LAS BLASFEMIAS DE BERBOGLIO EN SU HERETICO MENSAJE PARA LA JORNADA DE LA PAZ
«del
deseo de una vida plena… forma parte un anhelo indeleble de
fraternidad, que nos invita a la comunión con los otros, en los que
encontramos no enemigos o contrincantes, sino hermanos a los que acoger y
querer» (1 de enero del 2014).
Aquí,
Bergoglio, está desarrollando la idea herética de la ecología, que nace
de la concepción errada que tiene de la fe en Dios creador; una
concepción desde la “horizontalidad”, no desde la verticalidad:
como todos somos hijos de Dios, entonces todos somos hermanos entre sí;
todos habitamos en la misma casa del Padre, en la creación, en el
universo. Consecuencia: se da una gran intimidad, una gran cercanía con
todas las cosas.
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Es
decir, que el hombre es un ser en el mundo con todas las cosas. Y, por
lo tanto, el hombre se une, se casa, hace un matrimonio con todo el
universo, está en relación, interactúa, dialoga con todos los seres
vivientes, con todo lo que existe, aunque no sea un ser viviente. Todos
se convierten en hermanos, no sólo de sangre, sino de alma, de mente, de
espíritu.
Adán y Eva «concibieron
la primera fraternidad, la de Caín y Abel. Caín y Abel eran hermanos,
porque vienen del mismo vientre, y por lo tanto tienen el mismo origen,
naturaleza y dignidad de sus padres, creados a imagen y semejanza de
Dios» (8 de diciembre del 2014).
Bergoglio
no puede entender el pecado de Adán y, por lo tanto, concibe lo que
sucedió en el Paraíso desde la fraternidad, no desde el pecado, no desde
el mal, no desde la verdad revelada: concibieron la primera fraternidad.
No puede hablar de que Adán y Eva concibieron el primer hijo en pecado.
Anula esta verdad para poner su mentira, su fraternidad.
El
mal, para Bergoglio, va a estar en el hombre, no en la acción del
demonio en el hombre. El mal no tiene una raíz espiritual en Bergoglio
y, por eso, dice: «el pecado no es una mancha en el alma que tengo que quitar».
No es algo que el demonio ha puesto en mí; sino algo que ha hecho el
hombre y que se resuelve sólo por caminos humanos, por su falso
misticismo: la fraternidad.
«El
asesinato de Abel por parte de Caín deja constancia trágicamente del
rechazo radical de la vocación a ser hermanos. Su historia pone en
evidencia la dificultad de la tarea a la que están llamados todos los
hombres, vivir unidos, preocupándose los unos de los otros» (1
de enero del 2014). El mal de Caín es un problema humano, fraternal, no
espiritual. Bergoglio ha puesto la vocación a ser hermanos como la
misión de todo hombre cuando nace. Ése es su mayúsculo error en su
enseñanza.
Dios
crea al hombre para ser hijo de Dios: le da una vocación divina. No le
ofrece una fraternidad, sino la participación en el ser divino: el
hombre es Dios por participación. Esta es la vocación sublime de todo
hombre, que Bergoglio se carga de manera absoluta.
Y
porque el hombre es hijo de Dios, por eso, el demonio le acecha para
poner en la naturaleza humana su obra demoníaca, que es lo que hizo con
Adán. Y, por tanto, Adán engendró a un demonio: Caín. Y el pecado de
Caín es la obra del demonio en Caín: es una obra espiritual. Caín mata a
Abel porque éste tiene el sello de Dios, del cual carecía Caín. No lo
mata porque rechaza la vocación de hermano. Caín carecía de esta
vocación.
Pero Bergoglio está a lo suyo: en su clara herejía, en su nefasta apostasía de la fe.
Por eso, dice: Caín y Abel creados a imagen y semejanza de Dios.
