sábado, 23 de noviembre de 2019

3-CRISTO Y LOS FARISEOS

(3) Leonardo Castellani
CRISTO y los F A R I S E O S
Corrección notas Pbro. Ratios Biesffo
EDICIONES JAUJA MENDOZA - ARGENTINA
 Resultado de imagen para CRISTO Y LOS FARISEOS
           Prefacio.......................................................................................7
                      Prólogo..................................................................................... 11
  Cristo y los fariseos 1era.Parte..............................................19 
  El dulce Nazareno....................................................................29
                    Los tres atentados.................................................................. 35
                    La provocación.........................................................................43  
                    La sociología de los fariseos................................................. 51 
                    La defensa................................................................................53 
                    Elenchus contra pharisaeos.................................................. 71 
                    ¿Con qué autoridad?...............................................................87 
                    Las mujeres..............................................................................95 
                    Como ovejas sin pastor..........................................................99 
                    Un Galileo de la psicología...................................................103 
                    La cárcel de Oscar Wilde......................................................113
                    Apéndices Parábola del Fariseo y el Publicano.................131 
                    Parábola del Sepulcro y las Víboras........ ...........................141
                    Sobre tres modos católicos de ver la Guerra Española....153
                    La última Parábola ................ ...............................................167 
                    El retiro de la Iglesia .............................................................173

                                                            Índice General
                                                       Leonardo Castellani
                                                           Segunda Parte
 

                  Cartas a los Religiosos Sobre la Obediencia.......................183 
                  Sobre la Pobreza.....................................................................195 
                  Sobre la Castidad....................................................................209 
                  Sobre el Gobierno...................................................................223
                  Indice analítico y onomástico................................................231 

                  Libros del autor.......................................................................235 
                  Instituto Padre Leonardo Castellani.....................................241 
                  Obras a editar..........................................................................242
 


Las Mujeres
- IX


Pag. 95

Los fariseos despreciaban a las mujeres; y sin embargo tenían gran partido en ellas. Alguno dirá que es lo natural, sobre todo si han leído a Nietzsche: "¿Vas a tratar con mujeres? ¡No olvides el látigo!" Es cosa poco sabida y no obstante del todo cierta que Nietzsche, siempre que trató con mujeres olvidó el látigo; más aun, que no lo tenía. Por eso justamente escribió así. Dime de qué presumes, te diré de qué careces. En realidad los fariseos defendieron a las mujeres, aunque fuera indirectamente contra la brutalidad natural de las costumbres y la liviandad de los saduceos al defender (por lo menos los de la escuela de Hillel) la estabilidad a) menos relativa del matrimonio. Ésa debe ser la razón. Eran los defensores de la regularidad y las "conveniencias"; y las mujeres necesitan más que el varón de las conveniencias. Los fariseos eran en religión los representantes de la ortodoxia y la observancia. Yo no sé si las mujeres son más religiosas que los hombres; pero es obvio que son más devotas. Las mujeres devotas son siempre muchas; y en algunos casos son poderosas.
Eso debe ser la explicación de lo que dice Josefo, que el pueblo seguía los fariseos "y sobre todo las mujeres". Porque por otra parte consta, y más cierto que lo de Josefo, que la secta mostraba hacia la mujer un desprecio arrogante. Consta por el Talmud que anota la disputa o cuestión talmúdica de si un sacerdote quedaba o no impuro legal (es decir, si podía oficiar o no) por haber pasado tan cerca de una mujer que su sombra lo hubiese tocado. Consta mejor aun por las mujeres del Evangelio: la escena de la adúltera arrastrada como una bestia asustada a los pies de Jesucristo por energúmenos armados de piedras; el desprecio de Simón hacia "Éste que se llama profeta" por permitir que la Magdalena llorase a sus pies; y lo que quizá es más revelador todavía, el asombro de los Apóstoles (ellos mismos tocados por el "fermentum") al ver a Jesús hablando con una moza de cántaro cerca de la fuente de Siquem. "Se asombraron pero no le dijeron nada." Sin embargo muchas mujeres comenzaron a seguir a Jesús con toda devoción, abnegación y modestia; aunque en algún caso, como la Magdalena, hacían lo que podían. Y aun esto puede haber sido causa de un aumento de odio. Como la experiencia enseña, no son imposibles los celos (aun entre hombres religiosos) por la clientela femenina. "Este trata con publícanos y con prostitutas." * El decir "trata con prostitutas" es una evidente hipérbole o exageración exclusivista por *trata con mujeres; con todas; con la que sea.' ' ' Es infalible también el resentimiento de la "devota" al no ser distinguida por el profeta y ser tratada por él como las otras; Cristo las trataba a todas como a hermanas. "¿Qué le pasa a esle hombre? ¿Ha perdido la razón?" Esa escena en Nazareth en que tratan de impedirle que salga porque "está tin poco delicado, indispuesto", tiene punta de chisme femenino y medida prudente de parentela.


Como Ovejas sin Pastor
X
Pag. 99
El hombre se sentó sobre una piedra bajo la sombra rala de una higuera y de la acequia que allí formaba codo comenzó a beber con las manos el agua sucia y fresca. Uno de los segadores que venía a beber también se quedó mirándolo y se sentó también, sin quitar los ojos de él. El hombre preguntó: — ¿Por qué ponéis siete haces en esa forma, con dos encima al sesgo? Señaló una parva. El campo estaba cubierto como de soldados en formación. El segador lo miró y se puso a reír toscamente. Preguntó a su vez: —¿Por qué no te cortas la melena? —Es el uso de mi tierra — dijo el hombre — ¿D'on ets tú? —D' en Galeleé — respondió en dialecto —Te lo he conocido en la manera de hablar —dijo el rústico. — ¿No eres fariseo? El hombre sonrió pesadamente. •—¿No eres doctor, ni escriba, ni levita, ni arcediano? ¿No nos vienes a reprender que estemos trabajando en Sábado?
Castellani no puso Htulo a esta parábola.
