domingo, 1 de febrero de 2015

JORDAN BRUNO GENTA-"El filósofo y los Sofistas"- LECCIONES 13 Y 14

 
JORDAN BRUNO GENTA
LECCIÓN XIII 
La duda socrática es un síntoma de buena salud espiritual, el primer paso decisivo en la conquista de un pensamiento libre y de un saber riguroso: el discípulo tiene que aprender a dudar de su propio juicio para mejor aprender a pensar. El arquetipo de humana sabiduría y su maestro insuperable es Sócrates: la duda que provoca en el alma de los jóvenes es un principio de vida y el más poderoso acicate porque despierta una curiosidad apasionada e insaciable; contiene el apremio por llegar; previene contra la ficción y el error; ejercita la razón el más ceñido respecto a la identidad. 
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No es una duda escéptica que paraliza la inteligencia y disminuye su capacidad para la verdad, a la manera de los sofistas que niegan el valor normativo del principio de identidad y pretenden legitimar la contradicción. No es tampoco la duda metódica , a la manera de Descartes y los otros reformadores del racionalismo, que presumen de la absoluta suficiencia del ego pensante y declaran el carácter problemático de todo lo demás; de donde proceden los incurables proyectistas, planificadores y utopistas para hacerlo o rehacerlo todo desde la raíz, desde el mismo comienzo: la religión, la filosofía, las artes, la familia, la sociedad, el Estado, los usos y costumbre, etc. Ni duda negativa de la pereza, ni duda irreverente de la soberbia; pero sí, la duda saludable y fecunda de la responsabilidad en el discípulo que asume conciencia de los límites de la razón y de las propias limitaciones, así como del riesgo constante de caer en el error; pero que, sin embargo, puede y debe llegar por sí mismo a la posesión del saber y de la verdad. Por sí mismo no significa que aprende sin la asistencia y la guía del maestro, cuya autoridad tiene que estar necesariamente presente en todos sus pasos decisivos; por sí mismo, quiere decir que el maestro no puede hacer el camino por el discípulo y que sólo transitándolo uno mismo, llega a ser el poseedor real y activo de la ciencia. La duda socrática sigue, como si fuera su propia sombra, al aprendiz de filósofo que advierte su frivolidad intelectual y su vergonzosa pedantería, apenas se ponen a prueba sus pretendidos saberes. Menón se muestra azorado ante su impotencia para continuar discurriendo sobre la virtud; antes de iniciar la conversación con Sócrates estaba seguro de su saber y dispuesto a dar la lección en cualquier momento; ahora está atónito y lleno de dudas. Al pronto, siente odio hacia el insoportable burlador y le parece que tienen sobrada razón los acusadores, cuando dicen que corrompe a la juventud con sus enseñanzas; incluso le anticipa que no podría ejercer impunemente su maléfica influencia en una ciudad extranjera, donde sería eliminado de inmediato. La verdad es que la propia Atenas tuvo que deshacerse finalmente del incorregible educador, empeñado en mejorar a los ciudadanos de la República,
sin querer escuchar razones ni prudentes consejos, sin querer darse cuenta de que incurría en el peor y más inexcusable de los crímenes en contra de la democracia pura, cuya ley de igualdad extrema prohíbe lo mejor en todo. Lo mejor es democráticamente aborrecible y deben cegarse las espigas que crecen demasiado alto; entre todas, la superioridad de la inteligencia es la más imperdonable. Una ley común para hombres comunes y si fuera posible, todo en común; he aquí el régimen democrático puro. Querer mejorar es un propósito evidentemente aristocrático, incompatible e intolerable en un régimen igualitario; el culpable debe pagar con su vida la increíble osadía de fomentar la natural desigualdad de los hombres y de los valores. La duda socrática que se ha adueñado del alma de Menón, es un principio de aristocracia espiritual porque enseña que todos los pensamientos no son iguales, que todas las opiniones y pareceres no son iguales: hay pensamientos verdaderos y pensamientos falsos; hay opiniones fundadas que son más bien conceptos objetivos y hay opiniones infundadas que son simples pareceres subjetivos. Una democracia pura se funda en el igual valor de todas las opiniones; luego distinguir opiniones verdaderas y opiniones falsas es antidemocrático y de este modo, la peor de las ignorancias manda en las almas y en la República. Nadie ha definido mejor que Emilio Faguet, lo que es la democracia pura: “una ignorancia que se complace en sí misma. 140 ” Sócrates comprende lo que pasa en el alma del joven discípulo de Gorgias y quiere aliviar la tensión con su exquisito tacto. 
