La gloria de los otros. Por Miguel De Lorenzo
Desde la profundidad de mi fatiga
escucho, una vez más, resonar la discusión acerca de la democracia
entreverada ahora con los movimientos pro vida
Tal vez nosotros no hayamos expresado
nítidamente nuestra opinión sobre democracia. Hagámoslo así, póngale
usted los menos piadosos de los adjetivos, uno tras otro en fila
interminable, añadiremos más y suscribiremos todos, y cada uno de
ellos en la común certeza de no errar.
Pero más allá del discurso tan
preciosamente elaborado, está la realidad política, fiera, escatológica.
Ella avisa que seguirá siendo democrática, a pesar nuestro y sin
importarle en absoluto que la ratifiquemos o no, sin posibilidad de
cambio, de variación, de mejora mientras no tengamos alguna
representación. La democracia disfruta y aprovecha nuestra ausencia,
como una bestia se beneficia de lo ilimitado del entorno.
Diremos de ella lo más crudo y
detestable y será cierto. Claro que nadie escuchará y peor aún,
sospecho no habrá otra cosa diferente a la democracia hasta que llegue
– esperemos que no – el gobierno universal del espanto.
Sucedió que en otros tiempos alentaban
otras esperanzas políticas y por eso y por gentileza de Dios, hubo
argentinos, los más nobles argentinos, que lucharon hasta la muerte.
Esos tiempos y esos mártires y héroes cayeron o están presos. Solo Dios sabe, si habrá otros o no.
Lo que es difícil negar es lo que
tenemos por delante. Nos dan elementos que no elegimos, ni elegiríamos,
pudrición explícita, enemigos poderosos, nada que nos distinga de
aquella selva oscura.
¿Qué hacer? Nos refugiamos en cierta
cueva y repetimos entre nosotros lo que ya sabemos probablemente mejor
que nadie. Una vana epopeya de la melancolía, valiéndonos de la gloria
de los otros, un escucharnos entre nosotros sin hacer pie en una patria
desfalleciente. “Calabozo sin paredes – dirá Lugones – Pues no hay
encierro como la falta de horizonte”.
En un momento América deja de hablar
como España y adopta su expresión propia, más acorde al nuevo escenario y
a las desiguales circunstancias. No reniega del pasado, da paso a un
lenguaje renovado, crea.
¿Que nos anunciaron lo que vendría?
Claro que sí, hubo quienes advirtieron con alta mirada, el horizonte de
decadencia y destrucción y dolor que esperaba a la patria.
¿La democracia es el problema? O ¿Es
parte del problema? El instrumento es lo que es, lo dijimos recién, pero
“Una democracia sin valores se convierte en totalitarismo” nos alerta
la encíclica y demuestra la historia, entonces, ya que no podemos
cambiarla ¿Cómo agregarle valores? ¿Quién lo haría? ¿Los amorales de la
política? Difícil.
Hoy,
hay lugares en el mundo, donde otras gentes, que viven en democracia
han hecho de sus países lugares módicamente habitables. Es que:
“Normalmente no se vota el sistema político… mientras no se revisen
legalmente los cauces señalados a ellos hay que atenerse” afirmaba el
tomista V. Rodríguez.
Ahora bien aceptemos que haya quienes
por cierto bien intencionado frenesí, no admitan intervenir. Entonces
aparecen otros, acaso con las mismas intenciones aunque con objetivos
algo menos admirables.
Son de los nuestros, no hay duda, aunque
no tan impecables, su metafísica no es tan rigurosa, a veces titubean
con una línea de Virgilio, pero en lo esencial, mirados sin acrimonia
nos inquietan cosas semejantes, la defensa de la vida en todos sus
aspectos, la educación de los argentinos, restaurar la justicia etc.
¿Tendrá algún sentido enfrentarlos? Otra
nueva cruzada en busca de una pureza que en la política nunca se dará.
No sería mejor encauzar el esfuerzo y poner todo contra la
innumerable y perversa legión de los enemigos de Cristo y de la patria
que tenemos delante. A los provida es posible ignorarlos, no apoyarlos,
pero considerarlos contrarios tiene algo de desmesura.
Por cierto que además de católicos
somos argentinos y como tales nuestra misión también es tratar de
resistir la destrucción de nuestra patria. Lo que se pueda en un
intento por conservar aunque sea pedazos de la Argentina.
Por eso si aparece un grupo que – no sin
esfuerzo – intenta aprovechar la mínima fisura que deja la democracia
para alcanzar ese fin, yo los acompaño. Suponer y profetizar que es una
traición, que indefectiblemente van a traicionar es ostentar un poder
adivinatorio que sorprende, pero que no poseo.
“La cuestión es – dice Victorino
Rodríguez – “Si en un programa político lo bueno es tan notorio que
justifique la tolerancia de lo malo adyacente…lo que hay que discernir
es que programa sin ser moralmente perfecto, se aproxima más a lo
deseable y hace tolerables sus deficiencias”.
Es imposible ignorar que la situación no
puede ser más adversa, los medios son estos y no otros. Que son
groseros, destartalados, de una vulgaridad hiriente, es rigurosamente
cierto, pero es lo que nos dan y no hay a la vista posibilidad de
cambiarlos por otros, como si hubo hace varias décadas. Eso pasó.
Castellani,
al que sería temerario negarle preocupación religiosa, titula un
artículo con la frase de Maurras “Politique d abord” Primero la
política. No primero en el orden del ser, sino en el orden inmediato del
obrar, una urgencia – sigue J.Ferro – de la que el hombre religioso no
puede desentenderse.
No confundamos los planos, si alguno
quiere hacer apostolado hágalo, y está bien. Pero ¿será necesario o en
todo caso prudente?, descalificar a los pro vida que entreverándose con
la democracia pretenden llegar al parlamento para defender la vida.
Cuenta el profesor Caturelli la vez que votó por “la lista donde
figuraba un ex alumno que era sin dudas el menos malo…por eso es cada
vez más frecuente acudir a la doctrina del mal menor.” En definitiva
no hacen sino lo que proponía Pio XII, ocupar los parlamentos como una
defensa imprescindible ante el avance del mal.
“En este horizonte – leemos en E.Vitae –
de luces y sombras debe hacernos consientes de que estamos ante un
enorme y dramático choque entre el bien y el mal, la muerte y la vida,
la cultura de la muerte y la cultura de la vida”.
A propósito afirma s. Juan Pablo II: El
evangelio de la vida es para la ciudad de los hombres, no es posible
construir el bien común sin reconocer y tutelar el derecho a la vida.
Entonces en este momento dramático de
la Argentina, que pongamos el grito en el cielo porque algunos se
manifiesten como provida me parece por lo menos perturbador. No dejo de
advertir que no representan todo lo que deseamos para nuestra patria,
el desarrollo es parcial, pero de ahí a postular que intentar defender
la vida es reprochable…
“La esperanza – es Castellani que habla
-hace al hombre magnánimo, mientras que la falta de esperanza lo
transforma en perezoso y pusilánime, alguien que vive de sueños y
fantasías, delirios de grandeza o cuando menos, inútiles buenas
intenciones de las que está lleno el infierno. Toda verdadera grandeza
depende de la esperanza”.
“Ser palanca de acción” proponía Spengler, reinstalar la esperanza tal vez ayude.