sábado, 26 de septiembre de 2015

FRANCISCO RECONOCE QUE A ÉL COMO AL “PUEBLO DE DIOS, NO LES PREOCUPA EL ERROR


FRANCISCO RECONOCE QUE A ÉL COMO AL “PUEBLO DE DIOS, NO LES PREOCUPA EL ERROR

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…El santo Pueblo fiel de Dios, no le teme al error; le teme al encierro, a la cristalización en elites, al aferrarse a las propias seguridades. Sabe que el encierro en sus múltiples formas es la causa de tantas resignaciones…” (Francisco en su viaje a USA)
[Es inevitable traer a la memoria la profecía de León XIII,
Donde fueron establecidas la Sede de San Pedro y la Cátedra de la Verdad como luz para las naciones, ellos han erigido el trono de la dominación de la impiedad, de suerte que, golpeado el Pastor, pueda dispersarse la grey.
 
Es una relación que al parecer, el blogger de donde tomo el siguiente buen artículo no hace. Una vez más se comprueba cómo el problema esencial de la iglesia conciliar es el haber dejado de lado, o contradecir, el dogma de la infalibilidad de los papas y de la Iglesia edificada sobre ellos (sobre esta Roca edificaré mi Iglesia) Pero el magisterio ordinario y el extraordinario es claro sobre este punto:
San León IX (1049 – 1054), después de haber dicho que la Iglesia construida sobre Pedro no podía absolutamente “ser dominada por las puertas del infierno, es decir por las disputas heréticas” (cf Mateo XVI, 18) y luego citado la promesa de Cristo a Pedro (Lucas XXII, 32), amonesta a los cismáticos griegos Miguel Cerulario y León de Acrida en su carta In terra pax de 2 de septiembre de 1053: “¿Alguien será lo bastante loco para osar pensar que la plegaria de aquél para quien querer es poder pueda ser sin efecto sobre un punto? La Sede del príncipe de los apóstoles, la Iglesia romana, ¿no ha, sea por Pedro mismo, sea por sus sucesores, condenado, refutado y vencido todos los errores de los herejes? ¿No ha confirmado los corazones de los hermanos en la fe de Pedro, que hasta ahora no ha fallado y que hasta el fin no fallará?” Pío IX (1846 – 1878) afirma en su elevación al soberano pontificado (en el Discurso de su exaltación) que un papa no podría ¡“JAMÁS” (nunquam) desviar de la fe! Lo mismo escribe en su encíclica Qui pluribus del 9 de noviembre de 1846. Para interpretar las Escrituras, los hombres tienen necesidad de una autoridad infalible: Pedro, al cual Cristo “ha prometido que su fe no desfallecerá jamás”. La Iglesia romana “ha guardado siempre íntegra e inviolable la fe recibida de Cristo Señor, y la ha enseñado fielmente”. Misma palabra en la carta In suprema Petri de 6 de enero de 1848:
León XIII (1878 – 1903) reafirma la antigua creencia en su encíclica Satis cognitum de 29 de junio de 1896: jamás un pontífice romano se ha desviado de la fe. Su encíclica sobre el Espíritu Santo contiene un comentario memorable sobre el evangelio según San Juan. El día de Pentecostés, “el Espíritu Santo comienza a producir sus auxilios en el cuerpo místico de Cristo. Así se realizaba la última promesa de Cristo a sus apóstoles, relativa al envío del Espíritu Santo (…): “Cuando este Espíritu de Verdad venga, os enseñará toda la verdad” (Juan XVI, 12). Esta verdad la acuerda y la da a la Iglesia, y, por su presencia CONTINUA, vela para que ella jamás sucumba al error” (Encíclica Divinum illud. 9 de mayo de 1897).
San Pío X (1903 – 1914) enseña: “El primero y el más grande criterio de la fe, la regla suprema e inquebrantable de la ortodoxia es la obediencia al magisterio SIEMPRE viviente e infalible de la Iglesia, establecida por Cristo “la columna y el sostén de la verdad” (1. Timoteo III, 15).
Ahora bien, ¿Francisco confirma en la Verdad si dice que “El pueblo de Dios, no teme al error? ¿Es posible profesar obediencia  y sumisión de quien confiesa de sí mismo que “quizás dice insensateces y quizás herejías”? ¿Profesa la Verdad del Depósito entregado a la Iglesia quien establece como paradigma del catolicismo que  “el pueblo de Dios a quien debe temer es  al encierro, a la cristalización en elites, al aferrarse a las propias seguridades? ¿Donde queda la seguridad de la Fe, que aunque oscura es cierta y firmísima? Realmente quien habla así habla el lenguaje del error, habla con la boca del Dragón.
Este el artículo que hablo de un conciliar,  en el que subyace una grave incoherencia, permaneciendo en su postura contradictoria : ]

De qué pueblo habla?

Desde que salió al balcón (¡ay aquel 13-3-13!!!) casi todo lo que dice necesita aclararse porque suena turbio, tan turbio que espanta. Esto que ha dicho, también tendrá que aclararse, porque atufa maloliente: “…El santo Pueblo fiel de Dios, no le teme al error…”.
Yo seré de otro pueblo, porque temo mucho el error. Sobre todo cuando amaga en instituciones que son garantes de la verdad. Soy de los que profesan la sentencia metafísica: Ens et verum convertuntur. Si el ser no coincide con la verdad…¿qué pasa?
Tampoco dice nada nuevo, por otra parte, porque repite tópicos manidos, consignas vacías, acusaciones que son dardos que él sabe a quien dirige y nosotros sabemos a quien pretende herir. Si para él su oficio (su vocación?) es una aventura que incluye el error como una atrayente fascinación confundida con la libertad malentendida, tenemos un temerario irresponsable manejando el timón de la barca.
“…El santo Pueblo fiel de Dios, no le teme al error; le teme al encierro, a la cristalización en elites, al aferrarse a las propias seguridades. Sabe que el encierro en sus múltiples formas es la causa de tantas resignaciones…”
Qué mal suena. Qué mal huele. Qué amargo sabe.
Y encima, es un mensaje más rancio que un copla de Joan Baez.
[Subrayado nuestro]
De ex-orbe.bologspost.