LAUDATO SI :EL VOMITO DE BERGOGLIO
«El Padre es la fuente última de todo, fundamento amoroso y comunicativo de cuanto existe. El Hijo… se unió a esta tierra cuando se formó en el seno de María. El Espíritu…. está íntimamente presente en el corazón del universo…» (LS – n. 238).
Toda esta basura ecológica se centra en una herejía: el panenteísmo. Es decir, todo está en Dios. Es
algo más que un panteísmo. Es querer imponer la vida humana relacionada
entre sí por medio de la naturaleza. El hombre ama a Dios, no
directamente, sino a través de la naturaleza. El hombre ama a sus
semejantes no con un amor directo, sino con el medio de la naturaleza.
El hombre se ama a sí mismo porque antes ama su naturaleza. Se ama a
través de otra naturaleza, no en la misma naturaleza. Todo naturaleza es
parte de todo el Universo.
Este panenteísmo es el amor en todo. Todo está envuelto del amor de Dios. Todo se recubre de este amor.
Para
estas personas el amor de Dios no es un ser espiritual, sino sólo
material. El amor de Dios no se concibe como una Voluntad de Dios, sino
como una experiencia natural, que integra a todas las criaturas.
El fundamento de todo cuanto existe es la nada: Dios ha creado todo de la nada. Dios no ha creado las cosas de sí mismo.
«La creación es del orden del amor. El amor de Dios es el móvil fundamental de todo lo creado» (LS – n. 77).
La creación es un acto de la Voluntad de Dios, que pone en lo creado un fin último: dar gloria a Dios.
Ese acto de la Voluntad de Dios es distinto al Amor en Dios, al Amor en la Santísima Trinidad.
Dios no tiene necesidad de crear nada porque se ama a sí mismo, se basta a sí mismo. Luego, la creación no es del orden del amor. Es del orden de la Voluntad Divina.
Dios crea algo porque quiere, no porque ama. Lo crea en el Amor, es decir, lo crea en
el Espíritu Divino. Pero el móvil de todo lo creado, el motor de la
creación no es la Voluntad de Dios, no es el amor de Dios, sino lo que
rige a ese ser creado: las leyes de la propia naturaleza creada.
La Creación no se mueve por el amor de Dios, sino por sus leyes naturales, que Dios ha escrito en ella.
Estas
personas no distinguen entre Creador y criatura. Todo es uno. En el
fondo, caen en un panteísmo. Pero van más allá de ese panteísmo.
Al
poner el fundamento de todo lo creado en el amor de Dios, entonces
viene el sentimentalismo, que es siempre propio de este hombre ciego por
su soberbia y por su orgullo:
«…
cada criatura es objeto de la ternura del Padre, que le da un lugar en
el mundo. Hasta la vida efímera del ser más insignificante es objeto de
su amor y, en esos pocos segundos de existencia, él lo rodea con su
cariño» (LS – n. 77).
Dios
rige a cada criatura con las leyes que ha puesto en cada una de ellas.
El reino vegetal tiene unas leyes distintas al mundo animal y a las
criaturas humanas.
Dios
no llora por ninguna criatura: Dios no rodea con cariñitos a las
criaturas. Dios no es un sentimental de lo que ha creado. Sabe muy bien
lo que ha creado y sabe gobernar lo creado sin mirar, sin estar
pendiente de lo creado.
Pero, para estos personajes, el fundamento de todo lo creado, no es la nada, sino Dios mismo.
El
hombre es polvo y vuelve al polvo: el fundamento del hombre es ser
polvo, su nada, su miseria existencial. No es el amor de Dios.
Pero, como el fundamento de todo lo creado es el Padre, el amor de Dios, entonces el hombre es parte del mundo:
«Un
retorno a la naturaleza no puede ser a costa de la libertad y la
responsabilidad del ser humano, que es parte del mundo con el deber de
cultivar sus propias capacidades para protegerlo y desarrollar sus
potencialidades» (LS – n. 78).
