Marranos
EL PROBLEMA SECULAR DE LAS CONVERSIONES
FICTICIAS; RELACIONADO CON EL PROBLEMA
POLÍTICO DE LA DOBLE NACIONALIDAD, TAMBIÉN FICTICIA.
El
autor, Padre Jean-Michel
Gleize, nos presenta la actitud típica de un marrano, con la descripción
de uno
encumbradísimo en nuestros días, que sólo el estado deplorable del
Vaticano (Juan Pablo II), pudo consentir y promocionar a las altas
esferas de la Jerarquía católica.
¡POBRE
FRANCIA, AGREDIDA E INDEFENSA! ¡POBRE CATEDRAL USURPADA! (A
continuación unas frases tomadas del artículo: “Algunas fuerzas ocultas que
manipularon el Vaticano II”, publicado en SÍSÏNONO; enero 2012).
“El marrano era y sigue siendo hoy más “inquietante y
exasperante”, por usar las palabras de Poliakov, que el judío declarado, porque
parece ser un cristiano mientras que, en realidad, es un enemigo de Cristo. Y
aquí se plantea una cuestión inquietante bastante reciente”. P. J-M. Gleize.
El cardenal Jean-Marie Lustiger, judío de nacimiento y “convertido” al catolicismo
en 1940, concedió una entrevista, cundo era cardenal, a la Agencia Telègrafique Juive, que luego fue reproducida por Documentation Catholique del 1º de marzo
de 1981. Expresó en dicha entrevista posiciones teológicas que es imposible no
dudar de la sinceridad de su “conversión”.
Empieza por afirmar que “la decisión
de hacerme cristiano no me pareció una negación de mi identidad judía, sino una
afirmación de la misma”. Lustiger habría debido distinguir aquí, aunque no
lo hizo, entre el judaísmo mosaico, cuya consumación se da en el cristianismo,
y el judaísmo postcristianio y, por ende, anticatólico, negador de Cristo, en
cuanto tal, han abjurado los judíos cuya conversión sea sincera (“no se puede
servir a dos señores”, dijo Jesús).
Lustiger afirma en segundo lugar: “¡Proselitismo
no! [de la Iglesia para con los judíos, se entiende]. Carece de todo sentido (…)- Tanto
la fe judaica como la cristiana son una llamada de Dios”. Esta última aseveración,
que sitúa en el mismo plano al judaísmo y al cristianismo, es patentemente
contraria a la fe católica, que profesa la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
una divinidad negada por el judaísmo postcristiano, por lo que sólo una de
dichas “fes” puede ser verdadera al oponerse contradictoriamente la una a la
otra. En cuanto al “proselitismo”, que, al decir de Lustiger, “carece de todo
sentido” para los judíos, quienes disponen, según parece de un corredor privado
y privilegiado para llegar a la salvación, observemos lo siguiente: ¿Qué hizo
personalmente Nuestro Señor sino evangelizar a los judíos? ¿Qué hizo san
Estaban al precio de su martirio? ¿Qué hizo san Pablo antes de volverse hacia
los gentiles? El “proselitismo” entre los judíos lo inició Jesucristo y lo
continuaron sus Apóstoles y sucesores, a quienes había ordenado practicarlo
(Lc.27,47). Y entonces ¿cómo puede un cardenal de la santa Iglesia Romana
afirmar que el proselitismo entre los
judíos “carece de todo sentido”?
Lustiger prosigue: “La vocación de Israel es traer luz a los “goyim” (los
no judíos), (…). Creo que el cristianismo es una manera de llegar a ello”. ¡No!
La luz es Nuestro Señor Jesucristo! (“Yo
soy la luz del mundo: el que me sigue no anda en tinieblas, sino que tendrá luz
de vida”), y la “vocación de Israel” se cumplió ya con el “pequeño resto”
que creyó en Él. El cristianismo es la única vía para llegar a Él, mientras que
el actual judaísmo anticristiano, que rechazó y sigue rechazando al Mesías y la
luz que vino a traernos (el evangelio y la Iglesia), “anda en tinieblas” y no
puede iluminar a nadie.
Después de haber subordinado al cristianismo a la “vocación” de Israel, que
para él sigue estando vigente, monseñor Lustiger persevera in crescendo en su
aseveraciones: “Pienso que, siendo discípulo de Cristo a mi manera (“á ma
facon”)…”. Así, el mismo a quien Juan Pablo II creó cardenal de la Iglesia
Católica, hace aquí una declaración explícita de herejía (del griego airesis: elección), de ser cristiano “a
su manera, no como Dios manda, eligiendo en el cristianismo lo que le agrada y
rechazando lo que no le gusta o lo que no se aviene con su pensamiento. Esta fe
sui generis, que objetivamente no es
la virtud sobrenatural de la fe teologal, sino la “fe” de todos los herejes,
estriba sobre todo, como Lustiger lo dijo poco antes, en considerar que el cristianismo
es sólo una vía para llegar a la luz que emana del judaísmo.
Ahora bien, es propio del marrano profesar abiertamente una religión
mientras practica otra en secreto: de ahí que sea más que lícito preguntarse
sobre la sinceridad de la conversión del cardenal Lustiger, que quiso seguir
siendo judío (o mejor dicho, un híbrido) incluso en la muerte, como que había
pedido antes de morir que se recitara sobre su ataúd, en la catedral de París,
la plegaria judía por los difuntos. (v. SÍSÍNONO, ed. italiana, 15/XII/2007).
[…].
Comentario nacionalista: Lustiguer es un caso típico del marrano, que sobrevive
a través de los siglos en el judaísmo. Esta odiosa postura de doblez moral, de aparentar
ser lo que no se es, les permite inclusive hasta renegar públicamente del
judaísmo, manteniéndose interiormente judío; y practicando su religión
secretamente. La profesión de marranos no la adoptan solamente ante
persecuciones, pues, como es comprensible la simulación les ofrece varias
maneras de obtener privilegios, en cualquier tiempo y lugar. Tal el caso, tan
vigente, del “marranismo” político de la doble nacionalidad. Pero según los rabinos hay tres prohibiciones para abjurar; en caso
de asesinato, de idolatría o de incesto. En los restantes casos el judío tiene
plena libertad para fingir lo que no es, tornándose, de esta manera, un
elemento “inquietante y exasperante” para la paz social.