(1) -Leonardo Castellani
CRISTO y los F A R I S E O S
Corrección notas Pbro. Ratios Biesffo
EDICIONES JAUJA MENDOZA - ARGENTINA
Prefacio.......................................................................................7Prólogo..................................................................................... 11
Cristo y los fariseos 1era.Parte..............................................19
Los tres atentados.................................................................. 35El dulce Nazareno....................................................................29
La provocación.........................................................................43
La sociología de los fariseos................................................. 51
La defensa................................................................................53
Elenchus contra pharisaeos.................................................. 71
¿Con qué autoridad?...............................................................87
Las mujeres..............................................................................95
Como ovejas sin pastor..........................................................99
Un Galileo de la psicología...................................................103
La cárcel de Oscar Wilde......................................................113
Apéndices Parábola del Fariseo y el Publicano.................131
Parábola del Sepulcro y las Víboras........ ...........................141
Sobre tres modos católicos de ver la Guerra Española....153
La última Parábola ................ ...............................................167
El retiro de la Iglesia .............................................................173
Índice General
Leonardo Castellani
Segunda Parte
Cartas a los Religiosos Sobre la Obediencia.......................183
Sobre la Pobreza.....................................................................195
Sobre la Castidad....................................................................209
Sobre el Gobierno...................................................................223
Indice analítico y onomástico................................................231
Libros del autor.......................................................................235
Instituto Padre Leonardo Castellani.....................................241
Obras a editar..........................................................................242
PrefacioPag.7
El
presente volumen reúne escritos del Padre Castellani de diversa
procedencia, sobre el tema del fariseísmo. La primera parte, redactada
por el Padre en su reclusión en Manresa, es una obra inconclusa: en su
plan original, cuyo esquema conservamos, Castellani se proponía abordar
diversas cuestiones que quedaron en el tintero. Agregamos cinco
Apéndices tomados de otros escritos del Padre que proyectan más luz
sobre el fariseísmo. v La segunda parte consta de cuatro cartas que en
1946 Castellani dirigió a los profesos jesuítas de la Provincia ?
Argentina. Ellas tratan sobre la Obediencia, Pobreza, Castidad y
Gobierno. Entonces las cartas fueron consideradas 'sediciosas" y
Castellani manifestó su voluntad de publicarlas para que se viese que no
eran tales. Al cumplir hoy el deseo del Padre contribuimos a honrarlo
en el centenario de su nacimiento.
Los editores
Los editores
Primera PartePag 11
Cristo y los Fariseos
P r ó l o g o
Cosas que conocen todos Pero que nadie cantó (Martín Fierro)
Toda
la biografía de Jesús de Nazareth como hombre se puede resumir en esta
fórmula: 'Fue el Mesías y luchó contra los Fariseos" —o quizá más
brevemente todavía: ' Luchó contra los Fariseos.* Ése fue el trabajo que
personalmente se asignó Cristo: su campaña. * Todas las biografías de
Cristo que conocemos construyen su vida sobre otra fórmula: “Fue el Hijo
de Dios, predicó el Reino de Dios y confirmó su prédica con milagros y
profecías...Sí; pero ¿y su muerte? Esta fórmula amputa su muerte, que
fue el acto más importante de Su vida. ¿..Son biografías más
apologéticas que biográficas; Luis Veuillot, Grandmaison, Ricciotti,
Lebreton, Papini, Mauriac... El drama de Cristo queda así escamoteado.
La vida de Cristo no fue un idilio ni una elegía sino un drama: no hay
drama sin antagonista. El antagonista de Cristo, en apariencia vencedor,
fue el fariseísmo. Sin el fariseísmo toda la historia de Cristo hubiera
cambiado; y también la del mundo entero. Su Iglesia ño hubiese sido
como es ahora y el universo hubiese seguido otro derrotero, enteramente
inimaginable para nosotros, con Israel cabeza del pueblo de Dios y no
deicida y disperso. Sin el fariseísmo, Cristo no hubiera muerto en la
cruz; pero sin el fariseísmo la Humanidad caída no fuera esta Humanidad,
ni la religión religión. El fariseísmo es el gusano de la religión; y
después de la caída del Primer Hombre es un gusano ineludible, pues no
hay en esta mortal vida fruta sin su gusano ni institución sin su
corrupción específica. Es la soberbia religiosa: es la corrupción más
sutil y peligrosa de la verdad más grande: la verdad de que los valores
religiosos son los primeros. Pero en el momento en que nos los
adjudicamos, los perdemos; en el momento en que hacemos nuestro lo que
es de Dios, deja de ser de nadie, si es que no deviene propiedad del
diablo. El gesto religioso, cuando se toma conciencia de él, se vuelve
mueca. Los grandes gestos de los santos no son autoconscientes, es
decir, son auténticos, es decir, son divinos: "padecen a Dios" y obran
en cierto modo como divinos autómatas, como obran los enamorados; sin
"autosentirse"; como dicen ahora. Entiéndanme: no Ies niego la libertad
ni la conciencia ni la reflexión; establezco simplemente "la primacía
del objeto", que en lo religioso "es un objeto trascendente"; — la
primacía sobre la práctica de la contemplación, sobre la voluntad del
intelecto —o como dirían ahora, de la Imagen. El fariseo es el hombre de
la práctica y de la voluntad, es decir, el Gran Casuista y el Gran
Observante. Se han hecho innúmeros retratos "externos" del Fariseo. El
mejor está en los Evangelios. Allí el fariseo no solamente es descrito
por Cristo sino que actúa y se mueve contra Cristo. La acción
subterránea quer desemboca en el crimen máximo irrumpe en tacurúes ¡,
durante su camino, como las bocas de un hormiguero, como los cráteres de
un forúnculo, dejando señalada su dirección psicológica, aunque sin
patentizarse en sí misma, porque el alma del fariseo es tenebrosa. Un
fariseo no puede escribir su autorretrato. No se ha escrito ni se puede
¡escribir. El pobre ¿Tartufo de Molière, es un infeliz, un estúpido, un
bri- ¡bón vulgar y silvestre que lleva un transparente antifaz- ¿de
devoto. Pero el fariseo verdadero no lleva antifaz; jes todo él un
antifaz.^ Su natura se ha vuelto máscara, miente con toda naturalidad
pues ha comenzado por mentirse a sí mismo. Lo que ,él simula, que es la
santidad; y lo que él es, el egoísmo, se han amalgamado; se han fundido y
se han hecho un espantoso veneno 4que de suyo no tiene antídoto alguno.
Glicerina más ácido nítrico igual dinamita, :El destino de Jesús de
Nazareth era chocar con el fariseísmo; y una vez producido el choque la
lucha hasta la muerte sigue inevitable. Este drama tiene el determinismo
riguroso de todo buen drama. El sino del que se dio como misión: "las
ovejas que perecieron de la casa de Israel" era topar con la causa del
perecimiento de Israel, a saber, con los falsos pastores, con los lobos
vestidos de pastores, los de la zamarra de piel de .oveja. ;4 JL,a
humanidad no ha presenciado otro conflicto más agudo, peligroso y
trágico: la religión viva ha de vivir dentro de la religión desecada Sin
desecarse ni dejar de set lo que es, como un golpe de savia que debe
moverse a través de un tronco vuelto corteza. Este fue el difícil y
delicado trabajo de Cristo.
