El manifiesto ecológico-mundialista de « Papa Francisco » - Alejandro Sosa Laprida
Laudato
Si
El manifiesto ecológico-mundialista de
« Papa Francisco »
Miles
Christi – 19/06/2015
Como este año tuve una Cuaresma bastante mediocre -me
avergüenza tener que reconocerlo- consideré que ya era hora de ponerme al día
en materia de penitencia, por lo que me decidí a hacer una lectura integral de Laudato
Si, el manifiesto ecológico-panteístico-mundialista de « Papa
Francisco ». Debo confesar que me costó muchísimo no hacer trampas, porque
la tentación de saltearme algunos párrafos, o la de leer otros en diagonal, fue
por cierto de una extrema vehemencia. Con decirles que cuando llegué al final
de las 41.974 palabras que contiene Sanata Si (como la llama con acierto The
Wanderer) -sin incluir ninguna cita del magisterio anterior al CVII-
comprendí que mi eventual futura estancia en el Purgatorio se había abreviado
considerablemente…
Intentaré próximamente escribir un artículo al respecto,
pero no les aseguro nada, pues la verdad es que la gran variedad y dificultad
de los temas que debería acometer me intimida, sobre todo considerando que ando
bastante escaso de tiempo. De modo que les envío simplemente una selección de
pasajes que me parecen sintomáticos de la línea
ambientalista-gnóstico-ecuménico-mundialista-apocalíptica que Decimejorge
Primero pretende engañosamente hacer pasar por una enseñanza auténtica del
magisterio de la Iglesia…
En lo único en lo que sí coincido con « Francisco »
es en la dimensión apocalíptica (pero no « ecológica » sino escrituraria)
de nuestros tiempos (y en los cuales, a mi entender, él desempeña un papel
protagónico : cf. Ap. 13, 11) dimensión que, contrariamente a lo que
él sostiene, no tenemos manera alguna de evitar, ni siquiera « convirtiéndonos »
(sic) a la pseudo teología gnóstico-evolucionista del jesuita panteísta
Teilhard de Chardin, su impío maestro, como nos sugiere hacerlo este falso
profeta en su perverso documento y en su aparentemente irremediable locura…
http://w2.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20150524_enciclica-laudato-si.html
9. Al mismo tiempo, el Patriarca Ecuménico Bartolomé llamó la atención sobre las raíces éticas y espirituales de los problemas ambientales, que nos invitan a encontrar soluciones no sólo en la técnica sino en un cambio del ser humano, porque de otro modo afrontaríamos sólo los síntomas. Nos propuso pasar del consumo al sacrificio, de la avidez a la generosidad, del desperdicio a la capacidad de compartir, en una ascesis que «significa aprender a dar, y no simplemente renunciar. Es un modo de amar, de pasar poco a poco de lo que yo quiero a lo que necesita el mundo de Dios. Es liberación del miedo, de la avidez, de la dependencia»[17]. Los cristianos, además, estamos llamados a « aceptar el mundo como sacramento de comunión, como modo de compartir con Dios y con el prójimo en una escala global. Es nuestra humilde convicción que lo divino y lo humano se encuentran en el más pequeño detalle contenido en los vestidos sin costuras de la creación de Dios, hasta en el último grano de polvo de nuestro planeta »[18].
9. Al mismo tiempo, el Patriarca Ecuménico Bartolomé llamó la atención sobre las raíces éticas y espirituales de los problemas ambientales, que nos invitan a encontrar soluciones no sólo en la técnica sino en un cambio del ser humano, porque de otro modo afrontaríamos sólo los síntomas. Nos propuso pasar del consumo al sacrificio, de la avidez a la generosidad, del desperdicio a la capacidad de compartir, en una ascesis que «significa aprender a dar, y no simplemente renunciar. Es un modo de amar, de pasar poco a poco de lo que yo quiero a lo que necesita el mundo de Dios. Es liberación del miedo, de la avidez, de la dependencia»[17]. Los cristianos, además, estamos llamados a « aceptar el mundo como sacramento de comunión, como modo de compartir con Dios y con el prójimo en una escala global. Es nuestra humilde convicción que lo divino y lo humano se encuentran en el más pequeño detalle contenido en los vestidos sin costuras de la creación de Dios, hasta en el último grano de polvo de nuestro planeta »[18].
