Compruebo a través de los medios y redes sociales la absoluta
sorpresa y unánime rechazo a la deplorable actitud del descerebrado que
roció con Gas Pimienta a los jugadores de River, rechazo que comparto en
su plenitud, aunque no comparta la sorpresa.
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Esta es apenas una prueba más del tobogán en que nos estamos
deslizando hacia la barbarie, ya estamos cerca. La civilización ha
quedado atrás.
Ver a los jugadores de Boca aplaudir a la hinchada y abandonar a sus
adversarios en el campo de juego tampoco me sorprende. Que el criminal
haya ingresado con el aerosol sin que los controles lo hayan detectado
tampoco me sorprende, menos aún que miles de hinchas hayan ingresado
alegremente portando bengalas.
Y la lista sigue, escuchar al Ministro de Seguridad decir que la
policía sólo controla fuera del estadio me resulta patético, pero
tampoco me sorprende. Él es así, no da para más. El responsable es quien
lo nombró. Pero eso tampoco me sorprende.
Esto es apenas la consecuencia si se quiere lógica de lo que nos pasa
como sociedad. No puedo olvidar a la madre que entregó a su hija de
CINCO AÑOS!! un revolver cargado para que se defienda de posibles
acechadores.
Tampoco olvido al adolescente que asesinó a su novia embarazada y con la ayuda de su familia la enterró en el fondo de su casa.
Ni a los inocentes niños muertos por el paco o por las balas de enfrentamientos entre narcos.
Me viene a la memoria un conocido administrador de lenocinios creador
de la teoría de que los criminales son inocentes y los culpables somos
los honestos porque no les damos oportunidad de desarrollar sus
capacidades.
Ante semejante razonamiento ya nada puede sorprenderme.
Recuerdo que los narcos financiaron la campaña de Cristina y nadie
elevó su voz. Recuerdo a nuestra entonces Ministra de Defensa
desarticulando los controles fronterizos y destinando la Gendarmería y
la Prefectura a dirigir el tránsito porteño.
Tampoco olvidé a responsables de nuestra “cultura” instruyendo a
niños para escupir y orinar en la vía pública sobre afiches con los
rostros de personas que se atrevieron a criticar al gobierno o
personajes hoy combatidos aunque ayer fueran adulados por nuestros
gobernantes.
Permanece en mi memoria la desactivación de radares y la existencia
de innumerables pistas clandestinas, depósitos de droga que asesina
nuestra juventud. Pistas que conocen todos los argentinos a excepción de
nuestras autoridades.
¿De qué me puedo sorprender entonces?
Sin embargo hay algo que puede llegar a sorprenderme. Y es el hecho
de que algún día nuestra Patria recupere el sitial de honor que ocupaba
dentro de las naciones democráticas y republicanas, su cultura y
educación de primer nivel, su libertad de opinión, su libre economía,
sus fuentes de trabajo a pleno, su salud pública modelo para el mundo,
sus relaciones exteriores dirigidas por verdaderos embajadores y no por
fantoches que nos separan del mundo civilizado, su paz y concordia
interior respetada aún en las lógicas disidencias.
Si volviéramos a ese estado de cosas mi sorpresa y felicidad serían mayúsculas.
Ojalá pueda llegar a verlo.