La cátedra de Moisés sigue siendo la cátedra de Moisés. Hay que hacer lo que dicen los sentados en ella sin hacer lo que hacen; y decir una cantidad de cosas que ellos callan, y que deben decirse, y que los harán saltar como víboras: *dar testimonio de la verdad." Eso hay que hacerlo; y no omitir lo otro. Este trabajo espinoso desgarra y hace visible por dentro el corazón de Cristo. ¿Cómo podemos ser devotos del Corazón de Jesús sin conocerlo? ¿Y cómo conocerlo sin entrar en él? Hoy día hay gentes que hacen fiestas al Corazón de Jesús y no tienen corazón. Asi pues, el hilo conductor que une todos los actos de Cristo, define su carácter y descubre su corazón es su tremendo enfrentarse con los pervertidores de la religión. El conflicto religioso estalla en el momento en que Cristo hace su primer acto de público predicante y profeta en Caná de Galilea. "¿Qué es esto?" —dicen los aprovecha dores de la religión. "¿Qué hace Éste?" Ya habían sido alertados por la predicación vociferante de Juan el Bautista. É s te acababa de ser autorizado y proclamado por aquél. Es sintomático que el rudo penitente de Makerón haya recibido la muerte de un sensual, mas Cristo haya sido llevado a ella por puritanos. Es cien veces peor el fariseísmo que los demás vicios, como notó el mismo Cristo. El fariseísmo es un vicio espiritual, es decir diabólico, pues las corrupciones de) espíritu son peores que las corrupciones de la carne. Ésta es un compendio de todos los vicios espirituales, avaricia, ambición, vanagloria, orgullo, obcecación, dureza de corazón, crueldad, que ha llegado a vaciar por dentro diabólicamente las tres virtudes teologales, constituyendo asi el "pecado contra el Espíritu Santo". "Vosotros sois hijos del diablo y el diablo es vuestro padre." Las desviaciones de la carne son corrupciones; pero las desviaciones del espíritu son perversión. El Gran ' Incesto es copular consigo mismo, hacerse Dios. Eso es lo que hizo el Diablo en el principio, el Gran Homicida. Pecado contra el Espíritu Santo. ¿Por qué? Porque el Espíritu es el Amor que une el Padre y el Hijo, el Amor que saca al hombre de sí mismo y lo lieva a Dios. Así éste es el pecado que no tiene cura posible, porque el que tiene el amor tuerce sus acciones todas y tuerce aquello que destuerce todo lo torcido. Desvirtúa "il Primo Amore“, como lo llama el Dante. Al verse a sí mismo divino, todas las acciones del fariseo quedan para él divinizadas. No hay punta tan aguda que pueda penetrar esa cota de malla, esas escamas más apretadas que las de Behemot; ni la misma Palabra de Dios, que es espada de dos filos. ¡La Palabra de Dios justamente ha sido laminada para esta coraza! ¡Los fariseos de Cristo la llevaban encima, en fimbrias, vinchas, orlas, estolas y filacterias! "Los calzados —decía San Juan de Yepes de los de su tiempo— están tocados del vicio de la ambición, y así todo lo que hacen lo coloran y tiñen de bien; de manera que son incorregibles..." La ambición en los religiosos, que se les vuelve a veces una pasión más fuerte que la lujuria en los seglares, es una de las partes más finas del fariseísmo: “Amar los primeros puestos.,, amar el vano honor que dan los hombres". Pero la flor del fariseísmo es la crueldad: la crueldad solapada, cautelosa, lenta, prudente y subterránea, “el dar la muerte creyendo hacer obsequio a Dios." El fariseísmo es esencialmente homicida y deicida. Da muerte a un hombre por lo que hay en él de Dios1. Instintivamente, con más certidumbre y rapidez que el lebrel huele la liebre, el fariseo huele y odia la religiosidad verdadera. Es el contrario de ella, y los contrarios se conocen. Siente cierto que si él no la mata, ella lo matará. Desde ese momento, el que lleva en sí la religiosidad interna sabe que todo cuanto haga será malo, todos sus actos serán criminosos. La Escritura en sus labios será blasfemia, la verdad será sacrilegio, los milagros serán obras de magia ¡y guay de él si en un momento de justa indignación recurre virilmente a la violencia, aunque no haga más daño que unos zurriagazos y derribo de mesas! Su muerte está decretada. Y todo este drama se desenvuelve en el silencio, en la oscuridad, por medio de tapujos y complicadas combinaciones. La muerte ilegal, cruel e inicua de un hombre se resuelve en reuniones donde se invoca a la Ley con los textos en la mano, en graves cónclaves religiosos, diálogos, frases donde casi no habla más que la Sagrada Escritura y se usan las palabras más sacras que existen sobre la tierra. — "En verdad os digo que si un muerto resucitado viniese a deponer, no lo creeríais."
'Dios necesita poner a alguien de blanco a quien odien los fariseos, para que el 'odio a Dios' latente que los afecta salga afuera en forma de 'odio deicida' al prójimo: odio a lo santo, lo virtuoso o lo natural excelente que h'ay en él. Dios 'fija el absceso', como dicen los médicos, y hace volverse visible al pus en orden a la curación —que empero es imposible o casi imposible.' (Castellani, Diario, 9-XI-52).
Y todos los medios son buenos con tal que sean sigilosos: la calumnia, el soborno, el dolo, la tergiversación, el falso testimonio, la amenaza. Caifás mató a Cristo con un resumen de la profecía de Isaías y con el dogma de la Redención. "¿Acaso no es conveniente que por ¡a salud de todo un pueblo muera un hombre?" El drama de Cristo fue éste. Así murió el Salvador. Toda su mansedumbre, toda su dulzura, toda su docilidad, sus beneficios, su prudencia, su elocuencia, sus ruegos, sus lágrimas, sus escapadas, sus avisos, sus imprecaciones, sus amenazas proféticas, su talento artístico, su sangre, su muda imploración de Eccehomo habían de estrellarse contra el corazón del fariseo más duro que las piedras; de las cuales es posible hacer hijos de Abraham más fácilmente que de quienes se creen salvados por el hecho de llevar sangre de Abraham. Es el drama de Cristo y de su Iglesia. Si en el curso de los siglos una masa enorme de dolores y aun de sangre no hubiese sido rendida por otros cristos en la resistencia al fariseo, la Iglesia hoy no subsistiría. El fariseísmo es el mal más grande que existe sobre la tierra. No habría Comunismo en el mundo si no hubiese fariseísmo en la religión; de acuerdo a lo que dijo San Pablo: "Oportet haéreses esse,,,“ Y al final será peor. En los últimos tiempos el fariseísmo triunfante exigirá para su remedio la conflagración total del universo y el descenso en persona del Hijo del Hombre, después de haber devorado insaciablemente innúmeras vidas de hombre.
La cátedra de Moisés sigue siendo la cátedra de Moisés. Hay que hacer lo que dicen los sentados en ella sin hacer lo que hacen; y decir una cantidad de cosas que ellos callan, y que deben decirse, y que los harán saltar como víboras: *dar testimonio de la verdad." Eso hay que hacerlo; y no omitir lo otro. Este trabajo espinoso desgarra y hace visible por dentro el corazón de Cristo. ¿Cómo podemos ser devotos del Corazón de Jesús sin conocerlo? ¿Y cómo conocerlo sin entrar en él? Hoy día hay gentes que hacen fiestas al Corazón de Jesús y no tienen corazón. Asi pues, el hilo conductor que une todos los actos de Cristo, define su carácter y descubre su corazón es su tremendo enfrentarse con los pervertidores de la religión. El conflicto religioso estalla en el momento en que Cristo hace su primer acto de público predicante y profeta en Caná de Galilea. "¿Qué es esto?" —dicen los aprovecha dores de la religión. "¿Qué hace Éste?" Ya habían sido alertados por la predicación vociferante de Juan el Bautista. É s te acababa de ser autorizado y proclamado por aquél. Es sintomático que el rudo penitente de Makerón haya recibido la muerte de un sensual, mas Cristo haya sido llevado a ella por puritanos. Es cien veces peor el fariseísmo que los demás vicios, como notó el mismo Cristo. El fariseísmo es un vicio espiritual, es decir diabólico, pues las corrupciones de) espíritu son peores que las corrupciones de la carne. Ésta es un compendio de todos los vicios espirituales, avaricia, ambición, vanagloria, orgullo, obcecación, dureza de corazón, crueldad, que ha llegado a vaciar por dentro diabólicamente las tres virtudes teologales, constituyendo asi el "pecado contra el Espíritu Santo". "Vosotros sois hijos del diablo y el diablo es vuestro padre." Las desviaciones de la carne son corrupciones; pero las desviaciones del espíritu son perversión. El Gran ' Incesto es copular consigo mismo, hacerse Dios. Eso es lo que hizo el Diablo en el principio, el Gran Homicida. Pecado contra el Espíritu Santo. ¿Por qué? Porque el Espíritu es el Amor que une el Padre y el Hijo, el Amor que saca al hombre de sí mismo y lo lieva a Dios. Así éste es el pecado que no tiene cura posible, porque el que tiene el amor tuerce sus acciones todas y tuerce aquello que destuerce todo lo torcido. Desvirtúa "il Primo Amore“, como lo llama el Dante. Al verse a sí mismo divino, todas las acciones del fariseo quedan para él divinizadas. No hay punta tan aguda que pueda penetrar esa cota de malla, esas escamas más apretadas que las de Behemot; ni la misma Palabra de Dios, que es espada de dos filos. ¡La Palabra de Dios justamente ha sido laminada para esta coraza! ¡Los fariseos de Cristo la llevaban encima, en fimbrias, vinchas, orlas, estolas y filacterias! "Los calzados —decía San Juan de Yepes de los de su tiempo— están tocados del vicio de la ambición, y así todo lo que hacen lo coloran y tiñen de bien; de manera que son incorregibles..." La ambición en los religiosos, que se les vuelve a veces una pasión más fuerte que la lujuria en los seglares, es una de las partes más finas del fariseísmo: “Amar los primeros puestos.,, amar el vano honor que dan los hombres". Pero la flor del fariseísmo es la crueldad: la crueldad solapada, cautelosa, lenta, prudente y subterránea, “el dar la muerte creyendo hacer obsequio a Dios." El fariseísmo es esencialmente homicida y deicida. Da muerte a un hombre por lo que hay en él de Dios1. Instintivamente, con más certidumbre y rapidez que el lebrel huele la liebre, el fariseo huele y odia la religiosidad verdadera. Es el contrario de ella, y los contrarios se conocen. Siente cierto que si él no la mata, ella lo matará. Desde ese momento, el que lleva en sí la religiosidad interna sabe que todo cuanto haga será malo, todos sus actos serán criminosos. La Escritura en sus labios será blasfemia, la verdad será sacrilegio, los milagros serán obras de magia ¡y guay de él si en un momento de justa indignación recurre virilmente a la violencia, aunque no haga más daño que unos zurriagazos y derribo de mesas! Su muerte está decretada. Y todo este drama se desenvuelve en el silencio, en la oscuridad, por medio de tapujos y complicadas combinaciones. La muerte ilegal, cruel e inicua de un hombre se resuelve en reuniones donde se invoca a la Ley con los textos en la mano, en graves cónclaves religiosos, diálogos, frases donde casi no habla más que la Sagrada Escritura y se usan las palabras más sacras que existen sobre la tierra. — "En verdad os digo que si un muerto resucitado viniese a deponer, no lo creeríais."