SÓCRATES . – [...] Porque si llevo la duda al espíritu de los demás, no es porque yo sepa más que ellos, sino todo lo contrario; pues yo dudo más que nadie y así es como hago dudar a los demás. Ahora mismo, con relación a la virtud, yo no sé lo que es; y tú quizá lo sabías antes de hablar conmigo; pero en este momento parece que tampoco lo sabes. Sin embargo, quiero examinar y buscar contigo lo que puede ser 141 . 
Pero Menón es todavía el aprendiz de sofista y el resentimiento que envenena su alma, le inspira una respuesta sutilísima donde se muestra toda la agudeza de que es capaz el demonio en las situaciones extremas y donde la inteligencia del mal conserva los rasgos de su perdida nobleza. Es una respuesta insidiosa que plantea de golpe el problema del conocimiento y que, a pesar suyo, orienta su justa solución. 
MENÓN . – [...] ¿Y qué medio adoptarás, Sócrates, para indagar lo que de ninguna manera conoces? ¿Qué principio te guiará en la indagación de cosas que
                                                 140 Cf. ÉMILE FAGUET , Pour qu’on lise Platon , París, 19[?]. Sin datos respecto de la versión utilizada por el autor. 141 Menón , 80 c d .
ignoras absolutamente? Y cuando llegares a encontrar la virtud ¿cómo la reconocerías, no habiéndola nunca conocido? 142 
Dijimos problemas; más bien debemos decir que esta respuesta de Menón, nos enfrenta al misterio del conocimiento y que nos deja atónitos esta oscura y paradójica revelación de una actividad del alma que es una transparencia luminosa y dirigida hacia los otros seres y hacia ella misma. La delicada situación que le ha provocado Menón, obliga a Sócrates a empezar por una aclaración del verdadero sentido y del real alcance de sus palabras. 
SÓCRATES . - Comprendo lo que quieres decir, Menón. Mira ahora cuán fecundo en cuestiones es el tema que acabas de sentar. Según él, no es posible al hombre indagar lo que sabe, ni lo que no sabe. No indagará lo que sabe porque ya lo sabe; y por lo mismo no tiene necesidad de indagación; ni indagará lo que no sabe, por la razón de que no sabe lo que ha de indagar 143 . 
Nada es, pues, tan aparentemente absurdo como la afirmación que inicia la Metafísica de Aristóteles: Todo hombre desea naturalmente saber 144 . Se trataría de un deseo sin sentido, sin razón ni ocasión de ser despertado en el alma, puesto que no se desea conocer lo que se conoce ni se puede desear conocer aquello que se ignora absolutamente. Desear conocer, quiere decir: desear conocer algo determinado ; y no es razonable apetecer conscientemente sin saber qué cosa apetecemos. Además ¿cómo podríamos saber si lo que hemos encontrado es lo mismo que buscábamos? Lo grave es que el hombre conoce; que la ciencia es posible por cuanto existe y hasta hay ciencias que son un sistema de verdades necesarias, de afirmaciones apodícticas como las matemáticas, por ejemplo. Y resulta que para desear conocer algo, hay que conocerlo ya en algún modo ; para buscar una cosa determinada hay que haberla encontrado ya en alguna forma; y para saber que hemos encontrado lo que buscábamos tenemos necesariamente que saber previamente que es eso mismo y no otra cosa. Es evidente que conocemos; tenemos que aceptar, en consecuencia, que conocer es reconocer, volver a conocer o conocer de nuevo lo mismo . La inteligencia humana conoce siempre de nuevo; su primer acto de conocimiento es un reconocimiento. No parte de cero; no parte de la ignorancia absoluta, porque entonces no haría más que pasar de cero a cero y de la ignorancia a la ignorancia. Además todo lo que entra por los sentidos, no es todo lo que hay en la actividad de conocer; tiene que haber algo más y más
