domingo, 20 de septiembre de 2015

EL CISMA SE HARA PUBLICO CUANDO ANULEN LA EUCARISTIA

EL CISMA SE HARA PUBLICO CUANDO ANULEN LA EUCARISTIA
falsoamor
«Tampoco los sacerdotes se preguntaron: ¿Dónde está Yavhé? Siendo ellos los maestros de la Ley, Me desconocieron, y los que eran pastores Me hicieron infieles. También los profetas se hicieron profetas de Baal, y el pueblo se fue tras los que de nada valen» (Jer 2, 8).
Hoy día la Iglesia ha caído en un abismo de fe: ha perdido el sentido común. Ya no razona con la mente, sino con el sentimiento, con la falsa ilusión de que trabajando para las cosas del mundo, Dios está contento.
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La falsa caridad es la pérdida del sentido común. Se busca un amor sin la Ley Eterna; es decir un amor sin el Amor Divino.

Dios es Amor; es decir, Dios es Ley: «Del Señor vienen la sabiduría, la ciencia y el conocimiento de la Ley; el amor y los caminos del bien obrar vienen de Él» (Ecle 11,15)

Esto es lo que hoy niega la misma Iglesia, los mismos sacerdotes, sus Obispos y hasta ese hombre, Bergoglio, que tiene el atrevimiento de seguir sentado en el Trono que no le corresponde: los caminos del bien proceden del Señor, no del hombre. No es necesario busvar un bien humano para ser Iglesia en el mundo. No hacen faltas las obras de una Jerarquía comunista para dar de comer a los pobres. Porque «es fácil cosa al Señor enriquecer al pobre en un instante» (v. 23). Dios mira la humildad de los corazones para hacer cosas grandes entre los hombres. Dios no mira las obras de los hombres

Bergoglio busca los caminos del mundo para llenar estómagos de la gente y se olvida de buscar el Reino de Dios. Y esto es el fruto de toda su vida, porque los que en el pecado viven, en él envejecen: «El error y las tinieblas son obras de los pecadores; los que en el mal se complacen, en el mal envejecen» (v. 16)

¡Qué sinvergüenza es este hombre que no tiene arrepentimiento de sus pecados! ¡No ha sabido ver el gran pecado que ha cometido en el Sínodo! ¡No sabe apreciar su gran pecado en la Iglesia! ¡No sabe lo que es la humildad de corazón! Y sigue con su sonrisa en la Iglesia, como si eso bastara para olvidar lo que ha hecho.

No se puede amar a Dios sin Ley; no se puede amar al prójimo sin Ley.

La Fe es Amor; la Fe no es un pensamiento o sentimiento del hombre. El que cree obra lo divino en lo humano. Y ¿quién puede obrar lo divino? Sólo el que se deja guiar por el Espíritu Divino.

Y el Espíritu Santo no es un soplo o un hálito o un sentimiento o una idea o una obra en común. El Espíritu no es una armonía, una comunidad de hombres.

El Espíritu Santo es una Persona Divina. Esto es lo que hoy se niega, al buscar un amor para el hombre, un amor que guste al hombre, un amor que ponga contento al hombre, un amor que obre cosas importantes para el hombre: un amor armónico, universal, global, que una a todos en la gran mentira de sus mentes humanas.

A Dios no le interesa el hombre: «¿Quién podrá sacar pureza de lo impuro? Nadie (…) El hombre, en muriendo, se acabó. En expirando, ¿qué es de él?» (Job 12, 4.10). «¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes, o el hijo del hombre para que Tú cuides de él?» (Sal 8, 5)

¡Qué difícil de comprender es este punto para muchos modernistas! ¡Muy difícil! Porque quieren amar con su pensamiento, con sus afectos, con sus deseos, con sus obras humanas, con su estilo de vida humana.

Si el hombre no ama con el Amor Divino, el hombre sólo obra su estilo de amor, su idea de lo que es el amor, su sentimiento de amor, su cultura de hombre: un sentimiento humano, roto, falaz, débil, insulso, que no vale para nada.