'Dios necesita poner a alguien de blanco a quien odien los fariseos, para que el 'odio a Dios' latente que los afecta salga afuera en forma de 'odio deicida' al prójimo: odio a lo santo, lo virtuoso o lo natural excelente que h'ay en él. Dios 'fija el absceso', como dicen los médicos, y hace volverse visible al pus en orden a la curación —que empero es imposible o casi imposible.' (Castellani, Diario, 9-XI-52).
Y todos los medios son buenos con tal que sean sigilosos: la calumnia, el soborno, el dolo, la tergiversación, el falso testimonio, la amenaza. Caifás mató a Cristo con un resumen de la profecía de Isaías y con el dogma de la Redención. "¿Acaso no es conveniente que por ¡a salud de todo un pueblo muera un hombre?" El drama de Cristo fue éste. Así murió el Salvador. Toda su mansedumbre, toda su dulzura, toda su docilidad, sus beneficios, su prudencia, su elocuencia, sus ruegos, sus lágrimas, sus escapadas, sus avisos, sus imprecaciones, sus amenazas proféticas, su talento artístico, su sangre, su muda imploración de Eccehomo habían de estrellarse contra el corazón del fariseo más duro que las piedras; de las cuales es posible hacer hijos de Abraham más fácilmente que de quienes se creen salvados por el hecho de llevar sangre de Abraham. Es el drama de Cristo y de su Iglesia. Si en el curso de los siglos una masa enorme de dolores y aun de sangre no hubiese sido rendida por otros cristos en la resistencia al fariseo, la Iglesia hoy no subsistiría. El fariseísmo es el mal más grande que existe sobre la tierra. No habría Comunismo en el mundo si no hubiese fariseísmo en la religión; de acuerdo a lo que dijo San Pablo: "Oportet haéreses esse,,,“ Y al final será peor. En los últimos tiempos el fariseísmo triunfante exigirá para su remedio la conflagración total del universo y el descenso en persona del Hijo del Hombre, después de haber devorado insaciablemente innúmeras vidas de hombre.
1Pag 19
Cristo y los Fariseos
El
mayor mal que corroe y amenaza a la religión católica hoy día es la
“exterioridad” —el mismo mal al que sucumbió la Sinagoga. ■ El punto de
disensión entre el Catolicismo y el Protestantismo en su nacimiento fue
la "exterioridad". Los protestantes protestaron contra una Iglesia que
se volvía un imperialismo, contra* una fe que se volvía ceremonias y
obras de filantropía, contra una religión que se volvía'exterioridad: y
apelaron a1 la religión interior. La rebelión protestante marca
históricamente el momento en que la exterioridad religiosa rompió el
equilibrio y amenazó seriamente a la interioridad. El remedio contra eso
no era la rebelión y la desobediencia por cierto; y así el
Protestantismo no remedió el mal sino que io agravó.' El Protestantismo
es la rebelión contra una imperfección que en vez de volverse perfección
deviene permanentemente rebelión —como su nombre actual lo dejó fijo.
Vivir "protestando" no es un ideal religioso. Se protesta una vez contra
un abuso; y después se comienza a vivir contra el abuso o fuera del
abuso. El que vive protestando quiere que los otros quiten el abuso; no
quiere o no puede quitarlo él. Mas siempre es posible quitar un abuso de
sí mismo; y es la mejor manera de protestar contra él. Lutero protestó
contra el abuso de las indulgencias y después abusó él de la
indulgencia. Pero el Protestantismo se llevó consigo una gran verdad
cautiva. No era un puro error. ¿Cómo iba a permitir Dios que la mitad
mejor de la Cristiandad cayera en un puro extravío —y eso por culpa de
un monarca sifilítico y un monje burdo y bestial— como pintan a Henry
Tudor y a Luther las "Historias de la Contrarreforma"? Poco honor hacen a
Dios los que conciben esa enormidad. Si media Europa acabó por seguir y
acoger la rebelión religiosa es porque toda Europa estaba sumida en la
mayor crisis religiosa de la historia del mundo —en la penúltima: El
fariseísmo estaba por ahogar la religión. La exterioridad devoraba la
fe. Sin escarbar mucho, se puede mostrar esto de una manera sencilla.
¿Cuál fue el punto inicial del incendio? Las indulgencias. ¿Fue eso un
mero pretexto, una casualidad, una cosa insignificante? No puede ser.
Las "indulgencias" son una serie de traducciones al exterior de dogmas
de fe que son verdaderos si se sustentan en la vida interior; pero cuyas
traducciones al exterior los pueden traicionar hasta convertirlos en la
siguiente monstruosidad: "Dáca oro y te doy gracia." Eso es el colmo de
la exterioridad religiosa. El anónimo Lazarillo de Tormes puso en
ridículo al "bulero" y con él a las bulas y con él a la religión vuelta
exterioridad, al rito-comercio. Y el vulgo español inventó este
cuentecillo: A la puerta de una Iglesia un sacristán del Quinientos
pedía limosna para la Animas a duro por indulgencia plenaria; con un
gran retablo de cuerpos seminudos sumergidos en fuego y un letrero que
decía: *Duro que cae, alma que sale." Un aldeano dejó caer un duro en la
bandeja "por el alma de mi padre" y preguntó después: —¿Ya salió? — y
el sacristán se contentó con señalarle el letrero. Entonces el cazurro
recogió su duro diciendo: — Pues si ya salió, que no sea tonto de volver
a entrar. Recuerdo que un catalancillo rojo de Manresa me decía en
1947, en ocasión que en todas las Iglesias se predicaba y ofrecía "la
Bula de la Santa Cruzada": — "Vosté me va a hacer creer a mí, que un
hombre tiene poder, para hacer que sea pecado mortal— que yo pierda mi
destino eterno, —el fin para que Dios me creó— una cosa de comer, la
carne guisada; y que después, si yo le doy a ese hombre cinco pesetas,
ese hombre puede hacer que ya no sea perdición eterna la carne guisada.
Un hombre se levanta y dice: Desde hoy el que come carne en viernes hace
un mal horroroso, punible con el infierno; pero si me da un duro, el
comer en viernes deja de ser un mal horroroso y se vuelve tan inofensivo
como era antes..." Las indulgencias tienen una justificación teológica
un poco complicada pero innegablemente lógica; pero para que esos
silogismos sean verdadera religión y no armazón ridículo de
exterioridad, es menester haya mucha fe en súbditos y pastores y mucha
humildad y temor de Dios en el manejo del rito: cosas que en el 500
escaseaban. En otras palabras, los antiguos perdones de la primitiva
Iglesia, basados en un sentido profundo del pecado, de la misericordia y
de los méritos de los mártires, se habían desecado por dentro y
convertido en una práctica de más en más exterior; hasta que el diablo
del comercio se metió en la cáscara vacía. Es falso que la "querella de
las indulgencias" haya sido una casualidad,» una máscara del orgullo de
un fraile, de unos príncipes mal bautizados o de una nación entera mal
evangelizada; ese material seco no se hubiese inflamado sin la llama de
la indignación de muchísimas almas religiosas contra la exterioridad
religiosa. Otro índice de lo dicho son las famosas *Reglas para sentir
con la Iglesia" que están en los "Ejercicios Espirituales" de San
Ignacio de Loyola. Esas "reglas" están dirigidas contra el espíritu del
tiempo, contra el Protestantismo, y todas ellas se dirigen a defender la
exterioridad religiosa, loablemente por cierto, puesto que lo exterior
es también necesario no siendo el hombre espíritu puro. Loablemente para
aquel tiempo por lo menos. San Ignacio fue el campeón de la
Contrarreforma. Su alma de místico, después de su conversión en Manresa,
se posesionó en París de la máxima entonces necesidad de la Iglesia y
comenzó allí la fundación de su Compañía: Allí escribió esas "reglas"
que apendizó a su librito: "Alabar candelas encendidas —alabar
ceremonias y ritos, largas oraciones en las iglesias, vida conventual,
los doctores escolásticos— la obediencia de fe a la Iglesia Jerárquica,
de modo que si yo veo blanco decir negro cuando la Iglesia Jerárquica
dice negro" —exclama el vasco con una fórmula enteramente vasca, no
exenta de peligro. En suma, hacer y decir lo "oppó&itum per
diámetrum" (como dice él) de lo que hacían los "reformadores": fórmula
muy buena en táctica pero también peligrosa en teología —por demasiado
simple. Si Cristo hubiese hecho todo lo contrario de lo que el diablo le
sugirió en sus tres tentaciones, el diablo hubiera quedado contento.
