Todo Papa legítimo es columna de fe y fundamento de la Iglesia: nunca es hereje.
Todo Papa legítimo es «columna de la fe y fundamento de la Iglesia Católica»
(Concilio de Éfeso – Sobre la primacía del Romano Pontífice – D112). Es
decir, en su persona no puede existir el pecado de infidelidad, por el
cual carece de la fe católica.
Aquel
que no tiene fe, o que la ha perdido, se llama infiel. El infiel es el
que voluntariamente se encuentra en estado de pecado y obra su pecado en
contra de la verdad. El infiel no es estar en cualquier pecado, sino en
aquel pecado que impide la fe, que combate la verdad dogmática.
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Lo
que impide la fe es someter la mente a la mentira, al error, a la duda,
haciéndose el hombre enemigo del dogma, de la verdad revelada, de
aquello que hay que creer para poder salvarse.
El
infiel combate los dogmas que la Iglesia Católica siempre ha enseñado.
Y, por eso, todo infiel es herético, produce el cisma, vive una
apostasía, una renuncia de la fe verdadera.
Infiel no es el que comete un pecado de lujuria y, después, se arrepiente y se confiesa.
Infiel no es el que duda de Cristo o de la Iglesia, pero después sale de su duda para seguir creyendo.
Infiel
no es el que teme enfrentarse a los hombres y dar testimonio de Cristo
ante ellos, como le pasó a San Pedro en su pecado de negación, si
inmediatamente resuelve su temor a los hombres en las lágrimas de su
arrepentimiento.
Infiel es todo aquel que combate la verdad: combatir a Cristo y combatir a la Iglesia.
Por
eso, encontramos a muchos católicos que han cometido el pecado de
infidelidad y que se llaman, con la boca, católicos, sin serlo en la
práctica de la vida espiritual.
La
fe es una obra divina, no es un conjunto de ideas que se memorizan y
que se repiten como un loro. Es una obra divina, no es un apostolado
humano.
La
fe es realizar una Voluntad Divina en la vida del hombre. Y, por eso,
se necesita que el hombre obedezca, con su mente humana, la Verdad que
Dios ha revelado.
La fe católica es obedecer a Dios. OBEDECER. Si no hay obediencia, no hay fe católica.
La
fe no es natural, sino sobrenatural: el alma cree, la mente obedece a
una verdad sobrenatural, no a una verdad natural, no a un escrito
oficial.
Se obedece a una Verdad que Dios habla, que Dios dice, que Dios manda.
En
la Iglesia Católica, desde el Papa hasta el último fiel, se tiene que
dar la obediencia a esta Verdad sobrenatural. Si no hay esta obediencia,
no hay Iglesia. Si el Papa no obedece la Verdad Revelada, los dogmas,
no hay Iglesia. Ese Papa no es Papa legítimo, sino un falso, un
impostor.
Por
eso, todo Papa legítimo es fundamento de la Iglesia, porque todo Papa
legítimo obedece a Dios, confirma en la Verdad que Dios revela, muestra
el camino para obrar la Verdad, que es siempre Cristo Crucificado.
Para
obedecer a Dios –en la Iglesia- hay que crucificar el entendimiento
humano. Sin esto, ningún Papa, ninguna Jerarquía es de la Iglesia de
Cristo. Si el hombre no se somete, con su entendimiento humano, a la
verdad revelada, al dogma, a lo que es de fe divina y católica definida,
entonces el hombre no pertenece a la Iglesia porque está en su pecado
de infidelidad, en el cual no puede obedecer la Verdad que Dios revela,
sino que se está obedeciendo a sí mismo: a su mente, a su idea, a su
plan humano, a la mentira que su mente encuentra en sí misma.
La
vida de la gracia se pierde por cualquier pecado mortal: fornicarios,
adúlteros, afeminados, sodomitas, ladrones, avaros, borrachos,
maldicientes, rapaces, etc… (cf. 1 Cor 6, 9s).
