LA “CHIQUI” Y EL GENERAL
Por: Fernando Morales
Me gusta imaginarlo
–querido amigo lector- rondando el medio siglo de vida (década más década
menos) es por ello que generalmente confío en que cuando hago una mención a un
hecho de mi adolescencia, usted sabe perfectamente de que estoy hablando. Usted
lo vivió tal como yo.
Bromeando con amigos,
días pasados llegamos a una conclusión
primaria que sostiene que, aún nos queda al menos un gran ícono inter
generacional, algo que estaba presente en nuestra juventud y que se mantiene
exactamente de la misma forma en la actualidad, una cosa sobre la que usted
puede hablar con sus hijos y nietos sin necesidad de usar frases tales como “bueno, en mi época no era así” o “cuando yo era chico no pasaba esto”….
Si aún no adivinó se lo digo; estoy
hablando de los históricos almuerzos de la Sra. Mirtha Legrand. La diva ha hecho degustar toda clase de
manjares a miles de personajes famosos desde 1968 hasta la fecha con su
tradicional formato. Increíble! Bravo por ella.
Entre broma y broma,
comenzamos a intentar buscar otras cosas que nos tiendan un puente con la
juventud; pero, claro, se hace difícil; con excepción de la Sra. Legrand y la bebida cola del imperio podríamos decir
parafraseando a Mercedes Sosa que “cambia todo cambia”. Hasta la propia
Mercedes ya no está entre nosotros.
No quiero ser cargoso
pero piense, querido amigo; ¿cómo explicarle a un adolescente que era un honor
para usted o para mí, hacer de Cristóbal Colón en el acto del “Día de la Raza”? Para comenzar habría
que explicarle que significa eso de “Día
de la Raza”. ¿Será en todo caso
sinónimo de “dia de los pueblos
originarios”? No podremos tampoco
explicar fácilmente que no existían los “feriados
puente” y que los feriados nacionales no eran para hacer mini turismo sino
para honrar la memoria de algún que otro señor que hizo algo por este país
y que aunque no lo crean, tuvo poder y no obstante murió casi pobre. Inútil
será tratar de explicar que Roca o Sarmiento no eran definitivamente malos; que
Juana Azurduy no era la madre Teresa y en definitiva que había una Argentina
antes de 2003.
Pero, de tanto pensar
y pensar, fueron apareciendo uno tras otro, diversos hilos conductores de esta
Argentina “moderna, progresista y
próspera” con aquella de nuestra pasada juventud y hasta más atrás aún.
Desde la inflación y sus efectos, hasta la inseguridad en las calles, se
cuentan entre esos denominadores comunes; sobre la primera, huelgan los
comentarios; sobre la segunda, digamos que antes la muerte venía de la mano de
la guerrilla asesina o de la represión a ésta y ahora es fruto de la violencia
irracional de los delincuentes, pero la sensación de pánico es la misma.
Así también Evita en
los billetes; en la 9 de Julio y a
espaldas de la Presidente en los actos oficiales; apellidos como Shoklender y
hasta el reciente protagonismo mediático del Dr. Barreda conectan en forma
directa pasado y presente tal como también lo hacen los nombres de Fernando
Vaca Narvaja, ahora aspirante a consuegro presidencial, y de una manera más
terrible y dolorosa los de Nora Cortiñas y Adolfo Pérez Esquivel reclamando el
pase a retiro de un general sospechado de haber participado en la desaparición
de un soldado durante los años de plomo.
Luego de la ley de
autoamnistía de 1983, del posterior
Juicio a las Juntas, de las leyes de obediencia
debida, la de punto final, los indultos de Menem y la declaración de nulidad de
casi todo lo anterior, podíamos comenzar a pensar que una parte de nuestro
pasado, comenzaba a quedar precisamente allí; en el pasado. No hablo de olvidar; sino de separar lo que pasó de lo que está
pasando. No hablo de apoyar o repudiar los hechos del pasado y sus
consecuencias o hacerlo con las posteriores decisiones judiciales, políticas y
legislativas derivadas de los dos primeros. Hablo de la posibilidad de tener bien claro en nuestras mentes y
corazones, la diferencia entre el recuerdo
de nuestra historia, la vivencia de nuestro presente y la esperanza por
nuestro futuro.
