El dogma de Mayo: derribando el mito de la independencia americana (2-4)
Para
poder darnos cuenta de lo que se respiraba en el aire por aquellas
épocas, nos baste con leer las siguientes estrofas de cierta “Canción
Patriótica” aparecida en el diario “La Gazeta de Buenos Ayres” del 28 de
Octubre de 1810 y escritas por el poeta Valdenegro[1]:
PRESIONE "MAS INFORMACION" A SU IZQUIERDA PARA LEER EL ARTICULO
No es la libertad
que en Francia tuvieron
crueles regicidas
vasallos perversos:
Si aquellos regaron
de su patria el suelo
con sangre, nosotros
flores alfombraremos.
La infamia y el vicio
fue el blanco de aquellos
heroica virtud
es el blanco nuestro:
Allí la anarquía
extendió su imperio
lo que es en nosotros
natural derecho.
Nuestro Rey Fernando
tendrá en nuestros pechos
Su solio sagrado
con amor eterno:
Por rey lo juramos
lo que cumpliremos
con demostraciones
de vasallos tiernos.
Mas si con perfidia
el Corso sangriento
a nuestro Monarca
le usurpase el Cetro
muro inexpugnable
en unión seremos
para no admitir
su tirano imperio.
Si la dinastía
del Borbón excelso
Llega a recaer
en José 1º
nosotros unidos
con heroico esfuerzo
no hemos de adoptar
su intruso gobierno.
De allí, si se quisiera colocar a la Revolución Francesa y su
ideología como una “causa” de la Revolución de Mayo, habría que aclarar
que operó justamente en sentido contrario a lo que vulgarmente se
afirma, es decir, influyó por rechazo a ella y no por imitación.
b. Segunda falsa causa: el modelo y la ayuda de USA
Hace ya varios años que un lamentable ministro de relaciones
exteriores argentino lanzó esta frase que quedó inmortalizada. Al ser
preguntado en Washington sobre cuál iba a ser la relación entre ambos
países, respondió:
“No queremos tener relaciones platónicas: queremos tener relaciones carnales y abyectas”.
El deseo o la libido dominandi del canciller Di Tella en
realidad no era propio, sino que estaba en la misma savia que lo había
visto crecer: la liberal. Sus predecesores también deseaban compartir la
intimidad de esos Estados Unidos en las revoluciones emancipadoras pues
si “los defensores de la democracia y la libertad” nos habían ayudado,
íbamos por buen camino.
Nada más falso.
Durante los sucesos de Mayo el gobierno de los Estados Unidos no sólo
decidió ser absolutamente neutral sino que jamás ayudó en lo más
mínimo. Así lo afirman sus mismos autores al decir que “el tema general
de las revoluciones hispanoamericanas no fue considerado por el Congreso
de los Estados Unidos hasta fines de 1811”[2].
Para esa época “los Estados Unidos ni piensan en el reconocimiento de
la Independencia de nuestra Patria, son, por lo demás, celosos de su
neutralidad” pues “la mayoría de los hombres cultos de la época no
aspiraban ni preveían otro sistema (que la monarquía). El ejemplo
republicano de Norteamérica no estaba presente ni difundido”[3].
Tampoco –como dijeron algunos– influyó en Mayo de 1810 la Constitución estadounidense de 1787, pues la primera traducción al castellano por estas tierras, se conoció recién en 1816.
Pero entonces…, ¿por qué? ¿por qué una nación imperialista como USA
no se interesó en influir para que nos independizáramos de España y
fuésemos libres?¿acaso no hubiese sido más fácil para ellos lidiar con varias republiquetas sueltas
y no con la legendaria España? La pregunta es correcta, pero nos
olvidamos de dos datos clave: el primero es que para 1810 los nacientes
Estados Unidos se encontraban en tratativas con el gobierno español para
la compra o donación de las Floridas (concretada en el Tratado
Adams-Onis de 1819); para ese entonces, John Quincy Adams, secretario de
estado y luego presidente, había resuelto no inmiscuirse en absoluto
con Hispanoamérica a riesgo de perder las tratativas; más vale pájaro en
mano…
El segundo es que al hacer esto peligraban las relaciones comerciales
con España, como lo señala el afamado historiador Pierre Chaunu:
Estados Unidos “sacrificó sus simpatías por los sublevados a su papel de
proveedora (de España). El provecho obtenido en el comercio peninsular
aventajaba a lo obtenido en las Indias”[4].
El Tío Sam no participó.
c. Tercera falsa causa: la ayuda inglesa
“Mayo fue posible gracias al influjo benéfico de Inglaterra. ¡God
save the Queen!”, dicen los anglófilos. Si Gran Bretaña nos había
ayudado, entonces estamos en deuda eternamente con ellos.
Para ello se apela a la figura del conocido embajador que Inglaterra
tuvo por aquella época en Río de Janeiro, Lord Strangford, a quien se
agradece haber no sólo apañado sino hasta dirigido la revolución de Mayo
para conquistar políticamente lo que no habían podido dominar por las
armas en 1806-1807 (durante las invasiones inglesas). Pero no sólo esto;
entre las intenciones de Inglaterra en nuestra autonomía e
independencia, se alegan los deseos que la corona inglesa tenía de
conseguir la libertad de comercio por estas tierras.
