(2) Leonardo Castellani
CRISTO y los F A R I S E O S
Corrección notas Pbro. Ratios Biesffo
EDICIONES JAUJA MENDOZA - ARGENTINA
CRISTO y los F A R I S E O S
Corrección notas Pbro. Ratios Biesffo
EDICIONES JAUJA MENDOZA - ARGENTINA
Prefacio.......................................................................................7Prólogo..................................................................................... 11
Cristo y los fariseos 1era.Parte..............................................19
Los tres atentados.................................................................. 35El dulce Nazareno....................................................................29
La provocación.........................................................................43
La sociología de los fariseos................................................. 51
La defensa................................................................................53
Elenchus contra pharisaeos.................................................. 71
¿Con qué autoridad?...............................................................87
Las mujeres..............................................................................95
Como ovejas sin pastor..........................................................99
Un Galileo de la psicología...................................................103
La cárcel de Oscar Wilde......................................................113
Apéndices Parábola del Fariseo y el Publicano.................131
Parábola del Sepulcro y las Víboras........ ...........................141
Sobre tres modos católicos de ver la Guerra Española....153
La última Parábola ................ ...............................................167
El retiro de la Iglesia .............................................................173
Índice General
Leonardo Castellani
Segunda Parte
Cartas a los Religiosos Sobre la Obediencia.......................183
Sobre la Pobreza.....................................................................195
Sobre la Castidad....................................................................209
Sobre el Gobierno...................................................................223
Indice analítico y onomástico................................................231
Libros del autor.......................................................................235
Instituto Padre Leonardo Castellani.....................................241
Obras a editar..........................................................................242
- IVPag. 43
La Provocación
Pasatiempo singular Aunque en el fondo inocente Como escupir desde un puente O hacerse crucificar. (Lugones)
■
Jesucristo se hizo matar. La crítica alemana racionalista ha arbolado
esta posición, que fue la de la tradición judaica-talmúdica. ¿Qué hace
Ud. con un hombre que provoca de continuo a las autoridades legalmente
constituidas? ¿Que tiene una actividad "disolvente"? ¿Que aunque sea
inocentemente de su parte se vuelve un peligro para la religión
establecida y los miles de fieles que en ella hallan su salvación etema?
"Subjetivamente Ud. habrá creído obrar bien; pero objetivamente ha
hecho la mar de disparates..*" —dijo con toda precisión técnica Caifás a
Cristo. ■ Por qué se hizo matar, lo explican diversamente: o a plena
conciencia o inconscientemente; y en este caso, o por fanatismo
religioso o por ingenuidad pastoril, como lo pinta el fantasioso Renán.
Esta última hipótesis es la más absurda. Que "el dulce Nazareno"
sencillo y cándido se haya dejado llevar suavemente cuesta abajo por la
cadena de sus embriagantes triunfos populares sin ver a lo que se
exponía hasta que fue demasiado tarde, eso se da de puñadas con todos
los textos del Evangelio. Habría que escribir cuatro Evangelios
diferentes y contrarios a los que tenemos para poder fundar la mera
posibilidad de ese caso, humanamente inconcebible. Que la pasión
religiosa lo cegó acerca de sus fuerzas, como explica Strauss; que creyó
triunfar de sus enemigos o al menos librarse de ellos milagrosamente
"por medio de doce legiones de ángeles" a última hora, es el mismo
inverosímil. Es categóricamente contra los textos. Cristo preanunció su
martirio, reprochó el asesinato de antemano a sus enemigos (que negaron
el propósito), se escondió, se escapó, se zafó de sus manos varías
veces, como hemos visto. Son hipótesis que no hay que discutir,
puramente ficticias y del todo imaginarias. ¿De dónde sacan eso? Si los
textos evangélicos son tan engañosos que se los puede interpretar al
revés, con el solo título de "profesor alemán“, entonces no sabemos nada
en absoluto acerca de Cristo, Callensén. Pero ¿no habrá buscado la
muerte adrede convencido de que era la salvación del mundo? Esta
pregunta plantea la cuestión del "derecho a morir por la Verdad", o sea
de la sutil "tentación del martirio" que el poeta T. S. Eliot introduce
como la cuarta y más peligrosa, en su tragedia "Murder in the
Cathedral", al santo arzobispo Tomás de Cantorbery, que la rechaza.
¿Tiene derecho un hombre a hacer que otros hombres cometan en él un
homicidio para hacer triunfar la verdad? ¡Qué hombre tendría que ser
ése! Pero en fin, suponiendo que exista, ¿tiene derecho? En tiempo de
San Cipriano hubo cristianos que precipitaban sobre sí mismos la
persecución volteando ídolos o haciendo extemporáneas manifestaciones de
fe. La Iglesia los condenó; y formaron un grupo herético llamado los
"provocadores". Esa tentación se verificó en las persecuciones inglesas,
sobre todo en el “Powder- Plot" o Complote de la Pólvora; hecho
histórico en el que inspiró R. H. Benson uno de los notables incidentes
de su novela apocalíptica El amo del mundo: el cristiano que dispara su
pistola sobre Oliver Brand cuando éste blasfema de Cristo, y es linchado
por la muchedumbre; la conjura para hacer volar la Catedral en la
sacrilega ceremonia de la Adoración del Hombre que provoca el arrebatado
e inútil retomo del Cardenal Percy Franklin... y la voladura de Roma.
Verdad que estos eran "crímenes" para vengar otros crímenes, enormes
éstos cuanto se quiera. Pero ¿sacrificarse a sí mismo sin daño de nadie?
¿No es esto lo que hizo Cristo? ■* • - -i Este problema lo vivió
en,carne propia y.lo ilustró con su vida, después de haberlo resuelto
trabajosamente el pastor danés Soeren Kierkegaard, poeta y místico,
después de haberse equivocado una, vez acerca de él. Fue el problema de
Savonarola; y quizá el de Bartolomé Carranza. . ¿Qué ha de hacer un
cristiano en un lglesia decaída, digamos, corrompida; un'hombre de
verdad a quien le toca fiel sino de vivir en mala época? ¿Qué es lo que
le exige y le permite la fe? ‘¿Puede callar? ¿Está obligado a hablar? El
problema se complica terriblemente con otras preguntas. ¿Qué misión
pública tiene? ¿Hasta dónde está corrompida la Iglesia? ¿Qué efecto
positivo se puede esperar si chilla? ¿Cómo ha de chillar? La obligación
expresa de "dar testimonio de la Verdad", que fue la misión específica
de Cristo, se vuelve espinosa en Sócrates, angustiosa en un pastor como
Kierkegafd, perpleja hasta lo indecible en un simple fiel.
Hay dos actitudes extremas que son ilícitas: la de atemperarse al error (que es la más fácil) y la de provocar el martirio. No puedo atemperarme al desorden eclesiástico que prácticamente induce a los fieles en errores y devasta la fe, decía Kierkegaard. No lo puedo moralmente y no lo puedo ni siquiera físicamente. La misión de la palabra que se me ha dado en la ordenación, está doblada en mí de una nativa vocación de poeta y maestro, la cual no puedo declinar sin condenar al ocio a mis facultades y prácticamente a la ruina en toda mi vida interna. El que sea escritor sabrá perfectamente que no se puede ni siquiera resistir físicamente a la palabra que se forma dentro, sin entregarse a una torturante y peligrosa operación contra-cepcional, como la de sofocar o atajar fetos, tan conocida hoy día por desgracia. No sirve absolutamente para ningún otra labor útil que esa; y por consiguiente ¿cómo salvo mi alma si la abandono o impido? Hay algo de exageración en esto, habría exageración en mí y en Barrantes Molina, por ejemplo; no la había en Kierkegaard, absolutamente. Literalmente, no podía callar. Incluso su equilibrio mental dependía de su trabajo intelectual. Callarse era literalmente suicidio; y el peor de todos. "¿Hay que decirlo? Pues se dice": fue el título de su último panfleto consistente en 10 artículos acerca de la religión y la iglesia luterana, que a lo que se puede saber le costaron la vida. Cayó redondo en una calle de Copenhague y murió de agotamiento en el hospital en mitad de esa polémica; pero un sereno gozo y una decisión extraña y lúcida que nunca tuviera en su vida, le acompañaron desde esa decisión, *Pues se dice", hasta el último instante, señal probable en lo que colegir podemos de la aprobación divina.
Porque él había visto antes que "no hay derecho a morir por la verdad", es decir, a hacer cargar al prójimo, aunque esté perversamente engañado, con un asesinato. La humildad impone que se rehuya el martirio — o la caridad,^o^la simple modestia: no estoy seguro de si podré sobrellevarlo, no estoy seguro de poseer yo la plena verdad, antes estoy casi seguro de lo contrario. Esto último, que no podía jdecir Cristo, debe decirlo todo cristiano. Hay mezcla de pasión y de limitación en mi visual, aunque yo esté seguro de que es fundamentalmente recta, de lo cual tampoco puedo estar nunca del todo seguro. Claro que debo guiarme por ella, no tengo otra y debo vivir; pero para mí solamente, no para imponerla a los demás. ¿Cómo se concilla esto con el deber, o con la imposibilidad física, de no callar? Kierkegaard llegó a una conclusión prodigiosa: hay que humillarse hasta por debajo del que está engañado, colmarlo de atenciones y "prévenances", obtener el perdón de la verdad que está"eñ mí. ¿Qué hace el enfermero, no se hace un esclavo del enfermo a fin de sacarlo de su enfermedad, pagando así debido tributo de gratitud a Dios por su propia salud? Para cumplir este designio empinado, Kierkegaard tomó la conducta extraña de infamarse y desacreditarse. Tenía que decir a sus cofrades y cohermanos que eran malos cristianos, y de qué manera: "no existe en el mundo cosa más corrompida que los sacerdotes" (El Momento, IX, 6), y empezó por negar que él fuera ni siquiera cristiano; y Mamarse pecado y corrupción ambulante: era sacerdote. No era esto posible en Cristo. Pero Cristo se anonadó delante de los fariseos acatando todos sus preceptos y leyes hasta lo imposible, contestando a todas sus interpelaciones y objeciones, haciendo innumerables parábolas, argumentos y explicaciones a gente que interrogaba de mala fe y no tenía derecho a interrogar, quizá, a veces; y cuando lo tenía en derecho sólo legal o meramente apariencial. Y en apariencia se hizo pecador. Sí. Andaba con publicanos y pecadores ("dime con quién andas...") y no fulminaba con indignación a las pecadoras. ¡Hubiese sido tan fácil y era de tan buen tono! ¿Y por ventura era mentira? ¿No podía tronar una vez al menos, como todos los predicadores, contra la disolución de las costumbres, la corrupción que lo invade todo, las porquerías de la carne, y esas mallas de baño venidas de Grecia y cada vez más cortas? Pero ¡ni una sola palabra acerca de "las playas"! Puras parábolas luminosas, comparaciones poéticas y preceptos generales, es decir, poesía, poesía y poesía! ¿Adónde vamos? Cristo parecía no ver la impureza; quizá de puro puro. No se dio el gusto de llamar una sola vez "chancho" a un pecador carnal. Cuando tuvo que hablar con uno, bajó la cabeza y guardó silencio. La solución es pues que hay que buscar el martirio haciendo su oficio, y siendo lo que uno es en la eternidad. Es decir: "No digas ninguna mentira; no digas ninguna verdad que no sea necesaria." La dificultad está en saber cuándo una verdad es necesaria. "Non tacebo"5, escribió en un calabozo el loco de Campanella; y en efecto le tocó habitarlo la enormidad de 26 años, una vida de hombre; y lo curioso es que lo castigaron por complotar contra el gobierno español, y el dominico napolitano era furiosamente hispanófilo y del partido imperial; Non tacebo. Una verdad es necesaria cuando ha de salvar un alma, o para ganarme el pan; mucho más si se conjugan las dos cosas. Si he de ganarme el pan haciendo poesías por ejemplo (que Dios me libre y guarde, eso ni en broma) entonces debo hacer las poesías lo más artísticas que pueda, aspirar a la máxima belleza poética, que no consiste en otro que en la verdad; pues me contó un poeta muy ducho en su arte que cada vez que hay un verso que no llena o una estrofa que cambiar, después de cambiada uno ve que no tenía verdad; o como dijo él, "suficiente verdad", No hay peligro que yo ponga exceso de poesía, como Shakespeare, que cuando se le va la mano aturde y llega a ofuscar; pero si por poner *suficiente verdad" en un*.poema, me apresan los peronistas por comunista o me pone una multa el Cardenal Primado, cargo en mi ley, porque no hice más que cumplir mi oficio, Pero al otro día cambio de oficio, anoser el diablo que sea de los que no se pueden cambiar, como el de masón, marido, sacerdote o periodista. Y así le pasaba a Kierkegaard; y por él podemos colegir que también a Jesucristo. Eran atrozmente since- rolff Si tenían lengua tenían que hablar ("crédidi, propter quod loquutus sum") y si hablaban tenían que decir, no ya úm verdad, sino la verdad; es decir, lo que en este caso concreto y particular desde el fondo de mi corazón viene a pelo y yo actualmente con todos mis sentidos (como diría Ivanissevich) veo, vivo y bebo.
Hay dos actitudes extremas que son ilícitas: la de atemperarse al error (que es la más fácil) y la de provocar el martirio. No puedo atemperarme al desorden eclesiástico que prácticamente induce a los fieles en errores y devasta la fe, decía Kierkegaard. No lo puedo moralmente y no lo puedo ni siquiera físicamente. La misión de la palabra que se me ha dado en la ordenación, está doblada en mí de una nativa vocación de poeta y maestro, la cual no puedo declinar sin condenar al ocio a mis facultades y prácticamente a la ruina en toda mi vida interna. El que sea escritor sabrá perfectamente que no se puede ni siquiera resistir físicamente a la palabra que se forma dentro, sin entregarse a una torturante y peligrosa operación contra-cepcional, como la de sofocar o atajar fetos, tan conocida hoy día por desgracia. No sirve absolutamente para ningún otra labor útil que esa; y por consiguiente ¿cómo salvo mi alma si la abandono o impido? Hay algo de exageración en esto, habría exageración en mí y en Barrantes Molina, por ejemplo; no la había en Kierkegaard, absolutamente. Literalmente, no podía callar. Incluso su equilibrio mental dependía de su trabajo intelectual. Callarse era literalmente suicidio; y el peor de todos. "¿Hay que decirlo? Pues se dice": fue el título de su último panfleto consistente en 10 artículos acerca de la religión y la iglesia luterana, que a lo que se puede saber le costaron la vida. Cayó redondo en una calle de Copenhague y murió de agotamiento en el hospital en mitad de esa polémica; pero un sereno gozo y una decisión extraña y lúcida que nunca tuviera en su vida, le acompañaron desde esa decisión, *Pues se dice", hasta el último instante, señal probable en lo que colegir podemos de la aprobación divina.