Estos personajes meten al hombre dentro de la naturaleza: «el hombre es parte del mundo».
Dios ha creado al hombre como cima de todo lo creado, para que domine todo lo creado, para que sea Señor de la Tierra.
La
creación del hombre no es parte de la naturaleza: el hombre no viene de
lo creado, de una evolución de lo creado. El hombre viene de Dios:
creado de la nada; hecho a su imagen y semejanza; y puesto en la cima de
todo el Universo como Señor, como el que domina todo el Universo.
Pero, toda esta gente piensa el Universo como algo creado por Dios que va evolucionando:
«Él,
de algún modo, quiso limitarse a sí mismo al crear un mundo necesitado
de desarrollo, donde muchas cosas que nosotros consideramos males,
peligros o fuentes de sufrimiento, en realidad son parte de los dolores
de parto que nos estimulan a colaborar con el Creador» (LS – n. 80).
Dios
no creó un mundo perfecto en su ser, sino que se limitó a sí mismo,
produciendo un mundo en evolución, necesitado de desarrollo.
Ellos
se meten en la evolución de todo lo creado. Es un herejía. Y, por
tanto, tienen que negar el pecado original: esas cosas que se consideran
males, no son males, sino que son parte de nosotros, son parte de los
dolores de parto. No han comprendido a San Pablo, porque niegan el
pecado original. Malinterpretan toda la Escritura, la tergiversan.
Por eso, este hombre tiene que decir:
«Así
como los distintos componentes del planeta –físicos, químicos y
biológicos– están relacionados entre sí, también las especies vivas
conforman una red que nunca terminamos de reconocer y comprender. Buena
parte de nuestra información genética se comparte con muchos seres
vivos. Por eso, los conocimientos fragmentarios y aislados pueden
convertirse en una forma de ignorancia si se resisten a integrarse en
una visión más amplia de la realidad» (LS – n. 138).
El reino vegetal, el mundo animal, la criatura humana están relacionada entre sí. El adn
del hombre es una mezcla de otra genética, ya sea animal, ya sea
vegetal. Todo es una mezcla de genes: porque todo viene por evolución de
lo creado.
Estos
hombres quieren interpretar lo que ocurrió en el Paraíso como una
evolución de las naturalezas creadas. Todo surge en una especie, y de
esa especie se va evolucionando hasta llegar al hombre. Por eso, todos
estamos relacionados unos con otros. El hombre comparte en sus genes
cosas de otras especies. Y, por tanto, está llamado a buscar ese amor
común, ese amor universal con todas las cosas, ese amor cósmico.
«Cuando
se habla de «medio ambiente», se indica particularmente una relación,
la que existe entre la naturaleza y la sociedad que la habita. Esto nos
impide entender la naturaleza como algo separado de nosotros o como un
mero marco de nuestra vida. Estamos incluidos en ella, somos parte de
ella y estamos interpenetrados» (LS – n. 139).
La
naturaleza no es algo separado del hombre, sino incluido en el hombre.
El hombre viene de un animal. Y el animal viene de un vegetal. Y el
vegetal viene de la fusión del agua, de la tierra, del aire y del fuego.
Hay una interpenetración: una especie penetra a la otra
sustancialmente.
Hablar
del medio ambiente es hablar de un sistema evolutivo en las especies.
Y, por eso, todo está junto, todo están incluido en el otro. Todo está
en relación íntima con las demás cosas.
Por eso, dice del Espíritu que está viviendo «íntimamente presente en el corazón del universo».
Ellos
caen en este gravísimo error sólo por negar el pecado original. Por lo
tanto, tienen que interpretar los males, que vienen de ese pecado, con
estas fábulas de la mente: la fábula del medio ambiente, la fábula de la
ecología.