Para despejar el primer equívoco hay que decir que la libertad de comercio no hacía falta buscarla en 1810;
gracias a las gestiones del Dr. Mariano Moreno, abogado de Liga de
comerciantes londinenses presidida por Alex Mackinnon, el virrey
Cisneros había decretado en 1809 la libertad de comercio.
En cuanto a lo que se dice respecto de Lord Strangford, justamente lo que aconsejó fue lo contrario, es decir, un statu quo
con la España ocupada por Napoleón; nunca la emancipación o
independencia. Pero, podríamos preguntarnos al igual que con Estados
Unidos: ¿acaso no les convenía?¿No habían sido los ingleses los que,
sólo tres años antes habían intentado tomar Buenos Aires?
Hay un dato fundamental que muchos ignoran (o quieren ignorar) y es
el cambio profundo en las relaciones entre España y de Inglaterra por
aquellos años.
La tierra el Quijote se encontraba en decadencia no sólo moral sino
política. Desde hacía tiempo que, con los Borbones, había comenzado a
adoptar lo peor de sus vecinos en ascenso: Inglaterra y Francia; fue
especialmente unida a esta última que su antigua Armada Invencible (como
se llamaba a la flota española) había sido derrotada en Trafalgar
(1805) por los barcos ingleses. Todo esto llevaba a que Gran Bretaña se
viese convertida prácticamente en dueña y señora de mares continentes,
cosa que se vio en la práctica en Buenos Aires durante las invasiones
inglesas.
Pero la enemistad entre España e Inglaterra duraría poco.
En 1808 y luego de la invasión de las tropas napoleónicas en
España, el rey Fernando VII se vio obligado a deponer su trono en manos
de José Bonaparte, hermano de Napoleón. Dicha intromisión hizo
que, especialmente en el sur de España, se intentase un movimiento
restaurador que lograse buscar la alianza con Gran Bretaña para que
acudiese en su ayuda. Es aquí entonces cuando Inglaterra pasa de ser
enemiga a protectora y, por ende, lo que menos desea es una rebelión en
las Indias occidentales. Quizás, lo que no había logrado con las armas,
podría obtenerlo con la diplomacia luego de un par de años de política
internacional.
De ahí se entiende por qué, como bien señala un historiador
norteamericano, “los estadistas británicos vieron con malos ojos los
movimientos de rebelión en la América hispana. Estaban empeñados en una
lucha terrible contra Napoleón y les molestaba todo disturbio que
tendiera a debilitar a su aliado español”[5].
Así lo declaraba el mismo Lord Srangford a la Primera Junta a un mes de
los hechos de Mayo de 1810: “Las autoridades de Buenos Aires pueden
descansar que no serán incomodados de modo alguno siempre que la
conducta de esa capital sea consecuente y se conserve a nombre del Sr.
Dn. Fernando 7º y de sus legítimos sucesores”[6].
Es un hecho pocas veces narrado, pero se encuentra en todos
los documentos de la época. Inglaterra era aliada de España contra
Francia. Quizás los que más han contribuido en la confusión o
silencio de esta realidad hayan sido los mismos historiadores españoles,
a quienes duele aceptar que España, en ese momento desgraciado de su
historia, había pactado ni más ni menos que con su antigua enemiga.
En este sentido, Inglaterra no sólo no es neutral como USA sino que,
al estar aliada con la regencia española, es nuestra enemiga.
Entonces, las tres supuestas grandes causas, ideológicamente inventadas, desaparecen ante los hechos: ni las ideas de Francia, ni Estados Unidos con su gobierno y su constitución, ni Inglaterra con su comercio y su embajador en Río de Janeiro[7].
======================================================================
[1] Carlos Ibarguren, Las sociedades literarias y la Revolución Argentina (1800-1825), Espasa-Calpe, Buenos Airs 1937, 157-158.
[2] Harold F. Peterson, La Argentina y los Estados Unidos 1810-1960, Eudeba, Buenos Aires 1970, 18.
[3] Héctor Tanzi, Juan José Paso. El político, Ciudad Argentina, Buenos Aires 1998, 56
[4] Pierre Chaunu, Historia de la América Latina, Eudeba, Buenos Aires 1964, 75.
[5] Fred Rippy, La rivalidad entre Estados Unidos y Gran Bretaña por América Latina (1808-1830), Eudeba, Buenos Aires 1967, 3.
[6] Archivo General de la Nación, Correspondencia de Lord Strangford y la estación naval británica en el Río de la Plata con el gobierno de Buenos Aires, Buenos Aires 1941, 80.
[7]
Las otras “causas” que se alegan pero que ni vale la pena repetir son
por ejemplo las que dicen que Mayo fue la conclusión de un proceso
revolucionario indígena que comenzó con Túpac Amaru… (si hubo quienes no
tuvieron ninguna intervención en Mayo fueron los indígenas). Tampoco se
trató de la opresión de los españoles contra los criollos que “no
tenían acceso a los cargos públicos”. Para esto basta ver cómo se
conformó la Primera Junta, con mayoría de criollos. En realidad, la
división entre “españoles americanos” y “españoles europeos” (como se
los llamaba antaño) será después de 1810 y acicateada por las facciones
liberales.