Porque él había visto antes que "no hay derecho a morir por la verdad", es decir, a hacer cargar al prójimo, aunque esté perversamente engañado, con un asesinato. La humildad impone que se rehuya el martirio — o la caridad,^o^la simple modestia: no estoy seguro de si podré sobrellevarlo, no estoy seguro de poseer yo la plena verdad, antes estoy casi seguro de lo contrario. Esto último, que no podía jdecir Cristo, debe decirlo todo cristiano. Hay mezcla de pasión y de limitación en mi visual, aunque yo esté seguro de que es fundamentalmente recta, de lo cual tampoco puedo estar nunca del todo seguro. Claro que debo guiarme por ella, no tengo otra y debo vivir; pero para mí solamente, no para imponerla a los demás. ¿Cómo se concilla esto con el deber, o con la imposibilidad física, de no callar? Kierkegaard llegó a una conclusión prodigiosa: hay que humillarse hasta por debajo del que está engañado, colmarlo de atenciones y "prévenances", obtener el perdón de la verdad que está"eñ mí. ¿Qué hace el enfermero, no se hace un esclavo del enfermo a fin de sacarlo de su enfermedad, pagando así debido tributo de gratitud a Dios por su propia salud? Para cumplir este designio empinado, Kierkegaard tomó la conducta extraña de infamarse y desacreditarse. Tenía que decir a sus cofrades y cohermanos que eran malos cristianos, y de qué manera: "no existe en el mundo cosa más corrompida que los sacerdotes" (El Momento, IX, 6), y empezó por negar que él fuera ni siquiera cristiano; y Mamarse pecado y corrupción ambulante: era sacerdote. No era esto posible en Cristo. Pero Cristo se anonadó delante de los fariseos acatando todos sus preceptos y leyes hasta lo imposible, contestando a todas sus interpelaciones y objeciones, haciendo innumerables parábolas, argumentos y explicaciones a gente que interrogaba de mala fe y no tenía derecho a interrogar, quizá, a veces; y cuando lo tenía en derecho sólo legal o meramente apariencial. Y en apariencia se hizo pecador. Sí. Andaba con publicanos y pecadores ("dime con quién andas...") y no fulminaba con indignación a las pecadoras. ¡Hubiese sido tan fácil y era de tan buen tono! ¿Y por ventura era mentira? ¿No podía tronar una vez al menos, como todos los predicadores, contra la disolución de las costumbres, la corrupción que lo invade todo, las porquerías de la carne, y esas mallas de baño venidas de Grecia y cada vez más cortas? Pero ¡ni una sola palabra acerca de "las playas"! Puras parábolas luminosas, comparaciones poéticas y preceptos generales, es decir, poesía, poesía y poesía! ¿Adónde vamos? Cristo parecía no ver la impureza; quizá de puro puro. No se dio el gusto de llamar una sola vez "chancho" a un pecador carnal. Cuando tuvo que hablar con uno, bajó la cabeza y guardó silencio. La solución es pues que hay que buscar el martirio haciendo su oficio, y siendo lo que uno es en la eternidad. Es decir: "No digas ninguna mentira; no digas ninguna verdad que no sea necesaria." La dificultad está en saber cuándo una verdad es necesaria. "Non tacebo"5, escribió en un calabozo el loco de Campanella; y en efecto le tocó habitarlo la enormidad de 26 años, una vida de hombre; y lo curioso es que lo castigaron por complotar contra el gobierno español, y el dominico napolitano era furiosamente hispanófilo y del partido imperial; Non tacebo. Una verdad es necesaria cuando ha de salvar un alma, o para ganarme el pan; mucho más si se conjugan las dos cosas. Si he de ganarme el pan haciendo poesías por ejemplo (que Dios me libre y guarde, eso ni en broma) entonces debo hacer las poesías lo más artísticas que pueda, aspirar a la máxima belleza poética, que no consiste en otro que en la verdad; pues me contó un poeta muy ducho en su arte que cada vez que hay un verso que no llena o una estrofa que cambiar, después de cambiada uno ve que no tenía verdad; o como dijo él, "suficiente verdad", No hay peligro que yo ponga exceso de poesía, como Shakespeare, que cuando se le va la mano aturde y llega a ofuscar; pero si por poner *suficiente verdad" en un*.poema, me apresan los peronistas por comunista o me pone una multa el Cardenal Primado, cargo en mi ley, porque no hice más que cumplir mi oficio, Pero al otro día cambio de oficio, anoser el diablo que sea de los que no se pueden cambiar, como el de masón, marido, sacerdote o periodista. Y así le pasaba a Kierkegaard; y por él podemos colegir que también a Jesucristo. Eran atrozmente since- rolff Si tenían lengua tenían que hablar ("crédidi, propter quod loquutus sum") y si hablaban tenían que decir, no ya úm verdad, sino la verdad; es decir, lo que en este caso concreto y particular desde el fondo de mi corazón viene a pelo y yo actualmente con todos mis sentidos (como diría Ivanissevich) veo, vivo y bebo.
V
La Sociología de los Fariseos
Dejémonos
de teologías y vamos a ver un momento de cerca, a lo Augusto Comte, qué
demonios pasó en puridad con esta sociedad de los "separados"
(Pherushim o ífhérishajja, de donde fariseos). Va hemos dicho lo que
pasó; pero la casuística, el ritualismo fanático, el mesianismo político
y la política son los síntomas o si se quiere los morbos. ¿Qué es lo
que hizo posibles esos morbos? Fue una sociedad que se socializó: es
decir, se cerró sobre sí misma. En lo religioso, cuando una asociación
se cierra sobre si misma se vuelve una secta: puede mantenerse
entecamente ortodoxa y protestar de una perfecta fidelidad a la cabeza
de la Iglesia; pero ha dejado de ser "católica". Sus lazos con la cabeza
se vuelven puramente {gXternos. Cuando un organismo empieza a crecer
"para adentro", eso se llama cáncer... Es mala seña para un cuerpo
social que la preocupación por la "unión" se sobreponga a la
preocupación porcia "finalidad". (¡Dios! Acabo de oír un discurso
interminable en pro de la "unión de los españoles", ¡qué bodrio* Unirse,
unirse... ¿para qué? Digan primero para qué...
Es pésimo síntoma que el cuerpo piense demasiado en sí mismo, antes y más que en el objeto real que constituye su razón de ser: es exactamente lo que le pasa a los enfermos, como nota Santo Tomás. "El fin de una cosa cualquiera no puede ser su propia conservación." «La involución significa que una sociedad se cierra sobre sí y empieza a crecer para adentro, es decir, para sí misma, proceso que Bergson describió a fundo y A. Cochin denominó 'socialización': es la hipertrofia de lo colectivo hasta oprimir lo individual, en este caso, la personalidad de sus miembros. 'Sociedades cerradas', las denominó Bergson. Podrían llamarse sociedades 'corchificadas'.» {Castellani, Diario, enero de 1948). «Las sociedades cuando se vuelven muy grandes se hacen una cosa peligrosa; y los hombres que deben encarnar una cosa peligrosa se llaman 'esclavos de la máquina'. Tienen que despojarse de la humanidad y renunciar al conocimiento; empaparse de la regla y aborrecer las excepciones; especializarse en el cálculo llamado 'reducir a común denominador'. Si son bajos de entendimiento o chicos de corazón, se vuelven feos y feroces, verdaderas bielas, varas o ruedas de la máquina infrahumana o infrapersonal. (Castellani, Diario, enero de 1948).
Es pésimo síntoma que el cuerpo piense demasiado en sí mismo, antes y más que en el objeto real que constituye su razón de ser: es exactamente lo que le pasa a los enfermos, como nota Santo Tomás. "El fin de una cosa cualquiera no puede ser su propia conservación." «La involución significa que una sociedad se cierra sobre sí y empieza a crecer para adentro, es decir, para sí misma, proceso que Bergson describió a fundo y A. Cochin denominó 'socialización': es la hipertrofia de lo colectivo hasta oprimir lo individual, en este caso, la personalidad de sus miembros. 'Sociedades cerradas', las denominó Bergson. Podrían llamarse sociedades 'corchificadas'.» {Castellani, Diario, enero de 1948). «Las sociedades cuando se vuelven muy grandes se hacen una cosa peligrosa; y los hombres que deben encarnar una cosa peligrosa se llaman 'esclavos de la máquina'. Tienen que despojarse de la humanidad y renunciar al conocimiento; empaparse de la regla y aborrecer las excepciones; especializarse en el cálculo llamado 'reducir a común denominador'. Si son bajos de entendimiento o chicos de corazón, se vuelven feos y feroces, verdaderas bielas, varas o ruedas de la máquina infrahumana o infrapersonal. (Castellani, Diario, enero de 1948).
- VI
La Defensa
"Y después dicen que es malo El gaucho si los pelea" (Martin Fierro)
SÍ
bien se mira, la acción antifarisaica de Cristo aunque parece agresiva,
fue una defensa. El alboroto en el Templo con que la inicia es una
afirmación de hecho de su misión mesiánica, ya combatida; y el terrible
discurso "elenco contra los fariseos" con que la termina es una
tentativa suprema de salvar su vida, ya condenada, losando de las más
fuertes armas: la imprecación y la amenaza profètica. La expulsión de
los tratantes del Templo es un acto sorprendente; tan incomprensible
como el haberse quedado antaño en él sin avisar a sus padres, si se
prescind è'de lo que Cristo era. 1 Son dos afirmaciones mesiánicas tan
netas que destruyen de raíz la conocida teoría de Renan, a saber, que
Cristo habría sido un paisano galileo y excelso moralista que empezó a
predicar la religión interior y universal de Moisés contra la
deformación localista y exterior de los fariseos; se fue entusiasmando
al compás de sus ¡triunfos; concibió la idea de que el mundo se acababa
pronto; se identificó con el Rey Mesías y finalmente después del triunfo
del Domingo de Ramos pronunció palabras exaltadas en que se asimilaba a
Dios mismo; palabras que siendo expresiones místicas hicieron mal los
Hierarchas en tomar tan en serio; pero que tomadas en serio realmente
según las leyes judías merecían la pena capital. Esto es pura fantasía.
La verdad es que los actos de Cristo, desde el primero, llevan impresa
la afirmación mesiánica. El ayuno total de 40 días, lo hacían los
Hebreos al prepararse para una gran misión, y existía el precedente de
Moisés y Elias. A propósito del cual ayuno, se equivoca grandemente
Ricciotti cuando lo da como milagroso, inexplicable y sobrenatural y
dice que “evidentemente el hecho es presentado por los evangelistas como
sobrenatural en absoluto"-, y también al dar como "extraordinario" el
que al final de los 40 días tuviese hambre7. Ese ayuno está al alcance
del organismo humano; y el hecho de desaparecer el hambre a los 3 ó 4
días de dieta total y reaparecer con gran fuerza alrededor de los 40
días (que es el tiempo de vida del glóbulo rojo) es la ley general.
Hablamos del ayuno total en el cual se bebe agua: los evangelistas no dicen que Jesús no bebiera. Este ayuno es conocidísimo en Oriente, aun como medio terapéutico*; y conocemos varias personas que lo han practicado sin inconvenientes y con ventajas. En tiempo de Cristo tenía un sentido religioso, que era el de prepararse a una gran misión. No es una cosa de juego ciertamente, pero no es ningún milagro anoser que constara que no bebió agua tampoco. Eso sí creemos es
r Ricciotti - Vida de Jesucristo - Traducción espartóla 1944 - Mlracle, Barcelona - § 271. (L.C.)
* Véase el libro del curandero ruso Suvorine El ayuno terapéutico. (L.C.)
biológicamente imposible por el lapso de 40 dfas sin milagro. Así pues el ayuno y las tentaciones subsiguientes ya son mesiánicos. El milagro de Caná, que parece una amable deferencia hacia sus amigos, ostenta la conclusión de que "creyeron en Él sus discípulos", es decir, los discípulos que el Bautista le envió, Pedro y Andrés, Juan y su hermano. El bautismo y el testimonio del Bautista son una solemne consagración de mesianismo. Y el primer acto público del nuevo profeta es un acto de autoridad que tiene el fragor indisimulable de una bomba. La recusación del Mesías, humilde y naddo en Galilea se había iniciado ya en la persona de su Precursor y primer discípulo el Bautista. Los fariseos no lo habían reconocido y le eran adversos, como se deduce de la violenta imprecación y amenazas con que éste los obsequia, evidentemente después del "examen" que trae San Juan Evangelista en el cual el Bautista les responde en cambio con toda modestia y deferencia. De aquel examen los fariseos sacaron que el Bautista, por propia confesión, no era el Mesías, no era Elias, no era profeta y que su autoridad derivaba de otro mucho mayor que él, que había de aparecer, que estaba ya entre ellos y ellos no conocían. "No creyeron en él", consta por los tres Sinópticos’ . Es muy probable y parece traslucirse del Evangelio que con esta "confesión" los fariseos comenzaron a combatir a Juan, desautorizándolo; y también por ende al otro "mayor" en el cual se apoyaba.
* Mt. 21, 23-27; Me. 11, 27-33; Le. 20, 1-8.No hay que olvidar que la información religiosa estaba en manos de la logia: de la red de la predicación organizada y eficaz que cubría judea, comparable a nuestras parroquias modernas, la clave la tenían los Doctores de ,1a Ley. Con el resultado del "examen" de la comisión oficial, que no procedió adelante cuando se llegó al punto vital, táctica farisea que se repetirá muchas veces, se podía presentar a Juan como un cismático y un semiloco; y es prácticamente cierto que lo hicieron, visto que inmediatamente lo hacen con Cristo, como consta explícitamente en el Evangelio. "Estás loco. Tienes demonio. Contradices la Ley de Moisés." Los fariseos disponían de la llave de la información religiosa, de todos los "boletines eclesiásticos" como dijéramos. Asombra la mansedumbre de la defensa de Cristo, que a primera vista parece violenta; pero naturalmente es la defensa de un rey ante un usurpador por manso que sea: no es la defensa de un inferior. Podían haberlo arrollado en el Atrio del Templo, a un solo hombre armado de un cinto, contra una multitud; el que no lo hayan hecho demuestra la mala conciencia (y la debilidad que ella naturalmente causa) no sólo de los tratantes sino de tos sacerdotes custodios y sacristas. Se limitan a interrogarlo. A la pregunta, contesta Jesús atribuyéndose una relación especial con Dios y con esa casa ("la casa de mi padre") y al requerimiento de un milagro, no niega que pueda él hacerlos, antes se afirma capaz de un portento enorme, mayor de lo que ellos podían imaginar: chocante. ' Este acto de indignación y autoridad, especie de parábola en acción no se repite sino al fin de la campaña de Cristo, si es que la demostración que narran los Sinópticos al final10 no es la misma que Juan, más cuidadoso de la cronología, narra al principio", como algunos opinan. Es igual para el caso. Su sentido era claro para los judíos. Y la reacción de los fariseos es de perfecto cerrojazo a la afirmación mesiánica y “buscan cómo eliminarlo; pues le tenían miedo; y no sabían qué hacerle; porque la turba lo admiraba." El resto de la defensa de Cristo es verbal y se confunde con su misión de Maestro, Reformador y profeta. Es una discusión continua con los vacuos doctores. Consiste en denunciar la casuística farisaica como vana, vacía y perversa; en establecer que la salvación del hombre no está en pertenecer a una nación, raza, secta, congregación o grupo, ni en tener la doctrina verdadera ni siquiera en hacer milagros, sino en el amor a Dios y al prójimo cuya base es la justicia y cuya flor es la misericordia; en completar los preceptos meramente exteriores con la introducción de la pureza y santidad interior; en prevenir a sus discípulos contra el pervadente espíritu farisaico, que él llama "fermento"; en deshacer sus estratagem as y afrontar victoriosam ente sus interpelaciones; en definir el fariseísmo con rasgos cada vez más terribles; y por último en recurrir a la imprecación y la amenaza divina, al modo de los antiguos profetas. Hemos de creer que existió esta gradación en la lucha, como es natural, a medida que crecía la persecución y la inminencia del asesinato; y que las tremendas maldiciones de Mateo XXIII representan el último estadio del largo forcejeo, cuando ya el propósito homicida era patente y público.D MI. 21, 12-17; Me. 11, 15-19; Le. 19, 45-48. " Jn, 2, 12-22 “¿No es éste el que quieren matar? ¿Y cómo anda aquí tan tranquilo predicando en el templo?" La discusión con los fariseos penetra y enmarca toda la predicación de Cristo, de modo que era de la más dramática "actualidad". Los hebreos según nos cuentan amaban las "payadas en contrapunto", como nuestros paisanos, y en general todos los pueblos primitivos: el pueblo gusta de instruirse y aprender oyendo el pro y él contra de una tesis en boca de dos peritos. En realidad es la manera más natural y eficaz de convencer, mezcla de instrucción, lucha y juego. Es tan interesante como el fútbol. La discusión con los doctores da pie a Cristo para exponer genialmente su doctrina: hasta las parábolas con que describe, define y funda su reino tienen en vista la idea farisaica del falso Reino mesiánico. Sus respuestas a preguntas sutiles, embrolladas o arteras que ahora nos parecen sencillas y a fuerza de oírlas, obvias, son geniales. Recuerdan el peligroso interrogatorio de Juana de Arco. A veces esquiva la pregunta contestándola con otra pregunta, como hacen los campesinos gallegos; otras veces responde con una parábola o una antítesis, metáfora o sentencia inesperada; cuando hay buena fe responde directamente; como al Escriba que le pregunta cuál era el mayor de los mandatos, y que habiendo testificado: "Maestro, has respondido bien, realmente el amor a Dios y al prójimo abarca toda la Ley" es premiado con esta invitación: "No estás lejos del Reino de Dios". El ejemplo típico de la pregunta esquivada es el que narran los tres sinópticos de los últimos días de la predicación, en el Templo, y no ante un doctor solo sino ante muchos reunidos y todo el pueblo. Le preguntan ya casi oficialmente — "príncipes de los Sacerdotes, o prelados como si dijéramos, escribas o sea teólogos, Ancianos del Pueblo o magistrados reunidos en uno: —Dinos con qué autoridad haces esto y quién te dio esta potestad." Lo había dicho ya cien veces. La pregunta tendía a hacerle confesar públicamente que no tenía permiso de ellos para predicar, o bien desmentirlo en su cara. Respondió diciéndoles: —Os preguntaré yo también/una cosa, que si me la dijereis, también os diré yo'la potestad que tengo. ¿El bautismo de Juan de dónde era? ¿Era cosa de Dios o cosa de hombres? Respondedme. Bien mirado, esta pregunta envuelve la respuesta a la otra: hago esto con autoridad de Dios como lo testificó fehacientemente Juan el Bautista. La pregunta llevaba la cuestión a sus fuentes, no era un subterfugio solamente. Ellos así lo vieron. "Si dijéramos: 'era de Dios', nos dirá: '¿Por qué pues no lo creisteis?' Si decimos: 'era cosa de hombres', el pueblo entero es capaz de apedrearnos; porque están ciertos de que Juan era verdadero profeta..." Tocaron a retirada: — No lo sabemos. Tenían obligación de saberlo. No querían decirlo. Por eso Jesús no contesta, como pedía la rima, "Yo tampoco sé lo que me preguntáis", sino que les responde:
—Yo tampoco os digo con qué autoridad hago lo que hago —aunque en realidad se los había dicho en la forma sutil de los "contrapuntos" semíticos. El pueblo espectador sentenció sin duda con un murmullo de aprobación. Ejemplo de las dos otras dos maneras de responder, directa y parabólica, es la bellísima parábola del Buen Samaritano. La predicación ya está muy adentrada, han vuelto los 72 discípulos, Cristo recorre sistemáticamente la Judea, se habla de Él por todo. Un Doctor de la Ley se aproxima y lo interroga con sencillez: "Maestro, ¿haciendo qué cosa entraré en la vida eterna?" Éste debía ser uno de la séptima clase de fariseos que enumera el Talmud, "farlseo-de-temor", es decir, con verdadera religiosidad, "temor de Dios* para los hebreos. Las otras seis clases eran desastrosas: "fariseo por el precio", "fariseo santulón", "fariseo palitroque", "fariseo con mataduras", "fariseo rengo" y "fariseo de Liquem", o sea; aprovechados Así los clasifica el Talmud.
