miércoles, 27 de noviembre de 2013

BULA PAPAL "CUM EX APOSTTULATUM OFFICIO"


Naturaleza de la bula "Cum ex apostolatus officio"


¿La bula Cum ex apostolatus officio contiene definición infalible? Algunos sedevacantistas lo afirman con toda seguridad.
Sin embargo, en un principio, nos pareció raro que ninguno de los más de veinte libros que consultamos la considera infalible. Algo muy llamativo, pues se trata de obras que indican expresamente la infalibilidad de muchos actos pontificios, pero que nada dicen de un documento que habría fijado definitivamente condiciones para la elección válida del Romano Pontífice.
Nada nuevo bajo el sol. Investigando un poco más, encontramos que la tesis que hace un acto infalible de la bula Cum ex apostolatus officio se usó en el siglo XIX por parte de los veterocatólicos, que rechazaron el dogma de la infalibilidad.
Ofrecemos en esta entrada algunas traducciones de autores probados (por la autoridad que se les reconocía en su tiempo) y de otros de menor peso (pero no exentos de interés histórico). Contra la pretensión de sacar definiciones infalibles como un mago extrae conejos de una galera es sabio el criterio canónico de no presumir la infalibilidad.
 
Joseph Fessler fue uno de los miembros más eminentes del episcopado austríaco del siglo XIX. Desde 1852, Fessler había sido profesor de Derecho Canónico y de Historia de la Iglesia en la Universidad de Viena. Siendo obispo auxiliar de Brixen (1862) y obispo de St. Pölten (1865), había tenido algunos encuentros personales con el papa Pío IX, que le mostró simpatía y respeto. Destacó, además, como político eclesiástico en la fase terminal del concordato entre la Santa Sede y su país. Fue nombrado Secretario del concilio Vaticano I, designación muy bien recibida en medios católicos alemanes, franceses, ingleses e italianos. Fessler publicó varias obras significativas. Dos libros suyos alcanzaron máxima importancia: La infalibilidad verdadera y falsa de los Papas y El Concilio Vaticano: su significado externo y su desarrollo interno. Ambas publicaciones eran una respuesta a una candente polémica, suscitada por el profesor de Derecho Canónico de Praga, Johann Friedrich von Schulte, quien rechazó el Vaticano I y sus conclusiones. De hecho, Schulte se acercó cada vez más a Ignaz von Döllinger, hasta llegar a formar con él la cabeza ideológica de los vetero-católicos. Su libro La infalibilidad verdadera y falsa de los papas, en respuesta al Dr. Schulte, publicado en alemán, fue prontamente traducido a varios idiomas. El papa Pío IX no sólo aprobó el escrito de Fessler, sino que ordenó realizar una traducción al italiano e incluso escribió un Breve de puño y letra elogiando al obispo por su  labor. En la polémica con Schulte, Fessler trató de precisar la definición de la infalibilidad pontificia y sus límites. En algunas páginas de su libro, el obispo confronta el error de Schulte, consistente en  dogmatizar la bula Cum ex aspostolatus officio de Paulo IV. Ofrecemos la traducción de unos fragmentos de la obra Fessler (La vraie et la fausse infaillibilité des Papes, Paris, Plon, 1873), realizada por un lector de nuestra bitácora.
...Me permito citar el siguiente pasaje, extraído de la misma bula [Cum ex apostolatus officio]: «Habita super his cum venerabilibus fratribus nostris S. R. E. Cardinalibus deliberatione matura, de eorum consilio, et unanimi assensu omnes, et singulas excommunicationis, suspensionis, et interdicti, ac privationis, et quasvis alias sententias, censuras, et poenas a quibusvis Romanis Pontificibus Praedecessoribus nostris, aut pro talibus habitis, etiam per eorum literas extravagantes, seu sacris Conciliis ab Ecclesia Dei receptis, vel Sanctorum Patrum decretis, et statutis, aut sacris Canonibus, ac Constitutionibus, et Ordinationibus Apostolicis contra haereticos, aut schismaticos quomodolibet latas, et promulgatas, Apostolica auctoritate approbamus, et innovamus», etc.
Las expresiones resaltadas en este pasaje de la bula en cuestión forman, en la página 105 de mi escrito, el título de la bula, cosa que cada uno puede verificar fácilmente y convencerse por una simple aproximación a los dos textos. Tal es el estado de la cuestión…
La materia de esta bula se relaciona con la moral si es que… se desea introducir las leyes penales dentro de la moral… No sé si ésta es la opinión de mi adversario; pero algo que yo sé es que las definiciones infalibles de fide vel moribus, de las que trata la constitución del concilio Vaticano [I], no incluyen las simples leyes penales. Ahora bien, la bula de Paulo IV no es más que una ley penal y no una definición dogmática. Cuando el crítico quiera tomarse el trabajo de echar un vistazo a las antiguas leyes romanas y a las leyes posteriores de los emperadores contra los herejes, verá de dónde han sido extractadas estas disposiciones penales, si es que no son ofensivas para sus ojos las que se encuentran en la bula de Paulo IV.
