jueves, 21 de mayo de 2015

Hacer el bien pero mirando a quién...



Hacer el bien pero mirando a quién...

Adalid de la Caridad, Don Luis Orione

Un amigo me allega un pasaje de las SS. EE. que no conocía: Eclesiástico, XII, 1-7. Si haces el bien mira a quien lo haces, y tendrás mucho mérito por tu bondad. Haz bien al justo y lograrás una gran recompensa, si no de él, al menos del Señor. No lo pasará bien el que de continuo hace el mal, y no da limosnas: porque el Altísimo aborrece a los pecadores; y usa de misericordia con los que se arrepienten.
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Se tú liberal con el hombre misericordioso, y no patrocines al pecador; porque él dará su merecido a los impíos y a los pecadores, reservándolos para el día de su venganza.
Sé liberal con el hombre de bien y no apoyes al pecador.
Haz bien al humilde, y no concedas dones al impío, impide que se le dé de comer para que no se alce sobre ti con lo mismo que le das.
Porque será doble mal el que reportarás por todo el bien que hicieres; pues odia el Altísimo a los pecadores, y tomará venganza de los impíos.
Hechos, como estamos a un cristianismo lánguido y de absoluta tolerancia, que no es verdadero cristianismo, digamos de paso, uno tiende a dudar si el texto será o no será apócrifo, o al menos, si no estará mal traducido.
Claro que ningún texto bíblico es tan sencillo de leer sin la guía de un buen intérprete. Por eso recurrimos a Straubinger que nos ilustra con comentarios notables.
Haz bien sin mirar a quien es, contrariamente a lo que muchos creen, máxima mundana y no evangélica. Notemos cuán excelente es la Biblia, que después de inculcarnos mil veces las excelencias de la limosna, la hospitalidad, etc. nos previene contra los engaños de la maldad humana.
El amor al prójimo sólo vale y merece cuando viene del amor a Dios (I Cor. 13) y este amor nos mueve evidentemente a preferir a los verdaderos amigos de El. Esto es lo que Cristo mira como hecho al El mismo. (Cfr. Mt. X, 40; XXV,40 y Lc.VI, 32).
“El dará su merecido, etc”. Esto nos libra de la presunción de creer que somos los llamados a suprimir de la tierra todos los dolores los cuales suelen ser permitidos por Dios para prueba y provecho del que sufre. La Caridad es espiritual y no sentimental, porque cuenta con la actividad de Dios porque alimenta aun a los pájaros y lo da todo por añadidura al que busca su Reino (Mat. 6,33). Claro está que puede haber excepciones como, en el caso de Job. Por eso decimos que la Caridad es espiritual y no puede encerrarse en reglas fijas porque “el Espíritu sopla donde quiere” (Jn. 3,8). El que ama sabe como debe obrar (Gal. 5,18). De ahí la norma de San Agustín, “Ama y haz lo que quieras”, porque el que es movido por el amor siempre desea dar mientras pueda.
“Haz bien al humilde”. Dios odia a pobre soberbio. “Impide que se le dé de comer”, en hebreo: “no le des las armas de guerra no sea que te combata con ellas” (Véase lo que enseña Jesús en Mt. 7,6). El Sermón de la Montaña nos manda amar a nuestros enemigos. Aquí se trata de los enemigos de Dios.
Hasta aquí Straubinger, clarito.