EN QUÉ CONSISTIÓ REALMENTE EL "CURRO" DE LOS DERECHOS HUMANOS
Por: Claudia Peiró
Los
escándalos que han rozado a organizaciones del rubro no son más que efectos
secundarios de una gran impostura, inspirada por un episodio del 2001. Una
oportuna "política de DDHH"
que negó los antecedentes que la hicieron posible
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Un joven panelista de
un programa de actualidad dijo esta semana que sólo Raúl Alfonsín y Néstor Kirchner "enfrentaron" a los militares.
Por otro lado, un
fiscal advirtió hace poco: "Ojo, los pibes de hoy creen que la dictadura
terminó en 2003".
Son dos afirmaciones
que permiten medir hasta qué punto, con todo lo ignominiosas que son, las
malversaciones de fondos que salpican a la Fundación Madres de Plaza de Mayo o
la transformación de la bandera de los desaparecidos en un cómodo medio de vida
para un colectivo cada vez más amplio, entre otras desviaciones, no constituyen
el más grave "curro" de los derechos humanos.
La promesa del
precandidato presidencial Mauricio Macri de acabar con "el curro de los
derechos humanos" parecía aludir esencialmente a esos bastardeos.
Pero el verdadero "curro" estuvo en la
impostura. En el relato.
En
el oportunismo de un gobierno que abrazó la causa por conveniencia y que,
basándose en logros ajenos sin los cuales no hubiera podido hacer lo que hizo,
se dedicó a negarlos y a instalar la idea de una "Argentina hora cero" en la materia.
La realidad es que en
el país rigen las garantías y las libertades individuales desde el primer día
de la restauración democrática; algo que ni siquiera pudieron alterar algunas
transiciones accidentadas.
Pero la crisis del 2001 fue un campo orégano
para las improvisaciones. Toda crisis es una oportunidad, pero tanto para el
bien como para el mal.
Cómo
se les ocurrió la idea
Era el 25 de
diciembre del año 2001. Argentina vivía la febril semana de gobierno provisorio
de Adolfo Rodríguez Saá –abortada por el ánimo destituyente de otros
gobernadores, Néstor Kirchner incluido-. En medio del fárrago de audiencias que
el efímero mandatario mantuvo en Casa de Gobierno ese día, hubo una reunión cuyos efectos no pasaron inadvertidas para el
santacruceño.
Rodríguez Saá recibió
en su despacho de la Rosada a las dos agrupaciones de Madres de Plaza de Mayo,
la de Hebe de Bonafini y la llamada Línea Fundadora. Más tarde, hizo trascender
que revisaría el decreto de Fernando de la Rúa que prohibía extraditar
militares a España –donde eran requeridos por el juez Garzón, metido desde
hacía varios años a juzgar los hechos de nuestro pasado-, aunque el anuncio no
fue oficializado.
Hubo euforia entre
las ONG de derechos humanos. De
inmediato circuló entre ellos una corriente de simpatía hacia Rodríguez Saá,
hasta ese día impensada. El mismísimo Horacio
Verbitsky apareció como improvisado movilero desde Casa de Gobierno
comentando exultante las novedades para el programa Detrás de las Noticias que
conducía Jorge Lanata.
Como lo relató una
persona del círculo íntimo del santacruceño en aquellos tiempos, ese fugaz
idilio de los referentes de los DDHH con el ex gobernador de San Luis le hizo comprender a Néstor Kirchner, de
magro caudal político propio, que allí había un filón sin explotar. Una
veta a la que hasta entonces ni él ni su
esposa habían prestado la más mínima atención.
A esa tarea se lanzó
sin embargo de lleno cuando llegó a la presidencia. Comenzó entonces la construcción
del relato, sin el menor respeto por la verdad. El mito de la pareja perseguida
en el sur y del coraje del Presidente que se les animaba a los militares. "No les tengo miedo", repetía,
ya en su condición de jefe de las FFAA a las promociones que egresaban del
Colegio Militar, generacionalmente ajenas al Proceso.
El clímax del
fingimiento tuvo lugar el 24 de marzo de 2004, cuando Kirchner ordenó descolgar
el retrato de un señor que estaba "muerto"
mucho antes de su desaparición física, y luego entregó las instalaciones de la
ESMA al colectivo de Derechos Humanos que todavía no ha hecho allí nada a la
altura de la épica declamada.