                                                 142 Menón , 80 d.  143 Menón , 80 e.  144 Metafísica I, 980 a 22.
importante para la vida de la inteligencia: algo así como gérmenes de sabiduría, como lo que Descartes llama ideas innatas o como lo que Kant llama funciones a priori . No importa, por el momento, que sea realmente eso que hay, ni lo que haya de verdad o de error en la concepción de las ideas innatas o de los a priori kantianos del conocimiento; lo importante es que hay algo que no viene de fuera del alma y que es en el alma, una como anticipación de todo lo que es capaz de llegar a comprender. ¿Hemos meditado, alguna vez, en ese misterio de la creación poética – Homero, Dante, Cervantes, Shakespeare, Balzac, Dostoievski–, que saca del alma del artista todo un mundo de personajes distintos, de caracteres singulares, de vidas con su destino propio, único e intransferible que van al encuentro de su pasión y de su muerte, sin que el artista intervenga siquiera en sus caminos? No nos parece razonable suponer que la experiencia personal del artista lo provee de todos los elementos y de todas las formas que su imaginación produce. Nos resulta, más bien una interpretación grosera, plebeya y propia de mentalidades demasiado prácticas. Nos parece razonable, en cambio, pensar que el artista contempla en su interior ese mundo de formas que luego transcribe en el papel, en la tela, en el mármol; y ese mundo ideal no es una mera elaboración de elementos empíricos; tiene que estar como un germen, como un anticipo de la visión inspirada en el alma del artista. No olvidemos que la creación poética es principalmente una forma de conocimiento. 
Sócrates ha medido en toda su trascendencia, la cuestión planteada por la paradójica respuesta de Menón. Comprende la extrema dificultad en que ha sido colocado y apela a un recurso de emergencia, cuyo uso ha estimado inconveniente en otra ocasión. Tal como lo hiciera oportunamente el sofista Protágoras, recurre a un mito poético para hacer comprensible el misterio del conocimiento. 
SÓCRATES . - Así, pues, para el alma, siendo inmortal, renaciendo a la vida muchas veces, y habiendo visto todo lo que pasa, tanto en ésta como en la otra, no hay nada que no haya aprendido. Por esta razón, no es extraño que, respecto a la virtud y a todo lo demás esté en estado de recordar lo que ha sabido. Porque, como todo se liga en la naturaleza y el alma todo lo ha aprendido, puede, recordando una sola cosa, a lo cual los hombres llaman aprender, encontrar en sí misma todo lo demás, con tal de que tenga valor y no se canse en su indagaciones. En efecto, todo lo que se llama buscar y aprender no es otra cosa que recordar 145 . 
Sólo un poeta realmente divino por su inspiración y la eminencia de su objeto, puede sugerir con tanta fuerza y hondura el remoto origen y el verdadero carácter del conocimiento racional. Estamos aquí ante una primera referencia de Platón a su teoría del conocimiento, según la cual, saber es recordar . Claro está que la memoria no es más que una operación de la inteligencia imaginativa, pero tiene el carácter de una verdadera actividad espiritual: recordamos para recordar simplemente, al margen de toda exigencia práctica; actualizamos nuestro pasado por un puro deseo de contemplar, como en un espejo, lo que hemos vivido. Además, cuando buscamos una cosa olvidada, encontrarla es reconocerla entre las otras cosas. Se comprende que el acto de recordar (y lo mismo se puede decir del acto de esperar), guarde una analogía esencial con el acto de pensar lo que es. ¿Cómo podríamos saber que hemos aprehendido la esencia de una cosa determinada, si encontrarla no fuera reconocerla como tal? ¿Cómo podríamos estar seguros de poseer la verdad, si no supiéramos distinguir entre ser verdadero y ser falso? ¿Cómo sería posible dudar sin saber previamente qué es afirmar? Afirmar lo que es, o, en otros términos, declarar la verdad del ser, es como si el alma que lo afirma lo sacara de si misma para ponerlo en la existencia.  La afirmación es una analogía del acto creador; es una reposición ideal en la existencia de lo que ya está realmente en ella. Nada puede ser absolutamente original en el hombre; nada puede comenzar absolutamente en su alma y hasta sus actividades más puras –el pensamiento conceptual, la creación poética-, son imitaciones. Imitaciones nobilísimas pero nada más que imitaciones. La creación artística es propiamente una recreación ; el conocimiento es propiamente un reconocimiento, tal como sugiere el mito de Platón.              
