Publicado por Revista Cabildo Nª114
Meses Julio Agosto 2015-3era.Época
CULTURALES
Ernesto R.ALOI
La "tinellización" de la política argentina
"PENOSA FARANDULIZACIÓN DE LA POLÍTICA"
PROMEDIANDO mayo, y con ocasión de la presencia de Mauricio Macri, Daniel Scioli y Sergio Massa -y sus respectivos imitadores-, en el programa del "Gran ShowMatch Tinelli", se produjo un democrático debate de opiniones que tuvo como protagonistas a algunos miembros del Episcopado Argentino, entre otros. Intento crítico, por cierto, que fustigó la "penosa farandulización de la política" ("Clarín", 21 de mayo de este año) y reclamaba de ciudadanos electores exigir "ideas y proyectos", "diálogos y consensos" a los distintos candidatos presidenciables, demandándoles si "se van a ocupar en serio de los pobres".
En suma, pareció una mini cruzada destinada a sacar la política de los farandulescos estudios de Canal 13 (del Grupo Clarín) para sentarla en la religiosa Mesa del Diálogo, guarecerla en la intimidad del Cuarto Oscuro y vigorizarla en los debates del Republicano Parlamento.
También yo, y para los lectores amigos de "Cabildo", me hago cargo del tema y espero decir una palabra sensata. Hablo de "tinellizacion de la política" y no de "farandulización de la política" y no se trata simplemente de explicar el todo por la parte. Marcelo Tinelli es la "flor y nata" de la mentada "farandulización".
Es el único personaje que suscita los fervores de politólogos encuestadores, de diseñadores de "chapa y pintura" (imagen) electoral y de gurúes del marketing político. Tinelli recoge poca repulsa genuina de la clase dirigente por miedo a quedar mal, no vaya a ser cosa que se de vuelta la taba y, tal vez, convenga, asesores mediante, darse una vueltita por el 13 para ensayar una salsa, una cumbia, un ritmo de rap o de reggae.
LA POLÍTICA "ESPECTÁCULO"
Poco inquietan estos profetas cuando intentan separar la "farándula" de la política. Parece necedad distinguir marketing de política, hoy, como hace el Episcopado argentino, puesto que la política contemporánea no es otra cosa que construcción de imagen, encuestas de opinión y marketing y, por fin, eslabón privilegiado de la lógica del espectáculo y de los medios de comunicación.
Nosotros no debiéramos ceder a estas cabriolas del lenguaje que pretenden distinguir "farandulización" -sustantivación abusiva- de política -sustantivo noble- como si pudiera imaginarse que fuera de los vestuarios, de las plumas y de las cámaras, hubiese en el presente una suerte de esencia genuina y de práctica veraz de la política nacional.
Y aunque Tinelli se haya convertido en el "gran elector", al decir del columnista Pablo. Sirven ("La Nación ", 17 de mayo) no creo que debamos rendirnos a las prácticas del lenguaje del "Gran Hermano" (de George Orwell en 1984) hablando de "farandulización" de la política sino sostener rotundamente que la política hoy es la farándua, el espectáculo, la imagen, el marketing y el spot publicitario. No es novedoso, con todo, el fenómeno de la espectacularización de la política, esto es, la conversión política en espectáculo.
Al menos desde la dédada del '40, y por diversos medio: distintos toques ideológicos el espectáculo se introdujo con fuerza poderosa en el carácter persasivo del discurso político.
Más cerca en el tiempo, matos de la televisión terminaron por colonizar la pálida y enfermiza política democrática mediatizándola y enlatándola para el masivo consumsmo de los espectadores.
Insisto en que se quedan cortos nuestros Obispos al pretender preservar algo así como una especie de sustancia inalterable de la partidaria y electoral, separable de la política espectáculo gobernada, ésta última, por la lógica de los segmentos de opinión pública y por el montaje de luz y sonido de los medios.
La entraña misma de la política espectáculo, cuya causa inexorable es la malévola necesidad de competir por el "número", comppota como escalón último el empleo de la imagen y de los medios para citar y vender" candidatos a mayor cantidad posible de votantes. El defecto está en la cuantificación la política y también lo está en las "trampas de ¡a imagen", al decir de Gustavp Thibon.
"El gran peligro de nuetra civilización de la imagen es que la ficción suplanta a la realidad y que incluso lo verdadero nos aparece, cada vez más, bajo el
ángulo y bajo la luz del espectáculo" (...)
En el espectáculo "el máximo de verdad coincide con el coeficiente más alto de apariencia" (...)
La conclusión inevitable de la espectacularización política, siguiendo a Thibon, es que "¡a virulencia del parecer se obtiene a costa de ¡a falsificación del ser".
La razón profunda del mal está en el vaciamiento ético y metafísico de la "praxis" política al haberla convertido, desfigurándola, en una maquinal y sofisticada "polesis".
La política, desde hace siglos, ha ido degenerando hacia una técnica cuantitativa abandonando así su estatuto de saber práctico y prudencial.
