«No tengáis miedo, adelante en comunión con Benedicto» (Jesús a un alma escogida). Todas las almas, en la Iglesia, tienen que estar unidas a Su Cabeza.
Pero hay una Cabeza Invisible, que es Jesucristo; y una Cabeza visible, que es el Papa. La unión del alma con Cristo es mística; la unión del alma con el Papa es espiritual. La Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo: son las almas unidas místicamente a Cristo bajo una Cabeza espiritual, sometidas, obedeciendo a esa Cabeza. En
toda oración litúrgica, en la Sta. Misa, el alma tiene que tener dos
intenciones: la de unirse a Cristo, a su obra redentora en la Cruz; y la
de unirse a las intenciones del Papa, a la obra del Papa en la Iglesia.
Quien
se une a Cristo, participa de Su Obra Redentora: le ayuda a salvar y
santificar las almas; quien se une al Papa, participa de su Espíritu, el
Espíritu de Pedro, que es el que mueve a toda la Iglesia; construye,
con él, la Iglesia de Cristo.
Todos aquellos que se separan del Papa también lo hacen de Cristo. Si no se está unido espiritualmente al Papa, tampoco se está unido místicamente a Cristo.
No se puede estar en comunión mística con Cristo sin estar en comunión espiritual con el Papa. Y si se comulga espiritualmente con un falso papa no puede darse la unión mística con Cristo.
Jesús ha puesto a Benedicto XVI como Pedro en la Iglesia. Jesús construye la Iglesia sobre el Papa Benedicto XVI:
«…pues
os digo, Mi Benedicto, que tú eres Pedro, y sobre ti edifico Yo Mi
iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra Ella» (Ib).
Jesús
no puede edificar Su Iglesia sobre un hereje, porque la obra de la
Iglesia es una verdad revelada, divina, inmutable, dogmática. Es una
verdad moral y espiritual. Los herejes, no sólo atacan la verdad sino a
toda la Iglesia, a toda la obra de Cristo en Pedro.
Allí
donde está Pedro está la visibilidad de la Iglesia. Pero allí donde
está un falso Pedro, sólo es posible ver una secta más, no una iglesia.
«Ninguna tempestad puede conmover a la Iglesia fundada sobre la piedra, ni destruirla nunca el furor de los vientos» (San Jerónimo – In Isai); pero puede ser ocultada, perseguida, atacada, de tal manera que ya no sea visible.
La
Iglesia es visible en todo el mundo porque es autoridad moral y
espiritual, Al dar normas morales y espirituales para todas las almas y
para todos los gobiernos, se produce la visibilidad moral de la
Iglesia. Esta visibilidad es universal: se extiende a todas las
naciones. La Iglesia existe y domina moral y espiritualmente en toda la
tierra. Esto es lo que se llama la catolicidad. La Iglesia de Cristo es católica porque ejerce su dominio moral sobre todos los pueblos.
Muchos
han anulado esta catolicidad porque sólo la relacionan con la nota de
lo universal. Lo católico es lo moral, lo espiritual. No es lo global,
lo universal, no es algo que todos pueden usar a su capricho.
«Pídeme, y te daré las naciones en herencia tuya, y extenderé tu dominio hasta los extremos de la tierra» (Salm 2, 8b).
La
Iglesia domina todo el mundo, con una autoridad moral, porque propaga
la ley de Dios entre las naciones: señala lo que es la Voluntad de Dios y
la manera de obrarla.
La
Iglesia no conquista tierras, no domina políticamente, no establece un
reino humano ni material. La Iglesia domina corazones, almas,
evangelizando, administrando los Sacramentos, haciendo observar los
mandamientos divinos.
Desde hace más de dos años, Bergoglio ha dado muestras suficientes de que es un hereje consumado y manifiesto. Pero «pocos
parecen percatarse de la falsedad del lobo vestido de oveja, que anda
abriendo las puertas del redil para dejar extraviar a las ovejas buenas,
y dejar entrar a los lobos, a los que son ovejas de otro rebaño» (Ib).
Pocos se dan cuenta de que en Roma están en comunión espiritual
con un hereje. Si Roma es hereje, la Iglesia verdadera queda
encarcelada, oculta, perseguida, porque eso supone alejarse de la
comunión mística con Cristo. Eso es alejarse de la Iglesia
Católica. Eso es presentar al mundo, a las almas, a los gobiernos, una
iglesia que no ejerce su domino moral sobre todos, sino que es
abiertamente inmoral. Una secta que ejerce una imposición, un imperativo
moral (= una inmoralidad).