                                                 145 Menón , 81 c d. 
   
LECCIÓN XIV 
Sócrates hace llamar a uno de los esclavos griegos que están al servicio de Menón, a fin de probar su tesis de que saber es recordar y que, por lo tanto, el discípulo más bien que ser informado por el maestro, saca el saber de su propia alma, una vez que le ha sido procurado el hilo conductor. Es como si las certeras y graduadas preguntas del maestro fueran despertando en su alma, el recuerdo de saberes olvidados aunque no del todo, porque en ese caso no habría solicitud magisterial que pudiera ser evocativa. Un recuerdo totalmente desvanecido de la memoria no volvería a encontrarse ni se lo buscaría jamás. Todos los hombres aman la verdad y buscan la verdad, incluso los que viven engañando a otros porque tampoco ellos quieren ser engañados ; así que “ellos aman también la verdad, porque no quieren ser engañados y amando la felicidad que no es otra cosa que la alegría nacida de la verdad, aman naturalmente la verdad; y no la amarían, si, en su memoria no subsistiera alguna idea” 146 .  
Aprender es como recordar, diríamos con estricta propiedad y poniendo en su debido lugar a cada una de las operaciones intelectuales. El apotegma platónico aprender es recordar , puede resultar equívoco si no se tiene en cuenta que el mito poético expresa lo que es por medio de una analogía sensible, de una comparación  con algo más próximo y más visible para nosotros que vivimos casi siempre ocupados con las cosas y los usos materiales. Una niñita canta a la estrella y dice: 
Flor del cielo,  lucecita de cristal  que alumbras mi Patria.  Yo te canto  estrellita  y te amo. 
A nadie se le ocurrirá interpretar que la estrella es una flor; más bien comentará que la estrella es como una flor del cielo, dando su justo valor metafórico a la imagen. Lo grave es que muchos expositores y críticos de la filosofía de Platón no tienen en cuenta el carácter de este recurso poético –ajeno a la estricta forma del pensar filosófico-, al que vuelve siempre y acaso muy a pesar suyo, el artista-filósofo insuperable. La “explicación mítica” no desarrolla la esencia de la cosa en ella misma, pero la va sugiriendo por su analogía intrínseca con el proceso imaginativo que                                                  146 SAN AGUSTÍN , Confesiones , X, 23, 33. 
realmente describe. Claro está que el signo alegórico, el símbolo empleado para traducir el sentido de la actividad pura de conocer, es necesariamente inferior a ella, aunque pertenece al mismo orden de la vida intelectual como un grado subordinado. Tal es la memoria con relación a la especulación pura o teoría. Sócrates le hace ver al esclavo una figura que acaba de trazar sobre la arena y le pregunta: 
SÓCRATES . - Dime, joven: ¿sabes que esto es un cuadrado? ESCLAVO . – Sí. SÓCRATES . – El espacio cuadrado, ¿no es aquel que tiene iguales las cuatro líneas que ves? ESCLAVO . – Seguramente [...] SÓCRATES. – ¿No puede haber un espacio semejante más grande o más pequeño? ESCLAVO . – Sin duda. SÓCRATES . – Si este lado fuese de dos pies y este otro también de dos pies, ¿cuántos tendría el todo? Considéralo antes de esta manera. Si este lado fuese de dos pies y éste de un pie sólo, ¿no es cierto que el espacio tendría una vez dos pies? ESCLAVO . – Sí, Sócrates. SÓCRATES . – Pero como este otro lado es igualmente de dos pies, ¿no tendrá el espacio dos veces dos? ESCLAVO . – Sí. SÓCRATES . – ¿Luego el espacio tiene dos veces dos pies? ESCLAVO . – Sí. SÓCRATES . – ¿Cuántos son dos veces dos pies? Dímelo después de haberlos contado. ESCLAVO . – Cuatro, Sócrates 147 . 
