La Cruzada Española de 1936 contra las fuerzas antinacionales y anticatólicas: comunismo, anarquismo, masonería, ¡con todo el mundo liberal y ‘democrático’ en su contra!, es un ejemplo crucial y actualísimo, porque la lucha continúa, siempre renovada, siempre la misma: la realidad y la Verdad contra las ideologías bárbaras. Publico algunos pocos párrafos, pero elocuentes, como testimonio de admiración al Ejército español y a los heroicos ‘nacionalistas’ españoles.
¡Dios los tenga en su gloria!HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN NACIONAL ESPAÑOLAPrefacio porRené Benjamín.( De la Academia Goncourt)
Es la mentira la gran oportunista del siglo. Triunfa en todas partes; nos sojuzga, nos ahoga. Mas ¿Cómo conocer la Verdad?... –gimen los pusilánimes.
¡La verdad es resplandeciente!La gran desgracia del hombre moderno, es que ya no adivina nada; ha gastado su sensibilidad ¡Demasiadas noticias y demasiadas novedades! El pobre siente vértigo. Entonces comienza por acoger la mentira con respeto, hasta que se le prueba, mediante documentos mentirosos,,, ¡que no se trata de una mentira!
Tal fue el
drama de la Sociedad
de las Naciones ante la
Revolución de España. Ha creído escuchar imparcialmente y estudiar
con serenidad; luego, en medio de sofismas y frases, se ha decidido estúpidamente.
Daban ganas de decirle a gritos : ¿Y el honor? ¿Y la fe? ¿Y el espíritu?. En estas salas en que el aire ha muerto,
entre tantas necesidades pintadas en las paredes; -segadores tocando la lira,
mujeres que cantan mientras dan el seno, filósofos con túnicas de profetas abrazando
a obreros desnudos-…; hubiera debido entrar
un pastor recién llegado de su montaña, un marino escapando a la tempestad, un
soldado jadeante aún de su victoria. Estos habría sabido comprender a la España Nacional.
Habrían despertado la vergüenza en los diplomáticos, los ministros, los
pedantes, capaces de aplaudir la declaración sacrílega de un Alvarez del Vayo,
el osado que pedía ayuda a la tierra entera, contra unos generales facciosos…
Hay entre
estas gentes extrañas una absurda
concepción de la vida militar. El militar debe disparar el cañón, cuando ve la
guerra declarada por el civil y es el civil quien se lo manda. Pero si de
improviso cae en la cuenta de que la
Patria también le pertenece, y viéndola amenazada,
precisamente por el civil, pretende salvarla, entonces… ¡se convierte en
faccioso! Un Alvarez del Vayo no podría serlo. Es legal… ¡Puesto que fabrica
las leyes!
He aquí lo
que es necesario comprender antes de
leer una sola página de la “Historia de la Revolución Nacional
Española”. Ha empezado por crearse una
impostura desvergonzada, pregonándola, difundiéndola, ante una multitud de
engañados y necios. Fue inútil decirles
y repetirles que los Nacionales se habían visto atacados, robados,
muertos, que en un arranque de cólera sagrada, dijeron: “¡Basta”! y se
aprestaron a la defensa; los necios son los necios y respondían : “¡Oh!… por algo los habrán
asesinado…!” Hay seres con una imaginación húmeda, en la que no prende el fuego
jamás. Viven en la humareda, sin ver.
Procuremos
vivir en la luz. Sabemos los nombres de los demagogos que han querido arruinar
a España. Acabamos de verles huir, llevándose en sus autos a los Cristos que
cuentan revender en más de treinta dineros. ¡Han superado a Judas! Su codicia,
sus placeres, sus necesidades todo les imponía el rebajar a España. Tenían
horror a la fe de España. Bajo el pretexto de la miseria del pueblo no
proponían reformas, sino el gran exterminio; es decir, la miseria para todos.
El materialismo no tolera el espíritu;
no se siente superior hasta que lo ha matado. Un cobarde no soporta al
héroe; no llega a ser alguien hasta que lo suprime. Y he aquí porqué la Religión y el Ejército
fueron, como siempre, los primeros blancos.
No se trata
de saber si en las filas de los rojos hubo héroes ingenuos. Siempre se
encuentran pobres soldados que dan la vida por una ilusión. Esto no cambia en
nada a los criminales que, riendo, decían a los sacerdotes a quienes asesinaban
“¡Cómo! ¿Acaso la Iglesia
no desea el martirio?” ; y a los militares, antes de fusilarlos: “Pero señores,
¡si vais a morir por vuestra Patria!”