— Estas dos orejeras de mi turbante no significan doctor —dijo el hombre. Soy solamente targumán. — ¿Qué es eso? — Predicante libre. El segador cambió la conversación. —¿Quieres decir que no ves por qué hay que poner así las gavillas? —¿Será para que si llueve no las penetre el agua? — Eso lo sabe cualquiera —dijo el rústico — No es difícil lu oficio entonces —dijo el hombre. El segador se encocoró. — Eso dicen ustedes los bien comidos —dijo. El hombre sonrió de nuevo. Otro segador llegó lerdamente y le hizo a su compañero un signo airado, que él respondió con otro. Los dos eran parecidos, pequeños y flacos, desmedrados, las canillas como dos cañas sobre las rotas almadreñas. El primero se levantó y bebió. Después dijo: —¿Qué oficio tienes tú? — Fui carpintero. ' —Esos están bien comidos ' — No siempre. Hoy no he comido todavía... —¿Cuánto te pagan por predicar? —Nada. Soy predicante libre. — ¿Cómo vives entonces? El hombre señaló a los gorriones sobre la parva: — ¿Cómo viven esas aves del cielo? — ¡Toma! Pues de lo que apañan por ahí. —Yo vivo de lo que me dan; de lo que cae. —No pareces ayunar mucho. El hombre se había levantado y avizoraba el camino. Otros tres segadores se unieron al grupo. Al llegar uno guiñó el ojo y los otros hicieron gestos convenidos. El
hombre era alto y bien formado, les llevaba una cabeza a todos. Uno dijo: —¿Qué buscas? El hombre respondió a la pregunta anterior: — El Padre Celestial nos alimenta. Ayuno cuando es necesario. — ¡Mira! —dijo uno extendiendo el brazo. Era escuálido y huesudo. En el torso desnudo se le veían las costillas. — ¡El oficio nuestro no es difícil! — exclamó el primero. — Sí, para los bien comidos no es difícil. Para el Idumeo. Los otros escupieron en el suelo. — Comida tenemos pero no tenemos gana. — ¿Por qué? —Demasiado trabajo. El hombre dijo lentamente: —Es un oficio sano. Como el de pescador. Al aire libre, al sol, en contacto con la tierra vivificante. Doblados sobre la tierra, sí, doblados como escuadras. Al venir hacia aquí os veía doblados sobre la tierra. Yo también me he doblado sobre los maderos, en el banco. Pero aquí está el cielo azul y el sol ardiente, los prados, las amapolas. Load a Dios. —Demasiado trabajo —insistió el otro. Si fuésemos la docena o por lo menos los diez... Pero siete es poco. Trabajo de sol a sol, sin parar. Y en tiempo de la siega hay que trabajar el sábado —y de noche. Sin respiro todo el año. Recoge, ara, abona, siembra, escardilla, siega, trilla, ata, y empezar de nuevo. No se puede. Nos consumimos. Y el sacerdote a gritar porque trabajamos en sábado. ¿Por qué no le grita al Idumeo?
—Yo no piso más la Sinagoga — dijo uno, y escupió, haciendo muchas muecas. Éste era el único gordito. Cojeaba. — ¿Qué tienes en el pie? — preguntóle el hombre. —Un macho. Una coz. Maldito sea. Me deshizo la rodilla. ¿Y esto es oficio? Esto es esclavitú.

Un Galileo de la Psicología
XI
Pag. 103
Existe un Galileo de la Psicología. Un precursor de Pierre Janet que tuvo que retractarse delante de un Inquisidor de tener más talento que la Inquisición. Solamente que por haberse retractado enseguida (hizo bien) y por no tener sus obras el alcance universal del cascarrabias toscano, el Cardenal Pietro Petrucci es apenas conocido. Su caso se puede leer "per longum" en las cédulas del Cardenal Casanata, Códex Casanata, N° 310, sección manuscritos. Archivo del Vaticano. De rodillas delante del Cardenal Cybo (pronunciar "chivo") delegado del Papa Inocencio IX (el atrabiliario Doria que nos dejó divinamente caracterizado Velázquez) tuvo que confesar que había "errado gravemente en 54 proposiciones extraídas de sus obras impresas, las cuales, no por temor ni miedo movido (¡macana!), sino espontáneamente y libremente reconocía como falsas, malsonantes, tem erarias, escandalosas, peligrosas, perniciosísimas, próximas a las de Molinos, tirantes a herejía, blasfemas, injuriosas a la Humanidad de Cristo y a la Providencia de Dios... y dignas de otras diversas censuras..."