Alabar imágenes, ceremonias y candelas encendidas en las Iglesias,
largas oraciones vocales, vigilias y ayunos,,filosofía escolástica,
colectas, congresos, acción católica, enseñanza religiosa, etc." fue una
buena orden del día para aquellos días, sobre todo en España, pues al
español le gusta la "contra". Un español le dijo un día a otro: "¡Hola,
Manolo, al fin te veo, qué cambiao estás, hombre, pareces otro, la verdá
es que ya no pareces Manolo! — "Disculpe seftor yo no soy Manolo... —
¿Qué no eres Manolo? ¡Pues más a mi favor!" —dijo el otro. Habría que
ver si "alabar candelas" es una buena "orden del día" para nuestros
días. Poner una candela encendida en un altar o seis Imágenes de yeso
(el Concilio Bonaerense de 1953 prohibió poner más de 7 imágenes en un
solo altar) es un mínimum de religiosidad: es un acto exterior que
sustituye e invita a algo interior que es la oración —y que desde luego,
si no invita mas sólo sustituye, vale más que no se haga. Pero ese
mínimum de religiosidad no es tanto de alabar (se alaban sólo las cosas
máximas) cuanto de tolerar o permitir a lo más. Ninguna alabanza de las
candelas hay en el Evangelio y es de creer que Jesucristo en su vida no
encendió una sola; oraba a la luz de las estrellas y reprendió a los que
oraban muy vistosamente: de hecho mandó nos escondiéramos para orar. De
manera que "alabar candelas encendidas" puede ser una buena españolada;
pero el que no las alaba, no peca. Pero en fin, dejando este asunto de
candelero, lo que notábamos era solamente que el campeón de la
Contrarreforma puso el punto de la lucha religiosa de su tiempo en donde
mismo lo puso el campeón de la Pseudorreforma, en el rechazo o acepto
total de la exterioridad. A mayor abundamiento se puede leer toda la
vida del tempestuoso monje sajón y se verá que antes de su conversión o
reversión estuvo sumergido en la exterioridad religiosa hasta que
pendularmente se volvió con violencia hacia la interioridad, desde el
rayo que mató a su compañero y lo hizo meterse fraile hasta las
indulgencias que lo desfrailaron. En su tiempo anduvo de Provisor o
Subprior de siete conventos de su Orden a la vez sobrecargado de
negocios temporales con apariencias de sacros hasta no tener tiempo de
rezar el breviario — del cual fue dispensado, puesto que al fin y al
cabo "se condenaba por el bien de la Comunidad", como el risueño monje
alambista de Alfonso Daudet. Él mismo lo notó en su peculiar estilo: "Si
la frailería pudiese salvar al fraile, ninguno ha practicado más
frailería que yo; y no me salvó nada." Cuando arrojó por la borda toda
la "frailería" y dijo "la fe sola, la fe salva y no las obras
(exteriores), la fe interna revestida de los méritos de Cristo como una
hopalanda", no se dio cuenta que arrojaba la corteza y el esqueleto de
lo religioso y hasta la carne, desencarnando la fe y arrojándola
despellejada y molusca a las tormentas de la imaginación o a la armadura
férrea del fariseísmo. Y no se dio cuenta de eso porque era ocamista — o
como diríamos hoy, cartesiano. No entendía la distinción sutil de
materia y forma, el hilemorfismo. Pensó que podían existir en lo humano
formas puras. Y en ninguna parte, ni en lo religioso, pueden existir
formas sin materia.
Pag 29II
El Dulce Nazareno
Hoy
día hay filósofos que dicen que la religión es demasiado masculina, y
otros que dicen que la religión es demasiado femenina. Merejkowski
Dimitri en “Les Mystères de l'Orient" dice que el cristianismo se ha
masculinizado excesivamente, transportando a Dios los atributos de uno
de los dos sexos con detrimento del elemento femenino de los seres;
según él, representado en el Cristianismo primitivo por la persona del
Espíritu Santo; que de hecho, en hebreo, es nombre femenino. Por el
contrario, un jesuíta austríaco, Ritschl y un jesuíta alemán n o -sé -c ó
m o han escrito sendos libros, recientemente traducidos entre nosotros
(y mediocres, por lo demás) quejándose de que el Catolicismo actual es
demasiado femenino, se vuelve de veras una religión de mujeres: cuyo
objeto único es el "Dulce Nazareno" de Constancio Vigil, simbolizado en
la actual abominable estatuaria religiosa por los Cristos buenos mozos
de melena rubia con el dedo en la boca del tarazón abierto. La verdad es
que el Cristo de la predicación actual no es ni hombre ni mujer: es un
concepto. Se ha dejado caer de él la personalidad nada menos, con lo
cual se ha suprimido al hombre necesariamente; y por consiguíente y "a
fortiori", a Dios, el cual es una persona (o Tres Personas), no es una
idea abstracta. Cristo está allí para sostener la moral; es el puntal de
la "moral social", que es hoy día la moral esclerotizada; lo mismo que
Moisés y Abraham para los fariseos. Se han dejado caer grandes trozos
del Evangelio, que eran incómodos de predicar y más aun de practicar;
los trozos restantes quedan naturalmente incoherentes, y se pueden
vertebrar de diferentes maneras; de donde provienen las diversas
falsificaciones modernas del Cristo. El Cristo de Renán, el grande e
idílico moralista plebeyo; el Cristo de Strauss, el poeta soñador; el
hombre de la resignación y de la tristeza dulce de Tolstoi; la inmensa
compasión abierta sobre los males del mundo de Schopenhauer; el jurista y
legislador de los casuistas; el profeta socialista; y finalmente el
Corazón de Jesús de las beatas, protector de las solteronas... Como le
dijo una vez el Obispo al Filósofo: —"Lo ha salvado el Corazón de Jesús;
créame, doctor. Lo ha salvado de ese accidente automovilístico el
Corazón de Jesús..." El filósofo levantó la cabeza y dijo: — La bondad
de Dios no se puede probar por la experiencia. En lo cual tenía razón
hasta cierto punto. La bondad de Dios se puede experimentar en la
experiencia mística, pero no se puede probar propiamente con
experimentos. Al contrario, la experiencia de los grandes males del
mundo tendería a probar más bien lo contrario, para muchos hombres. Se
ha suprimido la personalidad de Cristo porque se ha omitido en sus
retratos lo que fue su misión esencial. Un hombre se define por su
quehacer histórico; el quehacer histórico de Cristo fue la lucha contra
el fariseísmo. — ¿Una pateadura puede salvar un alma? —No— es la
respuesta corriente. Pero si una pateadura no pudiese salvar un alma,
Cristo no hubiese dado pateaduras. Y el Evangelio nos relata dos
formidables pateaduras por lo menos, dadas por Cristo a los mercaderes
del Templo. Suprimid la indignación viril en Cristo y suprimís su
virilidad. La indignación viril queda borrada de la lista de las
virtudes cristianas. Y la indignación justa, con todos sus gestos y sus
efectos, es una virtud. — ¿Jugarse por una mujer es obra de un
sacerdote? —De ninguna manera. Por lo demás, los sacerdotes hoy día, la
mayoría, no se juegan ni por mujeres ni por varones. Pero Cristo se jugó
por una mujer, y de mala fama por añadidura. Lo que eso significaba
para los sacerdotes de su tiempo era terrible: era el descrédito total
como sacerdote. Si un fariseo tocaba la sombra de una mujer andando por
la calle, tenía que purificarse. Ahora, cuando no estaban en la calle,
no era la sombra solamente, según parece. La gazmoñería y la
pudibundería es un típico signo 'farisaico; esos santos arrojan una
sombra de maldición sobre todo lo carnal, como si no hubieran nacido de
madre; —lo cual no es señal de gran castidad, al contrario. Afectan
considerar todo lo sexual como esencialmente no-santo. Despreciaban
altamente a las mujeres; y eran seguidos por muchas mujeres, cosa
curiosa. Dice Josefo que ha cían su agosto entre las damas ricas, y eran
reverenciados por el mujerío. Hay una tendencia en la mujer a
inclinarse al que la maltrata. Pero esa tendencia más bien morbosa no
explica todo el caso. Lo más probable es que el mujerío vulgar respetase
a los íariseos por simple religiosidad. Dicen que la mujer es más
religiosa que el varón. No es verdad, propiamente hablando. Pero la
mujer necesita más de la religión exterior, segura, codificada,
representada y socializada. Y eso eran los fariseos. "Que lo siguen las
mujeres" — fue una de las acusaciones de los fariseos contra Cristo; en
ellos puros celos de clientela. "¡Lo siguen las mujeres!" "Trata con
publícanos y prostitutas..." Finalmente, para dar otro ejemplo, ¿es
propio de un hombre religioso resistir a la "Autoridad"? No es propio
resistir a ninguna autoridad. "¡Trabajad para la Iglesia, trabajad para
la Iglesia" decfan los fariseos. ¿Qué cosa más santa? Pero no decían:
"¡Trabajad para la Iglesia de Dios!" La Iglesia eran ellos. Nos hemos
confundido: no decían "para la Iglesia", sino: "para la Ley". Pero es lo
mismo. No decían: "para la Ley de Dios", Ellos eran los representantes
de Dios: con eso era bastante. Trabajad para nosotros. La fórmula sana
es: "Trabajad para la Ley de Dios, porque es de Dios, en cuanto es de
Dios y hasta donde es de Dios; y nada más. No trabajéis para las
excrecencias que el hombre introduce siempre en toda Ley." Esas
excrecencias habían crecido tanto en tiempo de Cristo que devoraban la
Ley. Había pues que decir
simplemente, como dijo Cristo: "Trabajad para Dios. Basta." En la mentalidad plebeya la ley tiende a cubrir y oscurecer continuamente la razón de la ley. "El sábado es para el Hombre y no el Hombre para el Sábado" —decía Cristo. Él escribía Hombre con mayúscula; los fariseos escribían Sábado: surge el ídolo, contrario a la Vida. ¡Ay de los pueblos cuando la Autoridad comienza a escribirse con mayúscula! Entonces toma el lugar de la Verdad, que ésa sí lleva mayúscula, por ser Dios mismo. El mundo sabe bien actualmente lo que es el Estado con mayúscula: el Estado con mayúscula es la inmoralidad organizada. ¿Quién dijo eso? San Agustín lo dijo y también Nietzsche; aunque con sentidos diferentes. Los fariseos eran muy patriotas: la "patria" en tiempo de Cristo era una mafia de ladrones armados hasta los dientes; tanto la patria de los romanos como la de los judíos. Por eso Cristo se negó a pronunciarse en esa discusión "nacionalista" que encandecía los ánimos en su tiempo y a la cual fue provocado. — Yo rehusó tomar partido en las contiendas de la iniquidad. No importa: lo acusaron ante Pilatos de "nacionalista", es decir, de nazi . "Dad al César lo que es del César". Las monedas tienen la marca del César. No empleéis la espada para retener ese oro: dejaos despojar de él por el César. ¡Quedaréis pobres! No importa demasiado. Lo otro es peor; lo otro es suicidio.
