JUDAÍSMO. Elbaum vapulea a Wolff, que dejó la DAIA para ser diputado del PRO
Elbaum escribe muy bien, con harta elocuencia y Wolff no para de
recibir palizas dialécticas. Foto: Waldo Wolff, uno de los últimos
interlocutores de Nisman
La ofensiva simbólica
Por Jorge Elbaum * / Página 12
Waldo Wolff, vicepresidente de la DAIA, renunció a su
cargo en la institución de la calle Pasteur y aceptó ser precandidato a
diputado del PRO en la provincia de Buenos Aires. En la carta en la que
hizo pública su dimisión a la DAIA y aceptó ser parte de la lista del
PRO expresa su carácter de “independiente” y nada dice de su sistemático
intento, desde la muerte del ex fiscal Alberto Nisman hasta la
actualidad, para culpar a la Presidenta del “magnicidio” sufrido por
Nisman. Tampoco detalla la campaña realizada por la DAIA en Estados
Unidos –en instituciones republicanas de Miami y en coquetas oficinas
neoyorquinas de la Anti Defamation League– en conjunto con el agente de
la CIA Carlos Alberto Montaner para asociar el caso Nisman con el
conflicto político existente en Caracas.
Tampoco asocia su
“independencia partidaria” a las declaraciones realizadas ante la TV
israelí –apenas tres semanas atrás– en las que insiste en la complicidad
del gobierno actual en el encubrimiento de la causa AMIA.
Tampoco aclara, en la carta de renuncia, la causa por la cual el
actual secretario general de la DAIA avaló al lobbista republicano
Montaner en su denodada búsqueda para que nuestro país sea catalogado
como peligro para la seguridad de Estados Unidos tal cual fue
caracterizada recientemente la República Bolivariana de Venezuela.
Tampoco aclara porqué insistió reiteradamente en que la participación de
la DAIA en la marcha del 18-F fue simplemente un homenaje al ex fiscal
ajeno a cualquier intención electoral. No se aprecia, tampoco, en su
carta de renuncia a la DAIA ninguna explicación sobre el discurso
brindado por el propio Wolff en el cementerio de La Tablada ante la
tumba de Nisman en donde glorificó al fiscal como un prócer de la
Justicia argentina.
En la carta de marras, tampoco hace referencia a la utilización
–durante los últimos cinco meses– de la propia institución comunitaria
al servicio de los intereses del macrismo ni acerca de la intención de
identificar a todos los judíos argentinos como opositores al proyecto
nacional y popular. Por supuesto, también omite detallar las ofensas y
los sarcasmos destilados en cuentagotas a través de su cuenta en la red
social Twitter, en los que continúa acusando al oficialismo, hasta el
día de hoy, de ser parte de una conspiración con sede en Venezuela y
cuyos socios más ubicuos se encontrarían en Teherán y en La Paz.
El 18 de abril de este año publiqué una nota de opinión en Página/12
en la que describía las convergencias políticas e ideológicas entre la
DAIA, los fondos buitre, Nisman y las diputadas del PRO Patricia
Bullrich y Laura Alonso. En esa ocasión, el ahora candidato a diputado
del PRO, Waldo Wolff, afirmó que mis afirmaciones sólo podrían ser
enunciadas por un “kapo”, es decir, un judío colaboracionista, dado que
su misión de homenajear a Nisman carecía de interés políticopartidario.
La participación de Waldo Wolff en las listas opositoras sólo confirma
la intentona conservadora que pretende confundir a la sociedad argentina
acerca de las tradiciones judeo-argentinas.
El vicepresidente de la DAIA, Waldo Wolff, fue durante los tres años
que estuvo en la institución el vocero de la calle Pasteur. En ocasión
del fallo de la sala primera de la Cámara Federal, cuando se desestimó
la ridícula acusación contra la presidenta Cristina Kirchner, afirmó que
“como hace mucho tiempo, no hay nada que festejar”. Sus repetidos
ejercicios de sincericidio permitieron ahorrar cualquier atisbo de
interpretación respecto de la real orientación de la DAIA. Wolff puso a
las claras el encolumnamiento desembozado de ambas instituciones en el
furgón de cola de la oposición al gobierno nacional. La tarea que hoy
asume Wolff fue iniciada un decenio atrás por quien es denominado en los
pasillos de Pasteur 633 como “la anguila”: el bioquímico Sergio Bergman
(que ha mutado su nombre de pila por “El rabino”) fue la cabeza de
puente de un derrotero que tuvo entre sus acólitos al ex director de la
DAIA Claudio Avruj –hoy subsecretario de Derechos Humanos del gobierno
de la Ciudad–, y al ex presidente de la DAIA Jorge Kirchembaum, abogado
del ex presidente De la Rúa.
Las orientaciones empleadas para deslegitimar la continuidad del
proyecto iniciado en 2003 tiene algunos componentes ligados a “lo
judío”: uno de ellos consiste en sembrar la creencia de que Argentina es
“socia” del terrorismo internacional (tergiversando el memorándum de
entendimiento con Irán y convirtiendo al extinto Nisman en un héroe) e
inventando negociados inexistentes entre Teherán, Caracas y Buenos
Aires. El segundo movimiento consiste en etiquetar al gobierno
kirchnerista como judeofóbico al identificar única y taxativamente a
Luis D’Elía como el “representante” auténtico del espíritu político del
kirchnerismo. Dado que esta tour de force aparece como demasiado tirante
por la presencia de muchos judíos en puestos relevantes del gobierno
kirchnerista, la AMIA y la DAIA se empecinan en desarrollar una ofensiva
simbólica para tergiversar lo judío convirtiéndolo en una opción de
clase asociable al PRO. Este es el principio a través del cual Wolff y
otros ignotos voluntarios de country se han empecinado en perseguir al
canciller argentino Héctor Timerman (solicitando su expulsión de las
instituciones comunitarias): la sola presencia del hijo de Jacobo hace
más difícil la construcción de un “kirchnerismo judeofóbico”. Esta
segunda parte de la construcción comunicacional en torno de lo
judío/argentino intenta desprestigiar en el exterior a nuestro país
asociando las políticas de inclusión con el fascismo, mezclando el rol
de un Estado presente con el totalitarismo estatal.
La palabra vapuleada que utilizan como nexo para esa “tergiversación”
deslegitimante es “populismo”, cuya acepción en Europa y Estados Unidos
remite a los ecos de Primo de Rivera, Mussolini y el propio Hitler.
Este tránsito empedrado de impostaciones y teatralizaciones gravosas
coincide con una operación política pergeñada en los despachos apenas
iluminados de los congresistas pertenecientes al Partido Republicano de
los Estados Unidos, con socios locales como Wolff. Esas son las mismas
usinas que petardean las conversaciones de paz colombianas que se
realizan en La Habana, los acuerdos de no proliferación nuclear con Irán
y el desmantelamiento de la base de Guantánamo. Quizá Wolff ahora pueda
defender esos colores amarillos desde el Congreso. Por lo menos no se
venderán globos PRO utilizando una ONG al servicio de intereses ajenos a
su supuesto objetivo estatutario.
* Sociólogo, ex director ejecutivo de la DAIA.