A Dios le interesa un corazón humilde. Si no ve eso en un hombre, por más que sea Papa, Obispo, Cardenal, sacerdote, fiel, no hace caso de las palabras ni de las obras de ese hombre.

Por eso, a Dios le trae sin cuidado quién es Bergoglio para los hombres. No le interesa este hombre. No le interesa lo que dice la masa de Bergoglio. Ni lo escucha, porque es un degenerado del amor, un hombre sin sentido común, un hombre que gusta al mundo, pero que cae mal a todo el mundo.

Al mundo le gustan los hombres así, como Bergoglio: hombres de entretenimiento, de farándula, que dice tantas tonterías todos los días, que eso es negocio para el mundo. ¡Gran negocio hay en el Vaticano con las herejías diarias de Bergoglio! ¡Un gran negocio! ¡Mucho dinero y mucha política! El mundo es de lo que vive: dinero e ideas que muevan el dinero.

Para eso, el mundo escoge su gente de poder, que sabe mover estas dos cosas: la economía y la idea humana.

El pecado de orgullo está por encima del pecado de avaricia y del pecado de soberbia. Es el que guía estos dos pecados. Un orgulloso tiene dos cordeles, ata con dos cuerdas: ofrece dinero a cambio de una idea. Me das tu mente, te sometes a mi idea, y te doy dinero, te doy para vivir.

Así es como funciona el mundo en todas partes. Y, para eso, ponen sus reglas, sus leyes, que son propias de los orgullosos. Ellos hablan de libertad, pero someten a sus mentes humanas a todos los hombres, las esclavizan a su idea orgullosa.

Esto es lo que hace Bergoglio: su pecado de orgullo le ha hecho renovar todo en lo económico en el Vaticano. Se ha metido en las finanzas y ha puesto sus leyes. Y con esas leyes, somete a toda la Jerarquía a su idea maquiavélica.

¿Quieres comer y tener trabajo en la Iglesia? Predica del comunismo; predica de la fraternidad; predica del diálogo. Coge mi evangelium gaudium y haz propaganda de mi herejía por todo el mundo.

¿Qué no quieres hacer eso? Adiós; ahí te quedas, en la calle. Vive como puedas.

Esta es la caridad de Bergoglio: si no te sometes a su mente humana, se acaba todo en la Iglesia. No sirves. Si le criticas, si le juzgas, no sirves. Y, por eso, la Jerarquía tiene que callar. Está obligada a callarse si quiere seguir comiendo.

Esta es la única realidad. Así vive la Iglesia por dentro, con esta falsa caridad, con esta falsa fraternidad, con esta falsa justicia. Y esto no se cuenta al exterior. Nadie lo da a conocer, porque hay que pintar una Iglesia, una Jerarquía modelo, santa, justa, inmaculada, caritativa con todo el mundo.

Y la misma Jerarquía es la que falla en la caridad entre sus mismos miembros: sus mismos sacerdotes, que predican cosas tan bonitas sobre el amor al prójimo, son entre ellos dinamita pura, odia puro.

Bergoglio gusta a todo el mundo, porque es negocio seguro; pero cae mal a todo el mundo, porque hay que someterse a ese negocio. Y si no te sometes, te apartan del negocio, no tienes parte en el pastel.

Hoy todos quieren un amor bonito, sensible, que llegue a todo el mundo y que no importe las consecuencias de ese amor. No interesa que el alma se salve o se condene, sino que el estómago tenga para comer. Eso es lo que le interesa a la Jerarquía.

Veo la herejía de Bergoglio, pero quiero seguir llenando mi estómago. Entonces, hago como Burke: vamos a buscar una presentación cuidada a los fieles para explicarles la herejía de Bergoglio, y así la puedan obrar en toda la Iglesia.

Hay que cuidar la imagen de Bergoglio: hay que respetar su humanidad, su mente humana, sus escritos, sus obras en el gobierno de la Iglesia. Se está esforzando tanto ese hombre por expresar el amor hacia los hombres, que hay que ayudarlo, hay que justificar sus grandísimas herejías, porque quiero seguir comiendo… Tengo que velar, antes por mi vida, que por la vida espiritual de las almas.