Esto pasó el 7 de mayo de 1687. No sabemos lo que le aconteció después al manso obispo de Esina. Quizá quedó aplastado para toda la vida. Quizá se irguió con coraje y siguió trabajando más que antes. Hoy día no es necesario ser "grand clerc" en Psicología para percatarse que el Cardenal Pedro Mateo, director de monjas, era un varón dotado de intuito psicológico, en tanto que su censor era un ignorante vulgar y silvestre y un mandón prepotente. El Cardenal se puso a enseñar (quizá imprudentemente — no lo sé) la oración que llama Santa Teresa "de recogimiento" y pone en la Tercera Morada en cartas espirituales que después imprimió. Puede que haya sido imprudente en "imprimirlas". Pero ciertamente imprimió la verdad y no el error, como le impusieron decir sus jueces. Todas las proposiciones condenadas de esas cartas extraídas, si se interpretan con benignidad o al menos sin ojeriza, pueden atribuirse a Santa Teresa, al beato Suzón, a Taulero sin gran dificultad, Pero en esto no me hago fuerte, la mística no es mi fuerte. En todo caso, que aprenda por sonso a meterse a desasnar monjas. Quiero ocuparme de las proposiciones psicológicas. Sin embargo, ya que estamos aquí: PROP. 23.- "La regla de las reglas para vencer toda suerte de tentaciones, es el servirse con la ayuda de la divina gracia de la libertad de las potencias espirituales y especialmente de la voluntad, teniendo firme el albedrío en este punto: quiero amar a Dios." ¿Qué hay de malo en esta aserción? A mí me parece santísima y exacta, Dios me perdone si soy herético; anoser la excesiva extensión de decir "toda suerte de tentaciones". Pero ¿por qué "temeraria, peligrosa y perniciosa en la práctica"? —como dijeron todos los censores excepto Pérez. Pérez dijo lo mismo que yo diría : "non censurabilis". ¿Quién es Pérez? Hay un censor español entre los cuatro teólogos que censuraron a Petrucci que honra la cordura de los españoles, y eso que éstos, respecto de los italianos, tienen más bien fama de fanáticos o arrebatados. Pérez disiente de los otros casi siempre, y casi siempre entiende indulgentemente y absuelve, o al menos nota con delicadeza y exactitud. Los otros — *céteri"— descargan andanadas de pez y azufre. Por ejemplo, Pérez califica simplemente de "hiperbólica pero no digna de censura alguna" una proposición que llaman los otros "periculosíssim a et perniciosissima". Es ésta: 11.- *La nada es el modelo de la vida mística. ¿Cómo estaba ella antes que Dios crease el mundo? ¿Pensaba en sí misma y curaba de sí? ¿Apremiaba al Creador hacia su gran obra? ¿Exigía recabar, cuando fuese creada, esta o aquella condición ? Ciertamente, no. " Aplicado a los dones de la oración, esto lo dice San Juan de la Cruz. Esto está escrito mil veces, y con más hipérbole todavía, en los grandes místicos ortodoxos, desde San Bernardo hasta Santa Teresita. Pero en fin, eran los tiempos de Molinos, la Curia estaba agitadísima, y el buen Cardenal Petrucci, meridional, exagera un poco al escribir. Sobre todo ¡ese Molinos! Molinos Miguel, sacerdote español (1628 - 1696) fue un enfermo. Tuvo una neurastenia sexual. Antaño murió en las cárceles de la Inquisición. Hogaño sería Presidente Vitalicio de alguna Sociedad Teosòfica. En realidad, lo indicado para él era una clínica. A falta de clínicas psiquiátricas, la cárcel de la Inquisición sirvió para que al menos muriese confesado.
Molinos describe su enfermedad con precisión casi técnica en su "Guía Espiritual", dándola, para su desgracia, como un alto efecto de la más sublime vida mística. "Ley de Compensación" llaman hoy eso. O producto de su enfermedad nerviosa, o engaño del demonio, debe haber tenido también estados místicos pasivos, veros o falsificados, como pasmos o "ausencias", o quizá esa languidez y apatía general que Santa Teresa, grande experta, trataba por medio de la alimentación intensiva. A menos que no sea mera mistificación y mimetismo de los místicos reales. No lo parece. Algo auténtico y sincero parece haber en el cuitado. Junto a la masturbación involuntaria aunque consciente (neurastenia sexual), que él complicó inútilmente fornicando con algunas locas como él, persuadidas previamente que no había en ello mal alguno para los poseídos del divino amor —Molinos ostenta el otro fenómeno de la oración pasiva. Llegada a un grado evidentemente absurdo, y probablemente fingida, y mezclada con la sensualidad enferma; lo que llaman hoy "sentimiento mixto" y "aprovechamiento de la enfermedad". Pudo hacer un mal enorme en su tiempo, y quizá en parte lo hizo, A falta de clínicas psiquiátricas, la cárcel era lo mejor para él y desde luego para la sociedad. Era un loco suelto con mimetismo de santo; en el fondo, un perverso. Pero Petrucci, a juzgar por sus obras y por su vida, era una cosa diametralmente distinta. Fue arrastrado en la estría de su tùrbine por una semejanza lejana externa y aparente. Por ventura fue un buen director espiritual, désos a quienes les da un poco demasiado por la mística, mística que conocen más bien de memoria, como mi amigo el R.P................. Perdón. Casi cometo una indiscreción. En todo caso, las proposiciones que más lo aproximan a Molinos, y que destiñeron sospecha sobre todas las otras "non censurabiles" (como dice Pérez) revelan simplemente un hombre con sentido común y penetración psicológica que se encontró delante de un caso (o varios) de obsesión psicastènica y que los resolvió bien. Eso sí, cometió la incaútela de publicarlos, transformarlos en proposiciones abstractas. Pero es el verdadero descubridor histórico de la psicastenia. Casi todos los verdaderos descubridores la pagan caro. La patente de profeta es elevada. "El que tiene razón un día antes, durante 24 horas es loco." No hay que hacer doctrina general de lo que es excepción. Pero Petrucci precorre a los actuales psicólogos patologistas. Las proposiciones 30 a 37 (en el índice de las 54 que le enrostró el Cardenal Chivo) dicen que Petrucci se encontró con el caso de personas que sufren impulsos violentos a la blasfemia, a la coprolalia, o incluso a actos obscenos — que nunca o casi nunca cumplen— y son por otra parte rectas, honestas y buenísimas. Estos accidentes, que suceden en una especie de confusión y obnubilación del ánimo, las atormentan muchísimo. Acuden hechas una miseria a quien tenga piedad para escuchar y comprensión para facilitar la difícil confidencia. "Pasan vida triste", como dice Juan de Yepes.