18. A la continua aceleración de los cambios de la
humanidad y del planeta se une hoy la intensificación de ritmos de vida y de
trabajo, en eso que algunos llaman «rapidación». Si bien el cambio es parte de la dinámica de los sistemas complejos, la
velocidad que las acciones humanas le imponen hoy contrasta con la natural
lentitud de la evolución biológica. (…)
23. El clima es un bien común, de todos y para todos.
A nivel global, es un sistema complejo relacionado con muchas condiciones
esenciales para la vida humana. Hay
un consenso científico muy consistente que indica que nos encontramos ante un
preocupante calentamiento del sistema climático. En las últimas
décadas, este calentamiento ha estado acompañado del constante crecimiento del
nivel del mar, y además es difícil no relacionarlo con el aumento de eventos
meteorológicos extremos, más allá de que no pueda atribuirse una causa
científicamente determinable a cada fenómeno particular. La humanidad está
llamada a tomar conciencia de la necesidad de realizar cambios de estilos de
vida, de producción y de consumo, para combatir este calentamiento o, al menos,
las causas humanas que lo producen o acentúan.
53. Estas situaciones provocan el gemido
de la hermana tierra, que se une al gemido de los abandonados del mundo, con un
clamor que nos reclama otro rumbo. Nunca hemos maltratado y lastimado
nuestra casa común como en los últimos dos siglos. Pero estamos llamados a ser
los instrumentos del Padre Dios para que nuestro planeta sea lo que él soñó al
crearlo y responda a su proyecto de paz, belleza y plenitud. El problema es que
no disponemos todavía de la cultura necesaria para enfrentar esta crisis y hace
falta construir liderazgos que marquen caminos, buscando atender las
necesidades de las generaciones actuales incluyendo a todos, sin perjudicar a
las generaciones futuras. Se vuelve indispensable crear un sistema
normativo que incluya límites infranqueables y asegure la protección de los
ecosistemas, antes que las nuevas formas de poder derivadas del paradigma tecnoeconómico
terminen arrasando no sólo con la política sino también con la libertad y la
justicia.
62.
¿Por qué incluir en este documento, dirigido a todas las personas de buena
voluntad, un capítulo referido a convicciones creyentes? No ignoro que, en el
campo de la política y del pensamiento, algunos rechazan con fuerza la idea de
un Creador, o la consideran irrelevante, hasta el punto de relegar al ámbito de
lo irracional la riqueza que las
religiones pueden ofrecer para una ecología integral y para un desarrollo
pleno de la humanidad.
Otras veces se supone que constituyen una subcultura que simplemente debe ser
tolerada. Sin embargo, la ciencia y la religión, que aportan diferentes
aproximaciones a la realidad, pueden entrar en un diálogo intenso y productivo
para ambas.
67.
No somos Dios. La tierra nos precede y nos ha sido dada. Esto permite responder
a una acusación lanzada al pensamiento judío-cristiano: se ha dicho que, desde
el relato del Génesis que invita a « dominar » la tierra (cf. Gn 1,28), se favorecería la
explotación salvaje de la naturaleza presentando una imagen del ser humano como
dominante y destructivo. Esta no es una correcta interpretación de la Biblia
como la entiende la Iglesia. Si es verdad que algunas veces los cristianos hemos interpretado incorrectamente las
Escrituras, hoy debemos rechazar con fuerza que, del hecho de ser
creados a imagen de Dios y del mandato de dominar la tierra, se deduzca un dominio absoluto sobre las
demás criaturas. Es importante leer los textos bíblicos en su contexto, con
una hermenéutica adecuada, y recordar que nos invitan a «labrar y cuidar» el
jardín del mundo (cf. Gn 2,15).
Mientras «labrar» significa cultivar, arar o trabajar, «cuidar» significa
proteger, custodiar, preservar, guardar, vigilar. Esto implica una relación de reciprocidad responsable entre el ser humano y
la naturaleza.
80.