De allí que el problema no sea ni Tinelli ni la farándula sino la temible convicción de que seremos salvados por un sistema que predica las "elecciones como exigencia de compromiso ciudadano", la "responsabilidad del voto" y la "necesidad de informarse sobre ideas y proyectos", de parte de candidatos y de partidos.
Miopía y torpeza es decir que "la elección de gobernantes (...) no debe ser resultado del «marketing»" cuando debiera haberse dicho que la Política no ha de ser el resultado de elecciones.
GRANDES OLVIDOS EPISCOPALES Y EL "PATHOS" DEMOCRATISTA
No caben dudas de que tenemos convivados de piedra en el festín democrático de la Argentina actual. Son verdades mudas que nunca serán pronunciadas; y por innombradas serán ignoradas en futuros electorales por más que pasen los años y festejemos los doscientos años de la democracia argentina recuperada.
Cuatro verdades elementales y contundentes que la clase dirigente, civil y eclesiástica, se ha tornado incapaz de pronunciar con valor, con lucidez y reverencia. El bien común natural y sobrenatural del hombre argentino; el gobernante como hombre calificado por la virtud de la prudencia; el gobierno como ejercicio de una misión de servicio y aún de caridad; por último, la vida ciudadana como expresión de la amistad y de la concordia social.
La frivolidad de la política argentina actual 'consiste en haber promovido y aplaudido el triunfo del pathos por sobre el ethos y el logos que nos enseñaran los clásicos griegos. Pathos, en la Retórica de Aristóteles, es la consideración de las emociones y los sentimientos de la audiencia con vistas a constituir un discurso persuasivo.
Pero una cosa es suscitar pasiones dignas para el legítimo bien de la ciudad; otra es que una antojadiza sensibilidad mediatizada determine qué contenidos han de decirse, y cuáles no, y defina el perfil humano, íntimo y familiar, de candidatos que han de ser buenos sólo porque son "como nosotros".
En la consideración de los clásicos, ethos no significaba una apariencia de bondad sino, efectivamente, el ser bueno. Para los maestros antiguos, ethos exigía del orador, de quien comunica y de la autoridad en general, el estado de virtud y de ningún modo la imagen, el artificio o la estrategia. Y logos., por último, significaba el mensaje, los contenidos veraces del discurso político.
Pero si es verdad que la política actual, espectacularización mediante, se ha convertido en la tiránica seducción de la plebe -sea esto por la "dictadura populista", sea por la "república democrática"- luego entonces la política subsiste desnaturalizada de su auténtico estatuto ontológico.
Pero esta política del cuarto oscuro y del marketing es la política de la filosofía moderna construida según categorías revolucionarias y no según la filosofía occidental y cristiana que, al decir de Jordán Bruno Genta, enseñó a "legislar con Caridad y a gobernar con sentido misional".
Muy otra fue la política que enseñaron y por la que murieron nuestros compatriotas y maestros Jordán Bruno Genta y Carlos Alberto Sacheri. De allí que penosa me parezca la tediosa farandulización de la política pero más penoso aún me resulta el farandulesco discurso episcopal argentino sobre nuestra política. •
También yo, y para los lectores amigos de "Cabildo", me hago cargo del tema y espero decir una palabra sensata. Hablo de "tinellizacion de la política" y no de "farandulización de la política" y no se trata simplemente de explicar el todo por la parte. Marcelo Tinelli es la "flor y nata" de la mentada "farandulización".
Es el único personaje que suscita los fervores de politólogos encuestadores, de diseñadores de "chapa y pintura" (imagen) electoral y de gurúes del marketing político. Tinelli recoge poca repulsa genuina de la clase dirigente por miedo a quedar mal, no vaya a ser cosa que se de vuelta la taba y, tal vez, convenga, asesores mediante, darse una vueltita por el 13 para ensayar una salsa, una cumbia, un ritmo de rap o de reggae.
LA POLÍTICA "ESPECTÁCULO"
Poco inquietan estos profetas cuando intentan separar la "farándula" de la política. Parece necedad distinguir marketing de política, hoy, como hace el Episcopado argentino, puesto que la política contemporánea no es otra cosa que construcción de imagen, encuestas de opinión y marketing y, por fin, eslabón privilegiado de la lógica del espectáculo y de los medios de comunicación.
Nosotros no debiéramos ceder a estas cabriolas del lenguaje que pretenden distinguir "farandulización" -sustantivación abusiva- de política -sustantivo noble- como si pudiera imaginarse que fuera de los vestuarios, de las plumas y de las cámaras, hubiese en el presente una suerte de esencia genuina y de práctica veraz de la política nacional.
Y aunque Tinelli se haya convertido en el "gran elector", al decir del columnista Pablo. Sirven ("La Nación ", 17 de mayo) no creo que debamos rendirnos a las prácticas del lenguaje del "Gran Hermano" (de George Orwell en 1984) hablando de "farandulización" de la política sino sostener rotundamente que la política hoy es la farándua, el espectáculo, la imagen, el marketing y el spot publicitario. No es novedoso, con todo, el fenómeno de la espectacularización de la política, esto es, la conversión política en espectáculo.