Bergoglio no comprende que al pecar Adán, la gracia, la vida
sobrenatural, la semejanza con Dios se pierde. No lo comprende porque ha
anulado el concepto de pecado, como dogma, como verdad revelada. Ni
Caín ni Abel fueron engendrados en la semejanza de Dios, porque no hay
gracia. Caín y Abel fueron engendrados en el pecado original. Tienen un
mismo padre, pero diferente madre. Esto Bergoglio no lo puede enseñar
porque no cree en el Paraíso, en las palabras reveladas, sino que las
interpreta a su manera. Para él, el génesis es un cuento de hadas, no la
realidad de la vida sobrenatural.
Bergoglio sólo está en su idea ecológica: la fraternidad.
El
hombre existe en un universo y, por tanto, coexiste con todo lo demás,
se une a todo lo demás, se relaciona con todo lo demás, con una
necesidad absoluta, como algo inscrito en su ser, que está por encima,
incluso de su libertad como hombre: es como un imperativo de ser del
universo, de encajar en el universo, de relacionarse con todo el
universo, de ser hermano de todos. Es el falso misticismo propio de
Bergoglio: quiere abarcar en su mente la totalidad de las cosas, unidas
entre sí de una manera mágica, cósmica, universal, fraternal.
Por eso, habla de que la vida plena necesita de un anhelo indeleble de fraternidad: es el amor al hombre puesto por encima del amor a Dios.
La
plenitud de la vida sólo es posible en el anhelo infinito de Dios: si
el alma no desea lo divino, de una manera indeleble, no puede amar al
hombre, al prójimo, a la creación.
Pero Bergoglio dice: «Así,
la conversión a Cristo, el comienzo de una vida de discipulado en
Cristo, constituye un nuevo nacimiento que regenera la fraternidad como
vínculo fundante de la vida familiar y base de la vida social»
(8 de diciembre del 2014). Lo que funda la vida familiar y social es el
amor fraterno, no el amor de Dios, no la ley eterna, no la ley natural.
Por eso, habla de una conversión totalmente contraria a la que enseña
san Pablo en su carta a los Corintios. Habla de que la persona se
convierte para una fraternidad: regenera la fraternidad.
Es su idea herética de la ecología: como todos somos hijos de Dios,
entonces todos somos hermanos. Anula la conversión para ser hijo de
Dios. Quien se convierte a Cristo, recibe la gracia que le regenera en
un hombre nuevo: el ser hijo de Dios. Bergoglio se carga la gracia,
anula el amor de Dios, y se pone por encima de toda ley natural, divina y
de la gracia.
Bergoglio
tuerce el concepto de hermano que san Francisco utiliza en sus obras.
Para San Francisco de Asís todo hombre es hermano porque tiene una
naturaleza humana. Somos hermanos porque poseemos una naturaleza humana:
ése es el sentido del amor al prójimo, que enseña Jesús en Su
Evangelio: ama al prójimo como a ti mismo. Se ama al
otro porque cada hombre ama su naturaleza humana. Es la ley natural. Amo
al otro porque amo su naturaleza humana, que es también la mía, aunque
en otro cuerpo, con otra alma, guiada por otra persona.
Por
ley natural, los hombres se aman a sí mismos y, por tanto, aman a todo
hombre que tenga una naturaleza humana como se tiene en sí mismo. Esto,
tan sencillo, lo tuerce Bergoglio.
Hay que amar al otro porque no encontramos enemigos, contrincantes: «en los que encontramos no enemigos o contrincantes».
Y esto es una gran mentira. Hay que amar al otro porque es hombre,
porque tiene una naturaleza humana. Pero en el otro, no se puede amar lo
que nos hace enemigos: su pecado. Se ama al pecador, pero se odia su
pecado, se aleja uno de su pecado, se pone un muro entre su pecado y la
vida de uno.
El
hombre, para amar en la verdad a sus semejantes, tiene que juzgar el
pecado del otro y darle al otro lo que se merece, lo que el otro busca
en su misma vida de hombre: una justicia para su pecado. Esto es lo que
anula Bergoglio, por estar en su idea ecológica, que es un falso
misticismo, es un panenteísmo y es la concepción masónica de la vida del
hombre: la falsa tolerancia.
No se puede acoger el pecado, el error del prójimo, que es lo que quiere Bergoglio: «hermanos a los que acoger y querer».