No obstante, Dios, que quiere actuar con nosotros y contar con nuestra
cooperación, también es capaz de sacar algún bien de los males que nosotros
realizamos, porque «el Espíritu Santo posee una inventiva infinita, propia de
la mente divina, que provee a desatar los nudos de los sucesos humanos, incluso
los más complejos e impenetrables»[48]. Él, de algún modo, quiso limitarse a sí mismo
al crear un mundo necesitado de desarrollo, donde muchas cosas que nosotros
consideramos males, peligros o fuentes de sufrimiento, en realidad son parte de
los dolores de parto que nos estimulan a colaborar con el Creador[49]
81.
El ser humano, si bien supone también
procesos evolutivos, implica una novedad no explicable plenamente por la evolución de otros sistemas
abiertos. Cada uno de nosotros tiene en sí una identidad personal, capaz de
entrar en diálogo con los demás y con el mismo
Dios.
83. El fin de la marcha del universo está en la plenitud de Dios, que ya ha sido alcanzada por Cristo resucitado, eje de la maduración universal [53]. Así agregamos un argumento más para rechazar todo dominio despótico e irresponsable del ser humano sobre las demás criaturas. El fin último de las demás criaturas no somos nosotros. Pero todas avanzan, junto con nosotros y a través de nosotros, hacia el término común, que es Dios, en una plenitud trascendente donde Cristo resucitado abraza e ilumina todo. Porque el ser humano, dotado de inteligencia y de amor, y atraído por la plenitud de Cristo, está llamado a reconducir todas las criaturas a su Creador.
83. El fin de la marcha del universo está en la plenitud de Dios, que ya ha sido alcanzada por Cristo resucitado, eje de la maduración universal [53]. Así agregamos un argumento más para rechazar todo dominio despótico e irresponsable del ser humano sobre las demás criaturas. El fin último de las demás criaturas no somos nosotros. Pero todas avanzan, junto con nosotros y a través de nosotros, hacia el término común, que es Dios, en una plenitud trascendente donde Cristo resucitado abraza e ilumina todo. Porque el ser humano, dotado de inteligencia y de amor, y atraído por la plenitud de Cristo, está llamado a reconducir todas las criaturas a su Creador.
[53] En esta perspectiva se sitúa la aportación del P. Teilhard de Chardin.
85.
(…) Podemos decir que, «junto a la
Revelación propiamente dicha, contenida en la Sagrada Escritura, se da una
manifestación divina cuando brilla el sol y cuando cae la noche»[58].
Prestando atención a esa manifestación, el ser humano aprende a reconocerse a
sí mismo en la relación con las demás criaturas: «Yo me autoexpreso al expresar el mundo; yo exploro mi propia
sacralidad al intentar descifrar la del mundo»[59].
[59] Paul Ricoeur, Philosophie de la volonté II. Finitude et culpabilité, Paris 2009,
2016 (ed. esp.: Finitud y culpabilidad,
Madrid 1967, 249).
139.
Cuando se habla de «medio ambiente», se indica particularmente una relación, la
que existe entre la naturaleza y la sociedad que la habita. Esto nos impide entender la naturaleza como
algo separado de nosotros o como un mero marco de nuestra vida. Estamos incluidos en ella, somos parte
de ella y estamos interpenetrados. Las razones por las cuales un lugar
se contamina exigen un análisis del funcionamiento de la sociedad, de su
economía, de su comportamiento, de sus maneras de entender la realidad. Dada la
magnitud de los cambios, ya no es posible encontrar una respuesta específica e
independiente para cada parte del problema. Es fundamental buscar soluciones
integrales que consideren las interacciones de los sistemas naturales entre sí
y con los sistemas sociales. No hay
dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja
crisis socio-ambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación
integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y
simultáneamente para cuidar la naturaleza.
161. Las predicciones catastróficas ya no pueden ser miradas con desprecio e ironía. A las próximas generaciones podríamos dejarles demasiados escombros, desiertos y suciedad. El ritmo de consumo, de desperdicio y de alteración del medio ambiente ha superado las posibilidades del planeta, de tal manera que el estilo de vida actual, por ser insostenible, sólo puede terminar en catástrofes, como de hecho ya está ocurriendo periódicamente en diversas regiones. La atenuación de los efectos del actual desequilibrio depende de lo que hagamos ahora mismo, sobre todo si pensamos en la responsabilidad que nos atribuirán los que deberán soportar las peores consecuencias.