Al menos desde la dédada del '40, y por diversos medio: distintos toques ideológicos el espectáculo se introdujo con fuerza poderosa en el carácter persasivo del discurso político.
Más cerca en el tiempo, matos de la televisión terminaron por colonizar la pálida y enfermiza política democrática mediatizándola y enlatándola para el masivo consumsmo de los espectadores.
Insisto en que se quedan cortos nuestros Obispos al pretender preservar algo así como una especie de sustancia inalterable de la partidaria y electoral, separable de la política espectáculo gobernada, ésta última, por la lógica de los segmentos de opinión pública y por el montaje de luz y sonido de los medios.
La entraña misma de la política espectáculo, cuya causa inexorable es la malévola necesidad de competir por el "número", comppota como escalón último el empleo de la imagen y de los medios para citar y vender" candidatos a mayor cantidad posible de votantes. El defecto está en la cuantificación la política y también lo está en las "trampas de ¡a imagen", al decir de Gustavp Thibon.
"El gran peligro de nuetra civilización de la imagen es que la ficción suplanta a la realidad y que incluso lo verdadero nos aparece, cada vez más, bajo el
ángulo y bajo la luz del espectáculo" (...)
En el espectáculo "el máximo de verdad coincide con el coeficiente más alto de apariencia" (...)
La conclusión inevitable de la espectacularización política, siguiendo a Thibon, es que "¡a virulencia del parecer se obtiene a costa de ¡a falsificación del ser".
La razón profunda del mal está en el vaciamiento ético y metafísico de la "praxis" política al haberla convertido, desfigurándola, en una maquinal y sofisticada "polesis".
La política, desde hace siglos, ha ido degenerando hacia una técnica cuantitativa abandonando así su estatuto de saber práctico y prudencial.
De allí que el problema no sea ni Tinelli ni la farándula sino la temible convicción de que seremos salvados por un sistema que predica las "elecciones como exigencia de compromiso ciudadano", la "responsabilidad del voto" y la "necesidad de informarse sobre ideas y proyectos", de parte de candidatos y de partidos.
Miopía y torpeza es decir que "la elección de gobernantes (...) no debe ser resultado del «marketing»" cuando debiera haberse dicho que la Política no ha de ser el resultado de elecciones.
GRANDES OLVIDOS EPISCOPALES Y EL "PATHOS" DEMOCRATISTA
No caben dudas de que tenemos convivados de piedra en el festín democrático de la Argentina actual. Son verdades mudas que nunca serán pronunciadas; y por innombradas serán ignoradas en futuros electorales por más que pasen los años y festejemos los doscientos años de la democracia argentina recuperada.
Cuatro verdades elementales y contundentes que la clase dirigente, civil y eclesiástica, se ha tornado incapaz de pronunciar con valor, con lucidez y reverencia. El bien común natural y sobrenatural del hombre argentino; el gobernante como hombre calificado por la virtud de la prudencia; el gobierno como ejercicio de una misión de servicio y aún de caridad; por último, la vida ciudadana como expresión de la amistad y de la concordia social.
La frivolidad de la política argentina actual 'consiste en haber promovido y aplaudido el triunfo del pathos por sobre el ethos y el logos que nos enseñaran los clásicos griegos. Pathos, en la Retórica de Aristóteles, es la consideración de las emociones y los sentimientos de la audiencia con vistas a constituir un discurso persuasivo.
Pero una cosa es suscitar pasiones dignas para el legítimo bien de la ciudad; otra es que una antojadiza sensibilidad mediatizada determine qué contenidos han de decirse, y cuáles no, y defina el perfil humano, íntimo y familiar, de candidatos que han de ser buenos sólo porque son "como nosotros".
En la consideración de los clásicos, ethos no significaba una apariencia de bondad sino, efectivamente, el ser bueno. Para los maestros antiguos, ethos exigía del orador, de quien comunica y de la autoridad en general, el estado de virtud y de ningún modo la imagen, el artificio o la estrategia. Y logos., por último, significaba el mensaje, los contenidos veraces del discurso político.
Pero si es verdad que la política actual, espectacularización mediante, se ha convertido en la tiránica seducción de la plebe -sea esto por la "dictadura populista", sea por la "república democrática"- luego entonces la política subsiste desnaturalizada de su auténtico estatuto ontológico.
Pero esta política del cuarto oscuro y del marketing es la política de la filosofía moderna construida según categorías revolucionarias y no según la filosofía occidental y cristiana que, al decir de Jordán Bruno Genta, enseñó a "legislar con Caridad y a gobernar con sentido misional".
Muy otra fue la política que enseñaron y por la que murieron nuestros compatriotas y maestros Jordán Bruno Genta y Carlos Alberto Sacheri. De allí que penosa me parezca la tediosa farandulización de la política pero más penoso aún me resulta el farandulesco discurso episcopal argentino sobre nuestra política. •