Cristo le contesta pues con la misma sencillez: "Eres doctor, ¿qué dice la Ley?" Responde con las palabras del Deuteronomio y el Levítico combinadas, como quizá sabía que Cristo había ya respondido alguna vez: —"Amarás al Señor Dios tuyo con todo tu corazón, tu alma, tus fuerzas y tu pensamiento; y al prójimo tuyo como a ti mismo." Aprobó Jesús y citó a su vez el Levítico: —Bien respondiste: Haz eso y vivirás. Mas el otro quiso hacer ver que preguntaba una verdadera dificultad y no una sabida referencia; que se refería a una cuestión debatida por la casuística del tiempo y embrollada por el orgullo nacional: quién es exactamente "el prójimo" para un israelita. ¿Por ventura los idólatras, los samaritanos, los prepotentes y opresivos romanos entraban también en cuenta? — ¿Y quién es exactamente mi prójimo? "Agarró Jesús", dice el Evangelio; es decir, recogió la oportunidad, tomó la actitud de los nabi-him y empezó a improvisar para todos en estilo oral, uno de sus "recitados rítmicos", una cosa como un "romance" de los tiempos del Cid o una "payada" nuestra.
"Un hombre bajaba de Salem a Jericó Y tropezó con ladrones. Los cuales, habiéndolo despojado Y héchole heridas, Se retiraron Dejándolo medio muerto.
Casualmente bajando un Sacerdote Por aquel camino Y viéndolo de aquella manera, Lo dejó de lado.
Del mismo modo —yendo un Levita Por aquel lugar Y viéndolo. Lo dejó de lado.
Más viniendo un Samaritano Por el mismo camino, Y viéndolo se apiadó, Y arrimándose vendó sus heridas Echándoles aceite y vino, Y levantándolo sobre su caballería Lo llevó al parador Y lo cuidó. z Y a la madrugada sacando dos dineros Diolos al paradero Y te dijo: Ten cura de él Y si expendes algo más, Yo en mi retorno Te lo abonaré...
La historia está netamente narrada; y es posible sea un hecho real. El trecho de 37 kilómetros de Jerusalén a Jericó siendo por una parte muy transitado, era por otra una sterramorena en cierto lugar que los judíos llamaban La Vueltita de la Sangre. Cristo pudo haber oído el hecho al pasar por Jericó esos mismos días. Es sabido que los grandes poetas inventan poco; aunque todo lo que saben lo reinventan, Es seguro que la gente empezó a decir: "Es verídico. Ha pasao tal cual." Después se volvió el narrador de nuevo hacia el teólogo y preguntó. — ¿Cuál de los tres te parece fue el prójimo del que tropezó con ladrones? Dijo él: — El que usó misericordia con él. Y dljole Jesús: —Ve, y hazlo tú igual: —réplica del epílogo anterior "Haz eso y vivirás", dicho esta vez con autoridad propia. La parábola era llamativa (jUn Sacerdote! ¡Un levita! jUn samaritano! ¡Un asaltado y apuñalado!) y altamente antifarisaica, no sólo por la osada denuncia del mal corazón de las castas litúrgicas sino sobre todo por la proclamación del principio de la "proximidad" Y levantándolo sobre su caballería Lo llevó al parador Y lo cuidó. Y a la madrugada sacando dos dineros Diolos al paradero Y le dijo: Ten cura de él Y si expendes algo más, Yo en mi retorno Te lo abonaré...
La historia está netamente narrada; y es posible sea un hecho real. El trecho de 37 kilómetros de Jerusalén a Jericó siendo por una parte muy transitado, era por otra una sierramorena en cierto lugar que los judíos llamaban La Vueltita de la Sangre. Cristo pudo haber oído el hecho al pasar por Jericó esos mismos días. Es sabido que los grandes poetas inventan poco; aunque todo lo que saben lo reinventan. Es seguro que la gente empezó a decir: "Es verídico. Ha pasao tal cuaL" Después se volvió el narrador de nuevo hacia el teólogo y preguntó. — ¿Cuál de los tres te parece fue el prójimo del que tropezó con ladrones? Dijo él: — El que usó misericordia con él. Y díjole Jesús: — Ve, y hazlo tú igual: —réplica del epílogo anterior "Haz eso y vivirás", dicho esta vez con autoridad propia. La parábola era llamativa (¡Un Sacerdote! ¡Un levita! ¡Un samaritano! ¡Un asaltado y apuñalado!) y altamente antifarisaica, no sólo por la osada denuncia del mal corazón de las castas litúrgicas sino sobre todo por la proclamación del principio de la "proximidad" de todo humano ser necesitado, fuese de la casta que fuese. La misericordia es en definitiva lo que regula la proximidad entre los hombres y no las fronteras o la situación social pues una especie de profunda compasión o "simpatía" es el fondo último del verdadero amor, en tal forma que puede surgir para mi una obligación grave de hacer de padre o hermano a un extraño si la necesidad es extrema y no hay otro a quien más le toque; de acuerdo a lo que dice San Agustín: "Si pudiste salvarlo y lo dejaste, lo mataste". Si reliquisti dum servare potuisti, illum occidisti. Un amigo mió añadió un apéndice a esta parábola, o mejor dicho (para ser reverentes) compuso otra parábola con este título:
Después de la Parábola
SACERDOTE. — ¿Está todo a punto? LEVITA. —Ud. cree que las cosas se hacen solas. SAC — ¡Sapristí! ¿No está todo a punto? LEV. — Casi todo. Pero ¡el trabajo que me ha costao...! SAC. — ¿Y a mi nada, verdad? ¿Está adornada la Santa Gabia? LEV. —Está adornada, están las flores, están las cintas, están las palomas, están los monaguillos, está el incienso, está la banda de música... SAC, — ¿Y la Perpetua? LEV. —Ha salido, vuelve al instante. Falta el guión... SAC. —¿Qué no ha venido el Gran Cochifrito? ( LEV. —Vendrá. Pero se hará esperar, pprque para eso es el Gran Cochifrito..,
12 Este texto fue incluido en Doce Parábolas Cimarronas.
de todo humano ser necesitado, fuese de la casta que fuese. La misericordia es en definitiva lo que regula la proximidad entre los hombres y no las fronteras o la situación social pues una especie de profunda compasión o "simpatía" es ei fondo último de] verdadero amor, en tal forma que puede surgir para mi una obli- gación grave de hacer de padre o hermano a un extraño si la necesidad es extrema y no hay otro a quien más le toque; de acuerdo a lo que dice San Agustín: "Si pudiste salvarlo y lo dejaste, lo mataste". Si reliquisti dum servare potuisti, illum occidisti. Un amigo mió añadió un apéndice a esta parábola, o mejor dicho (para ser reverentes) compuso otra parábola con este título;
Después de la Parábola 11
SACERDOTE. — ¿Está todo a punto? LEVITA. —Ud. cree que las cosas se hacen solas. SAC. —¡Sapristít ¿No está todo a punto? LEV. —Casi todo. Pero ¡el trabajo que me ha cosUo...! SAC. —¿Y a mi nada, verdad? ¿Está adornada la Santa Gabia? LEV. —Está adornada, están las flores, están las cintas, están las palomas, están los monaguillos, está el inciensa, está la banda de música... SAC..—¿Y la Perpetua? LEV. —Ha salido, vuelve al instante. Falta el guión... SAC. —¿Qué no ha venidp el Gran Cochifrito? LEV. — Vendrá. Pero se hará esperar, porque para eso es el Gran Cochifrito...
11 Este texto fue incluido en Doce Parábolas Cimarronas.
SAC. — Que no nos vaya a fallar... LEV. —Pues no; pero creo que sería una gran suerte. Hay gente que solamente porque él lleva el guión, no acudirá a la procesión. „ SAC. —Sí, los sinvergüenzas. LEW —Y los pobres. ■ SAC. — Los que no tienen 5donde caerse muertos... LEV. — Para caerse muerto nunca falta sitio. ¡Ah! Ahora que recuerdo... SAC. — ¿Te has olvidado de alguna cofradía? LEV. — No. Pero decía yo que hoy, cuando venía por el camino de Jericó... ' SAC. — ¡Ah! ■ • '■ . LEV. —Vi un hombre muerto... - ■' ; = SAC. — ¡Ah! ¿Estaba muerto? LEV. — ¿Qué lo vio Monseñor también? SAC. —A mi me pareció demasiado vivo: borracho... LEV. — Cosido a puñaladas... . ( SAC. —Todo puede ser... Un samaritano, de fijo. Esa gente se emborracha, se trenzan entre ellos, riñen, se matan, y después vaya Ud. a recogerlos, dejar su quehacer y enterrarlos... LEV. —Es enteramente humano y razonable, Monseñor. Pero ¿no dice Ud. que lo vio vivo? SAC. —Por eso mismo. Ya se arreglará, dije yo. ' Si tiene fuerzas para hacerme señas con la mano, ya se levantará, y se irá a ca' otro Samaritano. Está lleno de Samaritanos. Esta gente tiene siete vidas como los gatos... y más hijos que los conejos. LEV! — Exactamente. Lo están llenando todo. Habría que prohibirles la inmigración. El Gobierno no sé que hace. Vienen aquí como moscas. Viene uno, se acomoda, llama su familia, después se trae un primo o un 1 vecino, esto se llena como alud. Viven amontona- ' dos como bestias en cualquier parte. Y yo digo: ¡si sobrase aqní trabajo! Pero falta el trabajo para los nuestros, y lo poco o nada que ganamos, aun trabajando como negros...1 Esto es una plaga viva... SAC. —Y que se acomodan bien. Algunos andan llenos de plata, y lo peor es que no saben gastarla. En la Iglesia usté no verá ninguno. ¿Diezmos dice Ud.? A ellos no los obligan. ¿Colectas? Dan una miseria, si es que dan! Malcriados y basta. Borracheras y bailes. Bebedores y fumadores dé lo peor. Con eso no me extraña que vayan a morir por los caminos... LEV. — ¿Por qué no mandamos al camino dos jóvenes de la Acción Israelita? Tanto por ver. ¡Quién sabe si era Samaritano y quién sabe si está muerto? El muerto se mueve... es el título de una novela policial. No, déjeme pensar: El muerto mueve la mano... Muy buena la novela. Es de un inglés que se llama... déjeme recordar... ' SAC. —Déjate de novelas. Te he dicho ya mil veces que un Levita no ha de leer novelas: Tienes el Talmud y el Targum... LEV. —Yo casi me detengo, pero dije, digo: Detrás viene Monseñor, y si me encuentra aquí en el camino ' lidiando con un muerto, el día de la procesión de la Santa Gábia, ¡botones! Ya verá él si quiere. El que manda, manda... SAC. — ¡Necuáeuam! ¡Melocotones! ¡Enredos con la justicia, con la brigada número siete de guardia en la ¿Vueltita de la Sangre, que el sargento es un bruto como no hay! Que se arregle la policía. ¡Gente de mal vivir! ¡A mí que no me vengan con historias de gente de mal vivir! ¡Cada calubnia que le sueltan a uno sin dar el menor motivo! Caluznieros como los saduceos no hay. ¡Con la gente de mal vivir que se arregle la policía! LEV. — Verdad. Pero podía ser y no ser que a las vueltas de todo fuese un hijo de la Ley, mire Ud., que hubiese tropezado con la banda del Beneit: uno de los nuestros... El Beneit no respeta pelo ni marca. SAC. — La caridad bien ordenada comienza por sí mismo. Que cada palo aguante su vela. A burro muerto la cebada al rabo. Zapatero a tus zapatos. El culto divino está por arriba de todo. Los romanos son la mar de buenos a poner multas. ¡Y el que se arrodea con gente de mal vivir! Bueno; encima tuvo que escoger un día de procesión mayor. Tú dirás. LEV. — Es humano, Monseñor. Lo comprendo. Yo francamente, Monseñor, estuve en un tris de bajarme o no bajarme a la cuneta, el tipo se movía y era una sola mancha de sangre... La mancha de sangre: otra novela. Pero dije, digo: procediendo detrás de mí Monseñor, no procede; él verá lo que se ha de hacer. Es un hombre razonable y humano... y además, tiene su genio, tiene. SAC. —Pues yo dije; habiendo pasado el Levita, si no se ha detenido por curiosidad tan siquiera, o está borracho o está pasa o del todo, quiero decir el otro, ojo, no se me soliviante, amigo. Para esto hay tiempo y la procesión no espera. A tu oficio, Paco. Los samarita- nos no quieren saber nada con los sacerdotes. LEV. — La verdad es, Monseñor, que no vestía como samaritano. SAC. — Lo mismo da, ¿Dónde está mi capa pluvial? LEV. —La llevó la perpetua a coserle un broche. SAC. — [Pues que la traiga inmediatamente!
LEV. —Monseñor, perdóneme, le voy a decir la verdá: la mandé a la Perpetua con dos monacillos al lugardel muerto. Mejor dicho, se fue ella misma lo mismo que un cohete, que la curiosldá la comía apenas le conté el caso. SAC. — ¡Desdichado! ¡En el momento de la procesión! LEV. — No puede tardar mucho en volver. Vela aquí.
(La Perpetua muy alborotada)
PERPETUA. — ¡Dasastre! ¡Dasastre completo! ¡Barre-basada! ¡No era sem artstano! El otro era semaristano, el que lo arrequijló. Un semaristano lo arrequijió y nojotro no. La airamos por el medio, como dicen, la arrámos por el aje ¡por el ejo! En la fonda, muy enojao, no quiere ver a presona. No quiere saber nada, vamos. SAC. —¿Qué es eso? ¿Qué dice mujer? ¿De qué se trata? PERP. — Un semaristano levantólo en su mulo, y llevólo ca' la Déla, a la fonda. Todo pegado... pagado, digo. Por adelantal pagó todo. Vandólo él mesmo, le puso un rimedio. Siete. Siete puñaladas como puños. Ni una menos. Era un concejá, un vecino muy visto de Jericó. SAC. — ¡Dios nos valga! No será Mestre Llovet, que tenía que volver de Jeruslén, me figuro. PERP. — Eso. Me afiguro que sí: Mastre Llivet. Espere osté. Llivet, no. Una cosa ansí. Llavet, por un quizáes. SAC. —¡Maldición! ¿Y dices que era concejal?
PERP, — Concejál, no. Elcalde, cuasi, o algo ansí. Me lo dijo la Déla. Propietario jurao. Hombre de posibles. SAC, — ¡Vestido de ese modo! PERP. — Pa' que no los ledrones sispechasen. Pero fachao ya me lo teníen. Mucha calderilla l'han llavao. Mucha. Mejón lo hubían muerto del to\ Pero qué. Vandólo el otro. Duerme ahora y a denguno quié ver. SAC. — Pues voy a verlo ahora mismo. ¡Aceitunas! Que no me haya conocido, eso es lo que pido a Dios. LEV. — Están repicando la salida. SAC. —Y tú, bruto inmenso, tenías que ser tú. LEV. —¿Yo qué? SAC. —No haberte parao un minuto siquiera.,. LEV. —¿Y usté? ( i SAC. — Un hombre tirao en aquella cuneta como un perro, un levita que pasa... Ahora ¿qué va a decir la gente? , a LEV. —Comienza la procesión. SAC. — iQue espere la procesión! ¿Dónde queda la tonda esa? Es que podemos quedar muy mal. ¡Mire que haber ido a levantarlo justamente un samaritano! Ahiestá lo que es tener levitas sin cabeza... LEV. —Y usté, hombre sin corazón ¿me va a contar a mí que confundió un herido con un borracho? PERP. — ¡Calma! ¡Acalmansen ustés! SAC, — ¡Déjame que te estrello! ¡Que no sé qué hacer! LEV. —Bueno, ahora ya no hay nada que hacer. PERP, — ¡La capa prival! SAC. — ¡Dejemén pensar! LEV. Y PERP. (a coro) — ¡La capa prival! ¡Que se va la procesión! ¡Que ya los ateletas sacan la Santa Gabia!
SAC. — ¡Dasastre! Quiero decir ¡dasestre! Bueno ¡desastre! Pasen la capa. Ahora ustedes, de todo esto, ni mus ¿estamos? Otra vez que me encuentre un muerto o un borracho en el camino... será otra cosa. Pero ¿quién podía pensar...? ¡El Consejal Llovet, que puede quitarnos el impuesto y llevar el palio en las procesiones! Ahora lo único que nos falta es que nos falte el Cochifrito...