161. Las predicciones catastróficas ya no pueden ser miradas con desprecio e ironía. A las próximas generaciones podríamos dejarles demasiados escombros, desiertos y suciedad. El ritmo de consumo, de desperdicio y de alteración del medio ambiente ha superado las posibilidades del planeta, de tal manera que el estilo de vida actual, por ser insostenible, sólo puede terminar en catástrofes, como de hecho ya está ocurriendo periódicamente en diversas regiones. La atenuación de los efectos del actual desequilibrio depende de lo que hagamos ahora mismo, sobre todo si pensamos en la responsabilidad que nos atribuirán los que deberán soportar las peores consecuencias.
164. Desde
mediados del siglo pasado, y superando muchas dificultades, se ha ido afirmando
la tendencia a concebir el planeta como patria y la humanidad como
pueblo que habita una casa de todos. Un mundo interdependiente no significa
únicamente entender que las consecuencias perjudiciales de los estilos de vida,
producción y consumo afectan a todos, sino principalmente procurar que las
soluciones se propongan desde una perspectiva global y no sólo en defensa de
los intereses de algunos países. La
interdependencia nos obliga a pensar en un solo mundo, en un proyecto común. Pero la misma inteligencia que se
utilizó para un enorme desarrollo tecnológico no logra encontrar formas
eficientes de gestión internacional en orden a resolver las graves dificultades
ambientales y sociales. Para afrontar los problemas de fondo, que no pueden
ser resueltos por acciones de países aislados, es indispensable un consenso
mundial que lleve, por ejemplo, a programar una agricultura sostenible
y diversificada, a desarrollar formas renovables y poco contaminantes de
energía, a fomentar una mayor eficiencia energética, a promover una gestión más
adecuada de los recursos forestales y marinos, a asegurar a todos el acceso al
agua potable.
167. Cabe destacar la Cumbre de la Tierra, celebrada en 1992 en Río de Janeiro.
Allí se proclamó que «los seres humanos constituyen el centro de las
preocupaciones relacionadas con el desarrollo sostenible»[126]. Retomando contenidos de la Declaración de Estocolmo (1972),
consagró la cooperación internacional para cuidar el ecosistema de toda la
tierra, la obligación por parte de quien contamina de hacerse cargo
económicamente de ello, el deber de evaluar el impacto ambiental de toda obra o
proyecto. Propuso el objetivo de estabilizar las concentraciones de gases de
efecto invernadero en la atmósfera para revertir el calentamiento global.
También elaboró una agenda con un programa de acción y un convenio sobre
diversidad biológica, declaró principios en materia forestal. Si bien aquella cumbre fue verdaderamente
superadora y profética para su época, los acuerdos han tenido un
bajo nivel de implementación porque no se establecieron adecuados mecanismos de
control, de revisión periódica y de sanción de los incumplimientos. Los
principios enunciados siguen reclamando caminos eficaces y ágiles de ejecución
práctica.
[126] Declaración de Río sobre el
medio ambiente y el desarrollo (14 junio 1992), Principio 1.
175. La misma lógica que dificulta tomar decisiones
drásticas para invertir la tendencia al calentamiento global es la que no
permite cumplir con el objetivo de erradicar la pobreza. Necesitamos una
reacción global más responsable, que implica encarar al mismo tiempo la
reducción de la contaminación y el desarrollo de los países y regiones pobres.
El siglo XXI, mientras mantiene un sistema de gobernanza propio de épocas
pasadas, es escenario de un debilitamiento de poder de los Estados nacionales,
sobre todo porque la dimensión económico-financiera, de características
transnacionales, tiende a predominar sobre la política. En este contexto, se
vuelve indispensable la maduración de instituciones internacionales más fuertes
y eficazmente organizadas, con autoridades designadas equitativamente por
acuerdo entre los gobiernos nacionales, y dotadas de poder para sancionar. Como
afirmaba Benedicto XVI en la línea ya desarrollada por la doctrina
social de la Iglesia, «para gobernar la economía mundial, para sanear las
economías afectadas por la crisis, para prevenir su empeoramiento y mayores
desequilibrios consiguientes, para lograr un oportuno desarme integral, la
seguridad alimenticia y la paz, para garantizar la salvaguardia del ambiente y
regular los flujos migratorios, urge la presencia de una verdadera Autoridad
política mundial, como fue ya esbozada por mi Predecesor, [san] Juan
XIII» [129].
