradice abiertamente, sin que tal
cuadro de situación nos preocupe más que a unos pocos.
Al no haber
voluntad real de vivir bajo el marco institucional surgido de las
distintas convenciones constituyentes, aquel proyecto de vida de los
argentinos se ha desvanecido.
Obviando que su único propósito era permitir la reelección del
Presidente Ménem, supongamos que la reforma del 94 apuntaba también a
limitar el presidencialismo; pues bien: el fracaso en ese rubro ha sido
estrepitoso ya que, demostrando que cuando no se vive como se piensa se
termina pensando como se vive, el ideal republicano quedó rendido a la
arbitrariedad de los gobiernos de turno.
Es triste decirlo, pero parece ser que la idiosincrasia argentina
permanece indisolublemente encarnada con el caudillismo. No se concibe a
la ciudadanía como compromiso con la ley, sino apenas como un ejercicio
electoral y esporádico de apoyo a alguien. Y así hemos consolidado una
dirigencia, tanto política como empresarial, desprovista de valores
cívicos.
Ejemplifico con el caso del inconstitucional Decreto 641/2014, que bien conocen los lectores de La Pluma de la Derecha:
La Constitución Nacional establece un sistema republicano que impide al Poder Ejecutivo ejercer funciones legislativas, además dispone que una ley especial dirá el número de ministerios y sus funciones, y por si ello no bastara también ordena que sólo en casos de excepción podrá el PEN dictar decretos de necesidad y urgencia, pues bien todo eso no impidió que en total normalidad Cristina Fernández creara de facto, por un decreto de pretendida necesidad e inexistente urgencia, su Ministerio de Cultura. Semejante cosa no le pareció a nadie un escándalo, más aún: las cámaras de las industrias culturales manifestaron su beneplácito por la aparente jerarquización del área de cultura. Ni siquiera fueron capaces de enunciar un mínimo reparo a la ilegalidad de la vía utilizada, acaso porque para hacer "negocios culturales" con el gobierno la idea de una cultura ligada a la Constitución Nacional hubiera sido un estorbo. Súmese a esto la acefalía del Defensor del Pueblo de la Nación, ausencia que tampoco desvela a nadie, y el combo de desprecio por la Constitución escrita queda completo para beneficio del poder por el poder mismo; que es decir la corrupción en su más pura esencia.
Doy así por acreditado que la Constitución Nacional ha descendido en la
valoración colectiva al punto de ser letra muerta, por lo que,
descartada la fuerza política de cualquier voluntad de cumplirla y
hacerla cumplir, se impondrá de manera inexorable la necesidad de
reforma para adecuarla a la realidad.
Cuando advertía el riesgo constitucional a
partir de la propuesta de reforma lanzada por el Dr. Eduardo Duhalde no
faltaron quienes minimizaran aquello diciendo que era sólo una
iniciativa inviable. Subestimaron el olfato político del ex Presidente,
quien sigue siendo un operador formidable, y desde entonces hasta ahora
la situación constitucional se ha degradado velozmente.
Tras el debut como orador político de Máximo Kirchner, el núcleo duro
del kirchnerismo acecha a la vencida Constitución Nacional y pretenden
reescribirla a gusto del régimen. Carecen de relevancia las voces de los
kirchneristas que dicen no ir por la reforma, lo que importa es que la
punta de lanza ya fue lanzada a través de Aníbal Fernández, Carlos
Kunkel, Diana Conti, Andrés Larroque y Juan Cabandié. Si pueden forzarla
para antes de las próximas elecciones cumplirán su expectativa de
máxima, pero de no ser así promoverán otra Asamblea Constituyente. El
plazo es lo de menos, importa el objetivo y que el argumento para
lograrlo está firme tras haber vuelto obsoleta a una Constitución que la
mayoría no respeta y a la que muy pocos defendemos.
Entiéndase bien: la reforma constitucional se está metiendo en la agenda
política como cuestión a resolver. Sobre la base de una constitución
que no se cumple buscarán los kirchneristas montar un nuevo diseño
institucional afín al "modelo de la década ganada", otros, como Duhalde,
reformas para recuperar la viabilidad de la letra muerta, y el grueso
de la oposición jugará de progresista que no puede negarse a proclamar
nuevos derechos. Estamos frente a un proceso cultural de muy difícil
reversión, porque la falta de conciencia cívica en la masa que debería
conformar la ciudadanía argentina ya tiene fuerza inercial. Claro que
siempre quedan esperanzas, aunque más no sea la de vivir en un país
impredecible.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López