Ha sido esta gestión
de gobierno la que más ha cargado las tintas con un absoluto cambio de
paradigma en la forma de abordar la temática de la lucha contra las
organizaciones terroristas que asolaron la patria en los 70, los vulnerados
derechos humanos de los guerrilleros apresados y de la ilegítima apropiación de
una cantidad aún no determinada de hijos nacidos en cautiverio. Así entonces
pasamos de diferenciar a quienes idearon los planes e impartían ordenes de
quienes las cumplían a poner en un píe de igualdad a generales, almirantes y
brigadieres, con tenientes, suboficiales o cabos e incluso con civiles que por
acción u omisión hubieran tenido responsabilidad en los hechos
Estéril resulta para
esta columna, discutir sobre antinomias tales como: guerrilleros o jóvenes
idealistas; cumplimiento de un decreto emitido por un gobierno constitucional o
malinterpretación del mismo; guerra antisubversiva o matanza genocida; plan
sistemático de apropiación de bebes o apoderamiento por cuenta y orden de
mandos inferiores que no tenían directivas de hacer semejante atrocidad. Los
hechos son estos: Comandantes y comandados van yendo uno tras otro a prisión en
la medida que las actuaciones judiciales
determinan que de una u otra manera han participado en aquellas
operaciones. Muchos militares han
perdido su carrera por ser familiares de otros militares sospechosos; otros por
tener esposas un tanto “vehementes” y
las cárceles están llenas de ex tenientes que seguramente no conocieron en
persona ni a Videla ni a Massera; hecho que en las actuales circunstancias
nos los hace menos responsables a la hora de enfrentar sus dilatados procesos
ante los diferentes tribunales federales.
Es un hecho histórico
irrefutable, que el emblemático Alfredo Astíz fue apenas un teniente de fragata
en los años de la represión, con apenas un grado más fue a Malvinas y fue ascendido
a capitán de corbeta por Alfonsín y a capitán de fragata por Menem. No se
inquieten amigos lectores sub 40; esto no es opinión; es pura información. Y si
alguien se siente turbado por lo que digo, tal vez sea precisamente porque con
los parámetros actuales en la materia, ver a un “represor” ascender en democracia parece descabellado; ahora no
pasaría téngalo por seguro…
¿Qué curioso no?,
tenemos al frente del Ejército a un Señor que ascendió de Coronel, a General de Brigada, de División y
a Teniente General en democracia. Y no solo en democracia, sino que además en
esta democracia, en la nueva democracia de la década ganada. Pasó todos los
filtros cumpliendo con los requisitos del “modelo”,
pero algo salió mal y una perla de su historia asomó a la luz.
El problema no es
Milani, ni que sea oficial de inteligencia, ya que el Estado Argentino lo formó
en su especialidad porque era necesario hacerlo. El problema no es tampoco si
cuando era un simple subteniente; el ahora general firmó un papel sabiendo o no lo que había
detrás de la “deserción” del soldado Ledo. El problema es que las cárceles están llenas de tenientes y de
cabos que tal vez tuvieron un rol parecido al del joven e inexperto subteniente
Milani.
El “relato” se volvió “circular”. Podríamos haber desagraviado a la ex ESMA,
dado que sus instalaciones fueron creadas para educar y no para torturar. Pero
elegimos condenar al edificio a la par de a quienes lo mal utilizaron.
Podríamos haber entendido que aquellos soldados de 2004 no merecían que se les
gritara “no les tengo miedo” mientras
no hacían otra cosa que rendir honores al nuevo Presidente; pero los maltratamos igual. Podríamos haber encarado la relación cívico
militar de otra forma pero elegimos esta. Tan severa, inflexible y ejemplificadora
que dejó bien en claro que quienes cumplieron órdenes inmorales eran tan
responsables como quienes las impartieron. Mucho camino recorrido hasta que
“el caso Milani” llevó a la parte más
épica del relato al principio del camino. Una vez más un general de
uniforme enfrentando a la justicia y al
borde del banquillo. Como en el juicio a las juntas; el mismo formato;
distintos invitados; como hace 30 años; como el programa de Mirtha, con mucho
menos glamour claro está.