Hablamos del ayuno total en el cual se bebe agua: los evangelistas no dicen que Jesús no bebiera. Este ayuno es conocidísimo en Oriente, aun como medio terapéutico*; y conocemos varias personas que lo han practicado sin inconvenientes y con ventajas. En tiempo de Cristo tenía un sentido religioso, que era el de prepararse a una gran misión. No es una cosa de juego ciertamente, pero no es ningún milagro anoser que constara que no bebió agua tampoco. Eso sí creemos es
r Ricciotti - Vida de Jesucristo - Traducción espartóla 1944 - Mlracle, Barcelona - § 271. (L.C.)
* Véase el libro del curandero ruso Suvorine El ayuno terapéutico. (L.C.)
biológicamente imposible por el lapso de 40 dfas sin milagro. Así pues el ayuno y las tentaciones subsiguientes ya son mesiánicos. El milagro de Caná, que parece una amable deferencia hacia sus amigos, ostenta la conclusión de que "creyeron en Él sus discípulos", es decir, los discípulos que el Bautista le envió, Pedro y Andrés, Juan y su hermano. El bautismo y el testimonio del Bautista son una solemne consagración de mesianismo. Y el primer acto público del nuevo profeta es un acto de autoridad que tiene el fragor indisimulable de una bomba. La recusación del Mesías, humilde y naddo en Galilea se había iniciado ya en la persona de su Precursor y primer discípulo el Bautista. Los fariseos no lo habían reconocido y le eran adversos, como se deduce de la violenta imprecación y amenazas con que éste los obsequia, evidentemente después del "examen" que trae San Juan Evangelista en el cual el Bautista les responde en cambio con toda modestia y deferencia. De aquel examen los fariseos sacaron que el Bautista, por propia confesión, no era el Mesías, no era Elias, no era profeta y que su autoridad derivaba de otro mucho mayor que él, que había de aparecer, que estaba ya entre ellos y ellos no conocían. "No creyeron en él", consta por los tres Sinópticos’ . Es muy probable y parece traslucirse del Evangelio que con esta "confesión" los fariseos comenzaron a combatir a Juan, desautorizándolo; y también por ende al otro "mayor" en el cual se apoyaba.
* Mt. 21, 23-27; Me. 11, 27-33; Le. 20, 1-8.No hay que olvidar que la información religiosa estaba en manos de la logia: de la red de la predicación organizada y eficaz que cubría judea, comparable a nuestras parroquias modernas, la clave la tenían los Doctores de ,1a Ley. Con el resultado del "examen" de la comisión oficial, que no procedió adelante cuando se llegó al punto vital, táctica farisea que se repetirá muchas veces, se podía presentar a Juan como un cismático y un semiloco; y es prácticamente cierto que lo hicieron, visto que inmediatamente lo hacen con Cristo, como consta explícitamente en el Evangelio. "Estás loco. Tienes demonio. Contradices la Ley de Moisés." Los fariseos disponían de la llave de la información religiosa, de todos los "boletines eclesiásticos" como dijéramos. Asombra la mansedumbre de la defensa de Cristo, que a primera vista parece violenta; pero naturalmente es la defensa de un rey ante un usurpador por manso que sea: no es la defensa de un inferior. Podían haberlo arrollado en el Atrio del Templo, a un solo hombre armado de un cinto, contra una multitud; el que no lo hayan hecho demuestra la mala conciencia (y la debilidad que ella naturalmente causa) no sólo de los tratantes sino de tos sacerdotes custodios y sacristas. Se limitan a interrogarlo. A la pregunta, contesta Jesús atribuyéndose una relación especial con Dios y con esa casa ("la casa de mi padre") y al requerimiento de un milagro, no niega que pueda él hacerlos, antes se afirma capaz de un portento enorme, mayor de lo que ellos podían imaginar: chocante. ' Este acto de indignación y autoridad, especie de parábola en acción no se repite sino al fin de la campaña de Cristo, si es que la demostración que narran los Sinópticos al final10 no es la misma que Juan, más cuidadoso de la cronología, narra al principio", como algunos opinan. Es igual para el caso. Su sentido era claro para los judíos. Y la reacción de los fariseos es de perfecto cerrojazo a la afirmación mesiánica y “buscan cómo eliminarlo; pues le tenían miedo; y no sabían qué hacerle; porque la turba lo admiraba." El resto de la defensa de Cristo es verbal y se confunde con su misión de Maestro, Reformador y profeta. Es una discusión continua con los vacuos doctores. Consiste en denunciar la casuística farisaica como vana, vacía y perversa; en establecer que la salvación del hombre no está en pertenecer a una nación, raza, secta, congregación o grupo, ni en tener la doctrina verdadera ni siquiera en hacer milagros, sino en el amor a Dios y al prójimo cuya base es la justicia y cuya flor es la misericordia; en completar los preceptos meramente exteriores con la introducción de la pureza y santidad interior; en prevenir a sus discípulos contra el pervadente espíritu farisaico, que él llama "fermento"; en deshacer sus estratagem as y afrontar victoriosam ente sus interpelaciones; en definir el fariseísmo con rasgos cada vez más terribles; y por último en recurrir a la imprecación y la amenaza divina, al modo de los antiguos profetas. Hemos de creer que existió esta gradación en la lucha, como es natural, a medida que crecía la persecución y la inminencia del asesinato; y que las tremendas maldiciones de Mateo XXIII representan el último estadio del largo forcejeo, cuando ya el propósito homicida era patente y público.D MI. 21, 12-17; Me. 11, 15-19; Le. 19, 45-48. " Jn, 2, 12-22 “¿No es éste el que quieren matar? ¿Y cómo anda aquí tan tranquilo predicando en el templo?" La discusión con los fariseos penetra y enmarca toda la predicación de Cristo, de modo que era de la más dramática "actualidad". Los hebreos según nos cuentan amaban las "payadas en contrapunto", como nuestros paisanos, y en general todos los pueblos primitivos: el pueblo gusta de instruirse y aprender oyendo el pro y él contra de una tesis en boca de dos peritos. En realidad es la manera más natural y eficaz de convencer, mezcla de instrucción, lucha y juego. Es tan interesante como el fútbol. La discusión con los doctores da pie a Cristo para exponer genialmente su doctrina: hasta las parábolas con que describe, define y funda su reino tienen en vista la idea farisaica del falso Reino mesiánico. Sus respuestas a preguntas sutiles, embrolladas o arteras que ahora nos parecen sencillas y a fuerza de oírlas, obvias, son geniales. Recuerdan el peligroso interrogatorio de Juana de Arco. A veces esquiva la pregunta contestándola con otra pregunta, como hacen los campesinos gallegos; otras veces responde con una parábola o una antítesis, metáfora o sentencia inesperada; cuando hay buena fe responde directamente; como al Escriba que le pregunta cuál era el mayor de los mandatos, y que habiendo testificado: "Maestro, has respondido bien, realmente el amor a Dios y al prójimo abarca toda la Ley" es premiado con esta invitación: "No estás lejos del Reino de Dios". El ejemplo típico de la pregunta esquivada es el que narran los tres sinópticos de los últimos días de la predicación, en el Templo, y no ante un doctor solo sino ante muchos reunidos y todo el pueblo. Le preguntan ya casi oficialmente — "príncipes de los Sacerdotes, o prelados como si dijéramos, escribas o sea teólogos, Ancianos del Pueblo o magistrados reunidos en uno: —Dinos con qué autoridad haces esto y quién te dio esta potestad." Lo había dicho ya cien veces. La pregunta tendía a hacerle confesar públicamente que no tenía permiso de ellos para predicar, o bien desmentirlo en su cara. Respondió diciéndoles: —Os preguntaré yo también/una cosa, que si me la dijereis, también os diré yo'la potestad que tengo. ¿El bautismo de Juan de dónde era? ¿Era cosa de Dios o cosa de hombres? Respondedme. Bien mirado, esta pregunta envuelve la respuesta a la otra: hago esto con autoridad de Dios como lo testificó fehacientemente Juan el Bautista. La pregunta llevaba la cuestión a sus fuentes, no era un subterfugio solamente. Ellos así lo vieron. "Si dijéramos: 'era de Dios', nos dirá: '¿Por qué pues no lo creisteis?' Si decimos: 'era cosa de hombres', el pueblo entero es capaz de apedrearnos; porque están ciertos de que Juan era verdadero profeta..." Tocaron a retirada: — No lo sabemos. Tenían obligación de saberlo. No querían decirlo. Por eso Jesús no contesta, como pedía la rima, "Yo tampoco sé lo que me preguntáis", sino que les responde:
—Yo tampoco os digo con qué autoridad hago lo que hago —aunque en realidad se los había dicho en la forma sutil de los "contrapuntos" semíticos. El pueblo espectador sentenció sin duda con un murmullo de aprobación. Ejemplo de las dos otras dos maneras de responder, directa y parabólica, es la bellísima parábola del Buen Samaritano. La predicación ya está muy adentrada, han vuelto los 72 discípulos, Cristo recorre sistemáticamente la Judea, se habla de Él por todo. Un Doctor de la Ley se aproxima y lo interroga con sencillez: "Maestro, ¿haciendo qué cosa entraré en la vida eterna?" Éste debía ser uno de la séptima clase de fariseos que enumera el Talmud, "farlseo-de-temor", es decir, con verdadera religiosidad, "temor de Dios* para los hebreos. Las otras seis clases eran desastrosas: "fariseo por el precio", "fariseo santulón", "fariseo palitroque", "fariseo con mataduras", "fariseo rengo" y "fariseo de Liquem", o sea; aprovechados Así los clasifica el Talmud.
Cristo le contesta pues con la misma sencillez: "Eres doctor, ¿qué dice la Ley?" Responde con las palabras del Deuteronomio y el Levítico combinadas, como quizá sabía que Cristo había ya respondido alguna vez: —"Amarás al Señor Dios tuyo con todo tu corazón, tu alma, tus fuerzas y tu pensamiento; y al prójimo tuyo como a ti mismo." Aprobó Jesús y citó a su vez el Levítico: —Bien respondiste: Haz eso y vivirás. Mas el otro quiso hacer ver que preguntaba una verdadera dificultad y no una sabida referencia; que se refería a una cuestión debatida por la casuística del tiempo y embrollada por el orgullo nacional: quién es exactamente "el prójimo" para un israelita. ¿Por ventura los idólatras, los samaritanos, los prepotentes y opresivos romanos entraban también en cuenta? — ¿Y quién es exactamente mi prójimo? "Agarró Jesús", dice el Evangelio; es decir, recogió la oportunidad, tomó la actitud de los nabi-him y empezó a improvisar para todos en estilo oral, uno de sus "recitados rítmicos", una cosa como un "romance" de los tiempos del Cid o una "payada" nuestra.
"Un hombre bajaba de Salem a Jericó Y tropezó con ladrones. Los cuales, habiéndolo despojado Y héchole heridas, Se retiraron Dejándolo medio muerto.
Casualmente bajando un Sacerdote Por aquel camino Y viéndolo de aquella manera, Lo dejó de lado.
Del mismo modo —yendo un Levita Por aquel lugar Y viéndolo. Lo dejó de lado.
Más viniendo un Samaritano Por el mismo camino, Y viéndolo se apiadó, Y arrimándose vendó sus heridas Echándoles aceite y vino, Y levantándolo sobre su caballería Lo llevó al parador Y lo cuidó. z Y a la madrugada sacando dos dineros Diolos al paradero Y te dijo: Ten cura de él Y si expendes algo más, Yo en mi retorno Te lo abonaré...
La historia está netamente narrada; y es posible sea un hecho real. El trecho de 37 kilómetros de Jerusalén a Jericó siendo por una parte muy transitado, era por otra una sterramorena en cierto lugar que los judíos llamaban La Vueltita de la Sangre. Cristo pudo haber oído el hecho al pasar por Jericó esos mismos días. Es sabido que los grandes poetas inventan poco; aunque todo lo que saben lo reinventan, Es seguro que la gente empezó a decir: "Es verídico. Ha pasao tal cual." Después se volvió el narrador de nuevo hacia el teólogo y preguntó. — ¿Cuál de los tres te parece fue el prójimo del que tropezó con ladrones? Dijo él: — El que usó misericordia con él. Y dljole Jesús: —Ve, y hazlo tú igual: —réplica del epílogo anterior "Haz eso y vivirás", dicho esta vez con autoridad propia. La parábola era llamativa (jUn Sacerdote! ¡Un levita! jUn samaritano! ¡Un asaltado y apuñalado!) y altamente antifarisaica, no sólo por la osada denuncia del mal corazón de las castas litúrgicas sino sobre todo por la proclamación del principio de la "proximidad" Y levantándolo sobre su caballería Lo llevó al parador Y lo cuidó. Y a la madrugada sacando dos dineros Diolos al paradero Y le dijo: Ten cura de él Y si expendes algo más, Yo en mi retorno Te lo abonaré...
La historia está netamente narrada; y es posible sea un hecho real. El trecho de 37 kilómetros de Jerusalén a Jericó siendo por una parte muy transitado, era por otra una sierramorena en cierto lugar que los judíos llamaban La Vueltita de la Sangre. Cristo pudo haber oído el hecho al pasar por Jericó esos mismos días. Es sabido que los grandes poetas inventan poco; aunque todo lo que saben lo reinventan. Es seguro que la gente empezó a decir: "Es verídico. Ha pasao tal cuaL" Después se volvió el narrador de nuevo hacia el teólogo y preguntó. — ¿Cuál de los tres te parece fue el prójimo del que tropezó con ladrones? Dijo él: — El que usó misericordia con él. Y díjole Jesús: — Ve, y hazlo tú igual: —réplica del epílogo anterior "Haz eso y vivirás", dicho esta vez con autoridad propia. La parábola era llamativa (¡Un Sacerdote! ¡Un levita! ¡Un samaritano! ¡Un asaltado y apuñalado!) y altamente antifarisaica, no sólo por la osada denuncia del mal corazón de las castas litúrgicas sino sobre todo por la proclamación del principio de la "proximidad" de todo humano ser necesitado, fuese de la casta que fuese. La misericordia es en definitiva lo que regula la proximidad entre los hombres y no las fronteras o la situación social pues una especie de profunda compasión o "simpatía" es el fondo último del verdadero amor, en tal forma que puede surgir para mi una obligación grave de hacer de padre o hermano a un extraño si la necesidad es extrema y no hay otro a quien más le toque; de acuerdo a lo que dice San Agustín: "Si pudiste salvarlo y lo dejaste, lo mataste". Si reliquisti dum servare potuisti, illum occidisti. Un amigo mió añadió un apéndice a esta parábola, o mejor dicho (para ser reverentes) compuso otra parábola con este título:
Después de la Parábola
SACERDOTE. — ¿Está todo a punto? LEVITA. —Ud. cree que las cosas se hacen solas. SAC — ¡Sapristí! ¿No está todo a punto? LEV. — Casi todo. Pero ¡el trabajo que me ha costao...! SAC. — ¿Y a mi nada, verdad? ¿Está adornada la Santa Gabia? LEV. —Está adornada, están las flores, están las cintas, están las palomas, están los monaguillos, está el incienso, está la banda de música... SAC, — ¿Y la Perpetua? LEV. —Ha salido, vuelve al instante. Falta el guión... SAC. —¿Qué no ha venido el Gran Cochifrito? ( LEV. —Vendrá. Pero se hará esperar, pprque para eso es el Gran Cochifrito..,
12 Este texto fue incluido en Doce Parábolas Cimarronas.
de todo humano ser necesitado, fuese de la casta que fuese. La misericordia es en definitiva lo que regula la proximidad entre los hombres y no las fronteras o la situación social pues una especie de profunda compasión o "simpatía" es ei fondo último de] verdadero amor, en tal forma que puede surgir para mi una obli- gación grave de hacer de padre o hermano a un extraño si la necesidad es extrema y no hay otro a quien más le toque; de acuerdo a lo que dice San Agustín: "Si pudiste salvarlo y lo dejaste, lo mataste". Si reliquisti dum servare potuisti, illum occidisti. Un amigo mió añadió un apéndice a esta parábola, o mejor dicho (para ser reverentes) compuso otra parábola con este título;
Después de la Parábola 11
SACERDOTE. — ¿Está todo a punto? LEVITA. —Ud. cree que las cosas se hacen solas. SAC. —¡Sapristít ¿No está todo a punto? LEV. —Casi todo. Pero ¡el trabajo que me ha cosUo...! SAC. —¿Y a mi nada, verdad? ¿Está adornada la Santa Gabia? LEV. —Está adornada, están las flores, están las cintas, están las palomas, están los monaguillos, está el inciensa, está la banda de música... SAC..—¿Y la Perpetua? LEV. —Ha salido, vuelve al instante. Falta el guión... SAC. —¿Qué no ha venidp el Gran Cochifrito? LEV. — Vendrá. Pero se hará esperar, porque para eso es el Gran Cochifrito...