Así está toda la Jerarquía. TODA. No hay ni uno que se salve. NI UNO. Los que se salvan ya no están en este juego de dinero y de poder; han salido de ese maldito juego que tiene toda la Jerarquía en su estructura interna.

Hay que salir de Roma, del Vaticano, de las parroquias porque ya no sirven para ser Iglesia. Ya no son la Iglesia Católica. Son la Iglesia modernista.
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Ha comenzado el cisma en la Iglesia, pero de manera silenciosa. Todos callan ese cisma y, por eso, hablan de muchas cosas, menos de lo que se obra en lo oculto.

Ocurrirá un gran cisma en el interior de la Iglesia. Y toda la Iglesia quedará dividida en dos bandos:

  1. la iglesia modernista, que es dirigida por el antipapa o falso profeta del Apocalipsis;
  2. la Iglesia remanente, que es la Iglesia en Pedro, que es la que defiende la tradición y el auténtico Magisterio de la Iglesia. Una Iglesia que pasará a ser clandestina y perseguida.

Bergoglio no es el falso profeta del Apocalipsis: es sólo el turbante del demonio. El que lleva la gorra y la hace pasar por todas partes para recoger dinero para sus malditos pobres. Esto es sólo Bergoglio: una prostituta del diablo. Fornica, con su mente humana, con las ideas del demonio. Bergoglio se ha prostituido con la mente de Satanás. Y, por eso, engendra hijos para el demonio: hijos espirituales, que tienen el sello del corazón de Bergoglio: un corazón cerrado al Amor Divino y, por tanto, abierto al Odio demoníaco.

Bergoglio es sólo odio; pero un odio sentimental. Un odio que llora por lo humano, pero que es incapaz de obrar la mentira. Para eso, tiene que matar a los hombres, tiene que enfrentarse a ellos. Y eso no lo sabe hacer Bergoglio. Sólo da besos a todo el mundo, como un viejo que es, que está necesitado de un abrazo, de un afecto, de una acogida, de una sonrisa, de una compañía humana. Bergoglio no sabe hacer daño a la gente y, por eso, Bergoglio no sabe destruir el dogma: tiene que quitarse la careta y mostrarse como es. Y eso nunca lo ha hecho. Siempre ha mostrado doble cara, doble juego. Es su estilo de vida: su falsa espiritualidad concebida en su mente humana. Y ya es viejo, y los viejos no cambian de manera de pensar. Bergoglio es un viejo que le queda poco tiempo de vida.

El cisma permanece oculto, pero se puede ver sus obras en algunos miembros de la Jerarquía.

En Bergoglio es claro el cisma, al poner su gobierno horizontal. Entre los miembros de ese gobierno horizontal es clarísimo el cisma: están trabajando para el cismático Bergoglio. Y hacen muchas obras en lo oculto, que no se dan a conocer. Pero que se conocerán, poco a poco, según sean los tiempos de su maldad en el Vaticano.

Este cisma en lo oculto produce ya persecuciones veladas, expulsiones de gente que no sigue a Bergoglio. Gente en la Jerarquía (pocos) y gente entre los fieles (muchos).

Los que más se oponen a Bergoglio es la gente de la calle: los católicos fervorosos, que también son pocos. Hay muchos que siguen dudando: esos no son fervorosos, sino tibios en su fe.

Hay otros que se oponen, pero no sólo a Bergoglio, sino a todos los otros Papas: estos no son católicos; sólo de nombre. Éstos también pertenecen a la iglesia modernista. Quieren seguir en Roma, pero no de esta manera, sino de otra. Tampoco entienden que hay que salir de Roma. No lo captan.

La Iglesia remanente es aquella que vive la fe auténtica, sin meter la razón humana. Por eso, son pocos los que saben defender la pureza de la Fe. Son pocos, en la actualidad, los que saben defender a cada Papa en la Iglesia. Son muy pocos.