Si
no se aplica la ley de Dios, si no se enseña lo que es la Voluntad de
Dios, entonces el mundo recibe una doctrina no moral, herética por los
cuatro costados. Es decir, se ofrece al mundo lo mismo que éste tiene.
Automáticamente, esa iglesia pierde la universalidad y la catolicidad.
Esa iglesia es sólo mundo, una secta más con sus ideas propias.
Pero
tiene un agravante: se da esa doctrina amparada en una autoridad moral y
espiritual, que es falsa. Porque el verdadero Papa, el que tiene ese
dominio moral y espiritual, no gobierna la Iglesia:
«Oh,
Mi Pedro, estáis encarcelado, impedido de ejercer vuestro ministerio,
porque el usurpador ha tomado vuestro puesto, haciéndose pasar por uno
de los Míos, pero el espíritu del mal ya entró en él, y vendió su alma
al poder del mal. (ib).
Si
el usurpador ha tomado el puesto del Papa, haciéndose pasar por Papa,
arrogándose un poder que no tiene ni puede tener, la consecuencia es
clara: ese falso papa ejerce una dictadura física entre todos los
miembros de la Iglesia. Impone una inmoralidad. No sólo él se ha
prostituido con todas las ideas contrarias a la verdad revelada, sino
que quiere hacer que todos hagan lo mismo: quiere que todas las almas en
la Iglesia, fieles y Jerarquía, se vendan y caigan en el adulterio
espiritual. Se alimenten de la herejía. Y quien no siga sus
pensamientos, su lenguaje bello y bien elaborado, acaba como se ha hecho
con los Frailes de la Inmaculada.
Lo
que se ve en Roma no es la catolicidad de la Iglesia sino la mundanidad
de la iglesia: la iglesia se ha hecho mundo, como el mundo. Ha
adquirido el pensamiento del mundo, que nunca puede ser moral ni
espiritual.
Muchos
no se han percatado que Bergoglio es una persona inmoral y totalmente
mundana, nada espiritual. El poder que ejerce es necesariamente en
contra de todo poder moral y espiritual, en contra de toda la doctrina
católica. No ejerce un dominio moral, sino una dictadura humana: si no
se está en la Iglesia pensando lo mismo que piensa ese hombre, te
persiguen, te destruyen, te atacan por todos los frentes.
El
dominio moral de la Iglesia nunca es una imposición a los hombres; pero
toda dictadura humana esclaviza a todos los hombres a un ideal humano.
Quien
obedece a Bergoglio, quien se une a él en la oración, a sus intenciones
en la Santa Misa, en sus oraciones de cada mes, recibe el mismo
espíritu que anima a esa alma. Bergoglio es movido por dos espíritus: el
del falso profeta y el del Anticristo.
Con
el primero, ese hombre habla siempre la mentira, es decir, nunca es
capaz de enseñar la doctrina de Cristo ni de guiar a las almas hacia la
verdad revelada. Es imposible que Bergoglio piense y hable la verdad
absoluta. Continuamente, él está en sus relativismos. Y no es capaz de
darse cuenta que no sabe nada, que está haciendo el mayor de los
ridículos, ante el mundo y ante toda la Iglesia.
Con
el segundo espíritu, ese hombre destruye toda la obra de Cristo, que es
la Iglesia. Pone a sus hombres claves en todas las diócesis del mundo,
para tener control de todo e ir lanzando su doctrina boca a boca, para
que la gente la vaya conociendo y poniendo en práctica. Y una vez que ha
sembrado su doctrina, comenzará a poner sus leyes, a cambiarlo todo,
tanto en el magisterio de la Iglesia, como en toda la tradición.
Bergoglio
no cree en los dogmas: ni vive de ellos ni le interesa su existencia.
Los conoce como se conoce el sol y la luna: ahí están. Pero él vive lo
suyo, lo que le da la gana. Y hace lo que quiere en su ministerio
sacerdotal, que es falso a todas luces.
Aquel que se una espiritualmente a Bergoglio, recibe estos dos espíritus.
El
sacerdote o fiel que en la Misa se una a las intenciones de Bergoglio
como papa, no sólo peca, sino que es movido por estos dos espíritus.
Quien comulga espiritualmente con Bergoglio no puede comulgar con Cristo ni, por tanto, puede estar unido a toda la Iglesia.
Toda esa Jerarquía que sigue obedeciendo a Bergoglio como su papa no pertenece a la Iglesia de Cristo.