Pero
la fe sólo se pierde por el pecado de infidelidad: toda aquella
Jerarquía de la Iglesia que por medio de dulces palabras y lisonjas
seducen los corazones de los hombres para que acepten una mentira como
verdad, no posee la fe católica, no son de la Iglesia Católica, no hacen
Iglesia; sino que la destruyen, -tanto la fe como la Iglesia-, vestidos
de lobos, con un traje que da una apariencia de santidad a los demás,
de respeto, de obediencia, pero que sólo poseen un corazón sin
posibilidad de amar a Dios, porque no obedecen, con sus mentes humanas,
la Verdad Revelada, la Verdad de la Mente de Dios.
La
herejía es un pecado de infidelidad: todo hereje ha perdido la fe
católica. Todo hereje no se somete a la Mente de Cristo, sino que impone
su propia mente humana a la Iglesia.
Por
eso, es imposible que un Papa legítimo sea hereje. IMPOSIBLE. Porque
todo Papa legítimo es columna de la fe. Y lo que derriba esa columna es
la herejía, el pecado de infidelidad en la persona del Papa.
Jesús pone la Iglesia en la Roca de la Verdad: en un Papa que nunca puede cometer el pecado de herejía. NUNCA.
Muchos Papas han sido grandes pecadores, pero ninguno hereje. NINGUNO.
Esta
verdad, tan sencilla, muchos católicos la desconocen. Y son culpables
en su ignorancia. Tienen una ignorancia que les lleva al pecado mortal.
Todo católico que no viva su fe es que, sencillamente, vive en su
pecado, está en estado de pecado.
Vivir
la fe católica es oponerse a toda herejía en la Iglesia. No sólo fuera
de Ella, en el mundo, sino dentro de Ella. Porque es la herejía lo que
destruye la Iglesia. Es la herejía lo que aniquila la vida espiritual de
las almas.
No
son los otros pecados, que la gente comete habitualmente, lo que impide
ser de Cristo. Una prostituta puede tener más fe que mucha Jerarquía
junta, que muchos católicos. Y, por eso, dice el Señor: «En verdad os digo que los publicanos y las meretrices os preceden en el Reino de Dios» (Mt
21, 32). Ellos, en sus pecados, todavía creen; pero los fariseos, los
que creen tener fe, los que se dicen que tienen fe, esos no la tienen,
no pueden tenerla porque han rechazado, con su mente humana, la Verdad
que Dios les muestra; y que no se puede cambiar jamás, no se puede
interpretar como al hombre le venga en gana.
Ningún
pecado mortal lleva al pecado de infidelidad: no porque una persona sea
muy lujuriosa o muy ladrona o muy sodomita eso sea señal de que cometa
su pecado de herejía. No; no es eso. Una prostituta que pase toda su
vida en su pecado de lujuria puede salvarse y estar muy alta en el
Cielo, si no comete el pecado de infidelidad.
Este
pecado no se comete ni con el cuerpo ni con las manos ni con con el
apego a las riquezas o a las criaturas. Sino que se comete con la mente
humana: el hombre decide no someterse a la Verdad. Esta decisión es su
pecado de infidelidad, por el cual pierde la fe católica y ya no puede
salvarse, aunque se pase la vida haciendo obras humanas maravillosas,
aunque dé de comer a todos los hambrientos del mundo entero.
Donde no está la fe verdadera, allí tampoco está la caridad verdadera: «Si repartiere toda mi hacienda y entregare mi cuerpo al fuego, no teniendo caridad, nada me aprovecha» (1 Cor 13,3).
Si
el hombre no se somete, con su mente humana, a la Verdad, entonces sus
obras son sin amor, sin caridad divina. Son obras de una falsa caridad,
un falso amor, que viene de su falsa fe, de obedecer a una mentira.
Hubo
Papas muy pecadores, pero tenían fe a pesar de sus pecados: sus mentes
seguían obedeciendo la Verdad, aunque obraran sus pecados.
Hay
mucha Jerarquía que sucumbe al pecado; pero se mantiene en la verdad:
sus mentes se someten a la Verdad Revelada, no combaten esta Verdad, no
enseñan una mentira a sus fieles. Les predican la verdad, aunque ellos
vivan en sus pecados. Esta Jerarquía es digna de misericordia, porque no
engaña en la Iglesia.