No se puede querer la herejía, el pecado, la mentira, el error de una
persona. No se puede tolerar que las personas vivan sus vidas engañando
con sus mentes a los demás, como hace Bergoglio. No es digno de un
Obispo ser mentiroso. No hay respeto a un Obispo que miente cada día en
la Iglesia. No hay obediencia a la mente de un Obispo que se ha
pervertido por estar fornicando con la mente de todos los hombres, que
viven en el error de sus vidas.
Esto
es lo que muchos católicos todavía no han comprendido de Bergoglio: le
siguen obedeciendo. Pero, ¿a qué le obedecen? ¿A su sonrisa? ¿A su cara
bonita?
La
obediencia en la Iglesia es a la Jerarquía que da, que enseña, que
guía, en la Verdad. Bergoglio no da, ni enseña ni guía en la verdad.
Entonces, ¿por qué los católicos viven un disparate en la Iglesia al
someterse a un hombre que no vale para nada en la vida eclesial, que no
es camino para salvar el alma ni para santificarla? ¿Por qué?
Porque
los católicos, que obedecen a Bergoglio y a toda la Jerarquía que se
somete a ese charlatán, son como Bergoglio: no tienen fe católica, no
son de la Iglesia Católica, no sirven para ser Iglesia, para obrar en la
Iglesia la verdad de la doctrina de Cristo.
«En
la historia de los orígenes de la familia humana, el pecado de la
separación de Dios, de la figura del padre y del hermano, se convierte
en una expresión del rechazo de la comunión traduciéndose en la cultura
de la esclavitud (cf. Gn 9, 25-27), con las consecuencias que ello
conlleva y que se perpetúan de generación en generación: rechazo del
otro, maltrato de las personas, violación de la dignidad y los derechos
fundamentales, la institucionalización de la desigualdad» (8 de diciembre del 2014).
Fíjense el disparate que dice este hombre, este necio que cuando habla da la verdad de lo que es: un demonio.
Bergoglio
no comprende la maldición de Noé y llama a todo eso: cultura de la
esclavitud. Ha anulado la obra de expiación del pecado que esa maldición
conlleva, pero que Bergoglio no puede verla, como no ve la maldición
que hace Dios de la creación cuando Adán peca.
El problema del hombre actual, lo que se ha transmitido de generación en generación es esa cultura de la esclavitud.
Anula el pecado en la generación del hombre. Todo hombre –para
Bergoglio- nace santo; es la vida, las circunstancias, esa tara de esa
cultura de la esclavitud que arrastra la sociedad, el mal en el hombre y
en el mundo.
¿Han
captado el disparate? El pecado no es un dogma, no es una verdad
revelada en el Paraíso, que tiene una raíz espiritual y, por lo tanto,
unas consecuencia espirituales para todo hombre, que se transmite de
generación en generación, sino que es un asunto humano, de culturas: es
la cultura de la esclavitud. Y sobre esta base herética, totalmente
contraria a la verdad que Dios ha revelado, construye su mensaje de la
paz diciendo que todos somos hermanos y que nadie es esclavo.
¿Ven la estupidez de este hombre? ¿Todavía no la ven?
Así está la Iglesia: llena de estúpidos como Bergoglio.
Un hombre estúpido es el que dice esto: «El que escucha el evangelio, y responde a la llamada a la conversión, llega a ser en Jesús «hermano y hermana, y madre» (Mt 12, 50)» (Ib.).
¡Pero
qué estúpido que es Bergoglio que pone la cita y da una idiotez de
interpretación! ¡No seas estúpido! ¡No cites el Evangelio para después
dar tu mentira! ¡Bergoglio mismo se condena en sus mismas palabras!
¿Qué dice Mt 12, 50? «He
aquí mi madre y mis hermanos. Pues todo aquel que hiciere la Voluntad
de mi Padre, que está en los Cielos, ése es mi hermano, y mi hermana y
mi madre». Hay que hacer la Voluntad del Padre para ser hermano
de Cristo. No hay que escuchar el Evangelio. Hay tantos hombres que
escuchan la Palabra de Dios y después hacen sus propias voluntades
humanas, que no pueden ser hermanos de Cristo, aunque crean en Cristo.