Pero decir eso resultó para él suicidio: decir la Verdad. Cristo pagó su tributo al César, después de hacer constar que de suyo Él no estaba obligado. Hizo un milagro para pagarlo; un milagro de cuento de hadas: sacó un pescado del mar y del pescado sacó una moneda de oro. El pescado significaba él mismo; la moneda significaba su doctrina; el pez murió para darla. El verdadero tributo que pagó Cristo al Imperio Romano fue su sangre; por eso no estaba obligado a pagar otro. Ese tributo se lo arrancaron por la fuerza, "a fin de dar testimonio de la Verdad". Predicó hasta con su sangre el respeto a la autoridad con el super-respeto a Dios: "no tendrías autoridad sobre mí si no te viniera de arriba". El respeto a la autoridad que predicó severamente San Pablo no le impidió al Apóstol predicar la verdad: la prueba es que estuvo preso muchísimo tiempo y acabó decapitado. El respeto a la autoridad ha sido convertido hoy día para muchísimos fieles y clérigos (y en los fieles por causa de los clérigos) en "oportunismo político": hay que respetar a cualquiera que vence; hay que apoyar al partido que da dinero a la Iglesia —a veces el caso es todavía más grave, la autoridad convertida en ídolo, y justificada incluso cuando comete injusticias. "Decid a ese zorro que me venga a buscar" — dijo Cristo. Cristo no respetó los crímenes de Herodes. La lucha contra esa terrible desviación de lo sacro es una empresa, una empresa de hombres. Esa fue la empresa de Cristo, !o que él hizo como hombre, lo que da unidad a toda su acción, lo que conecta su vida con su muerte, su "Misión": el nudo de su personalidad.
Esa lucha obligó a Cristo a desplegar toda las virtudes: las virtudes masculinas y las virtudes femeninas. El arma fue la palabra. El resultado fue la constitución de una nueva sociedad religiosa, contenedora de la Verdad. La Verdad... ¿Quid est Véritas? - Est vir qut adest 1, La Verdad era El: la suma verdad en un cuerpo y en un alma. Cristo fue todo un hombre con una sensibilidad de artista; y el artista tiene "algo o mucho de mujer” — dijo el poeta. Por eso... El ateo Nietzsche, con todo su tremendo prejuicio anticristiano, se detuvo ante la figura de Cristo. Presintió oscuramente su personalidad, y lo admiró sin saberlo. "En realidad, del verdadero Jesús no sabemos nada" — dijo, para sacudirse esa admiración. En realidad, ¿1 no sabía nada, confundido por la exégesis protestante, en la cual fue educado y de la cual con razón desconfiaba. "¿No habrá sido Jesús en realidad un aristócrata místico?" —se preguntó Nietzsche. Eso fue: un aristócrata en el sentido nietzscheano, es decir, un alma de nobleza total, de integral personalidad, de soberana libertad. Y un místico, como lo fue él mismo, pese a sus tiradas contra el "misticismo" —la "misticidad", el falso misticismo. "¿No se habrán equivocado los /(iríseos —continúa— al creerlo un plebeyo, un demagogo, un continuador de los profetas ? "
"¿Qué es la Verdad? Es el hombre que está presente." La respuesta a la pregunta de Pilatos está dada con las mismas letras de la pregunta: anagrama inventado por Boecio que encantó a la Edad Media. (L.C.)
No, no se equivocaron. Lo sintieron como fue, un rey, un rey destronado, y por tanto, noble y pueblo a la vez, y por eso lo odiaron. EUos>eran los usurpadores de la autoridad teocrática. El contrario del noble es el falso noble, no es el plebeyo. El noble y el plebeyo se llaman y se suponen: verd ad q u e se le escapó a Nietzsche, lo cual constituye justamente el npÜTOv iJ/eüÓoi;3 de su sistema moral notabilísimo. Los fariseos eran falsos nobles, falsos aristócratas, falsa "élite''. La cristalización de la moral en normas externas inflexibles es la característica del plebeyo; como es la característica del intelecto mediocre la confusión de fines y medios, maliciosa casi siempre. El hombre noble, cuando no está en su lugar, se va al último lugar. Eso es lo que hizo Cristo ante la situación aberrante en que encontró a su pueblo. Realizó en sí perfectamente su Parábola de los Convidados: se puso en el último lugar hasta que lo invitaron a subir al primero, sabiendo que era suyo el primero. Se hundió en lo más bajo de la plebe, porque sabía que le correspondía el solio. "El hombre noble se venga de las injusticias que sufre haciéndose daño a sí mismo. Resiste a la opresión oprimiéndose más." Esta máxima de Chesterton parece disparate; no es sino la traducción al código caballeresco del consejo de 'poner la otra mejilla", y de *dar la túnica al que nos roba el manto." Eso hizo Cristo. No coincide con la ovejuna interpretación de Tolstoi de "no resistencia al mal". Es un gesto de león, no de oveja. ¿Por un año me destierras?
Primera mentira
¡Yo me destierro por cuatro! El León de Judá, el Hijo de David... El pueblo no se engañó acerca de la personalidad de Cristo. Vieron en El al "Caudillo". Se engañaron acerca de la especie del caudillazgo. Quisieron hacerlo rey; rey temporal y revolucionario, como les habían enseñado los fariseos. No vieron en El al hombre "de las resignaciones infinitas"/ que vio Tolstoi... y Almafuerte. Esos no sirven para caudillos.
"Seuls les coeurs de lion sont les vraies coeurs de pére..."
Por eso, el fuego que ponen en el Corazón de Jesús, está bien; pero no era nada de los ambiguos fuegos modernos: del fuego de turba de la pasión romántica, 'del fuego de bengala de las dulzuras afeminadas.
Por eso también la religión católica no es ni demasiado masculina ni demasiado femenina. Hoy día es una religión desequilibrada, en que se han exagerado aspectos masculinos y aspectos femeninos, a gusto de un público chabacano y ayuno de teología: por ejemplo el aspecto masculino de lo legal, de lo jurídico, de lo disciplinar, conque los mandones eclesiásticos creen a ^yeces que están gobernando al mundo —y están haciendo daño; o el aspecto femenino de lo tierno, de lo conciliador, de lo indiferentemente benévolo, conque otros truchimanos (o los mismos a veces) se conquistan auditorios o séquitos fáciles. En suma, la religi^ji de Cristo hoy día, tal como nos la sirven, es una religión poco humana, deshumanizada, desencarnada (y por tanto, ni hombre ni mujer) por lo menos en la boca de no pocos charlines y en la práctica de muchos santulones y fariseos.
Porque el supremo acabamiento del fermento fariseo es deshumanizar la religión y por tanto desdivinizarla; y eso —cosa curiosa— a fuerza de hacerla demasiado humana; quiero decir, demasiado igual a Ellos; con exclusión absoluta de todo otro "espíritu". "Tienes mal espíritu, tienes mal espíritu" — dijeron a Cristo. "Todo el que no tiene espíritu como el mío, tiene mal espíritu", es el pensamiento recóndito del fariseo. Y lo contrario justamente es lo verdadero.
simplemente, como dijo Cristo: "Trabajad para Dios. Basta." En la mentalidad plebeya la ley tiende a cubrir y oscurecer continuamente la razón de la ley. "El sábado es para el Hombre y no el Hombre para el Sábado" —decía Cristo. Él escribía Hombre con mayúscula; los fariseos escribían Sábado: surge el ídolo, contrario a la Vida. ¡Ay de los pueblos cuando la Autoridad comienza a escribirse con mayúscula! Entonces toma el lugar de la Verdad, que ésa sí lleva mayúscula, por ser Dios mismo. El mundo sabe bien actualmente lo que es el Estado con mayúscula: el Estado con mayúscula es la inmoralidad organizada. ¿Quién dijo eso? San Agustín lo dijo y también Nietzsche; aunque con sentidos diferentes. Los fariseos eran muy patriotas: la "patria" en tiempo de Cristo era una mafia de ladrones armados hasta los dientes; tanto la patria de los romanos como la de los judíos. Por eso Cristo se negó a pronunciarse en esa discusión "nacionalista" que encandecía los ánimos en su tiempo y a la cual fue provocado. — Yo rehusó tomar partido en las contiendas de la iniquidad. No importa: lo acusaron ante Pilatos de "nacionalista", es decir, de nazi . "Dad al César lo que es del César". Las monedas tienen la marca del César. No empleéis la espada para retener ese oro: dejaos despojar de él por el César. ¡Quedaréis pobres! No importa demasiado. Lo otro es peor; lo otro es suicidio.