Son muchos los que defienden la Tradición, pero llegan a Juan XXIII y ahí se acabó todo. No son católicos: son degenerados en su fe.

Bergoglio es abominación en su fe; pero éstos son degenerados en la fe. Defienden su iglesia, su idea de la iglesia, y se han convertido en los nuevos fariseos, legistas, saduceos. Son peores que Bergoglio.

Bergoglio ha iniciado una abominación dentro de la misma Iglesia: su iglesia. Pero la ha iniciado porque es un hombre sin fe: carece, en su pensamiento humano, de la verdad; y vive según su idea humana. No puede vivir del don de la fe. Es una abominación lo que obra en el Vaticano. Y por esta abominación, lleva muchas almas al infierno. Muchísimas.

Pero toda esta gentuza que niega a los Papas anteriores, y que no son capaces de ver en ellos a Cristo, que los ha elegido para guiar Su Iglesia, tiene mayor pecado. Porque permaneciendo en la Verdad de la Iglesia, acatando los dogmas, la tradición, el magisterio de la Iglesia –cosa que no puede hacer Bergoglio- se atreven a juzgar a muchos Papas legítimos, y lo publican en todas partes como algo verdadero. Y ellos se llaman defensores de la verdad, defensores de la fe, defensores de la Iglesia. Esto es la degeneración de la mente del hombre. Son degenerados en la fe. Bergoglio es pervertido en la fe.

Ni uno ni otro se pueden salvar: unos por su pecado de soberbia; el otro, por su pecado de orgullo.

En unos, la soberbia les ciega totalmente: sus mentes quedan ciegas para la Verdad. Ya no pueden creer a la Verdad. Sólo creen en sus mentes. Y sus mentes se pararon, juzgaron a todos los Papas. Desde ese momento, comenzó la degeneración de la mente y, por tanto, su fe se fue apagando. Para ellos la Verdad acabó con Pío XII. Después, no hay Verdad. Después, es un mantener esa Verdad, pero atacando todo lo demás. Ellos llevan cincuenta años en esa degeneración. Tienen mayor pecado que Bergoglio.

No pudieron seguir al Espíritu de la Verdad, que los hubiera llevado a comprender estos cincuenta años. Ellos se han dicho a sí mismos: después de Pío XII no hay más verdad que comprender en la Iglesia. Todo es una mentira, un engaño en cada Papa. Sus mentes ya no funcionan para adquirir la verdad. Se han degenerado en la mentira que han aceptado. Y, en esa mentira, han ido creciendo y han anulado cincuenta años de verdad. ¡Un gran pecado! Y es pecado contra el Espíritu Santo. Y si se anula la Verdad no pueden comprender el juego del demonio durante este tiempo: caen en el mismo infierno. Son lazos para llevar a otros al infierno, defendiendo la verdad que ellos tienen en sus cabezas, que son sus grandes mentiras.

Bergoglio ha comenzado a levantar su imperio de pecado, de abominación en Roma. Es un gran pecado, pero todavía no ha llegado a su cumbre. La cumbre estará con el Anticristo. Todavía no alcanza el pecado de degeneración de toda esta gentuza. Lo alcanzará y lo sobrepasará, por la perfección de su pecado.

Hay un gran cisma en la Iglesia. Pero no es de ahora. Esto lleva, encubierto, muchos años. Y ahora Bergoglio toma su ventaja en lo oculto. Su gran ventaja.
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Nadie en la Iglesia se pregunta: ¿Dónde está Dios? Todos en la Iglesia creyeron que Dios estaba con Su Iglesia, con sus sacerdotes, con sus fieles. Que en cada uno de ellos, en sus obras, en sus apostolados, estaba la bendición de Dios.

Dios no está en la mente del hombre, ni en sus vidas, ni en sus obras. Dios sólo está en un corazón humilde. A Dios se le halla en la humildad de corazón. Dios está ahí: en un hombre que abaja su mente humana y acepta la Mente de Dios.