11 Este texto fue incluido en Doce Parábolas Cimarronas.
SAC. — Que no nos vaya a fallar... LEV. —Pues no; pero creo que sería una gran suerte. Hay gente que solamente porque él lleva el guión, no acudirá a la procesión. „ SAC. —Sí, los sinvergüenzas. LEW —Y los pobres. ■ SAC. — Los que no tienen 5donde caerse muertos... LEV. — Para caerse muerto nunca falta sitio. ¡Ah! Ahora que recuerdo... SAC. — ¿Te has olvidado de alguna cofradía? LEV. — No. Pero decía yo que hoy, cuando venía por el camino de Jericó... ' SAC. — ¡Ah! ■ • '■ . LEV. —Vi un hombre muerto... - ■' ; = SAC. — ¡Ah! ¿Estaba muerto? LEV. — ¿Qué lo vio Monseñor también? SAC. —A mi me pareció demasiado vivo: borracho... LEV. — Cosido a puñaladas... . ( SAC. —Todo puede ser... Un samaritano, de fijo. Esa gente se emborracha, se trenzan entre ellos, riñen, se matan, y después vaya Ud. a recogerlos, dejar su quehacer y enterrarlos... LEV. —Es enteramente humano y razonable, Monseñor. Pero ¿no dice Ud. que lo vio vivo? SAC. —Por eso mismo. Ya se arreglará, dije yo. ' Si tiene fuerzas para hacerme señas con la mano, ya se levantará, y se irá a ca' otro Samaritano. Está lleno de Samaritanos. Esta gente tiene siete vidas como los gatos... y más hijos que los conejos. LEV! — Exactamente. Lo están llenando todo. Habría que prohibirles la inmigración. El Gobierno no sé que hace. Vienen aquí como moscas. Viene uno, se acomoda, llama su familia, después se trae un primo o un 1 vecino, esto se llena como alud. Viven amontona- ' dos como bestias en cualquier parte. Y yo digo: ¡si sobrase aqní trabajo! Pero falta el trabajo para los nuestros, y lo poco o nada que ganamos, aun trabajando como negros...1 Esto es una plaga viva... SAC. —Y que se acomodan bien. Algunos andan llenos de plata, y lo peor es que no saben gastarla. En la Iglesia usté no verá ninguno. ¿Diezmos dice Ud.? A ellos no los obligan. ¿Colectas? Dan una miseria, si es que dan! Malcriados y basta. Borracheras y bailes. Bebedores y fumadores dé lo peor. Con eso no me extraña que vayan a morir por los caminos... LEV. — ¿Por qué no mandamos al camino dos jóvenes de la Acción Israelita? Tanto por ver. ¡Quién sabe si era Samaritano y quién sabe si está muerto? El muerto se mueve... es el título de una novela policial. No, déjeme pensar: El muerto mueve la mano... Muy buena la novela. Es de un inglés que se llama... déjeme recordar... ' SAC. —Déjate de novelas. Te he dicho ya mil veces que un Levita no ha de leer novelas: Tienes el Talmud y el Targum... LEV. —Yo casi me detengo, pero dije, digo: Detrás viene Monseñor, y si me encuentra aquí en el camino ' lidiando con un muerto, el día de la procesión de la Santa Gábia, ¡botones! Ya verá él si quiere. El que manda, manda... SAC. — ¡Necuáeuam! ¡Melocotones! ¡Enredos con la justicia, con la brigada número siete de guardia en la ¿Vueltita de la Sangre, que el sargento es un bruto como no hay! Que se arregle la policía. ¡Gente de mal vivir! ¡A mí que no me vengan con historias de gente de mal vivir! ¡Cada calubnia que le sueltan a uno sin dar el menor motivo! Caluznieros como los saduceos no hay. ¡Con la gente de mal vivir que se arregle la policía! LEV. — Verdad. Pero podía ser y no ser que a las vueltas de todo fuese un hijo de la Ley, mire Ud., que hubiese tropezado con la banda del Beneit: uno de los nuestros... El Beneit no respeta pelo ni marca. SAC. — La caridad bien ordenada comienza por sí mismo. Que cada palo aguante su vela. A burro muerto la cebada al rabo. Zapatero a tus zapatos. El culto divino está por arriba de todo. Los romanos son la mar de buenos a poner multas. ¡Y el que se arrodea con gente de mal vivir! Bueno; encima tuvo que escoger un día de procesión mayor. Tú dirás. LEV. — Es humano, Monseñor. Lo comprendo. Yo francamente, Monseñor, estuve en un tris de bajarme o no bajarme a la cuneta, el tipo se movía y era una sola mancha de sangre... La mancha de sangre: otra novela. Pero dije, digo: procediendo detrás de mí Monseñor, no procede; él verá lo que se ha de hacer. Es un hombre razonable y humano... y además, tiene su genio, tiene. SAC. —Pues yo dije; habiendo pasado el Levita, si no se ha detenido por curiosidad tan siquiera, o está borracho o está pasa o del todo, quiero decir el otro, ojo, no se me soliviante, amigo. Para esto hay tiempo y la procesión no espera. A tu oficio, Paco. Los samarita- nos no quieren saber nada con los sacerdotes. LEV. — La verdad es, Monseñor, que no vestía como samaritano. SAC. — Lo mismo da, ¿Dónde está mi capa pluvial? LEV. —La llevó la perpetua a coserle un broche. SAC. — [Pues que la traiga inmediatamente!
LEV. —Monseñor, perdóneme, le voy a decir la verdá: la mandé a la Perpetua con dos monacillos al lugardel muerto. Mejor dicho, se fue ella misma lo mismo que un cohete, que la curiosldá la comía apenas le conté el caso. SAC. — ¡Desdichado! ¡En el momento de la procesión! LEV. — No puede tardar mucho en volver. Vela aquí.
(La Perpetua muy alborotada)
PERPETUA. — ¡Dasastre! ¡Dasastre completo! ¡Barre-basada! ¡No era sem artstano! El otro era semaristano, el que lo arrequijló. Un semaristano lo arrequijió y nojotro no. La airamos por el medio, como dicen, la arrámos por el aje ¡por el ejo! En la fonda, muy enojao, no quiere ver a presona. No quiere saber nada, vamos. SAC. —¿Qué es eso? ¿Qué dice mujer? ¿De qué se trata? PERP. — Un semaristano levantólo en su mulo, y llevólo ca' la Déla, a la fonda. Todo pegado... pagado, digo. Por adelantal pagó todo. Vandólo él mesmo, le puso un rimedio. Siete. Siete puñaladas como puños. Ni una menos. Era un concejá, un vecino muy visto de Jericó. SAC. — ¡Dios nos valga! No será Mestre Llovet, que tenía que volver de Jeruslén, me figuro. PERP. — Eso. Me afiguro que sí: Mastre Llivet. Espere osté. Llivet, no. Una cosa ansí. Llavet, por un quizáes. SAC. —¡Maldición! ¿Y dices que era concejal?
PERP, — Concejál, no. Elcalde, cuasi, o algo ansí. Me lo dijo la Déla. Propietario jurao. Hombre de posibles. SAC, — ¡Vestido de ese modo! PERP. — Pa' que no los ledrones sispechasen. Pero fachao ya me lo teníen. Mucha calderilla l'han llavao. Mucha. Mejón lo hubían muerto del to\ Pero qué. Vandólo el otro. Duerme ahora y a denguno quié ver. SAC. — Pues voy a verlo ahora mismo. ¡Aceitunas! Que no me haya conocido, eso es lo que pido a Dios. LEV. — Están repicando la salida. SAC. —Y tú, bruto inmenso, tenías que ser tú. LEV. —¿Yo qué? SAC. —No haberte parao un minuto siquiera.,. LEV. —¿Y usté? ( i SAC. — Un hombre tirao en aquella cuneta como un perro, un levita que pasa... Ahora ¿qué va a decir la gente? , a LEV. —Comienza la procesión. SAC. — iQue espere la procesión! ¿Dónde queda la tonda esa? Es que podemos quedar muy mal. ¡Mire que haber ido a levantarlo justamente un samaritano! Ahiestá lo que es tener levitas sin cabeza... LEV. —Y usté, hombre sin corazón ¿me va a contar a mí que confundió un herido con un borracho? PERP. — ¡Calma! ¡Acalmansen ustés! SAC, — ¡Déjame que te estrello! ¡Que no sé qué hacer! LEV. —Bueno, ahora ya no hay nada que hacer. PERP, — ¡La capa prival! SAC. — ¡Dejemén pensar! LEV. Y PERP. (a coro) — ¡La capa prival! ¡Que se va la procesión! ¡Que ya los ateletas sacan la Santa Gabia!
SAC. — ¡Dasastre! Quiero decir ¡dasestre! Bueno ¡desastre! Pasen la capa. Ahora ustedes, de todo esto, ni mus ¿estamos? Otra vez que me encuentre un muerto o un borracho en el camino... será otra cosa. Pero ¿quién podía pensar...? ¡El Consejal Llovet, que puede quitarnos el impuesto y llevar el palio en las procesiones! Ahora lo único que nos falta es que nos falte el Cochifrito...
- VII
El enchus contra Pharisaeos
(Mateo 23)
"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas..."
El enchus contra Pharisaeos
(Mateo 23)
"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas..."
Pag. 71
No
todos los fariseos tenían fariseísmo, algunos de la facción o secta o
congregación religiosa de los fariseos eran incontaminados, y aun quizá
santos. Algu- nos fueron discípulos de Cristo. Saulo no era hipócrita
sino por el contrario fanático, antes de volverse Pablo. La palabra
fariseo tomó después de Cristo su significado peyorativo, lo mismo que
la palabra 'sofista" después de Platón. Los sofistas eran algo como los
"conferenciantes" de hoy día, como García Sánchiz o Pemán. Los
"separados", Pherishajja, que eso significaba fariseo, contaron con
hombres como el sabio Hillel, el que formuló la máxima de "no hagas a
otro lo que no quieras hecho a ti", a Gamallel el viejo, maestro de San
Pablo; a Simón amigo de Cristo, Nicodemus, José de Arlmatea, y mimerosós
conversos cristianos con los cuales argüirá más tarde San Pablo:
'¿Fariseos so«? Y yo más." Los fariseos eran los "separados" de los
saduceos; porque tos saduceos defendían que en sólo la Thorah o Ley
escrita se contenía la revelación, como los protestantes; mientras los
fariseos añadían a los Libros la Tradición. Lo que de esa tradición oral
(eñ sí mismo justificada) hicieron ellos, lo sabemos por las palabras
de Cristo.
La historia de los fariseos ha sido netamente narrada muchas veces desde Flavio Josefo. Descendientes de los "asideos" o "celosos", legatarios del tema nacional- religioso de Matatías Macabeo, constituyéronse más tarde en los "zelotes* o nacionalistas y los "sicarios", algo como el Sinn-Féin irlandés. Los fariseos tomaron consistencia tal que se pueden comparar a una congregación religiosa moderna, y una influencia tal que se consideraban (no sin lógica) por encima de los sacerdotes y los reyes: su fuerza estaba en el saber, en el conocimiento de la Ley; que en un pueblo teocrático tenía valor máximo. De ahí que Cristo los conglomera con los "escribas" que eran los doctos, aunque de suyo un fariseo podía no ser "doctor" sino solamente hombre riguroso y observante, lo que llaman hoy beato o jesuitoide. ” Por eso Cristo no los incriminó a todos, en su terrible sermón que está en el XXIII de Mateo, sino que añadió el adjetivo "hipócrita", que se ha de entender como determinante más bien que calificativo. Sin embargo/ el conjunto de la facción en tiempo de Cristo era condenable; y su espíritu puritano, gazmoño y falso estaba ya formulado, escrito y hecho constituciones y reglas de las que Cristo citó dos: "El que ofrece un don al altar por su padre, no está obligado a su manutención..." En el Talmud, la Tradición casuística y jurídica codificada, se encuentran sentencias parecidas. Por ejemplo: "Más validez (práctica) tienen las palabras de los escribas que las palabras de la Thorah." "Las palabras de la Ley tienen preceptos graves y leves; pero las palabras de un escriba son siempre graves."
"El estudio de la Thorah es más importante que la construcción del Templo." "El estudio de la Thorah es mayor que venerar padre y madre." • v "La Ley está más alta que el sacerdocio y la realeza." "La masa que ignora la Thorah es maldita." "La plebe del terruño no es piadosa y ningún rústico teme el pecado." > . "Estar en una reunión de la masa es mortífero." "Es lícito pegar a uno de la masa aun en sábado y aunque fuese sábado y Kippur." No hay ninguna sociedad tan mala que no tenga algún bueno ni tan buena que no tenga algún malo; y lo mismo se puede decir de las doctrinas... Sin embargo el juicio moral no es imposible, aunque sea difícil en algunos casos, porque el juicio se basa en el "grupo que da la tónica". O como dicen en la escuela, la parte "formal" que puede a veces ser una minoría. Un ejército de leones mandado por burros (como dijo Napoleón del ejército español) es un ejército asnal; que sin embargo le puede dar una coz a Napoleón Primero. No basta que una sociedad sea mandada por un malo para que sea mala. A veces es peor mandada por un tonto. La Iglesia no fue mala durante el Pontificado de Alejandro VI; basta que no lo imite y que resista en lo posible. Salvaron la honra de la Iglesia en aquella coyuntura algunos santos; el rey de Francia, los obispos españoles, una cantidad de italianos descontentos y el pobre Savonarola. Pero en tiempo de Cristo la "minoría que da la tónica" era, entre los fariseos, realmente farisaica. De ahí que Cristo al final de su vida pública se desata contra toda la secta directamente, después de haber luchado incansablemente contra su deformación religiosa y su nacionalismo fanático con las explicaciones, las rectificaciones, la discusión, y sobre todo el ejemplo. Al final tuvo que echar mano del terrible vocabulario de su Precursor y de todos los profetas y de la amenaza profètica. Sabía lo que hacía y a qué se exponía, ya había predicho su muerte a los discípulos. Entonces habló Jesús a la masa Y a los discípulos Diciendo: En el asiento de Moisés se sientan Los Letrados y los Fariseos. Todo pues cuanto os digan allí hacedlo; Según las obras de ellos no hagáis: Porque ellos dicen y no hacen. Porque atan cargas pesadas insoportables Y las asientan sobre los lomos de los hombres, Y ellos ni con el dedo las quieren mover. Todas las obras suyas hacen Para ser vistos de los hombres: Y así andan con filacterias más anchas Y con vinchas sagradas más grandes. Codician la presidencia en los banquetes, Y el gran pùlpito en las sinagogas. Y las reverencias en las plazas, Y ser llamado "Dotor" por los hombres. Vosotros no andéis a que os llamen Doctor; Uno solo es vuestro Doctor, Vosotros sois hermanos. Y "Padre" no llaméis sobre la tierra, Porque uno solo es vuestro Padre,
Que está en los cielos. Y "Conductor" no os queráis llamar; Porque uno solo es vuestro Conductor, Que es el Cristo, El mayor que sea entre vosotros, Ése será vuestro servidor. Pues el que se exalta, será abatido; El que se abata, será exaltado...
Pero entonces ¡Ay de vosotros, Letrados y Santones hipócritas!. Que cerráis el Reino del Cielo a los hombres; Pues vosotros no entráis, Y a ios que vienen no dejáis entrar. ¡Ay de vosotros!
¡Ay de vosotros Gramáticos y Observantes hipócritas! Que os devoráis las casas de las viudas Orando largas oraciones; Por eso tendréis peor sentencia. ¡Ay de vosotros!
¡Ay de vosotros, Doctores y Devotos hipócritas!, Que rodeáis el mar y la tierra para hacer un prosélito Y cuando está hecho prosélito, lo hacéis Hijo de infierno, el doble que vosotros. ¡Guay de vos!
¡Guay a vosotros, guías ciegos! Que decís: El que jurare por el Templo, no es nada. El que jurare por el oro del Templo, debe. ¡Estultos y ciegos! ¿Qué cosa es mayor, el oro del Templo.
O el Templo, que santifica el oro? Y el que jurare el altar, no es nada, Mas el que jurare el don del altar, debe. ¡Ciegos! ¿Qué es mayor, el don que está sobre el altar O el altar, que santifica el don? Mas quien jura él altar jura por él Y por todas las cosas que están sobre él, Y el que jura el Templo, jura por él Y por Aquél que habita en él. Y el que invoca el cielo jura el trono de Dios Y Aquél que se asienta en él.
¡Guay a vosotros. Escribas y Fariseos hipócritas!, Que diezmáis la menta, el alpiste, el comino Y habéis dejado lo más grave de la Ley: El juicio, la misericordia y la fe. Esto había que hacer, Y lo otro no omitir. ¡Oh guías ciegos colando el mosquito Y tragándose el camello!
¡Guay de vosotros, Escribas y Fariseos hipócritas!, Que limpiáis lo de fuera del vaso y el jarro; Y adentro estáis llenos de rapiña e inmundicia. ¡Fariseo ciego!, Limpia antes adentro el vaso y el jarro, Para que lo de fuera se haga limpio.
¡Guay de vosotros, Escribas y Fariseos hipócritas!, Que os parecéis a sepulcros blanqueados, . Que de fuera parecen a los hombres hermosos, Y de dentro llenos de huesos de muertos Y toda porquería.
Así vosotros parecéis justos a los hombres; Y dentro estáis llenos de falsedad e injusticia.