Y, por eso, para solucionar los problemas hay que atender a esta interpenetración de las cosas:
«Es
fundamental buscar soluciones integrales que consideren las
interacciones de los sistemas naturales entre sí y con los sistemas
sociales. No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino
una sola y compleja crisis socio-ambiental». ( LS – n. 139)
Es
el cuento del ecologismo: el problema ambiental es un problema humano,
social, de todos. Porque la naturaleza vive en todos. Todos son parte de
la naturaleza. Todo está en la naturaleza. Hay que descubrir las
potencialidades de la naturaleza para que el hombre encuentre su sito
dentro de ella. El hombre no ha sabido poner en su naturaleza humana los
otros sistemas naturales, no se ha sabido encontrarse como parte
integral de un todo.
El
panenteísmo no se refiere al panteísmo, sino a la naturaleza. Se pone
el énfasis en lo natural, no en Dios. En la idea panteísta, todo es
Dios. Pero en la idea panenteísta, todo es en la naturaleza, la cual es
divina porque Dios la ha creado de su ser divino, tiene una marca
trinitaria en ella. Ellos van más allá de un panteísmo. En el fondo, son
ateos, agnósticos. Ni creen en Dios ni conocen a Dios. Quieren explicar
el misterio de la creación con su triste e inútil filosofía de la
ecología.
La
ecología no es una teología, sino un discurso de la mente humana para
engañar con palabras bonitas a los hombres. Es un bulo muy bien
presentado para que prevalezca una ideología política que aune a todos
en la formación de un gobierno mundial para la total destrucción de toda
la humanidad. El fin de la ecología sólo es esto: destruirlo todo
porque, en estas condiciones de vida, no hay solución a nada. Y se
inventan un cuento de viejas, escondiendo el verdadero propósito. Es la
imposición de una idea común, global, universal.
Como todo están en Dios, todo está en la naturaleza, ¿quién es Jesús?:
«El Hijo… se unió a esta tierra cuando se formó en el seno de María».
Jesús
es el que se unió a esta tierra, porque es parte de esta tierra: se
anula la Encarnación: el Verbo se hace carne para salvar las almas del
pecado. Y se pinta a un Jesús que vive su vida humana y que actúa con
todo lo creado como un hombre sentimental:
«El
Señor podía invitar a otros a estar atentos a la belleza que hay en el
mundo porque él mismo estaba en contacto permanente con la naturaleza y
le prestaba una atención llena de cariño y asombro» (LS – n. 97).
La
belleza que hay en el mundo. Ya no habla de la belleza del Universo.
Jesús vivía en el mundo porque ha incorporado a su persona la
naturaleza:
«…
todas las criaturas del universo material encuentran su verdadero
sentido en el Verbo encarnado, porque el Hijo de Dios ha incorporado en
su persona parte del universo material, donde ha introducido un germen
de transformación definitiva» (LS – n.236).
Una
roca encuentra su sentido en Jesús, no en su ser creado. Su ser creado
es imperfecto, está en evolución. Necesita a Jesús para encontrar su
verdadero sentido. Esto es el puro panenteísmo.
Jesús
ha metido en el universo un germen nuevo, un germen de transformación
definitivo. Esto es una gravísima herejía, que viene porque Dios lo
creado todo en evolución, en necesidad de desarrollo. Luego, Jesús, que
no se encarna en María, sino que se forma en María, como si María
necesitara de un hombre para engendrar a Jesús, viene para poner dentro
de lo creado lo que su Padre no puso: un germen de transformación que
lleve a todo lo creado, que sigue en evolución, hacia la gloria, hacia
su elevación. Estos son los delirios de este hombre.
Y, por eso, dice de la Eucaristía:
«En
la Eucaristía lo creado encuentra su mayor elevación. La gracia… logra
una expresión asombrosa cuando Dios mismo, hecho hombre, llega a hacerse
comer por su criatura. El Señor… quiso llegar a nuestra intimidad a
través de un pedazo de materia. No desde arriba, sino desde adentro,
para que en nuestro propio mundo pudiéramos encontrarlo a él» (LS – n. 236).
Gravísima herejía, que ya viene expresada en su Lumen fidei, pero que aquí la desarrolla. En esa falsa encíclica, la Eucaristía es una transformación, no una transubstanciación.