¿Dónde está Dios? No en la falsa humildad de Bergoglio, ni en su falsa pobreza, ni en sus palabras huecas.

Dios no está en el Vaticano ni en la Jerarquía que se somete a un hereje manifiesto.

Dios no está en los pobres que alimenta el Vaticano; ni está en los ricos que apoyan el Vaticano.

Dios no está en los fieles que, como masa, siguen las enseñanzas de un cismático de la verdad.

Dios no está en la falsa iglesia que es gobernada por un falso papa. Bergoglio no es el falso profeta, sino un falsario, un impostor, un degenerado, una abominación en Roma.

Bergoglio se cree santo: «Le dije al Papa que lo pueden matar y me dijo que era lo mejor que le podía pasar» (ver texto). Si te matan, con tu pecado de herejía, con tu pecado de cisma y con tu pecado de apostasía, ¿crees que te vas a salvar?

Lo mejor que te puede pasar es ¿irte al infierno? Bergoglio es abominación en la fe. Ha perdido la razón, el sentido común. Vive una falsa espiritualidad; vive un falso misticismo. Vive la propaganda de su pecado. Todo esto es publicidad para él, su gran negocio en el Vaticano.

Después de desbastar a la Iglesia durante más de año y medio, después de ver con sus ojos la gran división que ha creado en toda la Iglesia, después de estar mintiendo a todos los hombres, cada día, y sin caérsele la cara de vergüenza, por tantas estupideces que han salido de esa boca, ahora tiene el atrevimiento de declararse santo, justo, ante lo demás: no tiene miedo de morir, porque es un mártir de su falsa doctrina, de su falso cristo, de su falsa iglesia, de su bazofia en el Vaticano.

Un hombre humilde callaría y se pondría en profunda oración para resolver, ante Dios, lo que tiene que hacer en esa situación. Pero un hombre soberbio y orgulloso, se declara santo y dice que es la Voluntad de Dios morir: es lo mejor que le puede pasar.

¡Qué absurda es la mente de este hombre! ¡Qué necio! ¡Qué cosa más estúpida hay sentada en la Silla de Pedro!

Los sacerdotes, expertos en la Ley del Señor, ya no la conocen, ya no la siguen, ya no la enseñan. Quieren enseñar su falso amor a todo el mundo: dame dinero para dar de comer a mis malditos pobres, a mis almas condenadas.

Muchos sacerdotes siguen la doctrina comunista de la Evangelium gaudium, sólo para complacer a Bergoglio. Saben que es teología de la liberación, pero quieren comer, quieren tener sus estómagos llenos en la Iglesia. Son bastardos de Cristo, no son otros Cristo. No dan testimonio de la Mente de Cristo, están dando testimonio de la mente de un degenerado y de una abominación en la Iglesia.

¿Quién conoce la Ley del Señor en la Iglesia? Nadie. Todos siguen la ley de la gradualidad. Es lo que discutieron en el Sínodo. Ése fue el acercamiento del hombre a su mente humana. Los sacerdotes de la Iglesia desconocen la ley del Señor. Y los pastores de almas se han vuelto infieles a la Gracia que han recibido en el Sacramento del Orden: ya no viven para salvar almas, viven para alimentar cuerpos. Viven para enseñar una doctrina de demonios. Viven para dar publicidad a una fábula que se ha inventado un maldito, Bergoglio, en la Iglesia. Para eso viven: para alabar a Bergoglio, para dar gloria a Bergoglio, para justificar su gran pecado, que es triple en la Iglesia.

Ninguno, entre la Jerarquía, se acuerda de los intereses de Cristo. Ninguno llora por los pecados de las almas del Rebaño, a ellos encomendado; sino que lloran por sus estúpidas vidas humanas.