Pero por lo mismo merecen piedad y necesitan especiales cuidados. ¿Qué dice hoy Pierre Janet a los tales? — Son síndromes psicasténicos, "obsesiones". Su mecanismo psicológico es simple, lo entiende un gandul del bachillerato. Su cura no es tan simple. Pero en fin, no hay que desesperarlos complicándolos con remordimientos o cuestiones m orales, porque son síntom as más somáticos que morales. Haga este tratamiento y esté tranquilo se les dice hoy. — ¿Qué dijo Petrucci? •—Lo mismo más o menos en su lenguaje. Todo eso son tentaciones del diablo, el cual puede poseer parcialmente al hombre — si es de fe que puede poseerlo totalmente (31, 36). Pero no las anden contando a cualquiera (por ejemplo al Cardenal Cybo) porque no todos son capaces de comprender, y algunos se escandalizarán y otros les darán consejos desesperantes (32). No se aflijan demasiado, como si fuese un horror; si no consienten con ellas, no hay pecado> que es lo más importante (33), Incluso si llegan a blasfemar de hecho, no se espante demasiado el confesor de esas almas atribuladas (enfermas). Es una prueba de Nuestro Seflor, que así purifica esa alma a martillazos para inserirla después en los muros de la celestial jerusalén — dice Pettrucci. Hasta aquí el buen Cardenal es la cordura misma. Después viene al caso mismo que él trató, de una "doncellita" (verginella) que parece cuando perdía el control se ponía hecha una harpía. Quizá el manso Cardenal la juzgó con demasiada benignidad, lo cual es soberanamente disculpable para una "verginella". Quizá lo tomó demasiado por lo espiritual y por la ley general sin notar bastante lo patológico y excepcional. Ciertamente erró (aunque no gravemente) en creerlo una *elección’ y una gracia ("i'í Signare tremendamente la purifica per altamente coronarla“) cuando en realidad es una desgracia. Una desgracia que, bien llevada, es claro que puede convertir«- en mérito; y quizá eso era el caso en este ejemplo particular. Pero una gracia que no hay que desear a nadie. , En todo caso, el director no se equivocó, observó bien, aconsejó cuerdamente. Pero el idiota del juez falló que la observación empírica del confesor era "temeraria, ofensiva a los oídos píos, escandalosa, perniciosa en la práctica, blasfema y ofensiva a la Providencia, Sapiencia y Bondad de Dios" (¡Idiota! Es una cosa que de hecho existe, venga a verla si no la ha visto. "A priori* no la puede Ud. negar). El único que imperturbable falló que "no merece censura" fue el admirable Pérez. Los que son de veras blasfemos, perniciosos en la práctica y ofensores de la divinidad y sobre todo de la humanidad (es lo mismo) son esos badulaques prepotentes y abstractos que en nombre de dogmas mal entendidos quieren negar con la violencia hechos bien observados: los jueces de Galileo. Según-este juez tonto, que se sustituye a Dios y se hace Padre Eterno, como suelen los tontos con poder, habría que decirle a la desdichada esta enormidad: "C ada1 vez que blasfemas, pecas gravemente, aunque no quieras pecar y no puedas impedirlo. Lo contrario sería contrario a la Providencia y Bondad de Dios."
¿Qué cosa puede haber más contra Dios que esta enormidad de fanático mandón y obtuso? Los representantes de Dios, cuando no son inteligentes, o en su defecto muy humildes, tienden a tomar el puesto de Dios y a identificarse con la Deidad. La Deidad es como ellos, piensa como ellos, y en realidad está en ellos, cuasi hipostáticamente. Confunden el dogma de la Iglesia Visible con el dogma de la Encamación. ¿Qué hizo Petrucci? Se sometió, se puso de rodillas, pidió perdón, reconoció sus errores (siempre tenemos errores), retractó sus asertos, aceptó la penitencia y se mandó mudar. Bien hecho. Le tiene que haber costado muchísimo. Pero hizo bien. Alguno dirá que fue falta de carácter, cobardía y vileza de ánimo. No lo crean. Hay situaciones que lo mejor es salir de ellas cuanto antes y a cualquier costo; y una de ellas es la de estar en las manos de tontos engreídos, de "Superiores briosos y sin letras", como decía el P. Mariana. Si el Cardenal sospechoso de molinismo hubiese recalcitrado, si se hubiese defendido, si hubiera escrito largos memoriales justificando e! recto sentido de sus escritos, si hubiese apelado al Papa, si se hubiese quejado amargamente de la falta de corazón de la Iglesia, si hubiese tratado de obtener de Inocencio IX una audiencia por soi-presa para explicarle su caso, estaba listo. Lo hacían polvo. Las Curias son tremendas en la cuestión de la herejía. A las Curias se les escapan los herejes grandes, pero atrapan a los herejes chicos, sobre todo, a los herejes buenos; los cuales, a causa de su conciencia, no osan ni mistificar ni tomar el portante. Recordemos al pobre San Juan de la Cruz en su cárcel de Toledo, tratado peor que el peor de los herejes; aunque éste, no siendo sonso, acabó por tomar el portante: medio muerto ya, es verdad. Huyó. Le salió bien la huida, aunque casi se mata. Él dijo que la Santísima Virgen se la había inspirado; y no hay por qué dudar de ello. Lo mismo hizo Petrucci, huyó a su manera; "conociendo y confesando que he errado gravemente, personalmente arrodillado delante de Vos; Emmo. Señor Cardenal Cybo, porque 54 proposiciones falsas, malsonantes, temerarias, escandalosas, peligrosas y con otras más graves censuras respectivamente condenables por inadvertencia e ignorancia escribí y afirmé en mis libros ya impresos..." ¡Ignorancia! Pobre Cardenal Petrucci. Como todo hombre de estudio, no gustaba ni de mandar ni de obedecer, y era inhábil por altura intelectual para los enredillos de la política. Porque podéis jurar que detrás de estos errores (no del reo sino de los jueces) —y yo apostaría cualquier cosa— había un enredillo político, un brote de fariseísmo. Siempre lo hay en esos casos. ¿No habrá habido la intención —seamos un poco maliciosos-^- de liquidarlo como papable? Detrás de estas garrafales metidas de pata siempre hay algo turbio. El caso es que el cardenal napolitano hijo de Giambattista Petrucci fue más flexible aunque quizá menos digno que su contemporáneo el infeliz Arzobispo de Toledo Bartolomé Carranza, y menos cascarrabias que Galileo y se libró de las manos del Santo Oficio con una arrodillada y el gran sonrojo de declarar falso y pernicioso lo que en su fuero interno seguramente sentía que era la verdad, "eppur si muove".
Después de lo cual (si no me engaño, aunque aquí nada dice la historia) lió sus petates, sacudió sus zapatos con hebilla sobre la Reverendísima Curia, se volvió a su diócesis de Nápoles, y escribió el siguiente soneto — o lo que sea:
San Juan de la Cruz Yepes se fugó del convento, Y eso que era un convento de Felipe Segundo. Bartolomé Carranza murió como un jumento Por creer que existía justicia en este mundo.