Dios
se mete en el hombre a través de un pedazo de materia, no a través de
Él Mismo: como la Eucaristía es una transformación del pan y del vino,
Dios se mete en el hombre a través de la sustancia del pan y del vino.
En la Eucaristía no sólo están los accidentes del pan y del vino, sino
también sus sustancias. Ellos están en la herejía de la evolución.
Entonces, Dios tiene que meter en el hombre lo que le falta para su
perfección. Y así transforma esa sustancia y pone en ella algo divino,
un germen definitivo, porque el hombre tiene que evolucionar hacia lo
divino, tiene que elevarse hacia lo divino unido a toda la Creación. Y,
por eso, necesita, desde adentro, esa materia transformada,
evolucionada, que le relaciona con todo lo creado. ¡Gravísima herejía!
¡Los delirios de la cabeza de este hombre!
Todo
el Universo material ha sido elevado en la Eucaristía. En estas fábulas
andan metidos toda la Jerarquía. Porque han roto el dogma de la
creación de las cosas de la nada. Todo es evolución. Y la eucaristía
ayuda a esa evolución, a ese integrar al hombre en la creación. Todo es
en Dios. Todo está en el Universo. Todo está relacionado en el mundo
creado. No hay diferencias. Hay una mezcla de genes.
Por eso, este sujeto interpela al diálogo y a buscar en las culturas el motor de este panenteísmo.
«… la Eucaristía… es el centro vital del universo…la Eucaristía es de por sí un acto de amor cósmico…» (LS – n. 236).
Por
eso, la Eucaristía tiene que darse a los malcasados, a los
homosexuales, a los ateos, a todo el mundo. Porque es el centro vital,
el centro de la vida de todo el universo. Hay que llegar al amor
cósmico.
«Para
los cristianos, creer en un solo Dios que es comunión trinitaria lleva a
pensar que toda la realidad contiene en su seno una marca propiamente
trinitaria…toda criatura lleva en sí una estructura propiamente
trinitaria, tan real que podría ser espontáneamente contemplada…el
desafío de tratar de leer la realidad en clave trinitaria» (LS – n. 239).
Todo
lo creado contiene una marca trinitaria, una estructura trinitaria:
está haciendo referencia a la herejía sabeliana, en la cual la trinidad
se entiende como tres funciones diferentes. No son Personas Divinas,
sino funcionalidades que forman una estructura.
De
esta manera, todo lo creado ya no es vestigio natural de Dios: veo la
belleza de una flor y el alma se eleva a contemplar la belleza de Dios.
Todo lo creado no es un reflejo natural del creador, sino divino:
«Una
Persona de la Trinidad se insertó en el cosmos creado, corriendo su
suerte con él hasta la cruz… el misterio de Cristo opera de manera
oculta en el conjunto de la realidad natural… De este modo, las
criaturas de este mundo ya no se presentan como una realidad meramente
natural, porque el Resucitado las envuelve misteriosamente y las orienta
a un destino de plenitud. Las mismas flores del campo y las aves…ahora
están llenas de su presencia luminosa» (LS – n. 100).
Todo
lo creado es un vestigio divino: tiene una marca divina, trinitaria. Es
más, tiene una estructura en su ser creado lo más parecido a Dios.
Gravísima herejía que contradice la Escritura: sólo el hombre ha sido
creado por Dios a imagen y semejanza. Lo demás no tiene esta marca
divina. Pero, ellos han anulado el dogma de la creación divina. Por eso,
lo tienen que explicar todo con esta basura ideológica.
Y,
por tanto, al ser lo creado algo divino, un modelo divino, todo está en
relación y eso lleva a buscar una espiritualidad de lo global:
«….el
mundo, creado según el modelo divino, es una trama de relaciones… en el
seno del universo podemos encontrar un sinnúmero de constantes
relaciones que se entrelazan secretamente… las múltiples conexiones que
existen entre las criaturas… nos lleva a descubrir una clave de nuestra
propia realización… Todo está conectado, y eso nos invita a madurar una
espiritualidad de la solidaridad global que brota del misterio de la
Trinidad» (LS – n 240).