Pero
aquella Jerarquía que engaña, que predica una mentira, que calla ante
un mentiroso, esa Jerarquía no es digna de ninguna misericordia, porque
está en su pecado de infidelidad: ninguna misericordia les puede salvar
porque combaten la verdad de la misericordia.
«Por eso, os digo: que os será quitado el reino de Dios y será entregado a un pueblo que rinda sus frutos» (Mt 21, 43).
Estamos en este tiempo: el tiempo del Fin.
En
este tiempo, en la Iglesia no hay un Papa que sea columna de la fe ni
fundamento de la Iglesia. No puede existir esa Cabeza, porque es el
tiempo del Fin.
Los
católicos no comprenden esto porque no tienen fe: son infieles a la
Verdad que Dios revela en Su Palabra. Son fieles al lenguaje humano de
los hombres, a la palabra oficial que en la Iglesia se da.
La
fe no es la palabra oficial, un escrito oficial, un lenguaje humano sin
verdad, unas obras apostólicas llenas de herejías, que muchos pregonan.
No se puede estar en la Iglesia obedeciendo la mente de un hombre hereje, como es Bergoglio. NO SE PUEDE.
Quien
se una a Bergoglio como Papa está declarando que no es católico, que no
posee la fe católica, que no es de la Iglesia Católica.
En
la mente de Bergoglio no se dan las Verdades sobrenaturales: en sus
escritos, en su doctrina, en su magisterio no se enseña la fe católica.
NO HAY LUGAR PARA ELLA. Lo que hay en la mente de Bergoglio es una clara
apostasía de la fe, un claro fundamento de la mentira, una perspicaz
obra en el error.
Quien
se someta a la mente de Bergoglio no puede hacer comunión con la
Iglesia verdadera. Donde está la herejía, donde está el pecado de
infidelidad, allí no está la verdad sobrenatural, allí no está Cristo.
Para
discernir si un Papa es o no legítimo no hay que fijarse si los
Cardenales lo han elegido o no. Muchos antipapas fueron elegidos por los
Cardenales viviendo el Papa legítimo. No está en lo oficial que la
Iglesia muestra. Ahí no está la Fe en la Iglesia de Cristo. Nadie puede
creer a un Papa porque ha sido elegido por los Cardenales. NADIE.
El católico verdadero cree en el Papa porque éste es columna de la fe y fundamento de la Iglesia: es decir, en ese Papa no se da el pecado de herejía.
Si
los Cardenales eligen a un hombre como Papa, y este hombre comienza a
declarar herejías y a hacer obras claramente cismáticas, como es el caso
de Bergoglio, entonces los católicos no tienen que esperar a que
oficialmente sea declarado nulo el falso pontificado de Bergoglio. NO
PUEDEN ESTAR ESPERANDO ESTO. Porque es imposible obedecer la mente de un
hombre que enseña herejías. Es imposible darle obediencia, por más que
oficialmente se declare a Bergoglio como Papa. Porque la fe es una
verdad Revelada, no es una verdad oficial, natural, humana. La fe es
obedecer la Verdad Divina; no es obedecer la mentira del hombre como una
verdad, como algo impuesto que todos tienen que aceptar oficialmente.
La fe no está en lo oficial, sino en la Palabra de Dios. Todo escrito
oficial, toda obra oficial en la Iglesia tiene que dar testimonio de la
Palabra de Dios, de la Verdad inmutable, para ser aceptada como Verdad.
Sin este testimonio, es imposible seguir algo oficial que la Jerarquía
imponga.
Quien vive de fe verdadera sabe que nunca Jesús pone un Pedro falso, herético. NUNCA: «Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré Mi Iglesia».
Si Jesús es la Verdad, no puede poner una roca de mentira para levantar
su Iglesia. Pedro es columna de fe divina, nunca de mentira humana.
NUNCA. Siempre Jesús va a poner a un Papa que defienda a la Iglesia de
la herejía. SIEMPRE. Nunca va a poner a un Papa que llene la Iglesia de
herejías, que conduzca al Rebaño hacia la apostasía de la fe. NUNCA.