Para pertenecer a la Iglesia Católica hay que estar en comunión espiritual con el verdadero y legítimo Papa, Benedicto XVI. Y eso supone y exige tener a Bergoglio como falso papa.
No
se puede decir que se está unido a lo que Benedicto XVI ha hecho en la
Iglesia y también unido a lo que Bergoglio va haciendo. No se pueden
servir a dos cabezas, a dos papas al mismo tiempo. O se está con Dios o
con el demonio. No se construye la Iglesia con dos cabezas. Y menos
cuando las dos son totalmente opuestas en la doctrina y en la moral.
Por
eso, lo que se ve, no sólo en Roma sino en todas partes del mundo, en
cada diócesis, no es la Iglesia Católica. Es otra iglesia en comunión espiritual con un hereje. Una iglesia herética, llena de herejes. Porque quien obedece a un hereje, se hace hereje.
Cuesta
entender esta verdad a muchos. Esos católicos, que se saben la
teología, el derecho canónico, dicen que esto no es posible. Es la gran
oscuridad que se cierne sobre toda la Iglesia.
La
Iglesia no es como la cuentan los hombres. Es una verdad revelada: es
como la cuenta Dios, como la piensa Dios, como la obra Dios.
Como
nadie cree en las profecías, porque todos se han vuelto sabios de su
propia cabeza humana, entonces nadie puede comprender esta verdad:
Benedicto XVI es el último Vicario, el último Papa. No hay más Papas. No
existe un Bergoglio como papa. Existe Bergoglio como usurpador del
papado.
«…
Mi Verdadero Vicario, BENEDICTO XVI, quien permanece y sostiene a la
Verdadera Iglesia, sosteniéndola con su oración, con su sufrimiento,
pues Él sabe que a Él se le ha concedido la palma del martirio, y es el
Pilar que sostiene la Iglesia; es Pedro encarcelado, privado de predicar
la Verdad y ejercer su ministerio petrino; quien todavía tiene las
llaves de la Iglesia, aunque por el momento está encarcelado» (Ib).
De
momento, Benedicto XVI sigue en la cárcel, pero sostenido por la
oración y el sufrimiento de los verdaderos católicos, que son
ciertamente muy pocos. Todos están idiotizados por las palabras baratas y
blasfemas de un idiota.
Benedicto XVI «quien
guiado por El Espíritu Santo supo salir, en el tiempo señalado, para
guiar y sostener debidamente a la Verdadera Iglesia, Mi Santa Doctrina.
Se entregó para salvar Mi Iglesia. Este gesto, de humildad y de amor de
Benedicto, marcó el principio del fin».
Si
la Jerarquía hubiera comprendido el gesto de Benedicto XVI, su renuncia
que no es renuncia, entonces no hubieran elegido a un impostor e
hubieran hecho todo lo posible por quitar a Bergoglio de la Silla de
Pedro.
En estas dos cosas toda la Iglesia, toda la Jerarquía, es culpable. Nadie se opuso al Cónclave; nadie se ha opuesto a Bergoglio.
Ninguno
ha movido un dedo. Ni un solo dedo. Porque son cobardes: esos Obispos,
que tienen todo el poder para gobernar con la verdad en la Iglesia,
temen a los hombres; no saben enfrentarse a ellos; no han aprendido a
obedecer a un Papa en la Iglesia y, por eso, ahora quedan ciegos en una
falsa obediencia a un idiota. Y ellos no lo ven como idiota, sino como
sabio, como un portento de santidad y de justicia.
Acaban
de presentar el Instrumentum Laboris del Sínodo, con novedades que
refieren sobre todo al contexto antropológico-cultural, al
socio-económico y al ecológico, ”ahora felizmente iluminado por la nueva encíclica Laudato sí’ (Visnews).
Lo
que va a salir de ese falso Sínodo es una imposutra porque está basado
en un documento construido sobre una gran mentira: el cambio alarmante
del clima. Sobre esa mentira, que todos quieren, todos la buscan y
aplauden, se va a liquidar todo el magisterio auténtico e infalible de
la Iglesia.
Quien hace comunión espiritual con un falso papa ayuda a destruir toda la Iglesia.
Quien
comulga espiritualmente con Benedicto XVI construye la Iglesia y, por
lo tanto, se opone radicalmente a Bergoglio como papa. Se opone con
todas las consecuencias.