Hay
que cumplir con la Voluntad de Dios, no hay que responder a la llamada
de la conversión. Dios llama a las almas a convertirse, a salir de su
vida de pecado. Pero una vez que el hombre sale, se convierte, tiene
que aprender a hacer la Voluntad de Dios. Y si no aprende eso, vuelve a
su pecado.
Bergoglio
nunca habla de la Voluntad de Dios. Ya lo ven cuando cita este pasaje.
No declara el pasaje como es, no puede hablar de la Voluntad del Padre,
porque no cree en Dios Padre. Bergoglio cree en su concepto de Dios, en
su concepto de Dios creador, en su concepto de Dios Padre. Pero
Bergoglio no cree en el Padre como el que engendra a Su Hijo en Su
Voluntad. Esto no le entra en cabeza; él no puede entrar en el Misterio
de la Santísima Trinidad porque no cree en ese dogma: «No creo en un Dios Católico». Entonces,
¿qué haces en la Iglesia Católica? ¿Para qué estás sentado en la Silla
de Pedro? Para destruir la Iglesia Católica, la fe católica en las almas
con su palabra barata, rastrera y blasfema, que es lo que hace cada
día. Y muchos católicos, muchos teólogos ni se han enterado –todavía- de
esta destrucción.
Al torcer el Evangelio de Mateo, le sale otra herejía, que es una clara blasfemia contra el Espíritu Santo:
«No
se llega a ser cristiano, hijo del Padre y hermano en Cristo, por una
disposición divina autoritativa, sin el concurso de la libertad
personal, es decir, sin convertirse libremente a Cristo. El ser hijo de
Dios responde al imperativo de la conversión: «Convertíos y sea
bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús, el Mesías, para
perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo» (Hch
2, 38)» (Ib.).
El imperativo de la conversión: esto es Hegel.
Eres
hijo de Dios por el imperativo de la conversión. No eres hijo de Dios
por gracia y por libertad. Este Misterio, el de la gracia y la libertad,
queda anulado en Bergoglio.
Bergoglio
no comprende la conversión del hombre: El hombre se convierte por una
gracia divina, que le toca en su corazón y que le abre para responder a
esa gracia. El hombre, en su libertad, responde o no responde a esa
gracia. Esa gracia es un don de Dios, que el hombre no se merece. Esa
gracia no es una exigencia de Dios, no es una disposición autoritativa
de Dios, porque Dios no impone nada. Dios lo regala todo.
El
hombre, en su libertad, responde o no a Dios, a ese regalo divino. Y
responde libremente, no por imperativo. En la libertad, el hombre no
está coaccionado: es libre. Nada ni nadie le impera. La conversión no le
impera para convertirse, para elegir. El hombre elige sin imperativo,
sin coacción. Si hay imperativo, si la conversión es un imperativo,
entonces el hombre no es libre.
Es
lo que está diciendo Bergoglio: se es hijo de Dios por imperativo de la
conversión. Es decir, no eres libre en tu conversión. Esto es el
imperativo de la razón de Hegel: el hombre hace las cosas por imperativo
de su razón, con la coacción de su razón. No puede quitarse la razón
para ejercer su libertad. Es una libertad impuesta por la razón, que no
es libertad. Esto es una gran blasfemia contra el Espíritu Santo, porque
Dios ha creado a todos los hombres libres. Y en su conversión, los
hombres siguen siendo libres. No existe el imperativo de la conversión.
En este planteamiento de su falso misticismo, de su falsa fraternidad, de cargarse todo el dogma, tiene que decir otra herejía:
«Todo
esto demuestra cómo la Buena Nueva de Jesucristo… también es capaz de
redimir las relaciones entre los hombres, incluida aquella entre un
esclavo y su amo, destacando lo que ambos tienen en común: la filiación
adoptiva y el vínculo de fraternidad en Cristo. El mismo Jesús dijo a
sus discípulos: «Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que
hace su señor; a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a
mi Padre os lo he dado a conocer» (Jn 15, 15)».