En esta perspectiva, la diplomacia adquiere una importancia inédita, en orden a
promover estrategias internacionales que se anticipen a los problemas más
graves que terminan afectando a todos.
[129] Benedicto XVI, Carta enc. Caritas in veritate (29 junio 2009), 67: AAS 101
(2009), 700.
Citemos integramente ese significativo párrafo de Caritas in Veritate :
67. Ante el imparable aumento de la interdependencia
mundial, y también en presencia de una recesión de alcance global, se siente
mucho la urgencia de la reforma tanto de la Organización de las
Naciones Unidas como
de la arquitectura económica y
financiera internacional, para que se dé una concreción real al concepto
de familia de naciones. Y se siente la urgencia de encontrar formas innovadoras
para poner en práctica el principio de la responsabilidad de proteger[146] y dar también una voz eficaz en las
decisiones comunes a las naciones más pobres. Esto aparece necesario precisamente
con vistas a un ordenamiento político, jurídico y económico que incremente y
oriente la colaboración internacional hacia el desarrollo solidario de todos
los pueblos. Para gobernar la economía mundial, para sanear las economías
afectadas por la crisis, para prevenir su empeoramiento y mayores
desequilibrios consiguientes, para lograr un oportuno desarme integral, la
seguridad alimenticia y la paz, para garantizar la salvaguardia del ambiente y
regular los flujos migratorios, urge
la presencia de una verdadera Autoridad política mundial, como fue ya esbozada
por mi Predecesor, el Beato Juan XXIII. Esta Autoridad deberá estar
regulada por el derecho, atenerse de manera concreta a los principios de
subsidiaridad y de solidaridad, estar ordenada a la realización del bien común[147],
comprometerse en la realización de un auténtico desarrollo humano integral
inspirado en los valores de la caridad en la verdad. Dicha Autoridad, además, deberá estar reconocida por todos, gozar
de poder efectivo para garantizar a cada uno la seguridad, el cumplimiento
de la justicia y el respeto de los derechos[148]. Obviamente, debe tener la facultad de
hacer respetar sus propias decisiones a las diversas partes, así como las
medidas de coordinación adoptadas en los diferentes foros internacionales. En
efecto, cuando esto falta, el derecho internacional, no obstante los grandes
progresos alcanzados en los diversos campos, correría el riesgo de estar
condicionado por los equilibrios de poder entre los más fuertes. El desarrollo
integral de los pueblos y la colaboración internacional exigen el
establecimiento de un grado superior de
ordenamiento internacional de tipo subsidiario para el gobierno de la globalización[149], que se lleve a cabo finalmente un
orden social conforme al orden moral, así como esa relación entre esfera moral
y social, entre política y mundo económico y civil, ya previsto en el Estatuto
de las Naciones Unidas.
[146] Cf. Discurso a los Miembros de la
Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (18
abril 2008): l.c., 10-11.
[147] Cf. Juan XXIII, Carta enc. Pacem in terris:
l.c., 293; Consejo Pontificio
Justicia y Paz, Compendio de la doctrina
social de la Iglesia, n. 441.
Recordemos lo que decía « Juan XXIII », el
iniciador de todo este desquicio, en su muy masónica « encíclica » Pacem in Terris :
Es necesaria una autoridad pública de alcance
mundial
137. (…) como hoy el bien común de todos los pueblos
plantea problemas que afectan a todas las naciones, y como semejantes
problemas solamente puede afrontarlos una autoridad pública cuyo poder,
estructura y medios sean suficientemente amplios y cuyo radio de acción tenga
un alcance mundial, resulta, en consecuencia, que, por imposición del mismo orden moral, es preciso constituir una
autoridad pública general.