Hasta aquí las preguntas magistralmente graduadas conducen como de la mano y con perfecta desenvoltura, al improvisado discípulo que despierta de un largo sueño; abre los ojos de la inteligencia y va descorriendo en su alma, el velo de un mundo olvidado, de una antigua sabiduría escondida que va saliendo, paso a paso, al encuentro de la pregunta oportuna. El maestro no le enseña propiamente nada y no hace más que interrogarle; con toda habilidad, ha escogido un tema geométrico porque así la secuencia lógica, el desarrollo del razonamiento se ve facilitado por la imaginación que permite entender por medio de la representación sensible. El discurso matemático no se desenvuelve en el elemento puro del pensamiento, sino que la razón se asiste necesariamente con un elemento intuitivo, plástico, que le hace entender imaginando, viendo sensiblemente. Es un                                                  147 Menón , 82 b d .
razonamiento que se ilumina a si mismo representándose exteriormente, casi diríamos plásticamente. La explicación geométrica es indivisible de la proyección intuitiva, de la construcción imaginativa, pero no a título de auxiliar didáctico para mejor aclarar o comprobar las conclusiones a que va llegando el discurso, sino como parte constitutiva de la explicación misma. Por esto es que no puede prescindirse del pizarrón para enseñar o aprender matemáticas; pero se puede e incluso se debe eliminarlo para estudiar el alma o la virtud que es una cualidad del alma. En rigor, el método de enseñar es el método de la ciencia misma de la que se trata. Es lo que no debieran olvidar nunca los pedagogos y que Aristóteles expresó con absoluta precisión: el que mejor sabe una cosa es el que mejor la enseña 148 . Es preciso tener en cuenta que la cantidad es la materia inteligible; en consecuencia, permanece en la forma de la exterioridad al ser objetivada por la inteligencia, es decir, que no puede ser abstraída de ese carácter, de su determinación esencial, que es ser en otro, ser fuera de sí; sería eliminarla a ella misma y quedarse con las manos vacías. De donde resulta que incluso la cantidad pura no se puede entender sin intuirla o sin representarla imaginativamente. La Academia Platónica llegó a estar saturada de matematicismo: no entre aquí el que no sepa geometría ; no tan intensamente como la mentalidad que padecemos en el día de hoy, pero en medida peligrosa para el completo desarrollo de la inteligencia metafísica. La superioridad indiscutible de Aristóteles en el plano del puro pensar filosófico, se acusa en ese rechazo del more geométrico , como de un enemigo o, al menos, como una interferencia peligrosa para la especulación metafísica.  No cabe duda de que el saber matemático y su forma de demostración, constituyen un grado necesario en el ascenso de la inteligencia racional hasta su actividad más alta, más propia y más pura, el conocimiento de las esencias reales, de las sustancias. Una cosa es facilitar el acceso a una forma superior de pensar, al modo de un peldaño importante en la escala del saber; y otra cosa es constituirse en la forma universal, absoluta y exclusiva del saber. Repárese, una vez más, en la manía de los gráficos y de la transposición numérica o geométrica de todos los conocimientos, que se ha apoderado de la didáctica contemporánea. Es un claro síntoma de que las matemáticas no sólo hacen de monitor de la educación común, sino también de la educación superior. Volviendo al diálogo entre Sócrates y el esclavo de Menón, consideramos oportuno insistir, después de esta digresión, en el acierto de haber escogido un ejemplo matemático para la prueba del origen y del desarrollo del saber, justamente por su carácter de razonamiento imaginativo. Sócrates se propone ahora, mostrar a Menón, el valor insustituible y la eficacia de la duda para corregir en sí mismo, uno de los defectos más frecuentes de nuestro discurso y causa inevitable de error: dejarse llevar
                                                 148 Cita ad sensum . Cf. Metafísica I, 982 a 12, 13. 
ingenuamente por la corriente del discurso con engañosa seguridad acerca de su desarrollo futuro en vista de la anterior facilidad. 