Bergoglio
ya ha dicho cantidad de herejías. Y eso no es de ahora. Eso es toda su
vida. Lo que hace ahora es el culmen, la perfección de su obra herética,
de su vida para una maldad.
¿Qué hacen los católicos obedeciendo, sometiéndose a un hombre que no tiene la verdad en su mente?
¿A qué juegan?
¿Qué se creen que es la Iglesia de Cristo?
¿Qué se creen que es Cristo?
¿Qué creen que es Pedro en la Iglesia?
En un Papa legítimo nadie se atreve a discutir su juicio y todos le obedecen.
Pero
en un falso Papa, en un impostor, –como es Bergoglio-, es necesario
cuestionar todo lo que dice porque no tiene autoridad divina en la
Iglesia; no se le puede dar obediencia; no hay lugar para imitar sus
obras en la Iglesia.
Fiel
es el Señor en sus palabras (Sal 144, 13); pero infiel es todo hombre
sobre la tierra. Jesús nunca se puede apartar de la Verdad porque iría
contra Sí Mismo: «Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida».
Son los hombres – y sobre todo son los sacerdotes y los Obispos-, los
que se apartan de Cristo, los infieles a la Verdad Revelada: los que
obran la herejía.
Y
en la Iglesia no se obedece a hombres, a doctrina de hombres. En la
Iglesia se obedece a Cristo. Y toda aquella Jerarquía que no dé a
Cristo, no hay obediencia, no hay sometimiento, aunque exteriormente,
-oficialmente-, sea declarado un hombre como Papa.
La
Fe no está en una declaración oficial de la Iglesia. La fe no es un
lenguaje humano. La fe no es una palabra humana. La fe no es un
apostolado humano.
La
fe es una obra divina. Y si los hombres no obedecen, con sus cabezas
humanas, la verdad divina; si la Jerarquía de la Iglesia no enseña, no
guía, no señala el camino de la Verdad, entonces es que son unas ratas,
unos lobos que se aprovechan de las circunstancias para realizar su
negocio humano en la Iglesia.
¡Cuántos
Obispos que prefieren su sillón episcopal antes de enfrentarse a
Bergoglio! No quieren perder su oficio, su puesto en la Iglesia, su
cargo oficial, y miran para otro lado, y dicen que todo va bien, que no
hay que preocuparse. Y mienten a sus fieles. Y llevan por el camino de
la maldad a su rebaño. Y sólo por apegarse a su sillón. No son capaces
de dar testimonio de la Verdad ante la Iglesia porque han cometido el
pecado de infidelidad: ya no poseen la fe católica. Están en el juego de
Bergoglio.
Fiel es el Señor; infieles todos los demás.
«Nadie
osó jamás poner sus manos sobre el que es Cabeza de los Apóstoles, y a
cuyo juicio no es lícito poner resistencia: nadie jamás se levantó
contra él, sino quien quiso hacerse reo de juicio» (San Bonifacio I – De la carta Manet Beatum a Rufo y demás Obispos – D 109).
Desde
hace ya más de 50 años, en la Iglesia la Jerarquía ha osado poner sus
manos sobre el Papa de turno. Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II,
quitados de en medio antes de tiempo. Se los han cargado.
Muchos,
en la Iglesia, han puesto resistencia a los juicios de los Papas.
Muchos se han levantado contra los Papas. Y, por tanto, son incontables
los que han querido hacerse reos de juicio: se condenan en sus juicios
contra los Papas.
Es
cantidad la Jerarquía de la Iglesia que ha combatido a los Papas
legítimos. No son sólo unos cuantos. ¡Muchísimos! Y, por eso, se ha
tenido que dar lo inevitable: la renuncia de un Papa legitimo para poner
un falso Papa: el falso Papa que muchos quieren.
Y
a este falso Papa lo obedecen, se someten a su mente humana, e instan a
que todo el mundo haga lo mismo, no por una verdad, no porque defiendan
a Cristo, no porque les interese la Iglesia Católica, sino porque no
son de Cristo, no son de la Iglesia. Combaten a Cristo y a la Iglesia.
