jueves, 3 de septiembre de 2015

FRANCISCO: GNOSTICO Y PANTEISTA

FRANCISCO: GNOSTICO Y PANTEISTA
AMOROBRADELAVIDA
1. La fe no es “«una», en primer lugar, por la unidad del Dios conocido y confesado” (n. 47 – Lumen Fidei), sino que la fe es una por el Dios Revelado en Jesucristo: Uno en Tres Personas, que es el Misterio de la Santísima Trinidad, en el cual hay que creer para salvarse.
Francisco propone el Dios conocido y confesado. Ese Dios significa, en su herejía de la memoria fundante, el Dios que el hombre conoce con su razón y que lo encuentra en el universo, en las diversas culturas de los hombres, en los países del mundo, en las tradiciones que cada cual posea. Es un Dios que el hombre conoce con su razón y, por tanto puede ser cualquier dios que haya en el mundo. Y el hombre confiesa ese dios en su vida.Pero el Dios Revelado no se puede conocer con la razón humana, sino sólo con los ojos de la Fe. Sin esos ojos, el hombre ve los demás dioses y se queda con ellos. Sólo el que tiene fe puede decir que Dios es Tres Persona distintas con Una única Naturaleza. Pero no puede demostrarlo con la razón humana, con un planteamiento filosófico sobre Dios.