Jesús
ha redimido la esclavitud, la cultura de la esclavitud, las relaciones
entre un esclavo y su amo. ¡Tamaña barbaridad! ¡Necio discurso de un
hombre sediento de la gloria humana! ¡Estúpida cabeza de un loco que se
cree superior a todos porque se sienta, en su orgullo, en la Silla de
Pedro!
El
evangelio, la Buena Nueva, no redime las relaciones entre los hombres.
La Palabra de Dios redime las almas de los hombres: las salva del
pecado, purifica sus corazones y transforma al alma en otro Cristo. Si
el alma imita a Cristo en su vida, si el alma se asimila a Cristo en su
vida, si el alma se niega a sí misma en su vida, entonces salva y
santifica a los demás hombres, irradia la verdad, el amor de Cristo:
obra la santidad en la familia, en el matrimonio, en lo social, en el
estado, en la Iglesia.
Los
hombres no tienen en común ni la filiación adoptiva ni el vínculo de la
fraternidad. Esta es la idea ecológica. Esto es lo principal en la
ecología: como somos hijos de Dios, entonces todos somos hermanos. Este
es el eje central de toda la herejía de Bergoglio. Y esta idea está en
todas sus homilías y escritos. Y esta idea la va a reflejar en ese
documento blasfemo que va a sacar, próximamente, sobre la ecología.
Bergoglio,
en su blasfemia contra el Espíritu Santo, está construyendo una nueva
iglesia, con una nueva doctrina, con un falso cristo, con un falso
evangelio, con un falso magisterio. Y los católicos como imbéciles,
detrás de este blasfemo. ¡No tienen vergüenza!
El
grave problema de la ecología es torcer la Palabra de Dios para
expresar el negocio de los hombres. Se apoyan en todos los santos, en el
magisterio de la Iglesia, en la Sagrada Escritura, para poner de
relieve una grave blasfemia: el hombre, el culto al hombre en la
creación.
Para el ecologista no se puede hablar de esclavitud, del dominio de la naturaleza humana, que Dios revela en Su Palabra: «Procread y multiplicaos; y henchid la tierra; sometedla y dominad…» (Gn 1, 28). Este domino, esta esclavitud va en contra de la fraternidad para el que sigue la herejía del ecologismo.
Para el ecologista, el hombre no está por encima de la naturaleza, no la domina, sino que está dentro de la naturaleza: es el panenteísmo:
el ser humano está en el mundo y con todas las cosas: la libertad del
hombres se realiza en el interior del mundo, no sobre el mundo, no
dominando al mundo, sino siendo uno con todas las cosas del mundo. El
mundo, la creación le impera al hombre para obrar con libertad.
Lo
que tiene valor es la creación, no el hombre. Es el panenteísmo: Dios
crea la creación de sí mismo, no de la nada. Por tanto, toda la creación
es divina, sagrada. El hombre es parte de esa creación sagrada, divina,
y no puede dominarla, esclavizarla. El hombre es sagrado y, por eso,
Bergoglio, predica que la persona humana es sagrada. El
hombre, al ser sagrado, se une a la creación, que también es sagrada.
No tiene que dominarla, sino establecer relaciones para no dañarla, para
no esclavizarla. En esta herejía, que es una blasfemia, del
panenteísmo, cabalga toda la ecología.
Y
Bergoglio pone, en su blasfemo discurso, una sarta de ejemplos que no
tienen nada que ver con la esclavitud, con ninguna cultura de la
esclavitud, sino con el pecado de los hombres, en los diferentes países.
Para Bergoglio todo es esclavitud: las prostitutas, los emigrantes, los
que trabajan de manera ilegal, etc… Pone una serie de ejemplos que sólo
muestran una cosa: su comunismo:
«Hoy
como ayer, en la raíz de la esclavitud se encuentra una concepción de
la persona humana que admite el que pueda ser tratada como un objeto.
Cuando el pecado corrompe el corazón humano, y lo aleja de su Creador y
de sus semejantes, éstos ya no se ven como seres de la misma dignidad,
como hermanos y hermanas en la humanidad, sino como objetos».