La solidaridad global que brota del misterio de la Trinidad: esto es una blasfemia contra el Espíritu Santo.
Dios
no ha creado las cosas para una solidaridad, para la gloria de los
hombres, sino para darse Gloria a Si Mismo. Se anula la gloria que cada
criatura tiene que dar, en su ser creado, a Dios, para buscar un modelo
de vida en que el centro de todo sea lo creado. Se busca una armonía en
la creación en donde no se dé gloria a Dios.
Si
cada criatura, en su especie, necesita para vivir de la otra especie;
si cada criatura, en su ser creado, no puede desarrollarse si no se une a
las otras criaturas de otras especies, entonces se anula el fin para el
cual Dios ha creado a cada especie. Se anula la gloria que cada
criatura tiene que dar por sí misma a Dios en su ser creado. Y se va en
busca de una armonía entre las criaturas, que es una abominación
espectacular. Por eso, el Anticristo está en el fondo de todo este
escrito. Hay que presentar al mundo un hombre que sea capaz de reunir
todo lo creado en sus ser para que así el hombre vea que la ecología es
el fin del universo. Todo va evolucionando hacia el Anticristo.
«Jesús
vivía en armonía plena con la creación, y los demás se asombraban…No
aparecía como un asceta separado del mundo o enemigo de las cosas
agradables de la vida…Estaba lejos de las filosofías que despreciaban el
cuerpo, la materia y las cosas de este mundo» (LS – n. 99).
Jesús
vivía en armonía, no era un asceta separado del mundo, es decir, no
hizo un ayuno de cuarenta días en el desierto, no huía a los montes para
orar, para estar apartado de todo. Era un hombre que vivía su vida, que
le gustaba todas las cosas agradables, porque no existe el pecado. Todo
vale para vivir. El hombre sabe usarlo todo correctamente y nunca se
equivoca. Jesús amaba su cuerpo, amaba las cosas de este mundo. Era un
hombre para la vida material.
Este es el Jesús que se busca, el nuevo Mesías, el Anticristo, que interpreta el Evangelio según su loca cabeza humana:
«Cuando
uno lee en el Evangelio que Jesús habla de los pájaros, y dice que «
ninguno de ellos está olvidado ante Dios » (Lc 12,6), ¿será capaz de
maltratarlos o de hacerles daño?» (LS – n. 221).
Sentimentalismo puro.
«La
naturaleza está llena de palabras de amor, pero ¿cómo podremos
escucharlas en medio del ruido constante, de la distracción permanente y
ansiosa, o del culto a la apariencia?» (LS – n. 225).
La
naturaleza habla, es amor, lleva a un acto de amor cósmico. Hay que
escuchar a la naturaleza. Porque todo está rebosando de una fraternidad
universal:
«Jesús
nos recordó que tenemos a Dios como nuestro Padre común y que eso nos
hace hermanos. El amor fraterno sólo puede ser gratuito, nunca puede ser
un pago por lo que otro realice ni un anticipo por lo que esperamos que
haga. Por eso es posible amar a los enemigos. Esta misma gratuidad nos
lleva a amar y aceptar el viento, el sol o las nubes, aunque no se
sometan a nuestro control. Por eso podemos hablar de una fraternidad
universal» (LS –n. 228).
Un
hombre que no ha comprendido lo que es el amor a los enemigos, porque
los ve como parte de su naturaleza humana, parte de su vida, parte de lo
creado por Dios; los ve como hermanos. Señal de que no sabe discernir
entre los hijos de Dios y los hijos de los hombres. No sabe qué es el
pecado original. Y no sabe tratar al enemigo como tal. Tiene que darle
un cariñito, pero es incapaz de darle la Voluntad de Dios, que es
siempre una Justicia para el enemigo. Todos somos hermanos; luego todo
es en la fraternidad del universo.