¡Guay de vosotros, Escribas y Fariseos hipócritas!. Que edificáis sepulcros a los Profetas, Y adornáis las tumbas de los Santos, diciendo: Si viviéramos en tiempo de los antiguos, No nos mancharíamos con ellos con sangre de Profetas. De modo que vosotros mismos sois testigos Que sois hijos de los que mataron a los Profetas Y vosotros henchiréis la medida de vuestros padres.
¡Serpientes, estirpe de víboras!, ¿Cómo huiréis el juicio del infierno? He aquí que yo os mando Profetas Y Sabios, y Letrados, Y de ellos mataréis y crucificaréis, Y de ellos 'azotaréis en vuestras sinagogas, Y perseguiréis de ciudad en ciudad, Para que caiga sobre vosotros toda sangre justa Que se derramó sobre la tierra, Desde la sangre de Abel el Justo Hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baxaquías, Que matasteis entre el templo y el altar. Yo os aseguro que todo esto Caerá sobre esta generación...
Sólo Cristo, el último y mayor de los profetas, podía pronunciar esta imprecación y esta amenaza. El destino inmediato de Jerusalén estaba patente a sus ojos. También el suyo propio. Añade Cristo la profecía final:
¡Jerusalén, Jerusalén!,
Que matas a los profetas, Y lapidas a los que te son enviados. ¡Cuántas veces quise congregar tus hijos Como la gallina congrega sus pollos Bajo sus alas — y rehusaste! He aquí que Vuestra Casa quedará desierta. Este retrato moral del fariseo es tremendo. Él es eterno y no puede ser mejorado. Es el eco, ahora autorizado con las tres máximas autoridades de la poesía, la ciencia y la misión profètica, de una imprecación acerba contra la congregación de los fariseos pronunciada por uno de ellos mismos unos 20 años antes y que se ha conservado en el apocalipsis judaico de *La Asunción de Moisés Jesucristo sentía el veneno de esta gente, a cuyo parangón los saduceos sensuales y descreídos son casi perdonados en su predicación, desdeñados. No olvidemos que a ellos alude de "pecado contra el Espíritu Santo que no tiene perdón ni aqm ni allá arriba", las palabras más temibles que han salido de boca humana. Por lo demás, paladinamente les dijo que eran hijos del diablo y que el diablo era su padre.
El padre de la mentira, El que es homicida desde el principio.
Cómo de hombres observantes, celosos y dedicados al estudio de la Ley pudo salir este horror, es cosa difícil de precisar pero no imposible de concebir. Primero apareció la "casuística". Todo código completo postula una casuística, que es el ejercicio de aplicar los preceptos generales a los casos particulares. Nada malo hay en eso, al contrario. Pero la casuística degenera fácilmente por exceso y por perversión: se hace demasiado frondosa, se corta de la ley y de su espíritu, se vacía por dentro, y entonces fácilmente entra dentro el demonio, que es "el espíritu de las cosas vacantes", y le gusta, como a las chinches, los baúles vacíos. En las "cisternas agrietadas que dejan salir el agua", como llamó Jeremías a los fariseos de su tiempo, se refugian toda clase de bichos. La casuística farisea, el Talmud, el comentario de la ley, la tradición de los doctores no dejaba de contener alguna fruta entre la hojarasca, como que está hecho coleccionando los "dichos" de los profetas y doctores; pero la hojarasca había crecido en inmenso y se había podrido: "mandatos de hombres" - "que legislan acerca del alpiste y la ruda", como les achacó Jesús; y sobre "los nidos", y "los vasos" y los "pedúnculos de las frutas" e interminablemente sobre el descanso del sábado, el pago de los diezmos y la pureza ritual: si podía celebrar el sacerdote al cual había tocado al pasar la sombra de una mujer, si podía exigirse el diezmo al hijo del hijo del hijo de un deudor, si era lícito comer una fruta caída de por sí del árbol un Sábado. Siendo así que los más capaces de estas "observancias" prolijas y sutiles son los caracteres pueriles o neuróticos, si se llega a la desgracia de reponer la santidad en la "observancia regular", como no deja de suceder, ayúdeme a pensar lo qué pasa en una comunidad religiosa. Cualquier cosa puede pasar. "Entre uno que no sabe la Thorah y un burro, el burro es mejor porque no habla." Se figura uno lo que sería aquello entrando en la Biblioteca de un convento decaído: montones de manuales, de libros de devoción inútiles, de sermonarios hechos de sermones sacados de otros sermones, cuando no de un cascabel huero y ruidoso que es peor, comentarios del Código de Derecho Canónico, mamotretos de teología moral y pastoral, las obras de San Juan de la Cruz, de Ricardo León, del Padre Coloma y del P. Van Tricht en la sección cerrada con llave "Literatura amena“, Biblias descompletas con balumbas de vidas de Santos y de estudios históricos sobre su Fundador, todo confundido y entreverado, sin orden y cubierto de polvo. Se puede estudiar a veces las etapas de la decadencia en la Biblioteca como las edades de la tierra en los estratos de una "falla" geológica. "De 1899 a 1905 pasó por aquí un superior inteligente —me decía un perspicaz en uno de estos casos —y basta." "¿Aquí enseñan filosofía? —añadió después— ¡No hay las obras completas de un solo filósofo; solamente manuales y refutaciones. En esta vaciedad de la casuística farisea entró primero el engreimiento religioso, después el ideal del mesianismo político, y después la soberbia, madre de la mentira y la crueldad 13. Los únicos que podían cumplir toda la Ley eran los que la sabían; y para saberla había que estudiarla toda la vida pero eso era lo mejor que existía en el mundo. "La Thorah es mayor que el sacerdocio y la realeza, porque el sacerdocio exige 24 requisitos y la realeza 30; pero la Thorah se gana con 48." Los sacerdotes abrumados por un ritual que se hacía de más en más complejo habían abandonado el estudio de la Ley a los. La crueldad en el corazón del sacerdote es la abominación de ta desolación en donde no debe estar. Dicen los intérpretes que esa frase de Cristo se refiere a los 'ídolos'. Pues bien, cuando un sacerdote es cruel o simplemente duro de corazón es que el Dios viviente se ha hecho un ídolo en él, ha dejado su lugar a un ídolo.» (Castellani, Diario, 12-1-48), laicos y se habían convertido, en general, en profesionales de la liturgia, es decir, vendedores afanosos de ceremonias mágicas. Estas daban la prosperidad en esta vida, pero la Thorah daba la ciencia, la sabiduría, la santidad y la salvación eterna. Con razón rezaba el fariseo: "Gracias te doy, Señor, porque no soy como los otros hombres... ni como ese publicano.., " Porque "el pagano que se acerque al estudio de la Thorah merece la muerte..." (Sanhedrín, 59 a. Citado por Ricciotti). El engreimiento religioso trajo el mesianismo político, podemos colegir. Los fariseos necesitaban ser vengados de sus quemantes humillaciones, de sus revolcones y derrotas. La religión era humillada en ellos y el Mesías debía vindicar la religión. Y si el Mesías había de ser político, naturalmente había que preparar su venida haciendo política. Cien años antes de Cristo los fariseos sostuvieron contra el rey Alejandro Janneo una guerra de seis años que costó 50.000 víctimas; durante el reinado siguiente, de la reina Salomé, fueron los verdaderos gobernantes pues la Reina se sometió a su arbitrio, cuenta Josefo. Los saduceos fueron dominados sin piedad. - Se refugiaron en las grandes familias sacerdotales y en la adulación de los poderosos. Los fariseos tenían de su parte el pueblo, sobre todo las mujeres devotas, que formaban una tribu numerosa, entremetida y temible. Cuando la política entra dentro de la religión se produce una corrupción extraña. En estas condiciones el poder se vuelve temible, porque puede obligar en conciencia. Con una abjuración religiosa obligó Caifás a Cristo a proferir la "blasfemia" que le costó la vida, a saber: que él era "el Hijo del Hombre" de Daniel. La corrupción llega al máximo cuando lo religioso se ha reducido a mero instrumento y pretexto de lo político. "Amáis los primeros puestos en la Sinagoga... buscáis el vano honor que dan los hombres" — les imprecaba Cristo. La crueldad, cuya condición y primer grado es la dureza de corazón, es infalible en consecuencia de la soberbia religiosa. Ya es bastante cruel "devorar las casas de las viudas y los huérfanos con pretexto de largas oraciones"; pero la crueldad de los fariseos que hizo su ostentación en la pasión de Cristo, se ejercitaba habitualmente en desterrar y matar a sus enemigos, casi siempre por medio de intrigas solapadas. No querían aventurar el título de " Sapientismo y Santismo Doctor" que exigían se les diera. Cristo les canceló de un golpe este título cuando dijo: "Bueno hay uno solo, que es Dios. No llaméis a nadie santo porque santo hay uno solo, que es el Padre. No llaméis a nadie maestro, porque un solo maestro tenéis vosotros, que es el Cristo." La política farisea se manifiesta enseguida. Al principio del segundo año de predicación, en el primer viaje a Jerusalén (cuentan acordes Mateo, Marcos y Lucas) "entraron en tratos los fariseos con los herodianos y empezar a conferir como harían para perderlo." El eliminarlo estaba ya decidido, la cuestión era el cómo. ¿No eran enemigos los fariseos y los herodianos? Sí lo eran, pero eran enemigos "políticos", désos que se ponen de acuerdo cuando surge un adversario no político, désos que perturban el funcionamiento de los partidos, o "el libre juego de las instituciones democráticas"; como se dice ahora. El acuerdo tuvo éxito: eliminarlo de algún modo que no los dejara mal y no conmoviera al pueblo; y los encargados de hallarlo fueron los más religiosos, naturalmente: los fariseos.
Y ahí andaban ellos, haciendo fiesta y grandes discursos, prodigándose adulaciones y zalamerías unos a otros, excitando a todos a la defensa de la religión contra la impiedad saducea, es decir, a la defensa de ellos: retrancados, duros, implacables, cerrados de mollera, hostiles a la vida y a la belleza; metidos en todo, orgullosos, rencorosos, ilusos, astutos, tortuosos, solemnes, aparateros, floripóndicos, atrevidos, presuntuosos, caraduras, olvidados de Dios y temidos de los hombres como el Evangelio nos los muestra; llevando a un pueblo entero a la catástrofe, pueblo que había de caer con ellos por esa misteriosa solidaridad social, que hace que un pueblo tenga malos jefes solamente cuando puede tenerlos. Las gentes de los campos de Galilea y los pescadores y pequeños artesanos andaban como "ovejas que no tienen pastor"; pero las gentes de las ciudades y los que daban la "tónica social" en todas partes tenían malos pastores, lobos con piel de oveja, que los emborrachaban con palabrería sublime centrada en torno de un ideal halagüeño radicalmente falso. No se pudre el agua si no es estancada; los gusanos sólo prosperan en la carne muerta:
Cuando abrazó a los niños Jesucristo Faltó a la regla del tacto. La Magdalena y la Verónica Faltaron a tres reglas del sumario De las Constituciones, parte tercia, Título tres y cuatro. En lo cual las disculpa la ignorancia, Pues las mujeres tienen huero el cráneo. Lo que pasó en el Templo Es por lo menos raro.
Es admirable pero no imitable, Porque a Dios no podemos imitarlo En todo, y el que tal pensar osare Sería un verdadero temerario. En suma, Él era nada menos El Verbo colorado 1 Que tenía licencias 1 Por lo tanto, Y permiso del Superior Para algo y aun algos Que en un buen religioso desdijeran Y tendrían efectos —muy nefastos. Porque Cristo ya estaba Si vamos al decir, asegurado Contra todo riesgo De incendios y naufragios. Es decir, no podía, ni queriendo Incurrir en pecado...
Mas se debe saber que Él era Él Y venerar sus actos, Y no pensar que el Evangelio Se puede ad pedem Httere tomarlo, Porque ninguno debe ir Por caminos extraordinarios. Y Jesucristo mismo, si hoy volviera, Cambiarla su estilo' literario Y trataría de sociología En serio y no en el género parábolo. „ i Él debía hacer eso porque iba A morir por el género humano. Ya desde que nació Cristo iba muerto A la cruz para salvarnos.
Ya murió por nosotros ciertamente El Santo de ios Santos. Mas ¿qué Supérior Societatis ttostrae Podría potentiá et actu Informar con jurejurando Que Jesús filius Dei vivi Era aptus ad gubernandum?
La historia de los fariseos ha sido netamente narrada muchas veces desde Flavio Josefo. Descendientes de los "asideos" o "celosos", legatarios del tema nacional- religioso de Matatías Macabeo, constituyéronse más tarde en los "zelotes* o nacionalistas y los "sicarios", algo como el Sinn-Féin irlandés. Los fariseos tomaron consistencia tal que se pueden comparar a una congregación religiosa moderna, y una influencia tal que se consideraban (no sin lógica) por encima de los sacerdotes y los reyes: su fuerza estaba en el saber, en el conocimiento de la Ley; que en un pueblo teocrático tenía valor máximo. De ahí que Cristo los conglomera con los "escribas" que eran los doctos, aunque de suyo un fariseo podía no ser "doctor" sino solamente hombre riguroso y observante, lo que llaman hoy beato o jesuitoide. ” Por eso Cristo no los incriminó a todos, en su terrible sermón que está en el XXIII de Mateo, sino que añadió el adjetivo "hipócrita", que se ha de entender como determinante más bien que calificativo. Sin embargo/ el conjunto de la facción en tiempo de Cristo era condenable; y su espíritu puritano, gazmoño y falso estaba ya formulado, escrito y hecho constituciones y reglas de las que Cristo citó dos: "El que ofrece un don al altar por su padre, no está obligado a su manutención..." En el Talmud, la Tradición casuística y jurídica codificada, se encuentran sentencias parecidas. Por ejemplo: "Más validez (práctica) tienen las palabras de los escribas que las palabras de la Thorah." "Las palabras de la Ley tienen preceptos graves y leves; pero las palabras de un escriba son siempre graves."
"El estudio de la Thorah es más importante que la construcción del Templo." "El estudio de la Thorah es mayor que venerar padre y madre." • v "La Ley está más alta que el sacerdocio y la realeza." "La masa que ignora la Thorah es maldita." "La plebe del terruño no es piadosa y ningún rústico teme el pecado." > . "Estar en una reunión de la masa es mortífero." "Es lícito pegar a uno de la masa aun en sábado y aunque fuese sábado y Kippur." No hay ninguna sociedad tan mala que no tenga algún bueno ni tan buena que no tenga algún malo; y lo mismo se puede decir de las doctrinas... Sin embargo el juicio moral no es imposible, aunque sea difícil en algunos casos, porque el juicio se basa en el "grupo que da la tónica". O como dicen en la escuela, la parte "formal" que puede a veces ser una minoría. Un ejército de leones mandado por burros (como dijo Napoleón del ejército español) es un ejército asnal; que sin embargo le puede dar una coz a Napoleón Primero. No basta que una sociedad sea mandada por un malo para que sea mala. A veces es peor mandada por un tonto. La Iglesia no fue mala durante el Pontificado de Alejandro VI; basta que no lo imite y que resista en lo posible. Salvaron la honra de la Iglesia en aquella coyuntura algunos santos; el rey de Francia, los obispos españoles, una cantidad de italianos descontentos y el pobre Savonarola. Pero en tiempo de Cristo la "minoría que da la tónica" era, entre los fariseos, realmente farisaica. De ahí que Cristo al final de su vida pública se desata contra toda la secta directamente, después de haber luchado incansablemente contra su deformación religiosa y su nacionalismo fanático con las explicaciones, las rectificaciones, la discusión, y sobre todo el ejemplo. Al final tuvo que echar mano del terrible vocabulario de su Precursor y de todos los profetas y de la amenaza profètica. Sabía lo que hacía y a qué se exponía, ya había predicho su muerte a los discípulos. Entonces habló Jesús a la masa Y a los discípulos Diciendo: En el asiento de Moisés se sientan Los Letrados y los Fariseos. Todo pues cuanto os digan allí hacedlo; Según las obras de ellos no hagáis: Porque ellos dicen y no hacen. Porque atan cargas pesadas insoportables Y las asientan sobre los lomos de los hombres, Y ellos ni con el dedo las quieren mover. Todas las obras suyas hacen Para ser vistos de los hombres: Y así andan con filacterias más anchas Y con vinchas sagradas más grandes. Codician la presidencia en los banquetes, Y el gran pùlpito en las sinagogas. Y las reverencias en las plazas, Y ser llamado "Dotor" por los hombres. Vosotros no andéis a que os llamen Doctor; Uno solo es vuestro Doctor, Vosotros sois hermanos. Y "Padre" no llaméis sobre la tierra, Porque uno solo es vuestro Padre,
Que está en los cielos. Y "Conductor" no os queráis llamar; Porque uno solo es vuestro Conductor, Que es el Cristo, El mayor que sea entre vosotros, Ése será vuestro servidor. Pues el que se exalta, será abatido; El que se abata, será exaltado...
Pero entonces ¡Ay de vosotros, Letrados y Santones hipócritas!. Que cerráis el Reino del Cielo a los hombres; Pues vosotros no entráis, Y a ios que vienen no dejáis entrar. ¡Ay de vosotros!
¡Ay de vosotros Gramáticos y Observantes hipócritas! Que os devoráis las casas de las viudas Orando largas oraciones; Por eso tendréis peor sentencia. ¡Ay de vosotros!
