viernes, 7 de agosto de 2015

¡LEA UNA OCURRENCIA MAGNIFICA! QUÉ ME VENÍS CON EL PAÍS DE PRIMERA...DEVOLVEME EL MÍO.

¡LEA UNA OCURRENCIA MAGNIFICA!
QUÉ ME VENÍS CON EL PAÍS DE PRIMERA...DEVOLVEME EL MÍO.
La primera vez que me rompí un hueso tenía 12 años y fue jugando al fútbol en la calle. Con el correr del tiempo tuve varios episodios de idénticos resultados aunque en distintas situaciones, al punto que de guacho mi vieja me miraba y no sabía si mandarme para la merienda un alfajor o un yeso .
 Ya de grande seguí con la costumbre. Un choque en moto, un par de vuelcos en auto, y alguna otra actividad extrema, reclamaron para sí alguna modificación caprichosa de mi estructura ósea.


 Unas más y otras menos, todas las fracturas duelen, pero creeme que no tanto como ver el país en que nos han convertido.
 Hoy somos un país fracturado , con una sociedad dividida, donde una mitad resentida disfruta del declive de la otra mitad. Somos un pueblo partido entre los que trabajan y los que se rascan el higo, entre los que roban y los que se cuidan, entre los que ponen el hombro y los que se te trepan al lomo, entre los que garpan y los que cobran.
 Yo tuve una infancia con innumerables privaciones suplidas por el afecto, en un barrio humilde , donde todos laburaban, donde no había un chorro, donde dejabas la bici tirada en la puerta y sabías que ahí la encontrabas a la mañana siguiente. Yo viví los 80 en un país donde había pobres pero no pichis, donde se pasaban angustias económicas pero no había planes sociales, donde usabas la misma ropa pero la lavabas, donde la higiene era la norma y no la excepción, donde había rebeld
ía pero no falta de respeto. Viví en un país donde un negro era mi hermano , un tipo igual, con el que jugaba a la bolita, trepaba a los árboles o salía de joda, sin que nadie me pidiera que lo considerara especialmente, sin que nadie hiciera una marcha de las motas porque el negro perdía un taxi. Un país donde los putos eran putos pero no andaban con carteles ni reclamaban impertinencias ni recibían subsidios y donde las madres no tenían hijos sólo para cobrar asignación.
 Viví en un país donde la educación era un orgullo a la que todos teníamos acceso, un país que premiaba el esfuerzo, que nos daba oportunidades. Un país para el cual laburé desde los 11 años acomodando cajones en el Mercado a cambio de verduras para el guiso de mi vieja, sin que a nadie se le ocurriera hacer un piquete o ir al Ministerio a joder al quintero con el cuento de la explotación para manotearle cuatro pesos más. Un país que me dio la oportunidad de ir a la Universidad y consolidarme profesionalmente sin que existieran fondos de solidaridad esquilmando a los ya recibidos. Un país de agradecidos.
 Hoy no reconozco en éste a mi país . No me resigno a la mentira, a la intolerancia, a la envidia, a la miseria de espíritus resentidos. No me resigno a los muertos, a la patota de los vagos que se arrogan la representación de los trabajadores, a una educación africana, a una salud miserable para los infelices, a los viejos engañados con espejos , que son los mismos viejos a los que se le niega medicación específica.
 No me resigno a los idiotas con discursos de barricada, a los que trafican con la muerte, a los que teniendo el control de todo nunca tienen la culpa de nada. No me resigno a la estafa , a la venta de humo, a que me digan que un viejo con pezuñas es un ejemplo universal, a que me muestren a un par de asesinos como amantes incondicionales de la vida.
 No me resigno a los necios, a los que dicen que no hay dictadura en un país donde gobierna sin elecciones hace 56 años la misma dinastía , a los que defienden terroristas islámicos, a los que creen que las Farc luchan por algo que no sea el control del narcotráfico, a los que ensalzan a un gordo pelotudo que habla con los pájaros sobre la reproducción de los penes.
 No reconozco en éste al país del que me enamoré. No reconozco a la gente que vivió la guerra y hoy aplaude a los sangrientos. No reconozco a mi gente, desparramando hijos en los semáforos y no en las escuelas. En las cárceles y no en los trabajos.
 Ya no quiero a este país. No quiero a la gente que lo hundió hasta hacerlo irreconocible en nombre de un progresismo que sólo trata de pérdida de valores.
 No quiero a los padres que prefirieron la moto china o las 60 cuotas del Chery QQ , a la vida , la educación, la seguridad y la salud de sus hijos. No quiero a los que nos dividieron. A los que soliviantaron a los frustrados contra aquellos que trabajan. A los que nos dicen que no usemos Nike si no queremos que nos roben, a los que manejan los fantasmas de las mentes débiles, a los prestidigitadores de la miseria humana. No quiero a los que prohíben el tabaco pero te dan marihuana, ni a los que te dicen que la vida es sagrada pero legalizan el aborto, ni a los que subsidian la cerveza y te suben la leche en una campaña contra el alcoholismo.
 En mi barrio, el único ajuste de cuentas era a fin de mes y con el almacenero.
 Porque en mi barrio se laburaba y no se cobraba el Mides. Porque había códigos. Porque todos pagaban la luz. Porque vivir de garrón daba vergüenza. Porque se ayudaba a las viejas a cruzar la calle y no se les arrastraba por el piso ni se les quebraba la cadera para sacarles un monedero con 20 pesos . Porque si había que pelear se peleaba, pero de frente, mano a mano, a lo macho, sin cortes ni fierros ni matracas . Porque a mi barrio no era necesario que entrara la Policía, pero si tenía que entrar no era recibida a pedradas. Porque aunque hubiera miseria, nunca nadie nos dijo que éramos de " contexto crítico " y mucho menos que nos faltara afecto.

 Por eso me duele esta Argentina. Mucho más, infinitamente más , que todas mis fracturas.
Y me duele que no haya yeso.
No se. Te lo quería contar.