Pobres hombres que no tienen trabajo en su juventud, que están solos en su ancianidad; cuánta gente se muere de hambre porque unos ricos se apoderan del dinero; cuánta gente se ha creído dios y maltrata la creación. Que poca fraternidad hay entre los hombres; qué poco diálogo entre ellos. Hay muchos que se quedan en la verdad, pero que no aman a los hombres: no tienen la caridad de estar con el otro, de estar en sus problemas, en sus situaciones tan humanas, tan de todos…

Todo el mundo llorando las estúpidas vidas de sus semejantes. Y nadie llora por sus pecados. Nadie llora por los pecados que ve en el semejante. Nadie expía lo pecados de sus semejantes. Nadie hace nada por salvar su alma ni las de sus semejantes.

Pero, ¡que iglesia de degenerados están construyendo en Roma! La levanta la misma Jerarquía. Ellos son los constructores de la iglesia del Anticristo. Ellos mismos: la Jerarquía que dice con sus grandes bocas pertenecer a la Iglesia Católica.

¡Qué gran maldad hay en Roma!

Los profetas de Dios se han hecho profetas del Anticristo: ahí tienen a una Luz de María: sus últimos escritos huelen a puro demonio. Y muchos no acaban de discernirlo. Es que ya no son católicos. Es que «el pueblo se ha ido tras de los que nada valen». Ya no hay conocimiento de Dios.

El cisma se hará público cuando se quite el Sacrifico Perpetuo. Entonces, el Señor se retirará de las parroquias modernistas y allí sólo estará un nido de demonios.

Todas las parroquias y santuarios de la Iglesia Católica serán habitadas por demonios: «pues el Eterno mandará sobre Ella el fuego por largos días y, por mucho tiempo, será habitación de demonios» (Bar 4, 35).

A Roma le quedan pocos días: la Sede de Pedro se trasladará a Jerusalén, que es donde la quiere el Anticristo para gobernar a todo el mundo, mientras en Roma está la destrucción: «El atrio exterior del Templo déjalo fuera y no lo midas, porque ha sido entregado a las naciones, que hollarán la Ciudad Santa durante cuarenta y dos meses» (Ap 11, 2).

El Anticristo y el gobierno mundial, una vez fortalecidos, dejarán de lado la iglesia modernista, para lanzarse a su plan de dominio global: «Los diez cuernos que ves, igual que la Bestia, aborrecerán a la Ramera, y la dejarán desolada y desnuda, y comerán sus carnes y la quemarán a fuego» (Ap 17, 16).

Esa iglesia que está levantando Bergoglio, una iglesia ecuménica, en la que vale todo; no tendrán ningún valor para el Anticristo. Porque el Anticristo de nuestros días es para ser un dios de lo material, de lo humano, de lo natural. Y, por eso, se centra en lo humano. Le trae sin cuidado lo religioso, la Iglesia.

Lo que se está levantando es para destruirlo. Y nada más. El Anticristo se dedicará a lo suyo: «Porque Dios puso en su corazón ejecutar su designio, un solo designio y dar a la Bestia la soberanía sobre ellos, hasta que se cumplan las palabras de Dios» (v. 17).

La misión del Anticristo: gobernar el mundo entero; no la Iglesia. Por eso, tiene su falso Profeta, su falso Papa. Tiene que reunir en una iglesia a la gente que no es del mundo, a la gente de todas las religiones que adora a Dios: tiene que hacer un falso ecumenismo. Y una vez obrado, destruirlo, porque no le sirve para nada. Son sólo comunidad de mentes humanas, de ideas humanas que no le llevan a lo que él quiere: ser un dios para el hombre.

Es el tiempo de obedecer a Dios antes que a los hombres. Dios es Dios para Sí Mismo, no para el hombre. Hay que buscar a Dios por ser Dios. Hay que amar a Dios por ser Dios. Hay que someterse a Dios por ser Dios. No busques en Dios sus dones para no caer en la idolatría que vive toda la Iglesia. Busca a Dios por ser Dios, aunque te deje sin nada, desnudo, como viniste al mundo. Y, entonces, encontrarás a Dios dentro de tu corazón. De otra manera, sólo seguirás el lenguaje de los hombres sobre Dios, y así adorarás al dios del hombre: el Anticristo.