La tentación peronista del Papa
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En mi artículo “Acoso peronista al Vaticano”
(LD, 20/3/2013) evoqué los choques que Jorge Mario Bergoglio había
tenido con Néstor y Cristina Kirchner, cuando todavía era arzobispo de
la ciudad de Buenos Aires, por el rigor con que criticaba la corrupción y
el autoritarismo que contaminaban sus sucesivos mandatos
presidenciales. Y pronostiqué en el mismo artículo que la megalómana
Cristina no ahorraría argucias para cooptarlo cuando se convirtió en el
papa Francisco.
Artes demagógicas
Ahora es difícil confirmar si logró cooptarlo o no, porque Francisco
tiene su propio arsenal de estratagemas para transitar por la cuerda
floja. Sin embargo, hay un hecho incontrovertible: la contigüidad de
Bergoglio con los círculos de poder de Argentina le inspiró la tentación
de practicar las artes demagógicas del peronismo. Nada menos que
alguien tan prudente como el secretario de redacción del diario
argentino La Nación, Jorge Fernández Díaz (no confundir con su homónimo
el ministro de Interior de España), escribió, comparando al Papa con el
viejo líder en el clímax de sus trapicheos (LN, 19/7):
Después de su gira populista por América latina, este Perón del 72…
Fue en este intercambio de guiños cómplices con los dictadorzuelos
latinoamericanos que el papa Francisco destiló una buena dosis de esa
habilidad para cambiar un principio por otro que asocia al peronismo con
el grouchomarxismo. En el vuelo de regreso, la corresponsal de La
Nación, Elisabetta Piqué, le preguntó (13/7):
¿Santidad, qué sintió cuando vio esa hoz y el martillo con el Cristo encima que le ofreció el presidente Morales?
Respondió el papa Francisco:
Es curioso, yo no conocía esto y no sabía que el padre [Luis] Espinal
era escultor y poeta encima. Cuando lo vi para mí fue una sorpresa.
Segundo, se puede calificar como el género del arte de protesta. Por
ejemplo, en Buenos Aires, hace algunos años, fue exhibida una muestra de
un escultor bueno, creativo, argentino, que ahora está muerto. Era arte
de protesta y yo recuerdo uno que era un Cristo Crucificado sobre un
bombardero que iba bajando. Era una crítica del cristianismo aliado con
el imperialismo que bombardea.
Montar escándalos
Vayamos por partes. El escultor argentino, bueno, creativo, era León
Ferrari, premiado con el León de Oro en la Bienal de Venecia (2007),
cuyas obras se exhibieron en la Bienal de San Pablo, el MOMA y el Reina
Sofía, entre otros muchos museos. El avión era estadounidense, implicaba
un alegato contra la guerra de Vietnam y se sumaba a otras obras suyas
de contenido político, tanto de homenaje al Che como de denigración de
Estados Unidos y el capitalismo.
Sin embargo, lo que Francisco define ahora como el arte de protesta
de Ferrari consistía sobre todo en montar escándalos contra la religión
católica en su condición de miembro fundador del Cihabapai (Club de
impíos herejes apóstatas blasfemos ateos paganos agnósticos e infieles).
Su obra maestra fue una jaula donde unas palomas dejaban caer sus
excrementos sobre la reproducción del Juicio final de Miguel Ángel
exhibido en la Capilla Sixtina. Abundantes obras menores mostraban a
santos y vírgenes en sartenes, licuadoras y ralladores de queso que
simbolizaban el infierno. Sin olvidar una Última cena protagonizada por
un orangután y ratas de goma. Al verlas, hace mucho tiempo, mi ateísmo
liberal me empujó a escribir en el libro de visitantes de una de sus
exposiciones (cito de memoria):
Si León Ferrari atacara todas las religiones, incluida la
marxista-leninista, con la misma furia con que ataca el catolicismo y la
sociedad democrática, lo definiría como un librepensador iconoclasta
desmadrado. Pero su fobia sectaria exclusivamente anticatólica y
anticapitalista me convence de que es un vulgar secuaz obediente del agitprop comunista.
Una muestra de las obras de Ferrari en el Centro de Cultura Recoleta
de Buenos Aires, que dependía de la Municipalidad, fue clausurada por un
juez y reabierta por otro. El entonces cardenal Bergoglio no mostraba
su faceta de tolerancia progre con el llamado arte de protesta que
coloca a Cristo tallado sobre la hoz y el martillo. Informaba La Nación (2/12/2004):
“Desde hace algún tiempo se vienen dando en la Capital algunas
expresiones públicas de burlas y ofensas a las personas de Nuestro Señor
Jesucristo y de la Santísima Virgen María, así como también a diversas
manifestaciones contra los valores religiosos y morales que profesamos”,
dijo Bergoglio en una carta pastoral dirigida a los sacerdotes. (…)
“Hoy me dirijo a ustedes muy dolido por la blasfemia que es perpetrada
en el Centro Cultural Recoleta con motivo de una exposición plástica”.