SÓCRATES . – [...] ¿No dices que el espacio doble se forma con una línea doble? Por eso no entiendo un espacio largo por esta parte y estrecho por aquella; sino que es preciso que sea igual en todos sentidos, como éste; y que sea doble, es decir, de ocho pies. Mira si crees aun que se forma con una línea doble. ESCLAVO . – Sí. SÓCRATES . – Si añadimos a esta línea otra tan larga como ella, ¿no será la nueva línea doble que la primera? ESCLAVO . – Sin duda. SÓCRATES . – Con esta línea, dices, se formará un espacio doble, si se tiran cuatro semejantes. ESCLAVO . – Sí. SÓCRATES . – Tiremos cuatro semejantes a ésta. ¿No será éste el que llamarán espacio de ocho pies? ESCLAVO . – Seguramente. SÓCRATES . – En este cuadrado, ¿no se encuentran cuatro, iguales a éste que es de cuatro pies? ESCLAVO . – Sí. SÓCRATES . – ¿De qué magnitud es? ¿No es cuatro veces más grande? ESCLAVO . – Sin duda. SÓCRATES . – Pero, ¿lo que es cuatro veces más grande, es doble? ESCLAVO . – ¡No, por Zeus! SÓCRATES . – ¿Pues, qué es? ESCLAVO . – Cuádruplo. SÓCRATES . – De esta manera, joven, con una línea doble no se forma un espacio doble sino cuádruplo 149 . 
Mediante otra serie de preguntas, Sócrates lleva al esclavo a la más segura conciencia de su ignorancia acerca de lo que, un momento antes, creía saber con la misma seguridad. 
SÓCRATES . - Mira ahora de nuevo, Menón, lo que ha andado el esclavo en el camino de la reminiscencia. No sabía al principio cuál es la línea con que se forma el espacio de ocho pies, como ahora no lo sabe; pero entonces creía saberlo, y respondió con confianza, como si lo supiese; y no creía ser ignorante en este
                                                 149 Menón , 83 a c . 
punto. Ahora reconoce su desconcierto, y no lo sabe; pero tampoco cree saberlo 150 . 
La verdad es que el discípulo está ahora en mejor disposición para descubrir la verdad; y la buscará con verdadero afán y con la más limpia curiosidad; cosa que no hubiera intentado siquiera antes de haber llegado a dudar. La convicción de su ignorancia le ha provocado el deseo de saber realmente, lo cual guarda una perfecta analogía con el deseo de encontrar una cosa olvidada en la memoria y que se sabe haber olvidado: 
SÓCRATES . – [ dirigiéndose a Menón ] Repara ahora cómo, partiendo de esta duda, va a descubrir la cosa, indagando conmigo; aunque yo no haré más que interrogarle, sin enseñarle nada. Observa bien por si llegas a sorprenderme enseñándole o explicándole algo; en una palabra, haciendo otra cosa que preguntarle lo que piensa. SÓCRATES . - Tú, esclavo, dime: ¿este espacio, no es de cuatro pies? ¿Comprendes? ESCLAVO . – Sí. SÓCRATES . – ¿No puede añadírsele este otro espacio que es igual? ESCLAVO . – Sí. SÓCRATES . – ¿Y este tercero igual a los otros dos? ESCLAVO . – Sí. SÓCRATES . – Para completar el cuadro, ¿no podremos, en fin, colocar este otro en este ángulo? ESCLAVO . – Sin duda. SÓCRATES . – ¿No resultarán así cuatro espacios iguales entre sí? ESCLAVO . – Sí. SÓCRATES . – Pero, ¿qué es todo ese espacio, respecto de este otro? ESCLAVO . – Es cuádruplo. SÓCRATES . – Pero lo que necesitábamos era formar uno doble; ¿no te acuerdas? ESCLAVO . – Sí. SÓCRATES . – Esta línea, que va de un ángulo a otro, ¿no corta en dos cada uno de estos espacios? ESCLAVO . – Sí. SÓCRATES . – ¿No ves aquí cuatro líneas iguales que encierran este espacio? ESCLAVO . – Es cierto.