Se sabe de
que lado hubo odio contra el espíritu. Y de qué lado se ha caído por él. Los rojos
se han hecho matar por estas palabras: “Libertad, República; Igualdad”. Los
nacionales se han hecho matar por preservar una vida espiritual, en que el
honor, la caridad, el patrimonio nacional, se estimaban como bienes superiores
a los goces de una “República Libre e Igualitaria”.
Los rojos, al
principio, eran dueños de todas las riquezas. Los nacionales, al principio, no
tenían más riquezas que su fe. Van recordando al mundo esta verdad que el mundo
olvida siempre; el vencedor es aquel que cree en la justicia de su victoria. No poseían más que esta creencia. Fue
bastante. Casi todas las grandes ciudades estaban en manos de los rojos. La
mayor parte de los generales habían fracasado. Las tripulaciones de las escuadras
acababan de asesinar a seiscientos de sus oficiales. Sin barcos ¿Cómo
transportaría Franco a sus moros?
La fe lo creó
todo. La fe hizo descender a los navarros de sus montañas. Corrieron a Burgos,
en tropel, para ofrecerse a Mola. No tenían más que su vida, para dar por Dios, el Rey, sus tradiciones.
Se les armó. Fueron soldados formidables.
¡Qué decepción para los intelectuales que sueñan con que se responda a los asesinos
bendiciéndolos o tocando la flauta! Se hablará mucho tiempo del heroísmo
indómito de los requetés de Navarra.
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En una ciudad aparentemente frívola, como San
Sebastián –no es más que una ciudad mundana-
el sólo transito de los heridos y de los ‘pasados’, por las calles,
corría sobre los hombres vulgares un soplo espiritual. En los bares demasiado
iluminados, entre las risas excesivas de
las mujeres demasiado maquilladas, bastaba
un breve relato heroico en que el odio y el amor proyectaran sombra y
luz, para que una hora ligera y una sociedad frívola se ennoblecieran,
crecieran en valor , llegando a ser la
gracia de una civilización que ha costado lo bastante caro para merecer el
placer y lo superfluo. Esto es lo que expresaba un aviador, una noche, hablando de un raid trágico efectuado por la
mañana; “Pago, decía, mis noches, con el riesgo de mis mañanas”.
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Bilbao es una
excepción, fruto horrible de la industria, en una España que vive de la tierra
y donde la pobreza, suprema nobleza, es, ante todo, campesina.
El mayor
crimen de los demagogos fue confundir
intencionalmente la pobreza y la miseria.
La miseria es odiosa; la pobreza
es santa. La miseria tiene hambre; la pobreza es sobria. La miseria es la llaga de las ciudades; la
pobreza presta grandeza a la vida de los campos. No hay nada en la historia de
los hombres más culpable que el hacer creer a los pobres que son miserables
despertando en su corazón sencillo el sentido de la desgracia y de la envidia.
El pobre, en España, tenía el alma en paz. Vivía de un trabajo penoso, y como
tal, santificado, bajo un cielo de fuego, sobre una tierra sin rutas. En grandes
extensiones desérticas, cultivaba un trigo pálido, criaba corderos desmadrados
o toros ardientes; llevaba una vida cálida y magnífica de dignidad. El auto,
ese monstruo que pasa por doquier ha aparecido. Y el auto transportaba demonios
con cabeza de hombres, que recordaban al pobre que aún había ricos. Cristo
hacía lo contrario: recordaba a los ricos que siempre hay pobres.
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Ya que los
cañones se han callado y los hombres no mueren bajo las balas y las bombas, hay
que procurar, en el silencio relativo de la paz, tomar entre manos a los niños,
para hacer de ellos hombres menos vulnerables a las ideas falsas. Para esto
se trata, no de instruirles, sino de
educarles. Se ha visto, durante estos últimos años, el fruto dado a través del
mundo por la fiebre de la instrucción. Se ha saturado a los niños; se imponía
airearlos. El ser humano tiene necesidad que se le lije, se le desbaste; se le
ha sobrecargado. El secreto de los verdaderos estudios humanos estaba ayer en
las Humanidades, es decir, en el ejemplo de los hombres que fueron más humanos.
Es preciso encontrar nuevamente ese secreto y volverlo a la vida.
Don Pedro
Sáins Rodriguez, Ministro de la Educación
Nacional en España, acaba, en este sentido, de edificar un
plan de fina sabiduría que, después de la victoria de las armas, establecerá la
del espíritu. Latín, Griego, religión, ya que es lo mejor que puede estudiarse,
pasan a ser disciplinas obligatorias para todo niño que estudie. ¡Que haga
falta una guerra para una conquista de este tipo es ¡ay! tributo del triste
destino de los hombres!
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