Quien se dedique a la
historia, sabrá que una de las cosas más difíciles de reconstruir no son los
hechos sino el clima de una época. Que a emergentes de las generaciones post
dictadura les cueste comprender lo que significaba vivir en un país donde las
fuerzas armadas –en dictadura, democracia plena o pseudo democracia, según la
etapa de que hablemos- eran siempre un
factor de poder es algo entendible. El que no lo vivió difícilmente pueda
darse una idea de hasta qué punto el
Ejército principalmente fue un actor preponderante de la vida pública.
Desde ya, no es el
caso de Néstor Kirchner ni de su esposa, que por generación sí conocieron ese
clima. Al igual que su entorno y la mayoría de los operadores de los organismos
de derechos humanos.
Por eso mismo, todos
ellos eran perfectamente conscientes de que, en el momento en que Kirchner
llegó al gobierno, por primera vez en años de historia argentina, las Fuerzas Armadas ya no era más un factor
de poder. Nunca como en ese momento, hubo unas Fuerzas Armadas tan carentes
de capacidad de presión; la mejor prueba de ello es que la política del
kirchnerismo –que no fue sólo la de rehabilitar los juicios, sino una
abiertamente antimilitar, de atomización y despojo a la institución- no
enfrentó la menor reacción por parte del cuerpo; ni amotinamientos, ni "planteos", ni protestas. Nada.
Por eso las
alegaciones del santacruceño sobre su falta de miedo sonaban grotescas para
cualquiera que tuviese la menor conciencia histórica y honestidad intelectual.
Todo
lo que sí se hizo en años anteriores
Pero la otra gran
impostura del acto en la ESMA fue el pedido de perdón por los "años de
haber callado", algo cierto en su caso, pero absolutamente falso en
general, porque fue precisamente por
todo lo que se hizo con anterioridad, del 83 en adelante, que Kirchner pudo "enfrentar" -como
inocentemente dice el panelista antes citado- a los militares.
Después del juicio a
las Juntas, una de las primeras decisiones de Raúl Alfonsín al asumir, algunos
jueces iniciaron procesos contra las segundas líneas de las fuerzas armadas.
Esto generó descontento y activismo por parte de los oficiales involucrados.
El gobierno radical
promulgó entonces la llamada Ley de
Punto Final, que establecía la extinción de la acción penal por violaciones
a los derechos humanos contra quienes no fuesen llamados a declarar en un plazo
de 60 días a partir de su promulgación. El resultado fue el contrario al
deseado ya que los jueces aceleraron la apertura de causas y las indagatorias.
Eso desencadenó la
reacción del movimiento "Carapintada".
El primer levantamiento se produjo en la Pascua de 1987, con la conducción de
Alfo Rico, un oficial de destacada actuación en Malvinas.
Alfonsín tampoco les
temía, propiamente hablando, pero convengamos que no es lo mismo tener a los militares acuartelados y a punto de
movilizarse que gritar –a 20 años de los acontecimientos– frente a una ESMA
vacía ya de actores del Proceso...
Lo cierto es que, en
junio de 1987, se promulgó la Ley de
Obediencia Debida, por la cual se aceptaba como presunción que, de Coronel
para abajo, los militares habían actuado en cumplimiento de órdenes. Esta ley
sí tuvo el efecto de limitar los juicios a los más altos mandos.
El segundo alzamiento
carapintada, en enero de 1988, ya no estuvo motivado por los juicios sino por
el proceso que le seguía la justicia militar a Aldo Rico por la sublevación
anterior.
Un tercer
levantamiento tuvo lugar en diciembre de 1988 con otro líder, Mohammed Seineldín. El reclamo incluyó
por primera vez un pedido general de amnistía.
Cabe señalar que, por
ese entonces, el grueso de la dirigencia
justicialista –Kirchner incluido- participaba de un proceso de acercamiento con
los carapintadas en aras de la reconciliación nacional.
LA CAUSA PRINCIPAL QUE ABROQUELABA A LA OFICIALIDAD HABÍA
DESAPARECIDO CON LOS INDULTOS
Fue por estas razones
que Carlos Menem dictó los indultos en 1990, no sólo para los militares sino
también para los jefes de las organizaciones guerrilleras.
Pese a los indultos,
hubo un cuarto levantamiento, liderado por Seineldín, cuya finalidad era
condicionar al gobierno de Menem, dado que los reclamos sectoriales ya habían
sido respondidos. Esta fue la primera
vez que un alzamiento carapintada fue enfrentado y reprimido de modo drástico.