Bergoglio es «un
falso pastor que, por falsa piedad y falsa misericordia, deja entrar a
los mentirosos, a los soberbios y orgullosos, a los idólatras y
homosexuales, a todos los que cometen adulterio y fornicación, viviendo
sus leyes y sus antojos, y no en obediencia a Mi Ley Divina» (Ib)
Todos
pueden comprobar estas palabras a diario. Y todos pueden ver cómo nadie
hace nada en contra de ese hereje. Todos le dejan actuar.
¡Cuántos
asisten a las falsas misas de ese hombre, llenas de hipocresía,
cometiendo muchos sacrilegios! Quien asiste a una misa de ese hombre
comete un pecado mortal, además de recibir los espíritus que animan a
ese hombre. ¡Cuántos van a comulgar sin discernir que un hereje no puede
consagrar a Cristo en las especies del pan y del vino! ¡Cometen un
sacrilegio al comulgar! ¡Adoran un trozo de pan!
¡Cuántos
fieles que comulgan con Bergoglio y reciben la comunión en estado de
pecado mortal! Quien se une espiritualmente a un hereje cae en estado de
pecado mortal. Muchos no ven este pecado porque han quedado ciegos. Y
se siguen confesando, pero no confiesan este pecado. Hacen confesiones
sacrílegas. La ignorancia culpable de un pecado no les excusa de ese
pecado.
¡Cuánto
fariseísmo aparece en toda la Iglesia! El fariseo es el que se separa
de la verdad. Cuantos, por seguir a Bergoglio, se vuelven fariseos,
sepulcros blanqueados. Se creen santos y justos porque se dicen a sí
mismos que están en comunión con el papa; que es el Espíritu Santo el
que ha elegido a Bergoglio como papa. Y quien no se una a él, entonces
se va a condenar, está fuera de la Iglesia.
«¡Ay
del falso profeta más le valiera no haber nacido! Porque no sólo
cargará con su pecado, pondré Yo Mismo sobre sus hombros los pecados de
todos los que arrastró con él al mal, y se perdieron por su causa».
Si
la Iglesia católica ya no ejerce su dominio moral y espiritual sobre
todas las naciones, eso significa que ningún país es ya católico. La
Iglesia católica sólo es visible en una sociedad católica.
La obra de la Iglesia es formar sociedades católicas, regidas por la doctrina moral, que es la doctrina de Cristo.
Jesús
no es una idea muy bonita, sino una vida divina. Y ha construido Su
Iglesia para que el mundo viva como Dios quiere. Cuando las sociedades
se rebelan contra la norma de la moralidad, entonces la Iglesia no puede
ejercer su dominio y ya no es visible. Sus miembros se van acomodando a
todo lo del mundo, a las leyes abominables que se imponen en esa
sociedad. Y la Iglesia se oculta, desaparece, sólo vive en sus corazones
fieles.
Por
eso, ahora todos están buscando una nueva sociedad, un nuevo orden
mundial, una nueva iglesia. Han perdido el norte de la moralidad, de la
catolicidad. Son sólo veletas del pensamiento humano, y todos se han
vuelto más brutos que los brutos.
Si no saben, con su razón, ver la mentira de la doctrina de Bergoglio, menos saben discernir sus herejías.
Si
aplauden una doctrina que ha sido demostrada falsa por los científicos,
que sólo se mantiene porque da de comer a muchos, por interés político y
económico, entonces tampoco saben ver lo que es Bergoglio, ni saben
discernir lo que está levantando en Roma. Y esperan al falso Sínodo para
que todo se arregle. En esta estupidez viven muchísimos católicos, que
ya no saben llamar a cada uno por su nombre.
Permanezcan
en comunión espiritual con el Papa Benedicto XVI. Escupan, no sólo a
Bergoglio sino a toda aquella Jerarquía que les obligue a seguir a ese
traidor. Que ninguna Jerarquía les meta miedo. Sólo hay que temer a
Dios. Y el temor de Dios es el principio de toda sabiduría. Aquel que no
quiera quitar su pecado, entonces se pasa la vida temiendo a los
hombres, y vive su vida limpiando las babas y los traseros de mucha
gente que no les importa la verdad. El mundo sigue su mentira, y quiere
seguirla, sabiendo que es una mentira. Y la nueva secta en Roma sigue su
mentira, sabiendo que es mentira. Y desean con todo su corazón podrido
llevar a la perfección esa mentira. Para eso han sacada ese documento
ecológico: es el fundamento de la nueva iglesia y del nuevo orden
mundial. Ahora, tienen que ir por lo más difícil: imponer las nuevas
leyes, el nuevo credo, que rija esa nueva iglesia y que sea el apoyo del
nuevo gobierno mundial.