San Teresón fue cuatro veces excomulgada, Por los que hoy le levantan altares con "cepillo". Santa Tais, mi santa, se murió emparedada En un decoro de oro tintoretto amarillo.
Porque es riesgoso hoy día buscar resurrecciones. (Resucitar es cierto que será un gran consuelo, Pero hay que pasar antes clavos y escupitones, Y ser izado patas arriba para el cielo.
La Madre Iglesia tiene bien los pies en el suelo.
XI
La Cárcel de Oscar Wilde Pag. 113
Dos años de cárcel en Reading aniquilaron a Oscar Wilde; y sin embargo, él se buscó esa cárcel. Hay aquí un doble misterio. ¿Por qué se expuso y (por decirlo así) se precipitó a la cárcel? ¿Cómo dos años de reclusión, tuvieron un poder tan excesivo sobre tan clara inteligencia? Se comprende que hubiesen arruinado el cuerpo. Pero ¿cómo aniquilaron también el talento? La Balada de la Cárcel de Reading es su canto de cisne. Después no pudo literalmente escribir más. La respuesta vulgar que anda en las antologías no satisface a la inteligencia, antes la acucia... "Era un hombre refinado, delicado, afeminado, muelle; desafió por fanfarronería, por temeraria frivolidad la opinión pública y después no pudo mantener el golpe. En suma, fue un deschavetado que jugó con fuego, y naturalmente, se quemó... Todos los que adoptan la divisa de Nietzsche 'vivir peligrosamente', acaban mal." El riesgo no se debe temer demasiado pero menos se debe buscar por gusto. Es cosa clara... Como le dijo el 15 El 11 de diciembre de 1948 Castellani anota en un cuaderno; "He acabado como Oscar Wilde con La Balada de la Cárcel de Reading y el De Profundis."
médico psiquiatra que lo visitó en la cárcel: "Ud. posee una enorme belicosidad, una fantástica propensión a la pelea, como buen irlandés; y no tiene fuerzas... Y además, es cicloide: cuando está en euforia se siente capaz de desafiar al mundo entero; cuando está en depresión, plañe como un niño enfermo..." Todo eso es verdad, pero... "Muelle y delicado..." — "Oscar Wilde, lo compadecemos porque debe Ud. sufrir mucho más que nosotros..." — He aquí la explicación superficial en boca de uno de los presos que iba detrás de él en la fúnebre ñla que paseaba en el patio horrible. El poeta contestó sin volverse: "Todos somos igualmente desgraciados." He aquí la respuesta profunda, la verdad fundamental a que había llegado el gran "dandy" a través del dolor, que expresó después en aquel lacerante poema. Estaba prohibido hablar en esos lúgubres paseos. Wilde no pensaba entonces más que en suicidarse. La muestra de misericordia de un m iserable, y su súbita respuesta metafísica lo revulsionaron. "Desde aquel momento, ya no sentí la obsesiva impulsión a matarme", añade él al contar la anécdota preñada de sentidos. Esta respuesta constituye el fondo del poema:
"Dear Christ! The very prison walls Suddeniy seemed to reel. And the sky above my head became Like a casque of scorching steel. And though I was a soul in pain, My pain 1 could not feel..."
'* Cf. Traducción en p. 124.
Este poema terrible es su obra más grande porque es un grito de su alma y no un juego de su imaginación solamente; es su única obra de arte, pudiéndose decir que todas las demás fueron obras de artificio. Para escribir ese poema humano, en donde depuesta su pose de esteta, habla el hombre, el mísero mortal bajo el peso del dolor, que como Job, compone con las entrañas, buscó Wilde la cárcel, o bien otro desde el fondo de él la buscó por él. Ese contacto cauterizante con la verdad profunda quemó para siempre al otro artista que trabajaba con la mentira o por lo menos con la ficción. Lo volvió sinceramente religioso, y el artista que había en él era pagano. Pereció el artista, el artífice, el orfebre. Pero Wilde, como Verlaine, no logró convertirse del todo, a semejanza de la antigua y ambigua conseja del fauno que fue bautizado. Cambia de nombre pero no puede cambiar su naturaleza. Disputan en él Wilde y Melmoth, sin poder reconstruir jamás al O'Flahartie de la infancia, "Wilde me mira en el espejo de tal modo que hay días en que llega a hacérseme insoportable y me tengo que afeitar sin mirarme, dándose Melmoth grandes tajos en la cara..." Una cárcel inglesa para ese gran sensitivo, que había vivido en todas las blanduras del confort, todos los refinamientos del lujo, los halagos de la vanidad, y las ventoleras del capricho, el "rey de la vida" como amaba denominarse, es algo horroroso indudablemente. Pero él venció los dos años de cárcel físicamente, no lo mataron, no lo enfermaron gravemente. Lo que no pudo vencer su yo orgulloso y voluntarioso fue a Dios, con quien luchó como Jacob, quedando cojo para siempre; no pudo vencer las dos veces dos mil años de Purgatorio que comenzaron entonces, conforme él decía: "desde el año 2.000 antes de Cristo hasta el año 1897 después de Cristo"; es decir no pudo dominar ya nunca más la deyección que le produjo el ver en el ídolo a quien había servido la asquerosidad que él había sospechado.  • Cuando sale de la cárcel Melmoth y Wilde a la vez buscan a Francia, el país católico y el país artista, Bretaña y París, las capillitas de la Virgen sembradas sobre las dunas de Calais y los cafés bohemios y ajenjosos de la ciudad-lumbre, donde como en otro tiempo se había encontrado con Verlaine y ahora se emborracha con Rubén Darío. Pero ahora, él es Verlaine, el lamentable desterrado de este mundo, el herido para siempre por una palabra de Ángel. Dios para salvarlo lo había sumido en la noche oscura del sentido, destrozándole toda su armadura y dejándolo en cueros vivos y en carnes vivas. ¿En pago de qué? En pago de haber tenido el coraje de enfrentarse al fariseísmo. ¿De dónde nació ese coraje? De su sangre irlandesa, atávicamente católica. Baudelaire, León Bloy y Oscar Wilde desembocan en la fe a través del pecado; y son aplastados por el fariseísmo, por no otra razón que la de rehusarse a servirle, en virtud del privilegio de libertad del artista, del cual privilegio natural se erigieron en dolorosos defensores, siendo asi que no tenían nervios para campeonatos. La aristocracia inglesa de fines del siglo XIX tiene todas las morbideces y la esplendidez de un crepúsculo. En medio de ella surge un muchachito irlandés educado en Oxford, hijo de una ricahembra literata y politiquera de impulsos libertarios y de gastos refina dos y mórbidos. El muchacho tiene un ingenio portentoso y un plante principesco, que parece descaro e impertinencia y es en el fondo mera defensa. Triunfa. ¿Triunfa? Eso se verá. He aquí un artista en medio de una