¡Ay de vosotros, Doctores y Devotos hipócritas!, Que rodeáis el mar y la tierra para hacer un prosélito Y cuando está hecho prosélito, lo hacéis Hijo de infierno, el doble que vosotros. ¡Guay de vos!
¡Guay a vosotros, guías ciegos! Que decís: El que jurare por el Templo, no es nada. El que jurare por el oro del Templo, debe. ¡Estultos y ciegos! ¿Qué cosa es mayor, el oro del Templo.
O el Templo, que santifica el oro? Y el que jurare el altar, no es nada, Mas el que jurare el don del altar, debe. ¡Ciegos! ¿Qué es mayor, el don que está sobre el altar O el altar, que santifica el don? Mas quien jura él altar jura por él Y por todas las cosas que están sobre él, Y el que jura el Templo, jura por él Y por Aquél que habita en él. Y el que invoca el cielo jura el trono de Dios Y Aquél que se asienta en él.
¡Guay a vosotros. Escribas y Fariseos hipócritas!, Que diezmáis la menta, el alpiste, el comino Y habéis dejado lo más grave de la Ley: El juicio, la misericordia y la fe. Esto había que hacer, Y lo otro no omitir. ¡Oh guías ciegos colando el mosquito Y tragándose el camello!
¡Guay de vosotros, Escribas y Fariseos hipócritas!, Que limpiáis lo de fuera del vaso y el jarro; Y adentro estáis llenos de rapiña e inmundicia. ¡Fariseo ciego!, Limpia antes adentro el vaso y el jarro, Para que lo de fuera se haga limpio.
¡Guay de vosotros, Escribas y Fariseos hipócritas!, Que os parecéis a sepulcros blanqueados, . Que de fuera parecen a los hombres hermosos, Y de dentro llenos de huesos de muertos Y toda porquería.
Así vosotros parecéis justos a los hombres; Y dentro estáis llenos de falsedad e injusticia.
¡Guay de vosotros, Escribas y Fariseos hipócritas!. Que edificáis sepulcros a los Profetas, Y adornáis las tumbas de los Santos, diciendo: Si viviéramos en tiempo de los antiguos, No nos mancharíamos con ellos con sangre de Profetas. De modo que vosotros mismos sois testigos Que sois hijos de los que mataron a los Profetas Y vosotros henchiréis la medida de vuestros padres.
¡Serpientes, estirpe de víboras!, ¿Cómo huiréis el juicio del infierno? He aquí que yo os mando Profetas Y Sabios, y Letrados, Y de ellos mataréis y crucificaréis, Y de ellos 'azotaréis en vuestras sinagogas, Y perseguiréis de ciudad en ciudad, Para que caiga sobre vosotros toda sangre justa Que se derramó sobre la tierra, Desde la sangre de Abel el Justo Hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baxaquías, Que matasteis entre el templo y el altar. Yo os aseguro que todo esto Caerá sobre esta generación...
Sólo Cristo, el último y mayor de los profetas, podía pronunciar esta imprecación y esta amenaza. El destino inmediato de Jerusalén estaba patente a sus ojos. También el suyo propio. Añade Cristo la profecía final:
¡Jerusalén, Jerusalén!,
Que matas a los profetas, Y lapidas a los que te son enviados. ¡Cuántas veces quise congregar tus hijos Como la gallina congrega sus pollos Bajo sus alas — y rehusaste! He aquí que Vuestra Casa quedará desierta. Este retrato moral del fariseo es tremendo. Él es eterno y no puede ser mejorado. Es el eco, ahora autorizado con las tres máximas autoridades de la poesía, la ciencia y la misión profètica, de una imprecación acerba contra la congregación de los fariseos pronunciada por uno de ellos mismos unos 20 años antes y que se ha conservado en el apocalipsis judaico de *La Asunción de Moisés Jesucristo sentía el veneno de esta gente, a cuyo parangón los saduceos sensuales y descreídos son casi perdonados en su predicación, desdeñados. No olvidemos que a ellos alude de "pecado contra el Espíritu Santo que no tiene perdón ni aqm ni allá arriba", las palabras más temibles que han salido de boca humana. Por lo demás, paladinamente les dijo que eran hijos del diablo y que el diablo era su padre.
El padre de la mentira, El que es homicida desde el principio.
Cómo de hombres observantes, celosos y dedicados al estudio de la Ley pudo salir este horror, es cosa difícil de precisar pero no imposible de concebir. Primero apareció la "casuística". Todo código completo postula una casuística, que es el ejercicio de aplicar los preceptos generales a los casos particulares. Nada malo hay en eso, al contrario. Pero la casuística degenera fácilmente por exceso y por perversión: se hace demasiado frondosa, se corta de la ley y de su espíritu, se vacía por dentro, y entonces fácilmente entra dentro el demonio, que es "el espíritu de las cosas vacantes", y le gusta, como a las chinches, los baúles vacíos. En las "cisternas agrietadas que dejan salir el agua", como llamó Jeremías a los fariseos de su tiempo, se refugian toda clase de bichos. La casuística farisea, el Talmud, el comentario de la ley, la tradición de los doctores no dejaba de contener alguna fruta entre la hojarasca, como que está hecho coleccionando los "dichos" de los profetas y doctores; pero la hojarasca había crecido en inmenso y se había podrido: "mandatos de hombres" - "que legislan acerca del alpiste y la ruda", como les achacó Jesús; y sobre "los nidos", y "los vasos" y los "pedúnculos de las frutas" e interminablemente sobre el descanso del sábado, el pago de los diezmos y la pureza ritual: si podía celebrar el sacerdote al cual había tocado al pasar la sombra de una mujer, si podía exigirse el diezmo al hijo del hijo del hijo de un deudor, si era lícito comer una fruta caída de por sí del árbol un Sábado. Siendo así que los más capaces de estas "observancias" prolijas y sutiles son los caracteres pueriles o neuróticos, si se llega a la desgracia de reponer la santidad en la "observancia regular", como no deja de suceder, ayúdeme a pensar lo qué pasa en una comunidad religiosa. Cualquier cosa puede pasar. "Entre uno que no sabe la Thorah y un burro, el burro es mejor porque no habla." Se figura uno lo que sería aquello entrando en la Biblioteca de un convento decaído: montones de manuales, de libros de devoción inútiles, de sermonarios hechos de sermones sacados de otros sermones, cuando no de un cascabel huero y ruidoso que es peor, comentarios del Código de Derecho Canónico, mamotretos de teología moral y pastoral, las obras de San Juan de la Cruz, de Ricardo León, del Padre Coloma y del P. Van Tricht en la sección cerrada con llave "Literatura amena“, Biblias descompletas con balumbas de vidas de Santos y de estudios históricos sobre su Fundador, todo confundido y entreverado, sin orden y cubierto de polvo. Se puede estudiar a veces las etapas de la decadencia en la Biblioteca como las edades de la tierra en los estratos de una "falla" geológica. "De 1899 a 1905 pasó por aquí un superior inteligente —me decía un perspicaz en uno de estos casos —y basta." "¿Aquí enseñan filosofía? —añadió después— ¡No hay las obras completas de un solo filósofo; solamente manuales y refutaciones. En esta vaciedad de la casuística farisea entró primero el engreimiento religioso, después el ideal del mesianismo político, y después la soberbia, madre de la mentira y la crueldad 13. Los únicos que podían cumplir toda la Ley eran los que la sabían; y para saberla había que estudiarla toda la vida pero eso era lo mejor que existía en el mundo. "La Thorah es mayor que el sacerdocio y la realeza, porque el sacerdocio exige 24 requisitos y la realeza 30; pero la Thorah se gana con 48." Los sacerdotes abrumados por un ritual que se hacía de más en más complejo habían abandonado el estudio de la Ley a los. La crueldad en el corazón del sacerdote es la abominación de ta desolación en donde no debe estar. Dicen los intérpretes que esa frase de Cristo se refiere a los 'ídolos'. Pues bien, cuando un sacerdote es cruel o simplemente duro de corazón es que el Dios viviente se ha hecho un ídolo en él, ha dejado su lugar a un ídolo.» (Castellani, Diario, 12-1-48), laicos y se habían convertido, en general, en profesionales de la liturgia, es decir, vendedores afanosos de ceremonias mágicas. Estas daban la prosperidad en esta vida, pero la Thorah daba la ciencia, la sabiduría, la santidad y la salvación eterna. Con razón rezaba el fariseo: "Gracias te doy, Señor, porque no soy como los otros hombres... ni como ese publicano.., " Porque "el pagano que se acerque al estudio de la Thorah merece la muerte..." (Sanhedrín, 59 a. Citado por Ricciotti). El engreimiento religioso trajo el mesianismo político, podemos colegir. Los fariseos necesitaban ser vengados de sus quemantes humillaciones, de sus revolcones y derrotas. La religión era humillada en ellos y el Mesías debía vindicar la religión. Y si el Mesías había de ser político, naturalmente había que preparar su venida haciendo política. Cien años antes de Cristo los fariseos sostuvieron contra el rey Alejandro Janneo una guerra de seis años que costó 50.000 víctimas; durante el reinado siguiente, de la reina Salomé, fueron los verdaderos gobernantes pues la Reina se sometió a su arbitrio, cuenta Josefo. Los saduceos fueron dominados sin piedad. - Se refugiaron en las grandes familias sacerdotales y en la adulación de los poderosos. Los fariseos tenían de su parte el pueblo, sobre todo las mujeres devotas, que formaban una tribu numerosa, entremetida y temible. Cuando la política entra dentro de la religión se produce una corrupción extraña. En estas condiciones el poder se vuelve temible, porque puede obligar en conciencia. Con una abjuración religiosa obligó Caifás a Cristo a proferir la "blasfemia" que le costó la vida, a saber: que él era "el Hijo del Hombre" de Daniel. La corrupción llega al máximo cuando lo religioso se ha reducido a mero instrumento y pretexto de lo político. "Amáis los primeros puestos en la Sinagoga... buscáis el vano honor que dan los hombres" — les imprecaba Cristo. La crueldad, cuya condición y primer grado es la dureza de corazón, es infalible en consecuencia de la soberbia religiosa. Ya es bastante cruel "devorar las casas de las viudas y los huérfanos con pretexto de largas oraciones"; pero la crueldad de los fariseos que hizo su ostentación en la pasión de Cristo, se ejercitaba habitualmente en desterrar y matar a sus enemigos, casi siempre por medio de intrigas solapadas. No querían aventurar el título de " Sapientismo y Santismo Doctor" que exigían se les diera. Cristo les canceló de un golpe este título cuando dijo: "Bueno hay uno solo, que es Dios. No llaméis a nadie santo porque santo hay uno solo, que es el Padre. No llaméis a nadie maestro, porque un solo maestro tenéis vosotros, que es el Cristo." La política farisea se manifiesta enseguida. Al principio del segundo año de predicación, en el primer viaje a Jerusalén (cuentan acordes Mateo, Marcos y Lucas) "entraron en tratos los fariseos con los herodianos y empezar a conferir como harían para perderlo." El eliminarlo estaba ya decidido, la cuestión era el cómo. ¿No eran enemigos los fariseos y los herodianos? Sí lo eran, pero eran enemigos "políticos", désos que se ponen de acuerdo cuando surge un adversario no político, désos que perturban el funcionamiento de los partidos, o "el libre juego de las instituciones democráticas"; como se dice ahora. El acuerdo tuvo éxito: eliminarlo de algún modo que no los dejara mal y no conmoviera al pueblo; y los encargados de hallarlo fueron los más religiosos, naturalmente: los fariseos.
Y ahí andaban ellos, haciendo fiesta y grandes discursos, prodigándose adulaciones y zalamerías unos a otros, excitando a todos a la defensa de la religión contra la impiedad saducea, es decir, a la defensa de ellos: retrancados, duros, implacables, cerrados de mollera, hostiles a la vida y a la belleza; metidos en todo, orgullosos, rencorosos, ilusos, astutos, tortuosos, solemnes, aparateros, floripóndicos, atrevidos, presuntuosos, caraduras, olvidados de Dios y temidos de los hombres como el Evangelio nos los muestra; llevando a un pueblo entero a la catástrofe, pueblo que había de caer con ellos por esa misteriosa solidaridad social, que hace que un pueblo tenga malos jefes solamente cuando puede tenerlos. Las gentes de los campos de Galilea y los pescadores y pequeños artesanos andaban como "ovejas que no tienen pastor"; pero las gentes de las ciudades y los que daban la "tónica social" en todas partes tenían malos pastores, lobos con piel de oveja, que los emborrachaban con palabrería sublime centrada en torno de un ideal halagüeño radicalmente falso. No se pudre el agua si no es estancada; los gusanos sólo prosperan en la carne muerta:
Cuando abrazó a los niños Jesucristo Faltó a la regla del tacto. La Magdalena y la Verónica Faltaron a tres reglas del sumario De las Constituciones, parte tercia, Título tres y cuatro. En lo cual las disculpa la ignorancia, Pues las mujeres tienen huero el cráneo. Lo que pasó en el Templo Es por lo menos raro.
Es admirable pero no imitable, Porque a Dios no podemos imitarlo En todo, y el que tal pensar osare Sería un verdadero temerario. En suma, Él era nada menos El Verbo colorado 1 Que tenía licencias 1 Por lo tanto, Y permiso del Superior Para algo y aun algos Que en un buen religioso desdijeran Y tendrían efectos —muy nefastos. Porque Cristo ya estaba Si vamos al decir, asegurado Contra todo riesgo De incendios y naufragios. Es decir, no podía, ni queriendo Incurrir en pecado...
Mas se debe saber que Él era Él Y venerar sus actos, Y no pensar que el Evangelio Se puede ad pedem Httere tomarlo, Porque ninguno debe ir Por caminos extraordinarios. Y Jesucristo mismo, si hoy volviera, Cambiarla su estilo' literario Y trataría de sociología En serio y no en el género parábolo. „ i Él debía hacer eso porque iba A morir por el género humano. Ya desde que nació Cristo iba muerto A la cruz para salvarnos.
Ya murió por nosotros ciertamente El Santo de ios Santos. Mas ¿qué Supérior Societatis ttostrae Podría potentiá et actu Informar con jurejurando Que Jesús filius Dei vivi Era aptus ad gubernandum?
VIII
¿Con Qué Autoridad?
