La tradición familiar de las góndolas subsiste con orgullo en Venecia
Cada góndola es hecha a la medida del gondolero
Las
góndolas se deslizan por los canales de Venecia ostentando las señales
de un pequeño, pero requintado, grupo de artesanos que mantienen vivos
los métodos tradicionales de construcción, informó el diario “Folha de
S.Paulo”.
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Hace cerca de 700 años, existían 7000 góndolas en Venecia, pero su
uso cotidiano fue lentamente siendo suplantado por lanchas modernas. Aún
restan 433, para uso primordialmente turístico.
El constructor de góndolas Roberto Tramontin explica que una góndola
tarda dos meses para ser construida. Su composición tiene 280 piezas de
maderas diversas, de roble, nogal, abeto, olmo, etc. Y cuesta cerca de €
38000.
La madera tiene un largo tratamiento de cerca de un año para tomar la
forma cilíndrica, ligeramente asimétrica, que permite que un sólo
gondolero conduzca la embarcación en línea recta.
Los constructores de góndolas deben hacer varias pruebas, antes de
comenzar a construirlas, para adaptarlas al peso del gondolero.
Quien haya visto una góndola, o haya viajado en ella, habrá observado
que ella es torcida hacia un lado. Pero, cuando el gondolero ocupa su
lugar, ella queda perfectamente equilibrada.
Además el gondolero rema de un sólo lado: el derecho. Esto haría que
la góndola girara en círculos. Pero la torcedura hacia la izquierda
compensa esa tendencia, y la pequeña barca de sueño navega en una recta
perfecta por los estrechos canales.
La ornamentación está limitada desde que uno de los doges ‒ una
especie de duques soberanos electivos que gobernaban la ciudad en sus
tiempos de gloria‒ decretó en el siglo XVIII que las góndolas debían ser
más sobrias, pues eran demasiado ornamentadas. Desde entonces, ellas
están revestidas con un barniz negro.
Es necesario notar que la góndola era hecha para uso popular y diario.
Los nobles, eclesiásticos, ricos-hombres y personas constituidas en
dignidad tenían barcos mucho más pomposos, con dorados y alfombras
fluctuantes que acompañaban su deslizar sobre las aguas.
El navío particular más rico y bello entre todos era el Bucentauro de
oro, destinado a los doges. Llevaba una pequeña corte, músicos y eran
necesarios muchos remadores.
Una pequeña réplica navega hoy en el Gran Canal en los días de fiesta.
“Yo trabajo al estilo antiguo. Todo ese hecho a mano”, dice Lorenzo
Della Toffola, 48, constructor del taller Santo Trovaso, que produce una
o dos embarcaciones por año, usando las técnicas del pasado.
El arte que cerca a las góndolas debe ser preservado, a pesar de los
cambios de comportamiento, dice Giorgio Orsoni, alcalde de Venecia.
Los gondoleros necesitan ser propietarios de una góndola para obtener
un permiso, y los que no heredan el oficio de sus padres compran, al
comienzo de su carrera, un barco usado y más adelante financian uno
nuevo.
Aquí vemos que la familia es el vehículo de la tradición, y la propiedad es el fundamento sólido de la transmisión cultural.
Fuente: Traducción de un artículo de Luis Dufaur