Nuevo Orden
PETRÓLEO Y SOBERANÍA
“El poder del capitalismo financero mundial
tiene un objetivo trascendental, nada menos que crear un sistema de control financiero
mundial en manos privadas capaz de dominar el sistema político de cada país y
la economía como un todo, e influír sobre los políticos colaboracionistas mediante
recompensas posteriores en el mundo de los negocios”.
Carroll Quigley, “Tragedy and Hope”
Decía el Dr. Adolfo Silenzi de Stagni, quien fuera profesor
de las Cátedras de Derecho Agrario y Minero de las Universidades de Buenos Aires
y La Plata, en “Claves para una Política
Petrolera Nacional. El Vaciamiento de YPF”
(1982), que “…la defensa de la explotación
del petróleo por el Estado es un punto esencial de nuestra soberanía económica”.
Comenta “tres intentos ocurridos en ese
último año relacionados con la destrucción de esta empresa estatal”, dos de
ellos proyectos de privatización propiciados por Juan Alemann, Ministro de Economía
del Proceso. El tercero se relaciona con la renegociación de los contratos petroleros,
confiada al Dr. Federico Amadeo, durante la gestión de Martínez de Hoz, éste encargado
de fraguar, la Deuda Externa (DE), “piedra
angular de la tragedia económica de todos los argentinos”, según Julio González.
Más adelante señala algunas características de la industria
petrolera, en primer lugar su alta lucratividad: “No existe otra materia prima que ofrezca mayor margen de ganancia. La
diferencia entre el costo promedio de producción y el precio de venta en el mercado
internacional es enorme. Y es indiscutible que la indsutria del petróleo obliga
a realizar inversiones muy superiores a las de cualquier otra actividad, pero
el capital para estas inversiones se obtiene del mismo negocio altamente lucrativo”.
La cadena de destrucción de Y.P.F. y de la economía nacional
no se cortó ahí. Jorge Scalabrini Ortiz
transcribe un artículo (“Clarín”, 24
de marzo de 1983) en el que sostiene que “Los
contratos de explotación petrolífera otorgados a partir de 1977, que sólo representaron
el 17% de la producción total, no han sido eficaces, no aportaron suficientes
capitales genuinos, y se han financiado con el crédito de los Bancos de la Nación
Argentina y Nacional de Desarrollo […] Entre
esas medidas tendientes a debilitar a Y.P.F., también debe señalarse la adjudicación
a partir de 1977, de contratos de explotación con empresas privadas —algunas de
ellas carentes de toda experiencia— en áreas previamente exploradas por la empresa
nacional y en muchos casos, ya desarrolladas y explotadas por ella […] Todos los actos vinculados con esos contratos,
que tienden contra los intereses de Y.P.F., serán revisados por el futuro Congreso
de la Nación”.
Continúa el mismo autor: “Sin embargo, dicho compromiso de la U.C.R. previo a las elecciones fue
luego totalmente dejado de lado por el radicalismo, ya que no sólo no se enviaron
los contratos al Congreso, sino que el gobierno avaló las renegociaciones efectuadas
por el Proceso, al mejorar los precios y algunas condiciones económico-financieras
(Dec. 3870/84 - 5/85 y 145/85)”. En cuanto a las tarifas aplicadas a
Y.P.F., “el radicalismo que había cuestionado
la política que había llegado al extremo de cobrar por litro de nafta el 68% de
impuesto, no titubeó en aplicar el 73%, rigiendo en la actualidad una estructura
de precios donde los impuestos a las naftas súper y común alcanzan el 67,2 y el
65,6 % respectivamente valores aún extremadamente altos, dejando a Y.P.F. un
monto por valor tanque que representa menos del valor de la mitad de una gaseosa”.
En otra parte del mismo trabajo manifiesta que la “supuesta crisis argentina no tiene otro propósito
que, además de una redistribución negativa del ingreso, posibilitar la venta de
grandes empresas públicas que han sido baluartes de soberanía nacional y puntales
del crecimiento del país”.
La cadena se continuó con el inefable Carlos Saúl, quien
puso la frutilla —con la inestimable ayuda de Mr. K— con el obsequio de todo nuestro patrimonio por medio de la
Ley 23.696, siguiendo las instrucciones del infaltable Sir Henry Kissinger, en el simposio sobre Deuda Externa de Berna,
de 1985. “Yo prefiero que las naciones
deudoras paguen sus obligaciones externas con activos reales a los bancos acreedores,
con la entrega del patrimonio de las empresas públicas”.
El buen Carlos fue condenado por contrabando de armas, lo
que equivale, por lo que vimos y veremos, a condenar a Jack el Destripador por
escupir en la vereda. En efecto, el Artículo 29 de la Constitución Nacional reza:
“El Congreso no puede conceder al Ejecutivo
Nacional… facultades extraordinarias, ni la suma del poder público, ni otorgarle
sumisiones o supremacías por las que la vida, el honor o las fortunas de los argentinos
queden a merced de gobiernos o persona alguna.
Actos de esta naturaleza llevan consigo una nulidad insanable y sujetarán
a los que los formulen, consientan o firmen a la responsabilidad y penas de los
infames traidores a la Patria”. Y el Artículo 215 del Código Penal agrega: “será reprimido con reclusión o prisión perpetua
el que cometiera el delito previsto por el artículo precedente, en los casos;
1) Si ejecutare un hecho dirigido a someter total o parcialmente la Nación al
dominio extranjero o menoscabar su independencia o integridad”.
Párrafo aparte merecería el riesgo de vida para los argentinos,
tras los acuerdos con Chevrón, y los daños ambientales que puede provocar la extracción
de gas y petróleo de la roca madre con el procedimiento conocido como fracking, como el provocado en Ecuador. Otros no se preocupan tanto: en la Cumbre de
la tierra de 1992, ECO´92, de Río de Janeiro, convocada por las Naciones Unidas,
Lawrence Summers, funcionario del Banco Mundial y posteriormente subsecretario
del Tesoro de los Estados Unidos con Bill Clinton, “propuso a la Cumbre, como económicamente lógico, que las industrias
contaminantes emigren al Hemisferio Sur, porque, en primer lugar, allí pagarán
menos impuestos por la contaminación que producen”. Y en segundo lugar (en
serio, segundo) porque, en cuanto a las posibles víctimas de la polución ambiental,
“los años de vida o la esperanza de vida
de un inglés valen más que las de cientos de indios” (Padre Juan C. Sanahuja:
“El Desarrollo Sustentable”).
A confesión de parte…
Luis Antonio Leyro