Es pecado cometido El decir ciertas verdades. (Martín Fierro)
Pag. 87
El
comienzo y el motivo del conflicto entre Jesús y los fariseos no es
indicado claramente por los Evangelistas. Nos presentan a Jesús en lucha
con la logia desde el principio. Más aun, la expulsión de los
negociantes del Templo aparece como una agresión de parte de Cristo. San
Juan narra al comienzo de la Predicación y los sinópticos al final. El
estudio de los Evangelios parece rendir que, o bien hubo dos escenas
similares separadas por unos tres años, o bien este acto de absoluta y
violenta autoridad tuvo lugar al comenzar la vida pública del Mesías,
después del testimonio de Juan y el milagro de Caná. Parece una
provocación. ¿No tenía Jesús que predicar y actuar de acuerdo con las
autoridades religiosas de Israel y con la debida autorización? Eso se
hace, actualmente en la Iglesia. V dado caso que su suprema autoridad
mesiánica, ya sellada por el milagro de Caná, no dependiese de la
autoridad legal de Caifás ¿no era lo prudente y lo "cortés" haber
obtenido el placer de los jefes religiosos de la nación o haberlo
intentado al menos? Un fariseo podía decir: "¿Cómo? ¿Aquí cualquiera
predica la ley de Moisés y de la manera que quiere;
mueve movimientos religiosos en el pueblo y ejerce un acto de autoridad en el Templo, sin contar para nada con los sacerdotes, directores legales de la religión; ni con los doctores, que han pasado su vida estudiando la Ley?" , , Pero no lo dijeron; y este hecho nos suministra la respuesta a esta dificultad. No lo dicen. Ante la enérgica irrupción del joven armado de un flagelo "piden un signo", es decir, un milagro. Estaban pues ya perfectamente impuestos de la respuesta que Cristo hubiese dado: "Tengo una misión directa de Dios", la cual en la teología judía debía ser confirmada por milagros. A la petición de un milagro "ad hoc" Cristo responde como constantemente en el curso de su vida con una negativa; aquí una negativa condicionada que contiene una promesa y una amenaza. Contiene la promesa de un milagro, misterioso entonces, que es su propia resurrección; y una amenaza todavía más lejana, la mención de la destrucción del Templo, cuya "indestructibilidad" era uno de los fetiches del fariseísmo, A los oídos judíos la respuesta era un trueno. ¡Destruir el Templo! ¡Reedificarlo en tres días! ¡Qué manera de hablar ! La respuesta era obscura y genial, "pregnans". "Destruid este Templo y lo levantaré en tres días", dice muchísimas cosas. Yo tengo el poder de hacer milagros y tos haré cuando convenga. Este Templo puede ser destruido y de hecho lo estáis destruyendo vosotros con vuestros abusos al convertirlo en una lonja. Yo he recibido autoridad directa de Dios, mi Padre... Cuando incrim inaron a Cristo esta frase en su proceso preveniéronse bien de modificarla y dijeron: *Éste ha dicho: 'Yo destruiré el Templo'...” donde Cristo dijera “Destruid este Templo, o mejor dicho "Seguid destruyéndolo": que eso indica el imperativo aoristo del verbo "lyo", según enseñan los gramáticos. Eso muestra que entendieron perfectamente la acusación de demoledores de la religión, que el Templo simbolizaba, contenida en la críptica e inesperada respuesta. Si Cristo hubiese ido a solicitar permiso a Caifás para predicar habría puesto un acto falso y equívoco; netamente destructivo de su propia autoridad. Hubiese mentido, en una palabra, mostrado que no era el Mesías, haciendo depender su autoridad suprema de una autoridad legal y subordinada. Y eso mucho más después del testimonio público de Juan el Bautista, al cual se atenía y remitía implícita y más tarde explícitamente. Y esta es la fuente de donde los fariseos conocían ya entonces perfectamente la autoridad que se atribuía Cristo. Juan el Profeta lo había designado indubitablemente como el Secularmente Esperado. Cristo había aceptado el testimonio y comenzado a obrar en consecuencia. Una especie de decencia sobrenatural y divina modestia resplandece en este proceso, en este misterioso comienzo de campaña. Con Juan sí comenzaron los fariseos con el trámite obvio de mandar una comisión a inquirir con qué autoridad predicaba y bautizaba. No que el predicar estuviese entonces sujeto a "licencias" regulares como entre nosotros, pues cualquier israelita era dueño de exhortar a sus hermanos, circular por los pueblos como recitador ambulante de la Ley y sus comentarios, improvisar por su cuenta lo que hoy llamaríamos sermones, recitados de estilo oral — que no se parecen en nada a nuestros sermones— y finalmente interpretar a los profetas en las reuniones sabáticas de la sinagoga. No. Eso era perfectamente libre y usual, simple actividad intelectual, comparable a la de nuestros poetas y pensadores, Pero Juan había increpado duramente y con amenaza los abusos religiosos del tiempo. ¿Quién era esa "progenie de víboras que no podrán huir la ira del que viene"? ¿Y cuál esa "hacha que está puesta en la raíz del árbol"? La alusión a los fariseos y la alusión mesiánica era clara. Además Juan recibía la confesión de los pecados y bautizaba, ritos informes todavía que simbolizaban simplemente: la "metánoia" o cambio de mente para obtener el perdón de Dios preparatorio a la recepción de las Magnas Palabras Nuevas. , Así, pues, inquieren del áspero profeta de Makerón si él era el Mesías, o bien Elias que lo había de preceder, o bien un profeta. No. Entonces, cuál es su autoridad, Su autoridad es un reflejo. Su autoridad viene de la Suprema Autoridad de otro que ha de venir de inmediato después de él, al cual él conocerá por un signo milagroso que le ha sido revelado, después de lo cual Lo designará a todos; y hecho esto, le convendrá "menguar para que el Otro crezca", desaparecer cumplida su misión por eí camino sangriento del martirio. ¡Oh sangrienta cabeza en bandeja de plata entregada a la danzadera! El degénere vejete diademado es el responsable de su muerte y el motivo fue la reprensión de su escandalosa unión con su cuñada. Pero quién llevó el cuento y acució y animó al cobarde Rey —títere, muelle y supersticioso—, no es difícil de adivinar. Los fariseos no eran para perdonar y olvidar la fragorosa denuncia al pueblo de la raza de víboras abusadora de la religión y ya enteramente limpia del temor al juicio divino. "Esta gente procede como si Dios no existiera", dijo Juan de la Cruz en su tiempo. De modo que al comenzar Cristo su misión con el más dulce milagro, ya está bajo la mirada rencorosa, malévola y homicida. Para los santulones ya no es más que una réplica y un sucesor del otro aborrecido demagogo, más audaz y movible que éste y dotado de medios de atracción aun más seductores. Ni soñar en que iban a cumplir lo que era su estricto deber religioso y aun profesional, a saber, presentarse en el lugar de la escena, reconocer el milagro, y rogar humildemente al taumaturgo les dijera quién era y qué tenían que hacer ellos: lo que hicieron las pobres gentes con Juan, movidos solamente de su penitencia y su predicación, de su magnética facha de profeta. AI contrario, sigue inmediatamente contra Cristo la acusación de "hereje": enseña a quebrantar el Sábado, cosa claramente contra la Ley de Moisés. Ninguna acusación se eleva por lo hecho en el Templo; por violento y ruidoso que aquello hubiera sido. Naturalmente: la escena fue edificante para el pueblo, y ellos tenían sucia la conciencia en el asunto del tráfico y del tráfago que deshonraba el Atrio. Pero la otra acusación era especiosa. Cristo ignoraba tranquilamente la ridicula casuística farisea acerca del Sábado; y ellos habían asimilado de tal modo sus ociosas discusiones y tradiciones orales con la Thorah escrita e inspirada, que aquel follaje inmenso, fatigoso y desecante no sólo se había identificado con el tronco sino que lo había obliterado... "¿No sacáis vosotros en Sábado del hoyo a una oveja o vaca que se os haya caído?" Y curar a una mujer con una palabra o sin ninguna palabra era trabajar en Sábado.
Dondequiera hay un exceso de "reglamentismo", una proliferación de mandatos, reglas, costumbres, glosas, formalidades y trámites, no solamente hay peligro de olvidar el espíritu y el fin de la ley, sino señal clara de que ese espíritu ha claudicado. Y entonces son posibles y fáciles tres cosas: el necio aparecer perito, el hipócrita pasar por santo y ser condenado el inocente. Con razón Martín Fierro desconfía de la Ley —es decir, del "Procedimiento"— apenas un mundo de leguleyos sustituye al modo patriarcal y personal de la justicia del tiempo del "Restaurador de las Leyes": detrás de ese Procedimiento se esconde una intención que él intuye adversa, que lo mandará a él al contingente y a su hijo a la cárcel 14. Desde que Cristo es juzgado hereje (o "samaritano") su suerte está sellada. Después vendrán sucesivamente, a medida que la ira y la envidia por sus éxitos crezcan, los apostrofes de loco - mago - poseído del demonio - y después blasfemo, sedicioso y por último conspirador contra el César. Todo sirve. Es una acusación que va creciendo sola a medida que pasa el tiempo, sin que se pidan descargos o explicaciones al reo, al contrario, cada descargo que da éste se conviere en un nuevo cargo.
mueve movimientos religiosos en el pueblo y ejerce un acto de autoridad en el Templo, sin contar para nada con los sacerdotes, directores legales de la religión; ni con los doctores, que han pasado su vida estudiando la Ley?" , , Pero no lo dijeron; y este hecho nos suministra la respuesta a esta dificultad. No lo dicen. Ante la enérgica irrupción del joven armado de un flagelo "piden un signo", es decir, un milagro. Estaban pues ya perfectamente impuestos de la respuesta que Cristo hubiese dado: "Tengo una misión directa de Dios", la cual en la teología judía debía ser confirmada por milagros. A la petición de un milagro "ad hoc" Cristo responde como constantemente en el curso de su vida con una negativa; aquí una negativa condicionada que contiene una promesa y una amenaza. Contiene la promesa de un milagro, misterioso entonces, que es su propia resurrección; y una amenaza todavía más lejana, la mención de la destrucción del Templo, cuya "indestructibilidad" era uno de los fetiches del fariseísmo, A los oídos judíos la respuesta era un trueno. ¡Destruir el Templo! ¡Reedificarlo en tres días! ¡Qué manera de hablar ! La respuesta era obscura y genial, "pregnans". "Destruid este Templo y lo levantaré en tres días", dice muchísimas cosas. Yo tengo el poder de hacer milagros y tos haré cuando convenga. Este Templo puede ser destruido y de hecho lo estáis destruyendo vosotros con vuestros abusos al convertirlo en una lonja. Yo he recibido autoridad directa de Dios, mi Padre... Cuando incrim inaron a Cristo esta frase en su proceso preveniéronse bien de modificarla y dijeron: *Éste ha dicho: 'Yo destruiré el Templo'...” donde Cristo dijera “Destruid este Templo, o mejor dicho "Seguid destruyéndolo": que eso indica el imperativo aoristo del verbo "lyo", según enseñan los gramáticos. Eso muestra que entendieron perfectamente la acusación de demoledores de la religión, que el Templo simbolizaba, contenida en la críptica e inesperada respuesta. Si Cristo hubiese ido a solicitar permiso a Caifás para predicar habría puesto un acto falso y equívoco; netamente destructivo de su propia autoridad. Hubiese mentido, en una palabra, mostrado que no era el Mesías, haciendo depender su autoridad suprema de una autoridad legal y subordinada. Y eso mucho más después del testimonio público de Juan el Bautista, al cual se atenía y remitía implícita y más tarde explícitamente. Y esta es la fuente de donde los fariseos conocían ya entonces perfectamente la autoridad que se atribuía Cristo. Juan el Profeta lo había designado indubitablemente como el Secularmente Esperado. Cristo había aceptado el testimonio y comenzado a obrar en consecuencia. Una especie de decencia sobrenatural y divina modestia resplandece en este proceso, en este misterioso comienzo de campaña. Con Juan sí comenzaron los fariseos con el trámite obvio de mandar una comisión a inquirir con qué autoridad predicaba y bautizaba. No que el predicar estuviese entonces sujeto a "licencias" regulares como entre nosotros, pues cualquier israelita era dueño de exhortar a sus hermanos, circular por los pueblos como recitador ambulante de la Ley y sus comentarios, improvisar por su cuenta lo que hoy llamaríamos sermones, recitados de estilo oral — que no se parecen en nada a nuestros sermones— y finalmente interpretar a los profetas en las reuniones sabáticas de la sinagoga. No. Eso era perfectamente libre y usual, simple actividad intelectual, comparable a la de nuestros poetas y pensadores, Pero Juan había increpado duramente y con amenaza los abusos religiosos del tiempo. ¿Quién era esa "progenie de víboras que no podrán huir la ira del que viene"? ¿Y cuál esa "hacha que está puesta en la raíz del árbol"? La alusión a los fariseos y la alusión mesiánica era clara. Además Juan recibía la confesión de los pecados y bautizaba, ritos informes todavía que simbolizaban simplemente: la "metánoia" o cambio de mente para obtener el perdón de Dios preparatorio a la recepción de las Magnas Palabras Nuevas. , Así, pues, inquieren del áspero profeta de Makerón si él era el Mesías, o bien Elias que lo había de preceder, o bien un profeta. No. Entonces, cuál es su autoridad, Su autoridad es un reflejo. Su autoridad viene de la Suprema Autoridad de otro que ha de venir de inmediato después de él, al cual él conocerá por un signo milagroso que le ha sido revelado, después de lo cual Lo designará a todos; y hecho esto, le convendrá "menguar para que el Otro crezca", desaparecer cumplida su misión por eí camino sangriento del martirio. ¡Oh sangrienta cabeza en bandeja de plata entregada a la danzadera! El degénere vejete diademado es el responsable de su muerte y el motivo fue la reprensión de su escandalosa unión con su cuñada. Pero quién llevó el cuento y acució y animó al cobarde Rey —títere, muelle y supersticioso—, no es difícil de adivinar. Los fariseos no eran para perdonar y olvidar la fragorosa denuncia al pueblo de la raza de víboras abusadora de la religión y ya enteramente limpia del temor al juicio divino. "Esta gente procede como si Dios no existiera", dijo Juan de la Cruz en su tiempo. De modo que al comenzar Cristo su misión con el más dulce milagro, ya está bajo la mirada rencorosa, malévola y homicida. Para los santulones ya no es más que una réplica y un sucesor del otro aborrecido demagogo, más audaz y movible que éste y dotado de medios de atracción aun más seductores. Ni soñar en que iban a cumplir lo que era su estricto deber religioso y aun profesional, a saber, presentarse en el lugar de la escena, reconocer el milagro, y rogar humildemente al taumaturgo les dijera quién era y qué tenían que hacer ellos: lo que hicieron las pobres gentes con Juan, movidos solamente de su penitencia y su predicación, de su magnética facha de profeta. AI contrario, sigue inmediatamente contra Cristo la acusación de "hereje": enseña a quebrantar el Sábado, cosa claramente contra la Ley de Moisés. Ninguna acusación se eleva por lo hecho en el Templo; por violento y ruidoso que aquello hubiera sido. Naturalmente: la escena fue edificante para el pueblo, y ellos tenían sucia la conciencia en el asunto del tráfico y del tráfago que deshonraba el Atrio. Pero la otra acusación era especiosa. Cristo ignoraba tranquilamente la ridicula casuística farisea acerca del Sábado; y ellos habían asimilado de tal modo sus ociosas discusiones y tradiciones orales con la Thorah escrita e inspirada, que aquel follaje inmenso, fatigoso y desecante no sólo se había identificado con el tronco sino que lo había obliterado... "¿No sacáis vosotros en Sábado del hoyo a una oveja o vaca que se os haya caído?" Y curar a una mujer con una palabra o sin ninguna palabra era trabajar en Sábado.
Dondequiera hay un exceso de "reglamentismo", una proliferación de mandatos, reglas, costumbres, glosas, formalidades y trámites, no solamente hay peligro de olvidar el espíritu y el fin de la ley, sino señal clara de que ese espíritu ha claudicado. Y entonces son posibles y fáciles tres cosas: el necio aparecer perito, el hipócrita pasar por santo y ser condenado el inocente. Con razón Martín Fierro desconfía de la Ley —es decir, del "Procedimiento"— apenas un mundo de leguleyos sustituye al modo patriarcal y personal de la justicia del tiempo del "Restaurador de las Leyes": detrás de ese Procedimiento se esconde una intención que él intuye adversa, que lo mandará a él al contingente y a su hijo a la cárcel 14. Desde que Cristo es juzgado hereje (o "samaritano") su suerte está sellada. Después vendrán sucesivamente, a medida que la ira y la envidia por sus éxitos crezcan, los apostrofes de loco - mago - poseído del demonio - y después blasfemo, sedicioso y por último conspirador contra el César. Todo sirve. Es una acusación que va creciendo sola a medida que pasa el tiempo, sin que se pidan descargos o explicaciones al reo, al contrario, cada descargo que da éste se conviere en un nuevo cargo.
El
proceso es secreto. Cuando intervienen los jueces en público, ya no es
una acusación sino con una sentencia. Afirman calumniosamente y tratan
de atrapar al reo en un renuncio para hacer buena la calumnia. Uno
asiste a la fermentación lenta de la calumnia en el pueblo, refrenada y
repelida por momentos por los golpes geniales del acusado; y a la
formación de los dos partidos. El eje del conflicto: — "Éste no puede
ser el Mesías porque no tiene la pinta que nosotros creemos ha de tener
el Mesías*— no es puesto nunca en discusión; porque el ambicioso no
puede nunca revelar el fondo de sus contiendas, es decir, desnudar su
ambición. Tampoco podía Cristo hacerlo directamente sino con sus obras;
pero sin embargo no cesa de decirles que si no lo reconocen es porque el
Padre no los trae, porque su soberbia les ha cegado los ojos a la luz y
cerrado las profecías; puesto lo cual, era inútil razonar con ellos. En
efecto, si un muerto resucitase aposta para darles testimonio de la
verdad, no lo creerían. Contemplamos en suma una autoridad religiosa
real que resiste a una autoridad religiosa superior; en este caso
suprema, innegable y avasalladora; de modo que la frase "resistió al
Espíritu Santo" no es exagerada. El choque entre sacerdotes y profetas
no era desconocido en el Antiguo Testamento, pues lo registra por
ejemplo el profeta Oseas y Malaquías; y que ese choque llegase hasta el
homicidio del profeta lo sabemos por el mismo Cristo, Con razón
recomienda tanto San Pablo que los que tienen "carismas" se respeten y
conlleven mutuamente; mas sólo la caridad y la verdadera humildad son
capaces de obtener esto. Los que tienen el carisma de "pastor", es
decir, de directores u organizadores, si creen que ellos lo ven todo, lo
saben todo y lo pueden todo, eso los lleva a odiar al Profeta, que es
el hombre que ve. Entonces se les añubla el rumbo y se convierten en
"ciegos gufas de ciegos". «Lo
que es en realidad una sociedad no se puede sacar de sus reglamentos,
estatutos y constituciones; sino de los hombres vivos que la constituyen
y sobre todo la dirigen; y del espíritu que los une, dependiente del
fin; el cual de nuevo no se puede computar solamente por el 'fin
escrito' o declarado, sino por el fin ejercido y vivido. Sociedades
excelsas pueden existir sin leyes escritas, como la Iglesia primitiva;
sociedades abominables con leyes sacratísimas, como ia moribunda
Sinagoga. La letra de la ley más santa puede ser instrumento de tortura o
agencia miento de muerte.» (CasteUani, Diario, enero de 1948).Por eso dirá uno:
No matéis los profetas, No neguéis los carismas, sacerdotes. Ellos tienen baquetas Y ven cosas y encima ponen motes. Dios nos libre de burros y sus coces, Y de los hombres que se sienten dioses.
No matéis los profetas, No neguéis los carismas, sacerdotes. Ellos tienen baquetas Y ven cosas y encima ponen motes. Dios nos libre de burros y sus coces, Y de los hombres que se sienten dioses.