Pero decir eso resultó para él suicidio: decir la Verdad. Cristo pagó su tributo al César, después de hacer constar que de suyo Él no estaba obligado. Hizo un milagro para pagarlo; un milagro de cuento de hadas: sacó un pescado del mar y del pescado sacó una moneda de oro. El pescado significaba él mismo; la moneda significaba su doctrina; el pez murió para darla. El verdadero tributo que pagó Cristo al Imperio Romano fue su sangre; por eso no estaba obligado a pagar otro. Ese tributo se lo arrancaron por la fuerza, "a fin de dar testimonio de la Verdad". Predicó hasta con su sangre el respeto a la autoridad con el super-respeto a Dios: "no tendrías autoridad sobre mí si no te viniera de arriba". El respeto a la autoridad que predicó severamente San Pablo no le impidió al Apóstol predicar la verdad: la prueba es que estuvo preso muchísimo tiempo y acabó decapitado. El respeto a la autoridad ha sido convertido hoy día para muchísimos fieles y clérigos (y en los fieles por causa de los clérigos) en "oportunismo político": hay que respetar a cualquiera que vence; hay que apoyar al partido que da dinero a la Iglesia —a veces el caso es todavía más grave, la autoridad convertida en ídolo, y justificada incluso cuando comete injusticias. "Decid a ese zorro que me venga a buscar" — dijo Cristo. Cristo no respetó los crímenes de Herodes. La lucha contra esa terrible desviación de lo sacro es una empresa, una empresa de hombres. Esa fue la empresa de Cristo, !o que él hizo como hombre, lo que da unidad a toda su acción, lo que conecta su vida con su muerte, su "Misión": el nudo de su personalidad.
Esa lucha obligó a Cristo a desplegar toda las virtudes: las virtudes masculinas y las virtudes femeninas. El arma fue la palabra. El resultado fue la constitución de una nueva sociedad religiosa, contenedora de la Verdad. La Verdad... ¿Quid est Véritas? - Est vir qut adest 1, La Verdad era El: la suma verdad en un cuerpo y en un alma. Cristo fue todo un hombre con una sensibilidad de artista; y el artista tiene "algo o mucho de mujer” — dijo el poeta. Por eso... El ateo Nietzsche, con todo su tremendo prejuicio anticristiano, se detuvo ante la figura de Cristo. Presintió oscuramente su personalidad, y lo admiró sin saberlo. "En realidad, del verdadero Jesús no sabemos nada" — dijo, para sacudirse esa admiración. En realidad, ¿1 no sabía nada, confundido por la exégesis protestante, en la cual fue educado y de la cual con razón desconfiaba. "¿No habrá sido Jesús en realidad un aristócrata místico?" —se preguntó Nietzsche. Eso fue: un aristócrata en el sentido nietzscheano, es decir, un alma de nobleza total, de integral personalidad, de soberana libertad. Y un místico, como lo fue él mismo, pese a sus tiradas contra el "misticismo" —la "misticidad", el falso misticismo. "¿No se habrán equivocado los /(iríseos —continúa— al creerlo un plebeyo, un demagogo, un continuador de los profetas ? "
"¿Qué es la Verdad? Es el hombre que está presente." La respuesta a la pregunta de Pilatos está dada con las mismas letras de la pregunta: anagrama inventado por Boecio que encantó a la Edad Media. (L.C.)
No, no se equivocaron. Lo sintieron como fue, un rey, un rey destronado, y por tanto, noble y pueblo a la vez, y por eso lo odiaron. EUos>eran los usurpadores de la autoridad teocrática. El contrario del noble es el falso noble, no es el plebeyo. El noble y el plebeyo se llaman y se suponen: verd ad q u e se le escapó a Nietzsche, lo cual constituye justamente el npÜTOv iJ/eüÓoi;3 de su sistema moral notabilísimo. Los fariseos eran falsos nobles, falsos aristócratas, falsa "élite''. La cristalización de la moral en normas externas inflexibles es la característica del plebeyo; como es la característica del intelecto mediocre la confusión de fines y medios, maliciosa casi siempre. El hombre noble, cuando no está en su lugar, se va al último lugar. Eso es lo que hizo Cristo ante la situación aberrante en que encontró a su pueblo. Realizó en sí perfectamente su Parábola de los Convidados: se puso en el último lugar hasta que lo invitaron a subir al primero, sabiendo que era suyo el primero. Se hundió en lo más bajo de la plebe, porque sabía que le correspondía el solio. "El hombre noble se venga de las injusticias que sufre haciéndose daño a sí mismo. Resiste a la opresión oprimiéndose más." Esta máxima de Chesterton parece disparate; no es sino la traducción al código caballeresco del consejo de 'poner la otra mejilla", y de *dar la túnica al que nos roba el manto." Eso hizo Cristo. No coincide con la ovejuna interpretación de Tolstoi de "no resistencia al mal". Es un gesto de león, no de oveja. ¿Por un año me destierras?
Primera mentira
¡Yo me destierro por cuatro! El León de Judá, el Hijo de David... El pueblo no se engañó acerca de la personalidad de Cristo. Vieron en El al "Caudillo". Se engañaron acerca de la especie del caudillazgo. Quisieron hacerlo rey; rey temporal y revolucionario, como les habían enseñado los fariseos. No vieron en El al hombre "de las resignaciones infinitas"/ que vio Tolstoi... y Almafuerte. Esos no sirven para caudillos.
"Seuls les coeurs de lion sont les vraies coeurs de pére..."
Por eso, el fuego que ponen en el Corazón de Jesús, está bien; pero no era nada de los ambiguos fuegos modernos: del fuego de turba de la pasión romántica, 'del fuego de bengala de las dulzuras afeminadas.
Por eso también la religión católica no es ni demasiado masculina ni demasiado femenina. Hoy día es una religión desequilibrada, en que se han exagerado aspectos masculinos y aspectos femeninos, a gusto de un público chabacano y ayuno de teología: por ejemplo el aspecto masculino de lo legal, de lo jurídico, de lo disciplinar, conque los mandones eclesiásticos creen a ^yeces que están gobernando al mundo —y están haciendo daño; o el aspecto femenino de lo tierno, de lo conciliador, de lo indiferentemente benévolo, conque otros truchimanos (o los mismos a veces) se conquistan auditorios o séquitos fáciles. En suma, la religi^ji de Cristo hoy día, tal como nos la sirven, es una religión poco humana, deshumanizada, desencarnada (y por tanto, ni hombre ni mujer) por lo menos en la boca de no pocos charlines y en la práctica de muchos santulones y fariseos.
Porque el supremo acabamiento del fermento fariseo es deshumanizar la religión y por tanto desdivinizarla; y eso —cosa curiosa— a fuerza de hacerla demasiado humana; quiero decir, demasiado igual a Ellos; con exclusión absoluta de todo otro "espíritu". "Tienes mal espíritu, tienes mal espíritu" — dijeron a Cristo. "Todo el que no tiene espíritu como el mío, tiene mal espíritu", es el pensamiento recóndito del fariseo. Y lo contrario justamente es lo verdadero.
IIIPag. 35
Los T r e s A t e n t a d o s
Si me descuido, el maldito Me levanta de un lanzazo. (Martín Fierro)
Antes
de ser muerto Jesucristo legalmente, con toda ignominia y con gran lujo
de tormentos, fue objeto de varios atentados de asesinato abrupto. Tres
recuerda el Evangelio. En el tercer viaje a Jerusalén, para la fiesta
de Skenopegia, y quizá ya desde mucho antes, Jesús interpela
tranquilamente a sus adversarios diciéndoles: — ¿Por qué me queréis
matar? Estos atentados espontáneos de las turbas, que fracasan
misteriosamente, traen su raíz de las calumnias que los fariseos
propalaban acerca de Él. —¿Quién te quiere matar? ¡Tienes demonio! Cada
momento lo llaman endemoniado. Evidentemente, nada hubiese servido mejor
a los fariseos que un súbito atropello y homicidio del joven profeta en
un tumulto del pueblo. Monsieur On* es irresponsable y sagrado. La
Revolución Francesa, narrada por los historiógrafos a la Michelet, fue
hecha por Monsieur On. Augustín Cochin la llama "La Epopeya de Monsieur
On... "On se facha, on courut aux Tuileries, on appela le Roí... on le
tita“.
