Defensa de la ciudadela del matrimonio
Una de esas extrañas contradicciones de los liberales es que ellos pueden cambiar su posición cuando les conviene.
Fue en los años sesenta que comenzaron su brutal ataque contra el
matrimonio. Las feministas odiaban la institución, porque decían que las
“esclavizaba”. La liberación sexual debería extenderse a quienes lo
quisieran.
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Todo fue hecho para quitar el prestigio y la estima de esta querida
institución. Pronto se puso de moda que las parejas vivieran juntas. Los
resultados son bien conocidos. La institución del matrimonio ha sufrido
un daño inmenso. Vemos las consecuencias del amor “libre” en la
proliferación de hogares monoparentales, divorcio, aborto, las prácticas
anticonceptivas, enfermedades de transmisión sexual y los estilos de
vida sexual con desvíos de todo tipo.
La única forma en que el matrimonio puede defenderse valientemente es
no ceder e insistir que es una unión permanente, excluyendo cualquier
otra. Maridos y esposas valientes han resistido al ataque del amor
“libre” de la revolución sexual y, aunque maltratado por la guerra
cultural, el estandarte sagrado del matrimonio sigue flameando en la
ciudadela a pesar de todo.
Ahora parece que aquellos que eran tan anti-matrimonio se han convertido en pro-matrimonio.
Cuando el matrimonio se convierte en un obstáculo insalvable para la
agenda sexual revolucionaria del amor “libre”, los liberales no tienen
ningún problema en convertir el matrimonio en una institución que
promueva su agenda, bajo la forma de un “matrimonio” homosexual.
Los que llamaban al matrimonio esclavitud en los años sesenta, está ensalzando las maravillas del “matrimonio” homosexual
Es por eso, la misma gente que promueve toda la gama de posiciones
revolucionarias en materia sexual, está ensalzando las maravillas del
“matrimonio” homosexual.
Los que llamaban al matrimonio esclavitud en los años sesenta, ahora insisten en su “derecho” a casarse.
Ellos no han cambiado sus posiciones sobre el aborto, la
anti-concepción, el divorcio o el amor “libre”. Todavía apoyan con
entusiasmo estas posiciones contrarias al matrimonio. Veremos a esos
liberales huyendo de la castidad, de la abstinencia, de la modestia y de
la virginidad como los murciélagos huyen de la luz.
Sin embargo, ellos toman esta nueva posición porque saben que,
mientras el estandarte sagrado del matrimonio indisoluble ondee en la
ciudadela, la sociedad reconoce que la moral sigue existiendo. Mientras
la moral aún exista, el programa del amor “libre” encuentra un obstáculo
que los liberales encuentran insoportable.
Es por eso quieren destruir la fortaleza no desde el exterior sino
desde dentro. Tratan de eliminar los límites de exclusividad que hace
que el matrimonio sea lo que es. Esa exclusividad que marca el
patrimonio como una unión fructífera y permanente de un hombre y una
mujer, deberá ser inclusiva y estéril.
Está en la naturaleza de las pasiones desenfrenadas el no aceptar
ninguna restricción y condenar toda moralidad. Así, los nuevos
“defensores” del matrimonio no estarán contentos hasta que el estandarte
sagrado del matrimonio indisoluble sea abatido y la bandera del arco
iris sea puesta en su lugar.
No estarán satisfechos hasta que toda y cualquier relación sexual,
“géneros” y estilos de vida sean aceptados. Es decir, nunca serán
felices, porque nunca la sexualidad desenfrenada trae la felicidad, sino
sólo frustración, ansiedad y desilusión.
Fuente: TFP Americana