sociedad puritana. El arte es la libertad, el "juego" de la inteligencia. El puritanismo es la convención, la podredumbre del corazón bajo el antifaz de fórmulas morales y devotas17. El puritanismo rico pide al artista que lo divierta por dinero y aplauso. El artista lo divierte para vivir, burlándose de ¿1 a sotabarba; porque su inteligencia se desahoga en paradojas e ironías donde afirma insolentemente su libertad, el derecho de su nacimiento. Escribe comedias victorianas, donde la virtud de Lady Windermere sale triunfante y esplendece detrás de su abanico; pero esas comedias chisporrotean de aforismos desenfadados, de paradojas brillantes que • Moral cerrada es la que pone todo o el mayor peso en lo exterior y descuida lo interior. El ejemplo típico es el de los Fariseos, a los cuales dijo Cristo: 'No lo que entra en el hombre mancha al hombre (refiriéndose a tos alimentos prohibidos de los judíos) sino a que sale del hombre; porque del corazón del hambre salen los malos pensamientos, los odios, las mentiras, los adulterios, las venganzas. ¿Por qué ponéis tanto empeño en limpiar las afueras del vaso cuando lo interior está lleno de inmundicia? Limpiad primero lo interior y después lo exterior se limpiará solo.' ■No penséis que eso se ha acabado: la moral puritana en Inglaterra, la moral jansenista en Francia, la moral de Kant y la moral laica, fueron (y son) morales cerradas; y eso existe también entre católicos; existen gentes de moral cerrada, cuyas normas tiran más a lo correcto, a lo irreprochable, a los convencionalismos incluso, que a la caridad y a la verdad. O sea, es la Moral de la Ley, que decfa San Pablo, no la moral de la pureza de corazón y la caridad.» (Castellani, Domingueras Prédicas 11, Epifanía). rozan el cinismo. Escribe El retrato de Dorian Gray que es calificado hoy por la A.C. como "novela inmoral" y es una gran parábola católica de un gran moralista excéntrico, "La esfera del arte y la esfera de la moral son absolutamente distintas e independientes." "El fin del arte no es la verdad simple, sino la belleza compleja." "Ningún buen artista es enfermizo. El buen artista puede expresarlo todo." "Para el artista vicio y virtud son instrumentos, el fin es la belleza." "Más de la mitad de la cultura moderna viene de lo que no debería leerse." "Lo que el público llama una novela insalubre, es siempre una obra de arte sana." "El hecho de que un hombre sea un asesino no dice nada contra su prosa: las virtudes domésticas no son las bases del arte." "Las personas verdaderamente religiosas se resignan a todo, hasta a la poesía mediocre." "Los malos Papas amaron la belleza casi tan vivamente com los buenos Papas odiaron el pensamiento." Su ingenio y su dandismo triunfan. Su comedia es representada en tres teatros a la vez. Él las posa de rey, y realmente se cree "el rey de la vida". Lo llama el público a escena para ovacionarlo y él dice negligentemente. "Estimado público: veo que mi comedia les gusta. A mí también me gusta." Va a Norteamérica a dar conferencias y dice lo que se le antoja. Va a París a vincularse con la highlife de la literatura universal (en el tiempo en que el pobre Hernández escribía en Montevideo el Martín Fierro) y escribe expresamente para Sarah Bemhardt un drama en francés Salomé, eufuista, alquitarado — y aparentemente "tarado". Pero por más que pose de "amoral" e inmoral su pensamiento, como el de Baudelaire, es fondalmente sano, es decir, tiene una "buena teología"; en suma, es inteligente y es irlandés, ¡no va a escribir la Santa Teresa de su amigo CatuIIe Mendés, ciertamente! Se casa y tiene dos hijos; pero aunque idolatra a su mujer, dice que no cree en el matrimonio. Un Bernard Shaw antes de tiempo, con la diferencia básica de que Wilde sigue la corriente del siglo en la superficie y la resiste en el fondo, mientras que su sucesor la sigue en el fondo y la zahiere en la superficie; uno es ortodoxo con cara de hereje y el otro es hereje del todo. El instinto puritano de la sociedad inglesa no se engaña: a Bernard Shaw lo festeja y le perdona todo, a Wilde se le revuelve como una víbora. Eligieron bien el punto de mordedura: ¡sodomita! Si lo fue o no lo fue "el hombre del clavel verde", poco importa. Dios solo lo sabe. Para el caso es igual. Constitucionalmente no lo fue, por cierto; aunque todos podemos ser cualquier cosa, si se tercia, pues dice Freud que de nacimiento somos los mortales "perversos polimorfos". En la obra diletantesca de Wilde era fácil encontrar un soneto que hablaba del "Amor que no ha de osar decir su nombre", y en su conducta una amistad ambigua, insolente y despreocupada con un joven lord. Lo provocan sabiamente: escriben en un vidrio del Albemarle Club con un diamante un "graffito" digno de una letrina. El marqués de Queensberry, padre de lord Douglas, deja a la vista en el Club una tarjeta que dice: "A Oscar Wilde, que posa de sodomita." El guante estaba echado. El orgulloso artista podía despreciar el insulto y proceder con más cautela. Pudo dos veces marcharse a Francia, antes y después de la sentencia, en el yate del americano Frank Harris que así se lo aconsejaba y se lo rogaba y era lo prudente; aunque no "lo místico". Wilde conforme a su singular temperamento toma el toro por los cuernos, y establece contra el magnate agresor una demanda por difamación en los Tribunales. Eso; diría Sócrates, que tampoco quiso huir de la cárcel, se lo inspiró su demonio. Estaba perdido. Había caldo en la "trampa del tonto". El viejo lord "está alegre como un cazador", dice Gómez de la Serna. ¿Cuándo no? Hay momentos en la vida en que uno se siente en una posición falsa y hay que ir avante y dar un manotón en la cortina a ver qué hay detrás, aunque haya lo peor; supuesto que nada hay peor que vivir en una situación de ficción, que es como habitar sobre arena movediza. El hastío es el indicador de esos momentos, el tedio, esa profunda inapetencia y parálisis del alma que se siente cansada de todo. El autor de El arte de hacer enemigos estaba en uno de esos momentos. Es un, es dandy decir, un falso gran señor; pero es un dandy en serio. No es tímido sino acerbo: "Mi deber es divertirme terriblemente. Sobre todo, nada de dicha. Hay que desear siempre lo más trágico," En la vista de la causa se comporta como Sócrates; que también fue acusado de sodomita: hace ironía, que es lo mejor que se puede aconsejar para irritar a los santulones... ¡Esos jueces ingleses, terriblemente solemnes! ¡Cómo que están salvando nada menos que la moral...!