4 Pronombre indefinido: uno, se.
Augustin Cochin se dedicó a investigar quien era Monsieur Oh, Y encontró detrás de los movimientos informes y aparentemente espontáneos de las turbas grupos ocultos perfectamente organizados, planes precisos, agentes secretos y órdenes concretas. (“Les Sociétés de Pertsée et la Démacratie" - La Révolution et la Libre Pensée - Les Sociétés de Pensée et la Révolution en Bretagne", 2 vol.). Monsieur On no existe. Lo mismo nos advierten los Evangelistas cuando la cuestión del plebiscito a favor de Barrabás. Eran los Príncipes de los Sacerdotes y los Sanhedritas quienes "persuadieron a la masa" —la "sacudieron", dice Marco— que votasen a favor de Barrabás y "perdiesen" a Jesús. El primer atentado contra Jesucristo se llevó a cabo en su ciudad natal, o por lo menos por tal tenida, “¡n patria ma, ubi eral n u tritu sno quizo hacer milagros en Nazareth (o mejor dicho "no pudo", como dice Marco) y se pusieron furiosos. No pudo hacer milagros "por su incredulidad"; y sin embargo parece que tenían credulidad hasta de sobra, pues esperaban que hiciese allí más milagros que en parte alguna por ser "la patria suya, donde se había criado". Y Él leyó en la Sinagoga la profecía de Isaías sobre los milagros del Futuro Ungido, plegó el papiro, lo entregó al sacristán (y todos los ojos estaban puestos en él) y empezó su explicación diciendo: "Esta escritura se ha cumplido hoy en vuestros ojos". Pero después, cuando vieron que no hacía más milagros que en Cafarnaúm (pues sólo sanó unos pocos enfermos) y cuando El les explicó la paradójica razón: "justamente por ser mi ciudad", se llenaron de ira, se levantaron y lo echaron de la ciudad. Y siguiéndolo hasta el barranco donde el poblado moría querían, desbarrancarlo. Por qué no lo hicieron, no se sabe. "Él se fue, pasando tranquilo en medio de ellos." Quizá esa misma tranquilidad se les impuso. Esta ira pueblerina, este tumulto de zotes, este homicidio frustrado e inmotivado son cosa bien rara. Pero no nos asombremos: detrás está "el fermento farisaico", como le llamó Él mismo, la mano negra del hipócrita. El farisaico fermento aparece en primer lugar en la esperanza de un Mesías bizarro, arrogante, jayán, dominador y belicoso. ¡Y este hombre tranquilo, sedado y levemente melancólico...! Allí conocían a su padre, a su madre y a sus hermanos Jaime, José, Juda y Simón y a sus hermanas, la parentela entera; y le habían visto manejando el cepillo y la azuela,.. ¡Qué Cafarnaum ni qué ocho cuartos! Ocho cuartos son dos enteros. Dos enteros son dos reales. ¿Por qué decir ocho cuartos pudiendo decir dos reales? Aquí no hemos estado en Jerusalén, pero sabemos, me parece, lo que son dos reales... En Cafarnaum dicho ocho cuartos, son idiotas... El otro fermento más farisaico todavía es reconocerlo como Mesías, pero adjudicarlo a la ciudad de Nazareth, "que casi lo vio nacer." Esas adjudicaciones nacionales son muy comunes y naturales y parecería que Cristo no debería echarlas tan a mal. ¡Si las habré oído yo hacer en Italia y en España, países de arraigada fe! Y en la Argentina, país de fe dormilona. "Dios es criollo", "Dios es francés", "Dios es alemán", "Dios es español"... Parece que le basta a Dios a oír eso para marcharse sin hacer milagros. ¿Qué malicia tan grande habrá en esa cariñosa apropiación de paisanos? Vea ¿no? — como dicen los gauchos. Cristo no dio otra razón más que esa: "No hago milagros aquí porque soy de aquí; hago milagros en el extranjero." ' Dios es extranjero. Mas yo oigo sin cesar sermones en que se promete la ayuda de Dios, incluso milagrosa, a los naturales de una región por el solo hecho de ser de ella, por la profunda y arraigada fe que siempre ha distinguido a este pueblo, por la santidad de nuestros padres y nuestras gloriosas tradiciones. Éste es inocente fariseísmo. Y este inocente fariseísmo puede terminar por un atentado contra Cristo. Ya es un atentado hacerlo servir ai pobre para sermones vanos, presuntuosos, adulones y vacíos. Los otros dos atentados tuvieron lugar en Jerusalén, en el Templo o cerca de él, en su tercera subida. Son dos y no uno contado dos veces. Los cuenta el mismo Juan y las narraciones son del todo diversas. Uno fue en el Gazofilacio, otro en el Pórtico de Salomón, uno en la Skenopegia, otro en la ñesta de los Encenios. Las dos veces levantaron piedras para lapidarlo y también quisieron echarle mano con violencia. La primera vez, dice Juan, se escondió. La segunda se arrancó de sus manos. Las dos veces ta tentativa de asesinato se produjo a causa de la afirmación de que Él era Dios. Cristo no recataba ya la afirmación de su divinidad. Estaba en su tercer año, había sembrado de estruendosos milagros sus caminos. —¿No tienes cincuenta años y has visto a Abraham? — De verdad os digo que antes que Abraham naciera, Yo Soy.
Y la otra vez, más explícitamente: — Yo y el Padre somos uno mismo. Esta afirmación es única en el mundo, es enorme. Había que haberlo ejecutado o puéstose de hinojos ante Él. Los grandes místicos dijeron que eran o se hacían una cosa con Dios por amor. El místico Al-Hallaj dice en un poema:
Antes yo estaba cerca de Ti, Tú estabas cerca de mí, Oh Escogido, Ahora cerca y lejos Han desaparecido.
Pero Cristo dice más: no sólo que se hace una cosa con Dios por amor, sino que lo que Él hace, el Padre lo hace; lo que Él dice, el Padre lo dice; el Padre vive y crea continuamente y Él crea juntamente. Y quien ve a Él, ve también al Padre. Era la ocasión para un gran proceso para estos fariseos tan jurídicos. Había sido puesta una afirmación netamente enorme. Era el momento de un gran proceso, pedir razón, justificación y pruebas; condenar al hombre como el mayor blasfemo que ha existido o ponerse de rodillas ante el "Principio que habla con vosotros", el Principio de todas las cosas misteriosamente vuelto natura humana, carne y alma de hombre. Pero todo se resolvió en dos o tres gestos de cobardes, en ademanes de bellacos e insultos de fanáticos, en gruñidos y murmuraciones y conversaciones inútiles, en imprecaciones vanas e impertinentes. ¡Qué fastidio y cansancio debió sentir el corazón de Cristo sobre la lodosa, opaca y vil humanidad!
Pero entretanto el gran asesinato legal se iba gestando, las líneas se iban tendiendo, la ocasión propicia era espiada, los ánimos oscuros iban perdiendo con la ere* dente ira el miedo de meter la pata, y aun el miedo del pueblo y de la propia responsabilidad hecha patente, el temor de aparecer manos manchadas de sangre los "sapientismos y santismos". Cristo había profetizado ya una y dos veces y tres también la propia muerte con todas sus características y circunstancias. Sabía mejor que sus enemigos adonde iba. Si se esquivó tres veces al asesinato "impromptu" era porque, dice misterioso el Evangelista, "no había llegado su tiempo." Era menester que el fariseísmo apareciese tal cual es. El orgullo religioso es homicida y deicida. Es hijo del diablo, qué es el "homicida principal", la raíz de la muerte y el contrario de la vida. El fariseísmo mata aun sin querer, y no por lo que su víctima tiene de malo, sino precisamente por lo que tiene de divino. Claro que él no quiere la muerte, sino proveer al bien común, los intereses de la religión que le han sido confiados por Dios y "la salvación de todo el pueblo". Habría que haber visto a los santones del Templo atajando a la gente del pueblo que levantaba piedras con gran barullo y voces: "¡Dejen, dejen! ¡Calma, calma! ¡Hay que ver todavía! ¡Conviene dejarlo hablar! ¡Que se explique, que se explique! ¡Todo a su tiempo! ¿Por ventura no hay autoridades? ¡Estamos en el Atrio del Templo! ¡Manchar con sangre el gazofilacio! ¡Hay aquí demasiada gente, pueden herir a alguna pobre mujer o niño! ¡Está en medio de sus discípulos! ¡Es el día de la fiesta del Señor! ..."
"¡Ya habrá tiempo para todo...!"