La
autoridad mundial debe establecerse por acuerdo general de las naciones
138. Esta autoridad general, cuyo poder debe alcanzar vigencia en el mundo entero y poseer medios
idóneos para conducir al bien común universal, ha de establecerse
con el consentimiento de todas las naciones y no imponerse por la fuerza. La razón
de esta necesidad reside en que, debiendo tal autoridad desempeñar eficazmente
su función, es menester que sea imparcial para todos, ajena por completo a los
partidismos y dirigida al bien común de todos los pueblos (…)
La
organización de las Naciones Unidas
143. Argumento decisivo de la misión de la ONU es la Declaración
universal de los derechos del hombre,
que la Asamblea general ratificó el 10 de diciembre de 1948. En el
preámbulo de esta Declaración se
proclama como objetivo básico, que deben proponerse todos los pueblos y
naciones, el reconocimiento y el respeto
efectivo de todos los derechos y todas las formas de la libertad recogidas
en tal Declaración.
144. No se nos oculta que ciertos capítulos de esta Declaración han suscitado algunas
objeciones fundadas. Juzgamos, sin
embargo, que esta Declaración debe
considerarse un primer paso introductorio para el establecimiento de una
constitución jurídica y política de todos los pueblos del mundo. (…)
145. Deseamos,
pues, vehementemente que la Organización de las Naciones Unidas pueda ir
acomodando cada vez mejor sus estructuras y medios a la amplitud y nobleza de
sus objetivos. ¡Ojalá llegue pronto
el tiempo en que esta Organización pueda garantizar con eficacia los derechos del
hombre!, derechos que, por brotar inmediatamente de la dignidad de la persona
humana, son universales, inviolables e inmutables. (…)
Y también lo que decía al respecto su sucesor
« Pablo VI » en Populorum
Progressio:
Hacia
una autoridad mundial eficaz
78. Esta colaboración internacional a vocación mundial,
requiere unas instituciones que la preparen, la coordinen y la rijan hasta construir un orden jurídico universalmente
reconocido. De todo corazón, Nos alentamos las organizaciones que han
puesto mano en esta colaboración para el desarrollo, y deseamos que crezca su autoridad. «Vuestra vocación, dijimos a los
representantes de la Naciones Unidas en Nueva York, es la de hacer fraternizar,
no solamente a algunos pueblos sino a todos los pueblos (...) ¿Quién no ve la necesidad de llegar así
progresivamente a instaurar una autoridad mundial que pueda actuar
eficazmente en el terreno jurídico y en el de la política?»[52].
Esperanza
fundada en un mundo mejor
79. Algunos
creerán utópicas tales esperanzas. Tal vez no sea consistente su realismo y
tal vez no hayan percibido el
dinamismo de un mundo que quiere vivir más fraternalmente y que, a
pesar de sus ignorancias, sus errores, sus pecados, sus recaídas en la barbarie y sus alejados extravíos fuera del camino
de la salvación, se acerca lentamente, aun sin darse de ello cuenta, hacia
su creador.
Y por último, hagamos una referencia a « Juan
Pablo II », en perfecta armonía con el iluminismo mundialista onusino de
sus predecesores :
14. Ante estos enormes desafíos, ¿cómo no reconocer el papel que corresponde
a la Organización de las Naciones Unidas? A cincuenta años de su
institución, se ve aún más su
necesidad, pero se ve aún mejor, conforme a la experiencia realizada,
que la eficacia de este máximo instrumento de síntesis y coordinación de la
vida internacional depende de la cultura y de la ética internacional en la que
se basa y que expresa. Es necesario que
la Organización de las Naciones Unidas se eleve cada vez más de la fría
condición de institución de tipo administrativo a la de centro moral, en
el que todas las naciones del mundo se sientan como en su casa,
desarrollando la conciencia común de ser, por así decir, una "familia de
naciones".
23.