                                                 150 Menón , 84 a b . 
SÓCRATES . – Mira cuál es la magnitud de este espacio. ESCLAVO . – Yo no lo veo. SÓCRATES . – ¿No ha separado cada línea de las antes dichas por mitad cada uno de estos cuatro espacios? ¿No es así? ESCLAVO . – Sí. SÓCRATES . – ¿Cuántos espacios semejantes aparecen en éste? ESCLAVO . – Cuatro [...] SÓCRATES . – ¿Cuántos pies tiene este espacio? ESCLAVO . – Ocho pies. SÓCRATES . – ¿Con qué línea está formado? ESCLAVO . – Con ésta. SÓCRATES . – ¿Con la línea que va de uno a otro ángulo del espacio de cuatro pies? ESCLAVO . – Sí. SÓCRATES . – Los sofistas llaman a esta línea diámetro. Y así, suponiendo que sea éste su nombre, el espacio doble, esclavo de Menón, se formará, como dices, con el diámetro. ESCLAVO . – Verdaderamente sí, Sócrates. SÓCRATES . – ¿Qué te parece, Menón? ¿Ha dado alguna respuesta que no sea suya? MENÓN . – No; ha hablado siempre por su cuenta 151 . 
En verdad, el esclavo se ha limitado a responder casi exclusivamente un lacónico sí , que pone en la forma del juicio afirmativo las sucesivas preguntas; pero no cabe duda de que tales afirmaciones son los eslabones de una cadena discursiva que se va desarrollando con perfecta coherencia en su alma. El discípulo va rehaciendo por sí mismo el razonamiento que el maestro articula en forma de preguntas graduadas; es un ir sacando, del fondo de su alma, la serie de razones que se implican entre sí y se llaman la una a la otra en necesaria secuencia y derivación. Esta lección magistral –modelo de adecuación perfecta y de tacto exquisito en la relación del maestro con el discípulo-, demuestra que aprendemos como si fuéramos recordando un saber que yace olvidado en nuestra alma. Solicitado y guiado constantemente por la autoridad de su maestro, el discípulo participa activamente y aprende por sí mismo, porque ya sabe, porque su “pasión curiosa”, estimulada decisivamente por la duda, supone algún indicio de la verdad. Es notorio que el fin –la posesión del saber y de la verdad en este caso-, está previsto necesariamente en la tendencia hacia él; hay como un pregusto en el apetito de aquello que lo satisface, al menos en su indeterminada generalidad.
                                                 151 Menón , 84 c – 85 c. 
En términos aristotélicos, diríamos que la potencia se ordena al acto como a su fin y sólo tiene sentido en vista del acto. Más todavía, el acto es antes que la potencia, como la gallina es antes que el huevo; lo cual quiere decir que el saber no viene de la ignorancia sino del saber mismo. La ignorancia es como el sueño que sigue a la vigilia y aprender es para el alma como despertar de un profundo sueño y un irse reconociendo a sí misma en la verdad. El saber es viejo, el ser más antiguo que existe; la ignorancia, en cambio, es siempre novedosa y tan reciente como el día de hoy. Aprender es volver a encontrar la misma verdad que el alma conoce desde el principio. Santo Tomás levanta con mano delicada y segura el velo que cubre al misterio del conocimiento, en un texto soberano: Nada puede estar ordenado a algún fin si no preexiste una cierta proporción al fin, de donde proviene su deseo del fin. Y de ahí se sigue que una cierta incoación del fin se produce en el sujeto, ya que no puede desear nada a menos que tenga una cierta semejanza con la cosa deseada. Por esto es que en la naturaleza humana misma hay una cierta incoación de ese bien que le es proporcionado: principios de demostración que son como los gérmenes de la sabiduría; principios de derecho natural que son como los gérmenes de las virtudes morales 152 .                          
                                                 152 De Veritate , q 14, a 2, corpus.