(…) Y exhortó a que “frente a esta blasfemia que avergüenza a nuestra
ciudad todos unidos hagamos un acto de reparación y petición de perdón
el próximo 7 de diciembre”, vísperas del Día de la Inmaculada
Concepción. Bergoglio invitó así a los creyentes a “un día de ayuno y
oración” como desagravio a lo que entiende es una ofensa a los símbolos
religiosos más sagrados.
Fetiche necrófilo
El Cristo tallado sobre la hoz y el martillo no despertó la misma
indignación en el Papa. La semilla totalitaria que germina en el
peronismo fomenta la empatía con las corrientes ideológicas más
atrabiliarias. El símbolo de la hoz y el martillo estuvo asociado, desde
sus orígenes, a la matanza de los adversarios y disidentes. Millones de
creyentes de todas las religiones murieron asesinados por los
servidores de ese fetiche, tanto en las purgas como en el Gulag, y la
ironía de la historia quiso que junto a ellos corrieran la misma suerte
los mencheviques, socialrevolucionarios, anarquistas, trotskistas y
veteranos bolcheviques que habían depositado su fe en falsas utopías
laicas. Pero el fetiche necrófilo no le quemó las manos al Papa cuando
se lo entregó Evo Morales.
Bergoglio tampoco sintió la necesidad de pegar un puñetazo al
dictadorzuelo como prometió asestarlo al amigo que dijera una mala
palabra de su madre, en una desafortunada alusión a la masacre de
Charlie Hebdo. Para él, publicar caricaturas de Mahoma, como habían
hecho las diecisiete víctimas del ataque a la revista, era más punible
que tallar un Cristo en el infame mamarracho de la hoz y el martillo.
Otro síntoma de la tentación peronista. ¿Habría aceptado igualmente una
esvástica, remontándose a los orígenes bastardos del peronismo,
inicialmente financiado por la Alemania nazi?
Entretener a los giles
Todavía perduran las polémicas sobre la pasividad de Pío XII frente a
la barbarie del nazismo. ¿Se acusará algún día al papa Francisco de
haberse distraído pronunciando soflamas típicas de progres y demagogos
mientras el mundo asistía al mayor exterminio de cristianos que se
registraba desde los tiempos del comunismo? Los números son elocuentes
(“Cristianos. Los más perseguidos”, LV, 24/6/2013):
Según el informe del 2012 sobre libertad religiosa en el mundo de la
fundación pontificia internacional Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN),
unos 200 millones de cristianos -tanto católicos como ortodoxos y
evangélicos- son perseguidos, y otros 150 millones son discriminados.
“Cada cinco minutos es asesinado un cristiano en el mundo”, dice el
sociólogo Massimo Introvigne, que hizo ese cálculo sobre la cifra de
cristianos asesinados en el 2011 (fueron 105.000) y en el 2012 (unos
100.000).Esas cifras proceden de los estudios publicados por el International Bulletin of Missionary Research.
La misma información remite al libro Cristianos y leones (Planeta), del periodista Fernando de Haro:
(…) se detiene en la tragedia de los cristianos en Nigeria, India,
Pakistán, Egipto e Irán, entre otros. En tales países ocurre que los
cristianos -aunque tengan presencia histórica allí hace siglos- son
percibidos como “brazo de Occidente”, lo cual los convierte en
sospechosos. Esta presunción castiga especialmente a los evangélicos, a
quienes se relaciona más con Estados Unidos, potencia detestada por
muchos regímenes musulmanes.
La tragedia de los miles de cristianos degollados o esclavizados en
las zonas de Iraq y Siria que ocupa el Estado Islámico, así como en
Yemen y Libia, se suma a la de millones de fugitivos que deambulan por
el mundo.
Mientras tanto, el papa Francisco prodiga gestos espectaculares a las
redes sociales populistas, haciendo guiños a gays y divorciados para
entretener, como buen peronista, a los giles, sin darles nada concreto.
Eso sí, los progres prefieren a un Papa que clama contra el cambio
climático y no contra la persecución de los cristianos y sus símbolos en
el mundo islámico.
En fin, es alarmante que un argentino vulnerable a la tentación del
peronismo pueda influir espiritual y políticamente, desde la cátedra
vaticana, sobre mil doscientos millones de católicos. Algo nunca visto.
Procuremos que no se vuelva a ver.