La raíz de la esclavitud está en el concepto de la persona humana: Hegel.Todo
el problema de los hombres está en la idea, en la mente, dentro de la
racionalidad. El culto a la razón del hombre, al lenguaje humano, a la
palabra barata y blasfema.
Y, además, es un concepto de la persona en el que se admite el ser tratada como objeto:
no existe ese concepto de la persona humana. Ni en teología ni en la
filosofía ni en la metafísica. Es un invento de la mente de Bergoglio
para destacar una cosa: el bien común.
La
raíz de la esclavitud está en el pecado de la persona humana: no está
en no ver al otro como hombre, en su dignidad humana. No; está en pecar
contra el otro al tratarlo como objeto y, a pesar de que se vea su
dignidad humana. No se pierde la visión de la dignidad humana al pecar.
Se peca por una maldad, no porque se tenga presente o no el concepto de
dignidad humana.
Bergoglio apela a su comunismo: «hermanos y hermanas en la humanidad»:
el bien común. Como no buscas el bien común de ser hombre, de tener una
naturaleza humana, de respetar al otro porque es una persona humana,
porque tiene dignidad, entonces caes en la esclavitud.
Bergoglio
niega la propiedad privada, el bien privado de la libertad de cada
hombre. El hombre, en su bien privado, en su libertad, elige hacer daño
al otro, tratarlo como un objeto, aunque sepa que sea hombre. Siempre la
persona comunista ve el bien privado, la propiedad privada, la libertad
del hombre como una función social: si quieres ser hombre tienes que
hacer un bien común a todos los hombres en la sociedad, en el estado, en
la iglesia. Es el comunismo que está fundamentado en el panenteísmo:
hay que hacer el bien común porque el hombre, para ser hombre, para
ejercer su libertad humana, tiene que estar en el mundo, dialogar con el
mundo, ser del mundo, unirse a todo hombre, porque es su hermano, su
sagrado hermano.
Y
se podría seguir diciendo las herejías que Bergoglio expone en este
mensaje para la próxima jornada de la paz, que escribió el día de la
Inmaculada. Pero no merece la pena. A nadie le interesa mostrarse ante
Bergoglio como enemigo. Todos están tan contentos con este subnormal,
que se les cae la baba. Y Bergoglio no es nada en la Iglesia Católica.
Nada. Y quien lo tenga por algo, sencillamente escribe, con letras de
oro, su misma condenación.
Dejen
a Bergoglio en su gran blasfemia, y dedíquense a discernir el camino de
la Iglesia, que no está en Roma ni en las Parroquias. No lo tiene la
Jerarquía de la Iglesia. Ellos van a salir escaldados de esa falsa
iglesia en busca de los católicos verdaderos, que se han dedicado a
permanecer en la Verdad, batallando contra todos los hombres, contra
todos sus pensamientos y obras en la Iglesia, para seguir siendo
Iglesia.
El
que es de Cristo no necesita a Bergoglio como Papa. Lo que necesita es
dar testimonio de la Verdad a todo aquel que se atreva a dar publicidad a
las herejías de un charlatán, que sólo vive para alimentarse de la
gloria, del dinero y del poder de los hombres.
Escupan la mente de Bergoglio, porque dentro de ella está toda la blasfemia del demonio para la Iglesia.
¡Ay
de aquel que no se atreva a dar una patada a Bergoglio por el falso
respeto y la falsa obediencia a un hombre que no se merece ni los buenos
días!
¡Es
una vergüenza lo que hacen muchos católicos que ven la herejía de
Bergoglio y que por un falso amor al hombre lo siguen sosteniendo porque
así creen que no hacen mal a la Iglesia! ¡Son ellos los que destruyen
la Iglesia sosteniendo, obedeciendo a un hereje como Papa! ¡Ningún Papa
es hereje ni puede serlo! ¡Cuántos católicos, y renombrados católicos,
desconocen esta verdad! ¡Qué infierno van a tener por estar dando buena y
mala publicidad a un hereje!