"— ¿Bebe Ud. Champagne? —Me lo prohíbe mi médico. —Dejemos ahora al médico. —Siempre lo he dejado.
Asistimos a la lucha entre dos idólatras y dos ídolos, el Idolo de la Moral y el ídolo de la Belleza. Por supuesto que hablamos de la "moral social", Wilde era en la realidad más moral que sus jueces probablemen- te. El ídolo de la Moral lo puede al ídolo de la Belleza. En la guerra de Troya la virago Minerva golpea a la chiquilla Venus como a una gallina. En los clubs de May Fair se frotan las manos ; "Ha caído en la trampa del tonto." Pero el irlandés permanece fie) a su ídolo; en el banquillo de los acusados hace arte, representa su mejor comedia: "Mi tragedia es que he puesto mi ingenio en mis obras, mi genio en mi vida." Pobre Wilde. No era un genio. Era un gran ingenio. No había puesto nada en su vida, hasta entonces al menos. Pero instintivamente quería ponerlo todo, "—¿Qué piensa Ud. de Dios y del mundo? — Pienso que el mundo está para acabarse, porque la mitad de la humanidad no cree en Dios y la otra mitad no me cree
*— ¿Qué se puede hacer con un hombre que responde así sino condenarlo? —como decía Melitto de Sócrates. — ¿Y qué necesidad tenemos de testigos?" Pero Wilde no sabía que el último acto de la comedia era inllevable para él: no hay dandismo que aguante una cárcel inglesa, ni siquiera sostenido por la tozudez irlandesa. Campanella aguantó 26 años de cárcel, y siete torturas, escribió 40 libros y salió más obstinado que antes; pero eran otros tiempos y otros hombres, Campanella no era un dandy sino un monje.
Su ídolo lo había de abandonar en la cárcel de Reading. Todos los ídolos abandonan. Su ídolo le había inculcado el dogma de que el Artista debe tener toda clase de experiencias, pues todas pueden convertirse en Arte. La verdad es que sólo las experiencias que están en la línea de la Providencia y dentro de nuestra misión personal son rectamente convertibles en cosa útil. Pero toda experiencia es convertible por la gracia de Dios en instrumento de salvación personal.
"God bless you, poor little lambí"
Esta larga dura y excéntrica meditación sobre la Providencia y la tristeza y la maldad que "constituye" (diría Wilde) el fondo del hombre cuentan que enterneció a las solteronas inglesas y por medio de ellas contribuyó a lenificar la dureza medieval de las cárceles británicas. Puede ser. Lo dudo: las solteronas odiaron al "inmundo" con toda la fuerza de sus profundos corazones, Una de ellas le escupió en la cara. La balada de la Cárcel de Reading es su obra maestra, la pieza más dura de la poesía religiosa moderna. El artificiosísimo retórico de Salomé escribe ahora con el alma y con palabras tan directas como gritos y tan monótonas como el musitar vedado de los presos sin abrir la boca y sus pasos lóbregos girando en rueda por el patio de asfalto "para hacer ejercicio físico". "Todos somos igualmente desdichados." Al mísero tahúr o rufián que le musitó en la rueda girante de condenados la misericordiosa palabra que lo salvó del suicidio: "Wilde, sabemos quién es y lo compadecemos porque sufre más que nosotros" lo llevaron con Wilde al alcaide por hablar en tiempo de silencio. Como el que iniciaba la conversación tenía mayor castigo, los dos dijeron que la habían iniciado, sin mentir ninguno de ellos: todo el aspecto de Wiide era una palabra. El alcaide impuso a los dos la pena máxima. En lo cual fue también lógico. "El pobre carecía de imaginación —comentó el poeta. Esa frase "todos somos igualmente desdichados" es el fondo de esa gran elegía, que el poeta tituló Balada, el canto de las fiestas en Francia... Es un balido.
Pues todo hombre mata lo que ama, Y esto que lo escuchen todos. Uno con una mirada acerba, Otro con un tierno apodo, El cobarde con un beso, El valiente de otro modo.
El poema se abre con un planteo de su tema (o de la "ocasión" de su tema, la imagen del condenado a muerte) digna de Dante y José Hernández. Lástima que todo gran poema sea intraducibie:
No llevaba él su cota roja Porque rojo es sangre y es vino, Y sangre y vino como había en sus manos Junto a la muerta cuando vino. La pobre muerta a quien amaba Y en su lecho fue su asesino.