«…
cuando el corazón está auténticamente abierto a una comunión universal,
nada ni nadie está excluido de esa fraternidad… Todo está relacionado, y
todos los seres humanos estamos juntos como hermanos y hermanas en una
maravillosa peregrinación, entrelazados por el amor que Dios tiene a
cada una de sus criaturas y que nos une también» (LS – n. 92).
Tiene que abrirte a una comunión universal: gobierno mundial, iglesia universal.
Porque
todos somos hermanos. Y todos vamos al cielo, incluso los seres
inmateriales, los vegetales, los animales, que ya habrán alcanzado la
cima de la evolución, estarán en la casa común del cielo:
«La
vida eterna será un asombro compartido, donde cada criatura,
luminosamente transformada, ocupará su lugar y tendrá algo para aportar a
los pobres definitivamente liberados» (LS – n. 243).
Cada
criatura luminosamente transformada: todo es en la evolución. Todo está
entrelazado en el amor de Dios: su panenteísmo. Todo en Dios. Todo en
el amor de Dios. Todo en relación universal. Todo en el universo.
«… todo lo bueno que hay en ella será asumido en la fiesta celestial» (LS – n. 244).
¿Cómo presenta este hombre sin nombre a la Virgen María?
«María,
la madre que cuidó a Jesús, ahora cuida con afecto y dolor materno este
mundo herido. Así como lloró con el corazón traspasado la muerte de
Jesús, ahora se compadece del sufrimiento de los pobres crucificados y
de las criaturas de este mundo arrasadas por el poder humano… En su
cuerpo glorificado, junto con Cristo resucitado, parte de la creación
alcanzó toda la plenitud de su hermosura» (LS – n.241).
La
que llora por este mundo herido; la que comparte los sufrimientos de
sus malditos pobres; la que se compadece de los malditos hombres que son
esclavizados por los malditos gobernantes del mundo, que no quieren
expresar con su ser ese amor cósmico.
Y dice su gran blasfemia: en María, en su cuerpo glorificado, «parte de la creación alcanzó la plenitud de su hermosura».
María es parte el universo. La madre gaia. La madre tierra. Ya una
parte de la Creación ha sido glorificada. Pero, hay que esperar a
morirse para contemplarla.
No
pierdan el tiempo con esta basura, con este vómito de Bergoglio. No
dice nada nuevo. Repite lo mismo que lleva hablando estos dos años. Sólo
que en este vómito se ve más claro su herejía, su cisma y su apostasía
de la fe.
A los hombres les encantan estas fabulas. Y se cumple el Evangelio:
«…apartarán los oídos de la verdad para volverlos a las fábulas» (2 Tim 4, 4).
Que
nadie los engañe con la fábula del ecologismo. Este hombre niega todos
los dogmas y sólo está sentado para destruir la Iglesia. Su vómito
ecológico le va a llevar a abandonar esa Silla, porque ha dado un
escrito sin inteligencia, que no sigue el método científico y que
destruye toda la moral católica. Él se pone por encima de todo eso
porque está sólo en su negocio redondo en el Vaticano: ha abierto la
Iglesia al mundo, porque hay que buscar la iglesia que quiere el mundo.
«La interdependencia nos obliga a pensar en un solo mundo, en un proyecto común» (LS – n. 164).
Un
consenso mundial para resolver un problema que no existe: el CO2 no es
contaminante. Pero presentan la búsqueda de otras energías como solución
a un problema que no existe.
Todo se quiere sostener en el Universo: que el hombre sea el dios de universo, que lo maneje todo y así no haya pobres.
«…urge la presencia de una verdadera Autoridad política mundial» (LS – n. 175): urge el Anticristo.
Lo
único que hay que hacer es quitar el maldito pecado como ofensa a Dios.
Si se hace esto, la creación no se rebela contra el hombre y el
problema deja de existir.
Pero como se niegan las verdades absolutas, se tiene esta chorrada política del ecologismo.p;