 [Traducido del prefacio ps. 13 y ss.]
El  Dr. Schulte cita a continuación otra bula del Papa Paulo IV, del año 1559, bula que lleva con razón, dentro de la colección de bulas pontificias, el título de Renovación de las antiguas censuras y penas contra los herejes y cismáticos con la adición de nuevas penas, etc. Este título, que permite conocer muy exactamente el contenido de la bula, basta por sí mismo para mostrar al lector que este decreto pontificio no es una definición en materia de fe ni, por tanto, una definición ex cathedra. Cosa que el Dr. Schulte sostiene de la manera más formal. Dice (p. 34): «La bula está dirigida a la Iglesia universal; firmada por los cardenales; por consiguiente, en la forma más solemne; por lo que ha sido ciertamente promulgada ex cathedra». Cuesta creer a los propios ojos cuando se ve presentar con una seguridad tan firme afirmaciones notoriamente erróneas. Lamento en verdad que el Dr. Schulte muestre de tal manera el flanco débil a la crítica de cualquiera que conozca un poco la materia. Es absolutamente cierto, a pesar de lo que él dice, que esta bula no es una definición de fe, una decisión doctrinal, un juicio ex cathedra. Esta es, evidentemente, un acto proveniente del supremo poder legislativo y penal de los papas, pero no de su suprema autoridad doctrinal. Sería abusar de la paciencia del lector tratar de demostrar aquí extensamente lo que surge de cada línea. ¿A quién se le ha ocurrido, antes del Dr. Schulte, afirmar que los papas son infalibles en el dominio del derecho penal?
El  Dr. Schulte encuentra en esa bula diversas cosas «curiosas», «muy curiosas» y «de lo más curiosas», así como cosas absolutamente «inconcebibles» (pp. 34-35). También yo encuentro en las reflexiones del Dr. Schulte  algunas cosas «muy curiosas» y otra también «inconcebible»: que en su condición de canonista, no haya comprendido del todo el preámbulo de la bula en cuestión, ni el sentido de un pasaje que se encuentra más adelante (§ 6). Éste es un grave reproche, por lo que es mi deber justificarlo. Solicito al lector, por tanto, un poco de paciencia.
El  Dr. Schulte encuentra por demás curioso que en esta bula «la elección de un hereje como papa sea de antemano inválida y declarada nula y carente de validez»; y lo que es más, «que el Papa, y con él todo el colegio cardenalicio, admitan la posibilidad de que un Pontífice infalible pueda llegar a estar convencido de haberse apartado de la fe».
Para entender bien esta cuestión, las observaciones siguientes pueden ser útiles. Se representa aquí como posible (aunque muy inverosímil) el caso de un hombre que, unido a una doctrina herética, fuera electo Papa; se supone que, una vez alcanzado el trono pontificio, este hombre mantiene en privado la doctrina herética o la manifiesta en conversaciones, pero que no la enseña a la Iglesia universal en una decisión de su magisterio supremo (ex cathedra). Una decisión tal no se producirá. Dios, por medio de su asistencia especial, preservará siempre al Papa y a la Iglesia.
Entonces, si la persona elegida Papa adhirió a una doctrina herética, pero sin declararla formalmente doctrina de fe católica y sin prescribirla a la Iglesia universal, este sería el caso previsto por la bula citada (§ 6); para el cual Paulo IV toma precauciones cuando considera el supuesto de la elección de un hombre de tales características y la declara nula y sin efecto. Es uno de los casos que los teólogos tienen en vista cuando dicen que el Papa puede errar como persona privada (homo privatus) en una cuestión de fe; pues se lo considera sólo como hombre, con su opinión puramente humana sobre una doctrina de fe. Pero no sabría equivocarse toda vez que en cuanto Papa, doctor supremo de la Iglesia católica, en virtud de la asistencia especial que Dios le ha prometido y garantizado, define solemnemente la doctrina revelada por Dios y ordena a la Iglesia que la abrace fielmente. Hay aquí dos modos distintos de actividad de una misma persona: la manera ordinaria de pensar y de querer las cosas, y la decisión doctrinal solemne dirigida a la Iglesia universal; ello es evidente. Quisiera esclarecer la cuestión comparando al Papa con un juez que debe decidir un asunto litigioso. Tal juez puede tener su opinión y manifestarla fuera del tribunal; y esa opinión puede ser muy distinta de la sentencia. Y sin embargo, no es decisivo para la resolución del asunto litigioso más que el juicio que pronuncia en su tribunal, juicio que por otra parte ciertamente no es infalible. Vemos claramente -por este ejemplo- que puede diferenciarse perfectamente en un individuo investido de una función pública sus opiniones y palabras como hombre y sus decisiones y actos como magistrado.