Al final de este discurso, deseo expresar una vez más ante todos los altos
Representantes de los Estados aquí presentes, un sentimiento de estima y de
profundo amor por todos los pueblos, por todas las naciones de la tierra, por
todas las comunidades de hombres. Cada una de ellas tiene su propia historia y
cultura: hago votos para que puedan vivir y desarrollarse en la libertad y en
la verdad de la propia historia, ya que ésta es la medida del bien común de
cada una de ellas. Hago votos para que
cada uno pueda vivir y fortificarse con
la fuerza moral de esta comunidad, que forma a sus miembros como
ciudadanos. Hago votos para que las autoridades estatales respeten los
justos derechos de cada ciudadano y puedan gozar, por el bien común, de la
confianza de todos. Hago votos para que todas las naciones, incluso las más
pequeñas, incluso aquellas que todavía no gozan de la plena soberanía y
aquellas a las que se les ha quitado por la fuerza, puedan encontrarse en plena
igualdad con las otras en la Organización de las Naciones Unidas. Hago votos para que la organización de las
Naciones Unidas permanezca siempre como el foro supremo de la paz y de la justicia: auténtica
sede de la libertad de los pueblos y de los hombres en su aspiración a un
futuro mejor. (…)
Tras estas citas esclarecedoras de los predecesores
mundialistas y derecho-humanistas de « Francisco », retomemos el
texto de la « recíclica » de Eco Jorge Primero Sanata Si :
181. Es
indispensable la continuidad, porque no se pueden modificar las políticas relacionadas
con el cambio climático y la protección del ambiente cada vez que cambia un gobierno.
Los resultados requieren mucho tiempo, y suponen costos inmediatos con efectos
que no podrán ser mostrados dentro del actual período de gobierno. Por eso, sin
la presión de la población y de las instituciones siempre habrá resistencia a
intervenir, más aún cuando haya urgencias que resolver. Que un político asuma
estas responsabilidades con los costos que implican, no responde a la lógica
eficientista e inmediatista de la economía y de la política actual, pero si se atreve a hacerlo, volverá a
reconocer la dignidad que Dios le ha dado como humano y dejará tras su paso por esta
historia un testimonio de generosa responsabilidad. (…)
207. La Carta
de la Tierra nos invitaba a todos a dejar atrás una etapa de
autodestrucción y a comenzar de nuevo,
pero todavía no hemos desarrollado una
conciencia universal que lo haga posible. Por eso me atrevo a proponer
nuevamente aquel precioso desafío: «Como nunca antes en la historia, el destino común nos hace un llamado a
buscar un nuevo comienzo […] Que el nuestro sea un tiempo que se recuerde
por el despertar de una nueva
reverencia ante la vida; por la firme resolución de alcanzar la
sostenibilidad; por el aceleramiento en
la lucha por la justicia y la paz y por la alegre celebración de la vida»[148].
[148] Carta
de la Tierra, La Haya (29 junio 2000)
https://es.wikipedia.org/wiki/Carta_de_la_Tierra
He aquí algunos pasajes sugestivos de dicha carta
laicista, igualitarista y mundialista :
« Debemos unirnos para crear una sociedad global
sostenible fundada en el respeto hacia la naturaleza, los derechos humanos
universales, la justicia económica y una cultura de paz - La humanidad es parte
de un vasto universo evolutivo. La Tierra, nuestro hogar, está viva con una
comunidad singular de vida. Las fuerzas de la naturaleza promueven a que la
existencia sea una aventura exigente e incierta, pero la Tierra ha brindado las
condiciones esenciales para la evolución de la vida - El surgimento de una
sociedad civil global, está creando nuevas oportunidades para construir un
mundo democrático y humanitario - Promover la participación activa de las
mujeres en todos los aspectos de la vida económica, política, cívica, social y
cultural, como socias plenas e iguales en la toma de decisiones, como líderes y
como beneficiarias - Eliminar la discriminación en todas sus formas, tales como
aquellas basadas en la raza, el color, el género, la orientación sexual, la
religión, el idioma y el origen nacional, étnico o social - Con el objeto de
construir una comunidad global sostenible, las naciones del mundo deben renovar
su compromiso con las Naciones Unidas, cumplir con sus obligaciones bajo los
acuerdos internacionales existentes y apoyar la implementación de los
principios de la Carta de la Tierra, por medio de un instrumento internacional
legalmente vinculante sobre medio ambiente y desarrollo. »
217. Si «los desiertos exteriores se multiplican en el
mundo porque se han extendido los desiertos interiores»[152],
la crisis ecológica es un llamado a una profunda
conversión interior. Pero también tenemos que reconocer que algunos
cristianos comprometidos y orantes, bajo una excusa de realismo y pragmatismo,
suelen burlarse de las preocupaciones por el medio ambiente. Otros son pasivos,
no se deciden a cambiar sus hábitos y se vuelven incoherentes. Les hace
falta entonces una conversión ecológica, que implica dejar brotar
todas las consecuencias de su encuentro con Jesucristo en las relaciones con el
mundo que los rodea.
