Diálogo con el Islam: no al baile de máscaras (y III)
103. Hay algunos
aspectos de ambas religiones de los que parece desprenderse una notable
afinidad. Por ejemplo en la concepción de Dios como misericordioso, la
pertenencia a las religiones del Libro, la común referencia a la tradición de
Abrahán...
También por detrás de expresiones idénticas o análogas puede haber
acepciones diferentes que es importante conocer y ahondar en ellas por amor a
la verdad, no por afán puntilloso de señalar diferencias a cualquier precio.
PRESIONE "MAS INFORMACION" A SU IZQUIERDA PARA LEER ARTICULO
Tomemos, por ejemplo, la frase «Dios es misericordioso». Para el musulmán
significa que Dios, por ser el Poderoso, puede inclinarse hacia el hombre y
hacer uso de su misericordia, o bien negársela a quien quiere. Ahora bien, eso
es diferente de la noción del Dios misericordioso que encontramos en el Antiguo
Testamento y más aún de la que encontramos en el Nuevo, a saber: que la
misericordia de Dios es como la de un padre o la de una madre. En efecto, Dios
es para el cristiano la expresión más auténtica del amor y es la fuente de la
misericordia que el padre y la madre usan con su hijo. Esta concepción figura en
la base de todo el Nuevo Testamento, forma parte de la esencia de la fe y es el
comienzo de la oración cristiana más común: el Padre nuestro. Y no es
casualidad que entre los noventa y nueve nombres de Dios que la tradición
islámica ha sacado del Corán no aparezca el de «Padre», por ser un atributo
incompatible con el Dios coránico y negado por el mismo Corán.
Sin embargo, se puede señalar que de la misma raíz árabe de las palabras
«clemente» y «misericordioso» (rahmáa o rahirri) deriva asimismo la palabra
rahm, que es el seno materno. Eso significa que la misma lengua árabe hubiera
podido sugerir la noción «materna» de Dios. Pero ese filón no ha sido apreciado
por el islam clásico, aunque algún místico la ha empleado, y esto podría
representar una puerta abierta a un ahondamiento en el concepto de Dios común a
judíos, cristianos y musulmanes.
104. Otro ejemplo
al que se recurre para subrayar las analogías entre el islam y el cristianismo
es que ambos son considerados como «religiones del Libro».
La expresión «gente
del Libro» es típicamente coránica. Con ella designa el Corán a los judíos y a
los cristianos. El motivo es que, en el ambiente árabe que conoció Mahoma, los
únicos que tenían un libro revelado eran los judíos y los cristianos. Los
musulmanes no lo poseían, y no lo tendrían hasta veinte años después de la
muerte de Mahoma, en tiempos de su tercer sucesor, el califa cUthmán. Por
consiguiente, desde una perspectiva
islámica, sólo desde entonces las tres religiones monoteístas reciben el
nombre de religiones del Libro, o sea, basadas en un libro revelado por Dios,
aunque Mahoma no mencionó nunca al islam como religión del Libro.
Ahora bien, la expresión
es ambigua también, desde el punto de vista
cristiano, por dos motivos. En primer lugar, porque significa reconocer, de
una manera implícita, que el Corán es un libro revelado por Dios a Mahoma, y
este reconocimiento no se ha producido nunca en el cristianismo y no se puede
fundamentar teológicamente. En segundo lugar, porque mientras que para los
musulmanes la revelación divina se ha dado a conocer a la humanidad de una
manera definitiva y cabal en el libro del Corán, cuyo contenido habría bajado
directamente del cielo, del cristianismo no puede decirse que se funde en un libro,
aunque éste sea revelado, ni puede ser «reducido» a las Sagradas Escrituras. El
fundamento del cristianismo no se
encuentra, efectivamente, en un libro, sino en un acontecimiento: la
Encarnación de Dios, que se hizo hombre en la persona de Jesucristo. La
señal de la fe cristiana es, por excelencia, la cruz. En ella se sacrificó
Jesús por amor al hombre y por la salvación de toda la humanidad. No es casualidad que las comunidades
cristianas orientales, ya desde el principio, venerasen los iconos que
representaban a la Virgen con Jesús, y no un icono del Evangelio o de la Biblia.
Por otra parte, cuando en la liturgia se lleva el libro de los Evangelios en
procesión incensándolo, se hace en cuanto que el Evangelio nos revela a Cristo.
Ignacio de Antioquía, a comienzos del siglo II, dice ya de una manera inequívoca
en su carta a los fieles de Filadelfia: «Mi tesoro es Jesucristo, mis archivos
inamovibles su cruz, su muerte y resurrección, y la fe que viene de él».
Tomado de:
Samir,
K. Cien preguntas sobre el
Islam. Ed. Encuentro, 2001, ps. 167-169.