La teología moderna niega la Santísima Trinidad y quiere poner a Dios en el conocimiento que cada hombre tiene de Dios en su vida. Por eso, hay un dios para los ateos, otro para los budistas, otro para los judíos, otro para cualquier hombre en la tierra. De esta manera, se llega al panteísmo, es decir, todo es dios, somos dioses en nuestro interior, y el exterior es la divinidad que aparece cuando vivimos nuestro dios interior.
2. La fe no es “una porque se dirige al único Señor, a la vida de Jesús, a su historia concreta que comparte con nosotros.” (n. 47 – Lumen Fidei), porque la fe no es un camino, le fe no se dirige al único Señor, la fe no mira la vida de Jesús, la fe no es conocer la historia concreta de Jesús que comparte con cada hombre.
Jesús es el Camino, la fe no es un camino, sino que la fe es la misma Vida de Jesús. La fe no lleva a la vida de Jesús. La fe da la misma vida de Jesús.
Francisco habla así por su herejía de la memoria fundante en que la fe es un recuerdo, un traer a la memoria los datos de la vida de Jesús, entenderlos en la mente, es decir, sacar un conocimiento de ellos, y poner ese conocimiento en el presente de la persona y en el futuro de la Iglesia.
Entonces, con esta visión, Francisco predica la fe como camino, pero no como vida. La fe se dirige, camina hacia el Señor, hacia su vida, hacia su historia, que se puede ver en los hombres pobres, miserables, de nuestro tiempo.
La fe nunca dirige, porque es el amor el que lleva hacia Jesús, nunca la fe. La Fe es una vida: “En Él había Vida” (Jn 1, 4). La fe es la misma Vida del Verbo Encarnado. Y esa Vida es la que manifiesta Jesús: “Y la Vida se manifestó y la hemos visto” (1 Jn 1, 2). Pero esa visión de la Vida en Cristo es una visión traída por el amor en el alma del que cree. El que no cree no puede ver la Vida en Cristo, no puede vivir la misma Vida de Cristo, no puede obrar la misma Vida de Cristo.
“lo que hemos visto y oído os lo anunciamos” (1 Jn 1, 4): la predicación de la Palabra exige escuchar la Palabra de Dios. Y esa escucha es la Fe para el alma. Lo que escucha el alma no son una serie de pensamientos, de ideas, de sentimientos que Dios le da. Escuchar la Palabra de Dios es una Obra Divina, porque Su Palabra es Vida, que lleva a una Obra de Amor: “la fe si no tuviere obras, muerta está por sí misma” (St 2, 17). La fe no dirige, no señala unas obras humanas, sino que da una obra divina, que es el sello de la fe.
Francisco proclama las obras humanas en la nueva iglesia, no las obras divinas. Hay que recordar la vida de Cristo, hay que hacer lo que hizo Cristo, pero mirando el mundo, el espíritu del mundo, abriéndose a los hombres que están en el mundo y que viven, por sus circunstancias, como marginados de la sociedad, del bien común, de las riquezas humanas. Y en esos hombres está Cristo. Y, entonces, hay que ayudar a levantar a esos hombres, que socialmente están apartados del bien, para darles el bien que necesitan en sus vidas humanas: ”Me parece haber dicho antes que nuestro objetivo no es el proselitismo sino la escucha de las necesidades, de los deseos, de las desilusiones, de la desesperación, de la esperanza. Debemos devolver la esperanza a los jóvenes, ayudar a los viejos, abrirnos hacia el futuro, difundir el amor. Pobres entre los pobres. Debemos incluir a los excluidos y predicar la paz” (Francisco en el diario “La Repubblica”, 1 de octubre).
3. La fe no es “una sola, porque pasa siempre por el punto concreto de la encarnación, sin superar nunca la carne y la historia de Cristo, ya que Dios se ha querido revelar plenamente en ella” (n. 47 – Lumen Fidei). Francisco desvirtúa la enseñanza de San Ireneo sobre la fe.
La fe no se inicia en la Encarnación, sino en el Misterio de la Santísima Trinidad. Y la fe no pasa por la Encarnación, porque la Fe es la misma Encarnación del Hijo de Dios. Si se cree en el Dios Uno y Trino, se cree en el Hijo de Dios que se encarna en la Virgen. No son dos momentos en la historia del que cree. No es que primero tenga que creer en Dios y, después, creer en Jesús. La fe en Dios Uno y Trino es la misma fe en Cristo Jesús.
Como Francisco sitúa un punto de inflexión en la fe, entonces se queda en la misma herejía de los gnósticos que combatió San Ireneo. Francisco está enseñando en su encíclica lo mismo que enseñaron los gnósticos.
Para los gnósticos hay un dualismo en la fe: hay una fe en el Creador y otra distinta en el Redentor. Estas dos nacen del error en concebir la fe como un acto de conocimiento de Dios. La razón quiere buscar una idea para creer en Dios y otra para creer en Jesucristo.
Y la idea que encuentra para tener fe en Dios es una idea abstracta, difícil para los entendimientos de los hombres. Y la idea que encuentra para creer en Jesucristo es demasiado sencilla e inútil para la fe, porque se cree en el hombre, que es Jesús, pero no se cree en su Divinidad.
Francisco propone esta fe en Jesús, que “pasa siempre por el punto concreto de la encarnación, sin superar nunca la carne”, es decir, que se queda en la humanidad de Cristo Jesús, sin percibir Su Divinidad. Es la misma herejía gnóstica en Francisco.
Francisco, por tanto, niega la Divinidad de Jesús y sólo ve a Jesús como un hombre, como una persona humana, pero sin Persona Divina, que es la enseñanza de los gnósticos, porque –para ellos- la Encarnación es una mezcla entre lo humano y lo divino, algo mistérico, algo invisible, supersticioso, mágico.
Francisco, al enseñar esto, destruye la fe en Jesucristo y comienza a enseñar otro Cristo en su nueva iglesia.
Esto demuestra, una vez más, que Francisco no es un verdadero Papa, sino un Anti-Papa.
¡Tienen sus escritos y no saben leerlos con la mirada de la fe!. Entonces, ¿qué es la fe para muchos? ¿Qué es la fe para la Iglesia? Es claro, que no es lo que dice Francisco. Es claro, que no es lo que calla Roma.
La fe es mirar con los ojos de Cristo al hombre en su realidad espiritual y juzgarlo como lo juzga Cristo. Pero para tener esta fe, es necesario luchar contra los hombres que quieren imponer su fe, inventada en su caudal de conocimientos sobre Dios, sobre Cristo y sobre la Iglesia.
Aquí se lucha contra la necedad de tantos hombres que se creen superiores porque son más inteligentes en sus palabras que los demás. Aquí se dan las cosas claras para el que las quiere entender. Aquí se va al grano de lo que pasa en la Iglesia, y no se dicen medias mentiras o medias verdades para contentar la cabeza de Francisco y a aquellas mentes que lo siguen sin discernir ninguna verdad, que eso es lo que Francisco ha enseñado a la Iglesia para que la Iglesia no se oponga a lo que él pretende realizar con su memoria fundante en la Iglesia.
Los hombres de la Iglesia callan y dan un rodeo a las palabras de Francisco, porque tienen miedo de lo que hay detrás de Francisco: la masonería que gobierna a Francisco y a toda la Jerarquía Eclesiástica. Temor de los hombres porque han perdido el temor de Dios, y hacen de la Iglesia su nueva forma de dar culto al demonio usando, para ello, las cosas divinas que tiene la Iglesia. A eso se llama: satanismo.
El satanismo es sólo usar lo divino para el demonio. Misas Negras, oraciones diabólicas empleando las palabras del Credo, ritos litúrgicos donde se meten los mantras del demonio y toda clase de pensamientos positivos y negativos para dar a la nueva iglesia la adoración al Anticristo.
Con el gnosticismo de Francisco se abre la veda para el satanismo, porque eso es la nueva iglesia del Anticristo, que ha fundado Francisco: es dar culto a Satanás. Y, para ello, hay que poner la doctrina adecuada para ese culto.