Y
esto es lo que a muchos católicos no les entra en la cabeza: que pueda
existir una Jerarquía tan malvada dentro de la Iglesia. Y, claro, viene
Bergoglio y quedan ciegos. Totalmente ciegos. Porque viven sólo de la fe
oficial, de documentos oficiales. Y no recurren al Evangelio, a la
Verdad, para resolver una herejía:
«Pero aunque nosotros o un ángel del cielo os anunciase otro Evangelio distinto del que os hemos anunciado, sea anatema» (Gal 1, 8).
El
Evangelio no es lo oficial en la Iglesia: no es el documento oficial
que la Iglesia saca. Pedro no es lo que los cardenales eligen.
El
Evangelio es la Palabra de Dios, que Cristo enseñó a sus Apóstoles y
que no cambia por el transcurso del tiempo. No puede cambiar. Es siempre
lo mismo. Pedro es siempre aquel que elige el Espíritu Santo en la
muerte de un Papa. ¡En su muerte, no en su renuncia!
Si
viene un Bergoglio que enseña un comunismo: su evangelio de la alegría;
que es distinto al Evangelio de Cristo, entonces, por más que los
Cardenales lo hayan elegido para Papa, sea Bergoglio anatema. Y por más
que los Obispos callen y lo sigan manteniendo como Papa, sea Bergoglio y
esos Obispos, anatema. No son de la Iglesia Católica. No hay que
seguirlos, no hay que obedecerlos, no hay que someterse a sus mentes
humanas. Y eso no es destruir la Iglesia, sino levantarla en la verdad.
Esta
es la fe católica: la doctrina de Cristo no es doctrina de hombres. No
es lo que los hombres explican sobre Cristo y sobre la Iglesia. Es lo
que Cristo siempre ha enseñado y que la Jerarquía verdadera lo ha
transmitido sin poner ni quitar nada.
Pero
el problema de tantos católicos es que no saben discernir la Jerarquía
verdadera de la falsa en la Iglesia Católica. Y no lo saben porque no
viven de fe.
La
fe es una obra divina. Hay tantos católicos que su fe es muy humana,
con unas obras muy humanas, muy sentimentales, y que se creen salvos
porque comulgan cada domingo en la Iglesia. No tienen la fe divina; no
tienen la fe católica. Ni saben lo que es esto.
Son
como muchos protestantes: creen en un Dios amor, misericordioso, que no
imputa el pecado, que no castiga, que no manda al infierno. Y, claro,
están contentísimos con Bergoglio: les habla lo que ellos quieren
escuchar, lo que hay en sus mentes. Les hace la vida mucho más agradable
a sus sentidos.
«Vosotros,
hermanos, habéis sido llamados a la libertad; pero cuidado con tomar la
libertad por pretexto para servir a la carne, antes servíos unos a
otros por la caridad» (Gal 5, 13).
Servir
a la carne es servir a la propia mente humana, al propio pensamiento de
la vida, a la idea política que gusta a todo el mundo.
Muchos
toman el sacerdocio para esto: para servir a sus intereses humanos
dentro de la Iglesia. Dan de comer a los pobres para alcanzar una gloria
humana. Esto es lo que hace Bergoglio y toda aquella Jerarquía que
calla ante su herejía.
No
solamente la Jerarquía falsa es la que dice herejías; también hay que
contar aquellos sacerdotes y Obispos que tienen miedo de enfrentarse a
Bergoglio. Tampoco son de la Iglesia Católica. Ya ha pasado el tiempo de
discernir qué cosa es Bergoglio. Ahora es el tiempo de obrar: o estoy
con ese impostor o estoy con Cristo, es decir, me opongo TOTALMENTE a
Bergoglio como Papa.
¿Qué Jerarquía hacer esto en la Iglesia? NADIE.
¿Qué web católica hace esto? NADIE.
Por eso, os será quitado el reino de Dios, porque de Dios, de Su Iglesia, de Cristo, nadie se ríe.
Es
muy grave lo que está pasando en la Iglesia para estar contentos con un
subnormal de Papa. O se ponen en la verdad o caminan para el infierno
de la mano de un escrito oficial. Que cada uno elija. Son libres para
decidir su destino final en la vida.