Y después en el recinto: "Esta tarde en el Templo, anoser por nosotros, había una zipirindanga. Pero la hemos impedido. También ese hombre ha pasado ya todo límite. Es evidente que esto tiene que acabar. Pero hay que ver el 'modo', eso es, el 'm odo'..." Y cuando llegó el "tiempo", lo mataron del modo más torpe, bullanguero, escandaloso, desbaratado y disparatado que puede imaginarse; aunque también (y en eso sí no les falló el instinto) del modo más horriblemente cruel. Dios mío, dame fuerzas para poder mirar el fariseísmo sin demasiado miedo y sin demasiado asco. Pero dame también gracia como Tú para mirarlo de frente
4 Pronombre indefinido: uno, se.
Augustin Cochin se dedicó a investigar quien era Monsieur Oh, Y encontró detrás de los movimientos informes y aparentemente espontáneos de las turbas grupos ocultos perfectamente organizados, planes precisos, agentes secretos y órdenes concretas. (“Les Sociétés de Pertsée et la Démacratie" - La Révolution et la Libre Pensée - Les Sociétés de Pensée et la Révolution en Bretagne", 2 vol.). Monsieur On no existe. Lo mismo nos advierten los Evangelistas cuando la cuestión del plebiscito a favor de Barrabás. Eran los Príncipes de los Sacerdotes y los Sanhedritas quienes "persuadieron a la masa" —la "sacudieron", dice Marco— que votasen a favor de Barrabás y "perdiesen" a Jesús. El primer atentado contra Jesucristo se llevó a cabo en su ciudad natal, o por lo menos por tal tenida, “¡n patria ma, ubi eral n u tritu sno quizo hacer milagros en Nazareth (o mejor dicho "no pudo", como dice Marco) y se pusieron furiosos. No pudo hacer milagros "por su incredulidad"; y sin embargo parece que tenían credulidad hasta de sobra, pues esperaban que hiciese allí más milagros que en parte alguna por ser "la patria suya, donde se había criado". Y Él leyó en la Sinagoga la profecía de Isaías sobre los milagros del Futuro Ungido, plegó el papiro, lo entregó al sacristán (y todos los ojos estaban puestos en él) y empezó su explicación diciendo: "Esta escritura se ha cumplido hoy en vuestros ojos". Pero después, cuando vieron que no hacía más milagros que en Cafarnaúm (pues sólo sanó unos pocos enfermos) y cuando El les explicó la paradójica razón: "justamente por ser mi ciudad", se llenaron de ira, se levantaron y lo echaron de la ciudad. Y siguiéndolo hasta el barranco donde el poblado moría querían, desbarrancarlo. Por qué no lo hicieron, no se sabe. "Él se fue, pasando tranquilo en medio de ellos." Quizá esa misma tranquilidad se les impuso. Esta ira pueblerina, este tumulto de zotes, este homicidio frustrado e inmotivado son cosa bien rara. Pero no nos asombremos: detrás está "el fermento farisaico", como le llamó Él mismo, la mano negra del hipócrita. El farisaico fermento aparece en primer lugar en la esperanza de un Mesías bizarro, arrogante, jayán, dominador y belicoso. ¡Y este hombre tranquilo, sedado y levemente melancólico...! Allí conocían a su padre, a su madre y a sus hermanos Jaime, José, Juda y Simón y a sus hermanas, la parentela entera; y le habían visto manejando el cepillo y la azuela,.. ¡Qué Cafarnaum ni qué ocho cuartos! Ocho cuartos son dos enteros. Dos enteros son dos reales. ¿Por qué decir ocho cuartos pudiendo decir dos reales? Aquí no hemos estado en Jerusalén, pero sabemos, me parece, lo que son dos reales... En Cafarnaum dicho ocho cuartos, son idiotas... El otro fermento más farisaico todavía es reconocerlo como Mesías, pero adjudicarlo a la ciudad de Nazareth, "que casi lo vio nacer." Esas adjudicaciones nacionales son muy comunes y naturales y parecería que Cristo no debería echarlas tan a mal. ¡Si las habré oído yo hacer en Italia y en España, países de arraigada fe! Y en la Argentina, país de fe dormilona. "Dios es criollo", "Dios es francés", "Dios es alemán", "Dios es español"... Parece que le basta a Dios a oír eso para marcharse sin hacer milagros. ¿Qué malicia tan grande habrá en esa cariñosa apropiación de paisanos? Vea ¿no? — como dicen los gauchos. Cristo no dio otra razón más que esa: "No hago milagros aquí porque soy de aquí; hago milagros en el extranjero." ' Dios es extranjero. Mas yo oigo sin cesar sermones en que se promete la ayuda de Dios, incluso milagrosa, a los naturales de una región por el solo hecho de ser de ella, por la profunda y arraigada fe que siempre ha distinguido a este pueblo, por la santidad de nuestros padres y nuestras gloriosas tradiciones. Éste es inocente fariseísmo. Y este inocente fariseísmo puede terminar por un atentado contra Cristo. Ya es un atentado hacerlo servir ai pobre para sermones vanos, presuntuosos, adulones y vacíos. Los otros dos atentados tuvieron lugar en Jerusalén, en el Templo o cerca de él, en su tercera subida. Son dos y no uno contado dos veces. Los cuenta el mismo Juan y las narraciones son del todo diversas. Uno fue en el Gazofilacio, otro en el Pórtico de Salomón, uno en la Skenopegia, otro en la ñesta de los Encenios. Las dos veces levantaron piedras para lapidarlo y también quisieron echarle mano con violencia. La primera vez, dice Juan, se escondió. La segunda se arrancó de sus manos. Las dos veces ta tentativa de asesinato se produjo a causa de la afirmación de que Él era Dios. Cristo no recataba ya la afirmación de su divinidad. Estaba en su tercer año, había sembrado de estruendosos milagros sus caminos. —¿No tienes cincuenta años y has visto a Abraham? — De verdad os digo que antes que Abraham naciera, Yo Soy.
Y la otra vez, más explícitamente: — Yo y el Padre somos uno mismo. Esta afirmación es única en el mundo, es enorme. Había que haberlo ejecutado o puéstose de hinojos ante Él. Los grandes místicos dijeron que eran o se hacían una cosa con Dios por amor. El místico Al-Hallaj dice en un poema:
Antes yo estaba cerca de Ti, Tú estabas cerca de mí, Oh Escogido, Ahora cerca y lejos Han desaparecido.
Pero Cristo dice más: no sólo que se hace una cosa con Dios por amor, sino que lo que Él hace, el Padre lo hace; lo que Él dice, el Padre lo dice; el Padre vive y crea continuamente y Él crea juntamente. Y quien ve a Él, ve también al Padre. Era la ocasión para un gran proceso para estos fariseos tan jurídicos. Había sido puesta una afirmación netamente enorme. Era el momento de un gran proceso, pedir razón, justificación y pruebas; condenar al hombre como el mayor blasfemo que ha existido o ponerse de rodillas ante el "Principio que habla con vosotros", el Principio de todas las cosas misteriosamente vuelto natura humana, carne y alma de hombre. Pero todo se resolvió en dos o tres gestos de cobardes, en ademanes de bellacos e insultos de fanáticos, en gruñidos y murmuraciones y conversaciones inútiles, en imprecaciones vanas e impertinentes. ¡Qué fastidio y cansancio debió sentir el corazón de Cristo sobre la lodosa, opaca y vil humanidad!
Pero entretanto el gran asesinato legal se iba gestando, las líneas se iban tendiendo, la ocasión propicia era espiada, los ánimos oscuros iban perdiendo con la ere* dente ira el miedo de meter la pata, y aun el miedo del pueblo y de la propia responsabilidad hecha patente, el temor de aparecer manos manchadas de sangre los "sapientismos y santismos". Cristo había profetizado ya una y dos veces y tres también la propia muerte con todas sus características y circunstancias. Sabía mejor que sus enemigos adonde iba. Si se esquivó tres veces al asesinato "impromptu" era porque, dice misterioso el Evangelista, "no había llegado su tiempo." Era menester que el fariseísmo apareciese tal cual es. El orgullo religioso es homicida y deicida. Es hijo del diablo, qué es el "homicida principal", la raíz de la muerte y el contrario de la vida. El fariseísmo mata aun sin querer, y no por lo que su víctima tiene de malo, sino precisamente por lo que tiene de divino. Claro que él no quiere la muerte, sino proveer al bien común, los intereses de la religión que le han sido confiados por Dios y "la salvación de todo el pueblo". Habría que haber visto a los santones del Templo atajando a la gente del pueblo que levantaba piedras con gran barullo y voces: "¡Dejen, dejen! ¡Calma, calma! ¡Hay que ver todavía! ¡Conviene dejarlo hablar! ¡Que se explique, que se explique! ¡Todo a su tiempo! ¿Por ventura no hay autoridades? ¡Estamos en el Atrio del Templo! ¡Manchar con sangre el gazofilacio! ¡Hay aquí demasiada gente, pueden herir a alguna pobre mujer o niño! ¡Está en medio de sus discípulos! ¡Es el día de la fiesta del Señor! ..."
"¡Ya habrá tiempo para todo...!"
Y después en el recinto: "Esta tarde en el Templo, anoser por nosotros, había una zipirindanga. Pero la hemos impedido. También ese hombre ha pasado ya todo límite. Es evidente que esto tiene que acabar. Pero hay que ver el 'modo', eso es, el 'm odo'..." Y cuando llegó el "tiempo", lo mataron del modo más torpe, bullanguero, escandaloso, desbaratado y disparatado que puede imaginarse; aunque también (y en eso sí no les falló el instinto) del modo más horriblemente cruel. Dios mío, dame fuerzas para poder mirar el fariseísmo sin demasiado miedo y sin demasiado asco. Pero dame también gracia como Tú para mirarlo de frente