Marchaba en medio de los custodios En mameluco sucio gris. Un gorro sportsman en la testa Y un paso ligero y feliz. Mas nunca vi un hombre mirando Más socarrón el sol de Abril.
Y nunca vi a nadie mirar Con ojo más tunante Arriba a la tiendita azul Que llama cielo el chironante , i Y con velas con bordes de plata A cada nube navegante.
Yo andaba con las otras almas En pena en otro barreño Y cavilaba si habría el hombre Hecho algo gordo o pequeño. Atrás una voz musitó bajo: "Este tipo va al dulce leño."
¡Jesucristo! Las mismas murallas Se bambolearon de repente, Y el cielo se volvió en mi testa Un casco de acero candente, Y aunque yo era un alma en pena ¡Ay!, mi pena ya no se siente...
El sutilísimo retórico que se gloriaba de no haber repetido ningún adjetivo en un cuento acude aquí a la repetición de palabras, imágenes, versos y estrofas enteras, como un doblar de campanas, a las frases rudas y gruesas del pueblo, a las rimas internas, al metro popular, monótono e insistente de antes de Shakespeare, Milton y Ricardo Crashaw. Es que esto ya no es un cuento, sino una pura visión intelectual que se traduce ella sola en imágenes. Su antigua retórica ha quedado atrás; pero no ha desaparecido: la paradoja, el dicho agudo y la metáfora exquisita de extraño gusto inglés, fuerte como el "gin".
Es el infierno del presidiario lo que se levanta ante nosotros, pintado con luces de pesadilla. El purgatorio del presidiario nos lo dio a los argentinos solos, viril y tierno, el hijo mayor de Martín Fierro. Es el infierno del remordimiento y de la pena sin remisión, la "última pena", repicada con el doble enloquecedor de insistentes y ásperas campanas. Pero Wilde hace descender a Cristo a los infiernos. Él solo podía hacerlo. Él sentía el horror de todos más que todos juntos, como afirmó con verdad el otro rufián. Como poeta en su alma de, cristal se reflejaba el dolor de todos, el dolor del hombre.
And the wild regrets, and the bloody sweats None knew so well as I, For he who lives more lives than one, More deaths than one must die... ■ i El "rey de la vida" se había convertido en el rey de la muerte y él sabía que era justo.
La vida de poeta es de cristal Porque se ve todo al través, y suele Romperse porque es un cristal que duele, Vibrátil como un vímen y vital.
Diafragmada película de esquema, Abierta a las imágenes del orbe. Todo lo trasparenta lo que absorbe, Púrpura retiniana que se quema...tom o dijo uno; y a propósito de la "prudencia" del irlandés se podría añadir: Mimbre.
Y en la época nuestra deliciosa El mal oficio tiene menos baza, Es lo mejor para él quedarse en casa Y resistir los vuelos de la diosa.
Aunque ya sé que este experimentado Consejo mío no será seguido, Y alondra frágil al primer silbido Seguirá su señuelo iluminado.
La descripción de la Penitenciaría por el hijo de Martín Fierro, tan profundamente sentida, es un rosario de la aurora al lado del cuadro de Wilde. Ni Dante ha conseguido pintar el Horror con esta luz de azufre, el horror interno, la trituración del alma. Pero el poeta triunfa de su horror tomando la mano de Cristo; de otro modo no hubiese podido describirlo sino solamente sufrirlo, o sea sucumbir a él. Solamente con el dolor "superado" es posible hacer poesía.
Pues ¿quién sabrá por qué camino Extraño Cristo lo alumbró?...
Decir a los que el patio pisan Que el Dios Hombre murió por todos
De modo que la palabra final es un peán:
Yet all is well!19
Wilde no cede ni al desespero ni al maniqueismo: una fe loca en el crucificado lo arranca del abismo. Consiguió ver en el horror de la cárcel y a través de él el horror del pecado y de la conciencia manchada, el Y sin embargo todo está bien.
Tema de su Dorian Gray, y el que alcanza a ver el pecado como pecado, está salvo:
Yo no sé si las leyes están bien O si las leyes están mal. Lo que sabemos los del calabozo Es que el murallón es. fatal Y que cada día es como un año Con largos días sin final.
Yo sólo sé que cada ley Que el hombre contra el hombre crea Desde que el primer hombre a su hermano Mató y abrió la patulea. Guarda la paja y tira el grano. Como una trilladora fea.
Y también sé y era cordura Lo supiera todo el que piensa Que cada cárcel que hace el hombre La hace con piedras de vergüenza Y tranca porque Cristo no vea Cómo el hombre a su hermano prensa.
La guerra del artista y el puritanismo británico ha continuado, como es sabido; David H. Lawrence, James Joyce, Shaw, para recordar sólo a los herejes; pero es una guerra infructuosa de ambas partes.20 Al fariseísmo sólo puede desafiar el mártir.
En Wodehouse (Nueva Crítiva Literaria), Castellani opina que el intento de mandar a la horca al gran escritor P. G. Wodehouse fue un nuevo episodio de la guerra del artista y el puritanismo británico.
Wilde no fue un santo, pero quizá haya sido una especie de proyecto de mártir. Lo cierto es que a él lo liquidaron los fariseos y que no lo hubiesen hecho si no hubieran olido en el fondo de su obra diletantesca una mística; y no la mistica calvinista. La gracia de Dios que hoy día, cortados sus cauces naturales, funciona según dicen en forma subterránea y de una manera medio salvaje —según dijo Jesús que "funciona" el Espíritu que Ubi-Vult-Spirat11 - puede ser que haya insuflado al poeta un gran odio al fariseísmo, que siendo él irlandés tenía que volverse pelea. Y en esa pelea, según podemos píamente presumir, Oscar O'Flahartie Wills Wilde Melmoth finó como artista y comenzó como hombre, es decir, como alma — como "alma en pena", A su muerte solamente puso él su genio en su vida, quiero decir en su muerte: realizó su última paradoja, que hacia espeluznar al Cardenal Verde, la paradoja del Sodomita Santo. El clavel verde se cerró y explotó después definitivamente en rosa roja.
Sopla donde quiere (Juan 3, 8).