LA IGLESIA DE LOS MARICONES, COMUNISTA Y HEREJES
«…
está en curso la destrucción espiritual de la Iglesia y de las almas y
harán de todo por establecer lo antes posible una Única Religión
Mundial» (Conchiglia – 28 de julio del 2014). Bergoglio
ha usurpado el Trono de Pedro y representa -en el gran teatro del
Vaticano- funciones públicas para entretener a las masas, y así
amansarlas y hechizarlas con una doctrina en que sólo busca la gloria de
sí mismo.
Bergoglio habla para atraer sobre sí mismo los méritos y las glorias que no puede tener.
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Bergoglio
obra para complacerse a sí mismo, dando a la masa lo que le pide, lo
que le agrada, lo que le hace disfrutar de la vida.
Bergoglio
es un hombre sin amor, sin fe, sin humildad. Es decir, es un hombre
orgulloso, que se muestra como el salvador del mundo, que se alumbra con
las luces de la herejía, del cisma y de la apostasía de la fe. Y, por
eso, Bergoglio se arrodilla sólo delante de las falsas religiones. No
puede arrodillarse delante de Jesucristo porque no cree en Su Divinidad.
Se arrodilla ante los herejes, en vez de atraerlos a la fe católica,
porque no cree en la verdad inmutable.
La
idea de la masonería es reunir a todas las religiones y crear una
religión universal: la religión en la que todos los hombres están de
acuerdo. Es la unión de mentes, que pasa por la unión de los cuerpos.
Para
llegar al matrimonio gay es preciso llegar primero a la unión gay,
unión de cuerpos. Una vez legalizado esta unión, en todas las iglesias,
entonces se pasa al siguiente nivel: la unión de mentes. Las mentes de
los hombres se unen en un matrimonio, con una atadura para formar la
sociedad ideal, la iglesia universal.
Es
necesario unir los cuerpos espirituales de las diversas religiones para
formar la unión mística de la iglesia del anticristo, el matrimonio
místico entre las almas y el anticristo, su cuerpo místico.
Para eso es necesario atacar la doctrina católica que impide que muchos hombres puedan entrar en esta religión universal.
Es necesario cambiar la doctrina católica, borrar de la faz de la tierra el sacrificio de Cristo en la Cruz.
Se quiere suprimir a Cristo para que los hombres sigan a los hombres, den culto a sus ideas maquiavélicas.
La Iglesia está en ruinas. Y esto no lo sabe ver la mayoría de los católicos.
Están
levantando la Iglesia mundial de Satanás, en donde se enseña a todos
los fieles a respetar y aprender de las enseñanzas heréticas de Martín
Lutero:
«Después
de cincuenta años de diálogo ecuménico, incluso para un cristiano
católico se puede leer con respeto el texto de Lutero y aprovechar sus
ideas» (Cardenal Reinhard Marx – Revista “Politik y Kultur”).
Sólo
un hereje enseña a seguir a otro hereje. Sólo un hereje no ataca a otro
hereje. Sólo un hereje destruye el camino que los santos han marcado
para la salvación de las almas.
Así
lo hizo Bergoglio cuando usurpó el Trono: puso como modelo la doctrina
de un hereje, Kasper. Y está destruyendo todo lo santo que hay en la
Iglesia.
Y
así lo hacen los que lo siguen, los que obedecen a Bergoglio. Es la
Jerarquía que no combate a los herejes, que no batalla por la vida
espiritual, que no se dedica a salvar almas, sino que pone la herejía,
el error, la mentira, como norte de la iglesia.
El
error, en vez de la verdad, es el alimento de muchos católicos. Han
dejado de amar la verdad, han dejado de buscar el sentido a su vida.
Ahora son sólo veletas de las mentes de muchos sacerdotes y Obispos, que
son falsos porque han perdido la fe en Cristo y en Su Iglesia.
Ahora es el tiempo de luchar por un prestigio social, político, económico, material, humano.
Ahora
es el tiempo de la condenación de las almas en vida. Vivir sin
arrepentirse de los pecados: esta es la iglesia que se busca, que se
persigue.
Como
«la unión con Cristo es el bien supremo del hombre, hay que unir a
todos los cristianos, independientemente de su identidad» (ib): buscan
el anhelo humano de tener una iglesia que no condene el pecado, que no
divida por la libertad del pensamiento, que sepa reunir todas las ideas
de los hombres bajo una bandera de fraternidad, de igualdad y de
libertad.
«…la
cooperación de las iglesias conduce a ser un testigo más creíble en la
sociedad, por lo que su voz será mejor oída si se ponen de pie para el
pueblo y denuncian las estructuras injustas de la sociedad, la política y
la cooperación» (ib). No se quiere escuchar la voz de la Iglesia
Católica porque no es la voz del pueblo. No lleva a una sociedad
globalizada.
La
Iglesia Católica es la voz de Cristo, que es la verdad que el hombre no
quiere escuchar. Es la voz a la obediencia de la Palabra de Dios.