Después de esta explicación que creo clara, comprenderemos más fácilmente las palabras del preámbulo de esta bula, donde el Papa expresa que sería peligroso que un Pontífice, incluso en su vida privada, fuera partidario de una herejía; y que este hecho podría traer complicaciones graves, ya que la misma persona, considerada como persona privada, sería culpable de herejía, y, como consecuencia, caería bajo las leyes penales promulgadas contra los herejes, mientras que en calidad de Papa no tendría nadie por encima para juzgarlo [Nota al pie de página: La cuestión de saber an Papa, si in heresim incidit (como homo privatus), deponi possit?, ha sido resuelta desde tiempos antiguos de diversos modos. El preámbulo de la bula en cuestión indica la solución en el sentido del Papa Paulo IV: aquí el punto capital es el significado verdadero que hay que dar a la palabra redargui.].
[Traducido de las ps. 105 y ss.]
Las leyes pontificias no tienen únicamente y siempre como punto de partida y fundamento la doctrina divina, sino que a menudo también se basan en el punto de vista jurídico humano, tal como existe en la época en que han sido hechas, o bien en las consideraciones que la sabiduría humana ha podido sugerir respecto de ciertas medidas a tomar en determinadas circunstancias. Se ve aquí hasta dónde se llegaría si se estuviese obligado a admitir siempre como definiciones doctrinales, infalibles e irreformables, los principios que cada individuo pretendiera encontrar en las leyes pontificias.
[Traducido de la p. 175]
Ludwig Von Pastor, considerado uno de los mejores historiadores modernos. Su obra más famosa, la Historia de los Papas (40 tomos) es punto de referencia obligada para cuestiones de historia de la Iglesia. Para que se entienda mejor lo que sigue, recordemos que Janus es un seudónimo empleado por Döllinger (excomulgado por negar el dogma de la infalibilidad). Von Pastor dice respecto de la bula:
 “…En las luchas que hubo antes y después de la declaración de la infalibilidad pontificia, los adversarios de esta doctrina, sobre todo Döllinger (Janus, 405 s.), quisieron atribuir a esta bula de Paulo IV un carácter dogmático y ex cátedra. Con todo, no puede absolutamente decirse que tenga dicho carácter. El exordio de la bula expone sólo motivos sobre el poder pontificio. Pero los motivos de la decisión en sí nunca se consideran como normas propiamente dichas aun en concilios generales, sino sólo la misma decisión. En el documento presente la sustancia y lo principal está contenido en las sanciones penales; encuéntrase ciertamente en la bula la palabra definimos, pero esta expresión se halla también en documentos no dogmáticos; v. Hergenrother, La Iglesia y el Estado, 767, donde se demuestra clarísimamente, que aquí no se trata de una decisión dogmática, sino de un acto disciplinar. También el autor de la crítica de la Historia eclesiástica de Kraus hace resaltar en las Hojas Histórico-políticas, CII, 352 s., que el descubrimiento del partido de Janus, de que la bula quiso sancionar los principios romanos sobre la relación de entrambas potestades, es enteramente falso, pues este documento ninguna otra cosa contiene que simples prescripciones disciplinares, que se dieron para la defensa de la fe católica y del orden público contra sus quebrantadores, en la suposición del derecho público hasta entonces subsistente. Efecto del error de Dollinger es la opinión de Hugo Koch…” (Von Pastor, L. Historia de los papas: en la época de la reforma y restauración católica. Gustavo Gili editor, Barcelona, 1927, Vol. XIV, p. 261).
 Joseph Hergenröther (1824-1890), historiador de la Iglesia y canonista, primer cardenal prefecto de los archivos vaticanos, destacan sus obras por el manejo directo y riguroso de las fuentes. Merece especial mención la refutación de Döllinger (=Janus).  Dice:
 “¡Qué! ¡Otra vez con las bulas papales! De estas, seguramente hemos tenido una inundación y Janus ha desviado nuestro gusto por ellas. Veamos sólo lo que él percibe de la bula de Paulo IV, Cum ex Apostolatus officio (p. 382). Esta bula fue promulgada en una época en que en todos los países -incluso en aquellos bajo influencia española- el catolicismo estaba gravemente amenazado, y tenía que defenderse a sí mismo con la mayor severidad. Su fin inmediato fue renovar las antiguas sanciones eclesiásticas contra cismáticos y herejes. Descansaba enteramente sobre el principio de derecho público, en ese entonces con vigencia general en los países católicos, en virtud del cual los herejes y cismáticos eran considerados como culpables de los crímenes más graves y por ende incapaces para desempeñar oficios públicos, así como funciones de gobierno; y este decreto penal afectaba a los eclesiásticos más altos, así como a los funcionarios seculares más elevados, incluso a los mismos reyes y emperadores...
