EL ENGAÑO DEL CONCILIO PASTORAL
VATICANO II: DE CONCILIO«PASTORAL» A SUPERDOGMÁTICO [*]
P. Johannes Ülustusch, SDB
Con qué diabólico refinamiento, con el denominado “lenguaje
diplomático”, fueron engañados todos los desprevenidos, queda en claro
por las tres consignas, que durante el concilio fueron continuamente
recalcadas y repetidas, para aplicar a quienes ya habían reconocido en
el concilio el plan y la orientación de los progresistas. Estas consignas eran: 1°) “¡El Concilio es sólo un concilio
pastoral!”; 2°) “¡No se quiere condenar nada!” y 3°) “¡No queremos
definnir nada!”
Al terminar el concilio, el lenguaje diplomático se
convirtió en uno bien concreto. De la consigna “¡No se quiere condenar
nada!”, se hizo: “Ya no vale lo que fue enseñado antes del concilio, no
está de acuerdo a la época, está fuera de moda, ya no se puede enseñar
todo eso”.
De la consigna: “¡No queremos definir nada!”, se hizo: “De ahora en adelante sólo es válido lo que fue determinado por este concilio; cada uno debe orientarse de acuerdo a él, de lo contrario, ya no tiene derechos”.
Del “concilio sólo pastoral” se hizo “un Concilio
super dogmático”. De ese modo fueron declarados como ya no válidos los
20 concilios dogmáticos precedentes, Muy especialmente, se eliminó y se
destruyó al Concilio de Trento. Esto no puede ser negado, pues la praxis
lo confirma en un ciento por ciento.
A lo anterior se le agregó un truco. Para impedir de
antemano el “cortarse solo” de un obispo o de un párroco, se inventó la
Conferrencia episcopal y el Consejo presbiteral.
Los numerosos “traidores” en la Iglesia (los perros, los asesinos,
los licenciosos, los idólatras y todos los mentirosos) inventaron
entonces toda una serie de “slogans” o consignas publicitarias para
difundir lo más rápidamente posible sus “mentiras” entre el pueblo.
Especialmente neligrosas y efectivas fueron dos consignas publicitarias:
“No se debe mirar lo que nos separa de los demás, sino lo que nos une”.
“Unámonos pues con los «protestantes», son sólo «pequeñeces» las que
nos separan”. Estas sentencias tuvieron un efecto demoledor,
desencadenando la gran apostasía de la fe.
Algunas palabras todavía, para mostrar que los protestantes no están
separados sólo por pequeñeces. San Pablo ya predijo que vendrían muchos
que predicarán otro Cristo, que él no había predicado, y que anunciarán
otro Evangelio, que él no había anunciado. “Porque si alguno viene a
predicaros otro Cristo diferente del que os hemmos predicado, o si
recibís otro espíritu diferente del que habéis recibido, u otro
Evangelio distinto del que abrazasteis, bien lo toleraríais” (2 Cor.
11,4).
Eso sucedió por el protestantismo. Se aceptó la nueva
doctrina, sin reflexionar mucho sobre ella. Muchos ni siquiera se han
dado cuenta de que los protestantes anuncian un “Cristo” que no fundó
ninguna Iglesia sobre Pedro, que no instituyó ningún sacerdocio, es
decir, ni sacerdotes ni el santo sacrificio de la Misa, que no designó
ningún papa como pastor supremo de la Iglesia. Ni tienen siete
sacramentos ni mantienen los diez mandamientos. María, la Madre de Dios,
es para ellos una mujer común. No es la “llena de gracia”, sino la
“agraciada”. Para ellos, la Virgen tampoco fue concebida sin mancha
original, etcétera.
Reconocemos así inequívocamente que todos los
protestantes tienen otro “Cristo”, uno falso. En verdad, no deberían
denominarse “cristianos”. Existe un solo Cristo, como enseña la sagrada
Escritura: “Mas para nosotros no hay sino un solo Dios, el Padre, de
quien vienen todas las cosas, y para quien somos nosotros; y un solo
Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas, y por quien somos
nosotros” (1 Cor. 8,6).
Por consiguiente, las palabras: “Sólo son pequeñeces las que nos separan a los católicos de los protestantes”, son una gran mentira,
En verdad, nosotros católicos no tenemos con ellos nada en común. La
exhortación: “Unámonos pues con ellos” significa renunciar a nuestra
verdadera fe católica, abandonar a la única y verdadera Iglesia de
Jesucristo y desertar al campo del Anticristo. Esto hizo la iglesia
conciliar, por eso es herética así como todos los que “conscientemente”
permanecen en ella.
P. JOHANNES ÜLUSTUSCH, SDB (Konstanz, Alemania Federal)
Trad, por G. D. C. de: “Die Kirche in der Endzeit —die Apokalypse— 5. Teil”, mayo 1987, pp. 13-14.
Tomado de Católico Alerta