Pero
se va a la formación de una iglesia sin verdad, con la mentira que al
hombre le agrada escuchar, con la obediencia a la imposición de una idea
global.
En
esta iglesia de herejes, se declara mártir y beato a un sacerdote que
fue víctima de la política, pero no mártir ni de Cristo ni de Su
Iglesia.
«Esta
muerte divide la historia de la Iglesia en antes y después. Antes de la
muerte de Romero la Iglesia decía: estos cristianos mueren por razones
políticas, no religiosas. Ahora (después de su muerte) está claro que
Romero fue asesinado por cuestiones religiosas, aunque haya muerto no
por defender los derechos de la Iglesia sino los derechos de los
pobres». (Gustavo Gutiérrez – En el diario “Il Giorno”).
Romero
no defendió los derechos de la Iglesia que son los derechos de Cristo.
Defendió a los hombres, los derechos de los hombres. Hizo de su
ministerio sacerdotal una política comunista, socialista, que sólo se
centra en la conquista de un reino humano.
Por eso, todos alaban al rey Bergoglio. Es su hombre, es su papa. El papa del mundo, el papa de una sociedad globalizada, el papa
amorfo que sólo sabe hablar las locuras que el mundo habla. En
Bergoglio sólo se puede encontrar el lenguaje del mundo. Es el hombre
que salva al pueblo salvadoreño. ¿Queréis un comunista como vuestro
mártir? Yo os lo doy. Yo hago que se cumplan las palabras de Romero que
si lo mataban su espíritu resucitaría en el pueblo.
El
legado de este falso sacerdote está en que encarnó la voz del
proletariado revolucionario salvadoreño. El pueblo encontró en este
personaje, no un sacerdote que pusiera la esperanza en el más allá, sino
un hombre con la firme convicción de luchar por hacer de la tierra un
lugar tan agradable como un paraíso, para que así los hombres no tengan
que aspirar a dejar esta vida para ser felices. Los hombres merecen ser
felices, gozar de esta vida. Y, por eso, la clase trabajadora tiene que
luchar en contra de la clase opresora rica, para transformar la sociedad
en una igualdad humana, social. La misión es que desaparezca la pobreza
en el mundo.
«El
arzobispo Oscar Romero cayó sobre el altar víctima de la violencia que
siempre combatió. Es un mártir» (Leonardo Boff – En el diario “Folha de
S. Paulo” – 30-3-80).
Los
hombres buscan sacerdotes y Obispos que sean ejemplo de denuncias y de
lucha contra las injusticias sociales, para así construir la sociedad
globalizada, en la que no exista la represión ni la clase alta de los
ricos capitalistas. En este ideal irrealizable se hacen esfuerzos para
mostrar a la gente la posibilidad de una religión que tome partido por
el sufrimiento de los pobres, que su jerarquía termine sirviendo, no
tanto a la causa de Cristo ni de la Iglesia, sino a sus propias
concepciones religiosas personales.
Monseñor
Romero es sólo un mártir del proletariado, una víctima de las ideas
comunistas de los hombres. Pero no es un sacerdote de Cristo: es un
hombre que olvidó que Jesús, que nació y vivió en la Palestina subyugada
por la dominación romana, se dedicó sólo a una obra espiritual, sin
contaminarse de las ideas políticas y sociales: «Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios».
Monseñor
Romero fue un hombre que olvidó que los Apóstoles misionaron en un
mundo en que las injusticias socio-políticas eran mucho más graves que
las actuales y los derechos civiles eran constantemente violados. Ellos
sólo siguieron al Evangelio: «Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y lo demás se os dará por añadidura».
Y así conquistaron el mundo lleno de injusticias. Pusieron la Justicia
de Dios en medio de un mundo sin justicia. Monseñor Romero sólo buscó el
reino temporal, la promoción humana, la fama del pueblo. Y por esa
gloria humana, por ser voz del pueblo, murió. No murió por cristo, murió
por sus malditos pobres.
Y
ahora, un maldito lo hace mártir y beato. Por supuesto, que es un falso
mártir y un falso santo. Pero queda la obra de ese maldito, al que
muchos llaman su papa.
«Por sus obras los conoceréis»: si no conocen por las obras que hace Bergoglio lo que es Bergoglio, es que están pervertidos en la mente como él lo está.
Si les cuesta llamar a Bergoglio por su nombre, usurpador, es que trabajan para él dentro de la Iglesia.
Después
de dos largos años todavía hay católicos que dudan de Bergoglio: y hoy
están con él, y mañana en contra de él. Esto sólo señala una cosa: la
tibieza espiritual en que viven muchos católicos. Y a los tibios, Dios
los vomita.
En
la iglesia de los herejes y de los comunistas se nombra a un conocido
hereje, que apoya el matrimonio homosexual, como Consejero Pontifico
para la justicia y la paz, a Timothy Radcliffe:
«Y
podemos presumir que Dios continuará llamando tanto a homosexuales como
a heterosexuales al sacerdocio porque la iglesia necesita los dones de
ambos» Timothy Radcliffe – En “The Tablet”).