Fue también el último
conato de rebelión. Es que la causa
principal que abroquelaba a la oficialidad en torno a jefes como Rico y
Seineldin había desaparecido con los indultos.
Al quitarles su
principal bandera de lucha, Menem les quitó también su razón de ser y los
desmovilizó. Seineldín ya estaba aislado antes de sublevarse.
Retroceso
en la integración de las Fuerzas Armadas
El resultado de esta
política fue reconocido por el propio fiscal
del juicio a las Juntas, Luis Moreno Ocampo: "Hoy ningún país de América Latina tiene tan bien resuelta la
integración de las Fuerzas Armadas como la Argentina, y hay que reconocer que los indultos, aunque fueron dolorosos,
colaboraron en esto. Con los indultos, se logró lo que se intentó con el
Punto Final y la Obediencia debida" (revista Noticias, 28/3/98).
Esto es lo que Néstor
Kirchner, con más oportunismo que falta de memoria –ya que él había vivido esos
episodios y conocía bien sus causas y consecuencias-, negó en su discurso en la
ESMA.
Cuando Kirchner llegó
a la presidencia las fuerzas armadas estaban pacificadas e integradas a la
sociedad. Hasta habían empezado a recuperar imagen ante la sociedad; entre
otras cosas, por su participación en misiones internacionales de paz. Fue el kirchnerismo, para fortalecerse a
costa de la institución, el que reabrió la grieta y las volvió a instalar en el
sitial de enemigos, pese a estar compuestas ya en su inmensa mayoría por
elementos que no habían tenido actuación durante la dictadura.
Un hombre de Estado
toma decisiones en función de las condicionantes y posibilidades del momento.
Como también admitió Federico Storani cuando, al votar la derogación de las
leyes de Punto Final y Obediencia Debida, dijo: "Hoy los radicales estamos aquí para derogar lo que sirvió en su momento para sostener la democracia".
Es que el oportunismo no fue solo de Kirchner.
Un juez de la Corte Suprema -el fallecido Enrique Petracchi- declaró
inconstitucionales los indultos que años antes había declarado
constitucionales.
Otros dos elementos
contribuyeron en los años 90 a sacar a las Fuerzas Armadas de su rol de factor
de presión política: la desarticulación
de la UCD, la fuerza política que los representaba en el plano civil, y la eliminación del servicio militar. Una
decisión esta última controvertida y de dudoso beneficio para el país pero que
claramente les quitó a las Fuerzas Armadas una poderosa herramienta de control
social.
Los 90 fueron una
pausa en los juicios; pero esa decisión tuvo beneficios para el país en materia
de estabilidad política y le dejó a Kirchner una realidad diametralmente
opuesta a la que enfrentó Alfonsín. El uso que hizo el santacruceño de eso es
otro tema: como se dijo, Kirchner no se limitó a reabrir los juicios: se dedicó a re-estigmatizar a las Fuerzas
Armadas lo que explica por qué muchos jóvenes de hoy creen que la democracia se
instauró en 2003. En el Museo de la Casa Rosada, el oficialismo dividió en
dos el período democrático inaugurado en 1983: hasta el 2003, "La democracia y sus límites"
y desde el 2003 en adelante "La
recuperación política, social y económica de la Argentina". La
impostura al palo.
Los 90 podrán haber
sido una pausa en los juicios, pero la
política de reparación a las víctimas de la dictadura se inició en esta etapa,
con una medida de la cual las autoridades de entonces no se jactaron nunca: la
indemnización a los presos políticos y a los familiares de cada detenido
desaparecido.
La verdadera estafa
es este relato, que antes que una política de derechos humanos es una lectura
acomodaticia del pasado. Los derechos humanos como abstracción, además, de
momento que no se cuida la vida de los argentinos en el presente.
Finalmente, la mejor
prueba de que la de Kirchner fue una decisión dictada por la oportunidad, es
que hoy su viuda reanuda con el peor
aspecto de la politización de los militares en el pasado, cuando, luego de
haber denostado a la institución hasta el cansancio, le devuelve poder a cambio de que se asuma como facción al proclamar
lealtad, no a la Nación, a la democracia, a la institucionalidad, sino al "modelo".
FUENTE:
http://www.infobae.com/2014/12/28/1617648-en-que-consistio-realmente-el-curro-los-derechos-humanos