Además, esta bula de ningún modo puede considerarse como dogmática o ex cathedra; es una mera norma penal, fundada en un principio en esa época prevalente en la jurisprudencia eclesiástica y secular…” (Hergenröther, J. Anti-Janus: an historico-theological criticism of the work entitled "The pope and the Council," by Janus. W.B. Kelly, Dublin, 1870, ps. 256-257).
 “También se apela a la Bula de Paulo IV, Cum ex apostolatus officio, del 15 de febrero de 1559, a la que nuestros adversarios desean adjudicar el carácter de una decisión dogmática ex cathedra, diciendo que si esta Bula no es un decreto doctrinal universalmente vinculante (en el punto máximo de la autoridad papal), ningún decreto papal puede presumirse tal. Pero ninguno de los exponentes de la teología dogmática, sin embargo, ha descubierto este carácter en la Bula, que ha sido universalmente considerada como proveniente de la potestad punitiva espiritual, y no una decisión de la autoridad doctrinal. Vemos que las tácticas de los enemigos de la Iglesia se han invertido: antiguamente, jansenistas y defensores de la asamblea francesa negaron que la Bula Unigenitus fuera dogmática, contra todos los teólogos católicos que la consideraron de tal carácter; ahora, los partidarios de Janus y los juristas contrarios al Concilio Vaticano [I] sostienen que la bula de Paulo IV es dogmática, contra todos los teólogos católicos que lo niegan. En verdad, ni la forma de expresión de esta última bula, ni su contenido como totalidad, ni las reglas universalmente aceptadas por los teólogos, permiten considerarla como una decisión dogmática.” (The Catholic Church and the Christian State. Burns & Oates, London, 1876, Vol. I, p. 41).
Justin Fevre (1829-1907), protonotario apostólico, erudito historiador de la Iglesia, escritor prolífico, polemista antiliberal y ultramontano:
“En el transcurso de su polémica contra la infalibilidad, el P. Gratry invoca una bula de Paulo IV, perfectamente ajena a la cuestión…
A. de Margerie, reprocha al Padre Gratry...
1. Haber hecho una batalla equivocada a favor de la causa por la que combate, al servirse de un acto de gobierno [la bula Cum ex apostolatus officio], evidentemente fuera de las condiciones de la infalibilidad, para amotinar los terrores insensatos de muchos hombres de nuestro tiempo en contra de la infalibilidad…” (Fèvre, J. Histoire apologétique de la papauté. Vivès Edition, Paris, 1882, Tomo VII, p.275).
Amédée de Margerie (1825-1905), filósofo católico, profesor en las facultades de Nancy y Lille, publicó estudios monográficos y biografías históricas:
 “¡Qué! Mi reverendo padre, le viene al pensamiento que la bula de Paulo IV no puede ser ex cathedra; Ud. dice: No discuto la cuestión de si la bula lo es o no; y, no sabiendo con seguridad si lo es, ¡Ud. arguye en base a esa bula en contra de la infalibilidad con la misma seguridad que si hubiera establecido demostrativamente que lo es! Ud. sabe, por el testimonio unánime de los doctores de la escuela ultramontana, es decir por el testimonio de casi toda la Iglesia, que la doctrina de la infalibilidad no afirma más que la infalibilidad del Papa cuando enseña ex cathedra; y Ud. alega contra la infalibilidad, como argumento final y decisivo, ¡un acto que, por su propia confesión, no puede ser ex cathedra!
Y usted no se detiene por esta doble consideración, lógica y moral: en primer lugar, porque su razonamiento no concluye; y, en segundo, nos hace correr el peligro cierto de una calumnia hacia una escuela a la que Ud. acusa de aceptar obligatoriamente, como revestido del carácter infalible, un acto que, según Ud., es detestable y que, también según Ud., no puede tener ese carácter.
Lógicamente, su razonamiento es este:
El acto de Paulo IV no puede ser ex cathedra.
Ahora bien, ese acto es detestable.
Así pues, ciertamente, el Papa, hablando ex cathedra, puede realizar actos detestables; por tanto, el Papa no es infalible.
Moralmente, es el siguiente:
El acto de Paulo IV no puede estar bajo las condiciones que obligan a mis adversarios a aprobarlo en nombre de sus principios.
Ahora bien, ese acto es detestable.
Por tanto, declaro con certeza que mis adversarios están obligados en virtud de sus principios a aprobar actos detestables.
El valor moral de su argumentación es precisamente igual a su valor lógico.
(Margerie, A. L'Infaillibilité. Troisième lettre au R. P. Gratry. Ed. C. Douniol, Paris, 1870, pp. 80-82)