La
cara de este maldito es, claramente, la de un maricón. Su alma, por
tanto, le pertenece al demonio. Y vive para él, para hacer las obras de
su padre.
«Si
la feminización de la Iglesia continúa, los hombres buscarán el
alimento de su espiritualidad fuera de las iglesias, en las falsas e
inadecuadas religiones, con las consecuencias mayores del daño a la
Iglesia y a la sociedad» (Leon Podles – The Church Impotent: The
Feminization of Christianity).
Una Iglesia de maricones, de hombres homosexuales, aleja a los varones, los despide. Y daña a toda la sociedad, a todo el mundo.
La misión del hombre es engendrar vida, dominar la vida, dar a la vida el camino de la verdad.
En
una iglesia y en una sociedad de homosexuales, la misión de esos
hombres es anular la vida, ser dominados por todas las cosas de la vida,
y presentar al mundo el camino de la mentira.
Jesús
puso Su Iglesia en Obispos varones, no en Obispos maricones. La Iglesia
es de hombres, no de maricones. La Iglesia necesita a los varones,
hombres heterosexuales, que tienen lo que un hombre tiene que tener: el
amor varonil a Dios y a las almas. El amor verdadero a su naturaleza
humana, un amor en la ley natural.
Un
maricón no conoce ni su alma ni a Su Creador. Un sacerdote maricón no
puede cuidar las almas, no puede alejarlas de los muchos peligros que
tiene la vida, porque vive en los mismos peligros, dominados por ellos.
Bergoglio
es un Obispo maricón que se rodea de maricones. Un Obispo sin ley
divina, que ha echado por tierra la ley natural y que sólo vive de lo
que su mente, a diario, le va descubriendo.
La
iglesia de Bergoglio es la iglesia de los maricones. Y esa no es la
Iglesia de Cristo. Una iglesia que destruye la verdad, el matrimonio, la
familia y toda la sociedad.
«Los
intentos actuales, dentro de las casi todas denominaciones cristianas,
para normalizar la homosexualidad, más que otra cosa, convence a los
hombres heterosexuales de que la religión hay que mantenerla a gran
distancia» (Ib).
¡Qué gran verdad!
La
religión de Bergoglio: hay que mantenerla a gran distancia. En ella no
hay varones, no hay hombres hechos y derechos. No hay hombres que amen
la verdad, que luchen por la verdad, que sean testimonio de la verdad.
Sólo hay mujercitas, que lloran por sus estúpidas vidas de coqueteo con
los hombres y con el mundo.
Allí
donde está el maricón, no está la familia católica. Se destruye el
matrimonio y se tergiversa la función de la mujer en el matrimonio y en
la sociedad.
«Las
Iglesia católicas que cultivan una atmósfera gay (servicios especiales
arquidiocesanos para gays y lesbianas, coros gays, charlas en las
escuelas para la tolerancia gay) mantienen a los hombres heterosexuales
lejos. El miedo de la afeminación es una de las motivaciones más fuertes
en los hombres que, a veces, prefieren morir que aparecer afeminados»
(Ib).
La
agenda de los sodomitas es la agenda de Bergoglio. Y es lo que se está
comenzando a enseñar desde los púlpitos. Ya hay Obispos a favor de las
relaciones sodomitas, como este sujeto Radcliffe.
El Obispo Cordoba en Colombia, el cardenal Nichols en Londres ofreciendo misas para los grupo “soho LGBT catolicos”. El Cardenal Dolan en Nueva york aprobó los desfiles de sodomitas para representar la Iglesia para las fiestas de San Patricio.
En Suiza la mayoría de “catolicos” votaron para que se aprueben las uniones de homosexuales.
El lema de esta agenda diabólica es: aprobar las “uniones” homosexuales, pero no calificarlo como “matrimonio”. Todo esto bajo el manto de la “divina misericordia y una Iglesia pobre para los pobres”.
Primero es la unión cuerpos, de estilos de vida; después, la unión
pervertida en la mente. Crear matrimonio para una perversidad de vida,
para una sociedad de perversión absoluta. Y esos matrimonios, esa
sociedad, avalados por una iglesia universal.
La
Iglesia universal es la iglesia de los maricones, de los comunistas y
de los herejes. Esta es la base para que entre todos los demás.
Se
anula el pecado y, por lo tanto, la ley divina en todas las cosas; se
anula la obra de la Redención y, en consecuencia, se vive buscando un
paraíso en la tierra; se anula la verdad y así se comete la blasfemia
contra el Espíritu Santo, que es el único que conduce a la plenitud de
la verdad.
Los
hombres acaban viviendo para sus ideas en la vida, para sus filosofías,
para sus grandiosas teologías, para sus locas y perversas ideas.
Consecuencia: los hombres se constituyen en veletas del pensamiento
humano, se dan culto a sí mismos y sólo viven para darse gloria a