233. El universo se desarrolla en Dios, que
lo llena todo. Entonces hay mística en una hoja, en un camino, en el rocío,
en el rostro del pobre [159].
[159] Un maestro espiritual, Ali Al-Kawwas, desde su propia experiencia,
también destacaba la necesidad de no separar demasiado las criaturas del mundo
de la experiencia de Dios en el interior. Decía: «No hace falta criticar
prejuiciosamente a los que buscan el éxtasis en la música o en la poesía. Hay
un secreto sutil en cada uno de los movimientos y sonidos de este mundo. Los iniciados llegan a captar lo que dicen el viento que sopla, los árboles
que se doblan, el agua que corre, las moscas que zumban, las puertas que
crujen, el canto de los pájaros, el sonido de las cuerdas o las flautas, el
suspiro de los enfermos, el gemido de los afligidos…» (Eva De
Vitray-Meyerovitch [ed.], Anthologie du
soufisme, Paris 1978, 200).
237.
El domingo, la participación en la Eucaristía tiene una importancia especial.
Ese día, así como el sábado judío,
se ofrece como día de la sanación de las relaciones del ser humano con Dios,
consigo mismo, con los demás y con el mundo.
246.
Después de esta prolongada reflexión, gozosa y dramática a la vez, propongo dos oraciones, una que podamos compartir todos los que creemos en un Dios
creador omnipotente, y otra para que los cristianos sepamos asumir los
compromisos con la creación que nos plantea el Evangelio de Jesús.
Oración por nuestra tierra
Dios omnipotente,
que estás presente en todo el universo
y en la más pequeña de tus criaturas,
Tú, que rodeas con tu ternura todo lo que existe,
derrama en nosotros la fuerza de tu amor
para que cuidemos la vida y la belleza.
Inúndanos de paz, para que vivamos como hermanos y hermanas
sin dañar a nadie.
Dios de los pobres,
ayúdanos a rescatar
a los abandonados y olvidados de esta tierra
que tanto valen a tus ojos.
Sana nuestras vidas,
para que seamos protectores del mundo
y no depredadores,
para que sembremos hermosura
y no contaminación y destrucción.
Toca los corazones
de los que buscan sólo beneficios
a costa de los pobres y de la tierra.
Enséñanos a descubrir el valor de cada cosa,
a contemplar admirados,
a reconocer que estamos profundamente unidos
con todas las criaturas
en nuestro camino hacia tu luz infinita.
Gracias porque estás con nosotros todos los días.
Aliéntanos, por favor, en nuestra lucha
por la justicia, el amor y la paz.
que estás presente en todo el universo
y en la más pequeña de tus criaturas,
Tú, que rodeas con tu ternura todo lo que existe,
derrama en nosotros la fuerza de tu amor
para que cuidemos la vida y la belleza.
Inúndanos de paz, para que vivamos como hermanos y hermanas
sin dañar a nadie.
Dios de los pobres,
ayúdanos a rescatar
a los abandonados y olvidados de esta tierra
que tanto valen a tus ojos.
Sana nuestras vidas,
para que seamos protectores del mundo
y no depredadores,
para que sembremos hermosura
y no contaminación y destrucción.
Toca los corazones
de los que buscan sólo beneficios
a costa de los pobres y de la tierra.
Enséñanos a descubrir el valor de cada cosa,
a contemplar admirados,
a reconocer que estamos profundamente unidos
con todas las criaturas
en nuestro camino hacia tu luz infinita.
Gracias porque estás con nosotros todos los días.
Aliéntanos, por favor, en nuestra lucha
por la justicia, el amor y la paz.
Nacionalismo Católico San Juan Bautista