sábado, 5 de septiembre de 2015

¿QUÉ HAY DETRÁS DE LOS CONFLICTOS RUSIA/OCCIDENTE?


¿QUÉ HAY DETRÁS DE LOS CONFLICTOS RUSIA/OCCIDENTE?


LO QUE SE ESCONDE DETRÁS DE LOS CONFLICTOS ENTRE RUSIA Y OCCIDENTE

Por Fernando Roqué 

 Viendo el engaño en el que caen tantos con respecto a Rusia y su rol en los acontecimientos de hoy, y los terribles que en breve se avizoran, pongo a consideración de los lectores del blog la información aportada por Brandon Smith, difundida en conferencias y en diversos medios alternativos. El presente artículo, uno de los muchos que de este autor han aparecido en Internet, resume en forma breve y clara lo que se esconde detrás de las apariencias de un enfrentamiento entre Rusia y Occidente. Y si bien el análisis de Smith es limitado en la medida en que prescinde de la dimensión teológica espiritual como motivación última de los hechos históricos, y por ello deja sin explicación las instancias más profundas del secreto acuerdo entre los poderes en pugna, su atenta  observación de los datos empíricos lo lleva a formular un juicio acertado, cuando habla de los verdaderos propósitos que se esconden detrás de las apariencias.

 No obstante, a pesar de tal limitación y de no ser lo más importante que se haya dicho sobre el tema, en su propio nivel de análisis, lo que B. Smith describe tiene su innegable valor, en cuanto descorre el velo que oculta lo que el verdadero poder no quiere se sepa. Por lo demás, lo que Smith revela no es tampoco algo nuevo. Por el contrario, sus denuncias no hacen sino corroborar algo desconocido por el gran público, pero no para quienes indagan con alertado espíritu crítico los verdaderos entresijos del acontecer histórico. En efecto, para quien no ignora la historia de los últimos cien años, y tiene presente los principales eslabones de una cadena cuyo inicio podemos situar hace exactamente un siglo, cual es  el financiamiento de la revolución bolchevique de 1917 por la banca judía de los EEUU[1], y se continúa con la ayuda consistente en cuantiosos pertrechos bélicos enviados por la mismísima Casa Blanca a la Rusia de Stalin, en un momento sumamente crítico de inminente derrumbe del frente de combate de los soviets, y sin los cuales la Rusia soviética y estalinista no habría podido mantenerse en pie en el concierto de las naciones, y mucho menos alcanzar más tarde el rango de superpotencia, incluso nuclear, no se puede llamar a engaño sobre lo que se oculta detrás de las apariencias. Y menos si tiene en cuenta los otros eslabones  de la mencionada cadena, constituidos por el ‘reparto’ del mundo llevado a cabo en la Conferencia-acuerdo de Yalta (1945), que podríamos  definir como el primer ‘acto’ desembozado de la oculta élite sinárquica, y treinta años más tarde el pacto de Helsinki (1975), que tiene lugar como expresión ‘institucional’ de un reacomodamiento de las ‘piezas del tablero’, en vistas de los últimos pasos decisivos para la instauración de la unidad política, económica y religiosa en el mundo.   
 Lo que ha sucedido luego, es que tras el supuesto ‘colapso’ del comunismo y el  consiguiente desmembramiento de la Unión Soviética, seguidos por la pretendida transformación (o perestroika) impulsada por Mikhaíl Gorbachov a inicios de la década del 90, muchos se tragaron el anzuelo y pensaron que Rusia había dejado atrás para siempre la ideología que sustentaba su régimen comunista, cuando he aquí que se trataba más bien –habida cuenta de su fracaso en cuanto modelo económico y social- de un más que oportuno cambio estratégico, entendido como un reacomodamiento general de las estructuras del poder, pero sin abandonar los principios fundamentales del marxismo-leninismo. Basta saber que fue Gorbachov uno de los primeros políticos -si no el primero- del Este, que predicó abiertamente sobre la necesidad de un solo gobierno mundial. Se conoce también su amplia participación en los foros mundialistas de los EEUU, en los que frecuentemente es invitado a exponer sus principios globalistas.
 He tenido la ocasión de leer algunos comentarios, por otra parte de buena pluma, caracterizados por una fuerte inclinación admirativa hacia Putin, a partir de algunas declaraciones del mismo en las que se muestra firme y decidido en sus ideas restauracionistas, frente a un Occidente francamente decadente, partidario de abrir el juego geopolítico hacia la multipolaridad, y por lo mismo en abierta contraposición con la unipolaridad de los Estados Unidos; astuto y a la vez audaz a la hora de mover los trebejos en el tablero de la geopolítica mundial, en fin, como el líder que Europa, Occidente y el mundo esperan y necesitan. Esta imagen, hábilmente diseñada y resaltada por la prensa pro-rusa ante la opinión pública mundial, sin duda que opaca a los gobernantes y dirigentes del mundo occidental, los cuales por contraste aparecen como desprovistos de poder y de autoridad, cuando no lisa y llanamente, en algunos casos, desvirilizados
 Pero lo que más sorprende de esos comentaristas y analistas a los que aludo, es que los mismos, hasta hace muy poco, alertaban a los desprevenidos sobre el peligro entrañado en la sutil pinza dialéctica, consistente en el clásico esquema: tesis, antítesis, síntesis, por medio de la cual las potencias mundialistas procuran arrastrarnos al más completo engaño y sometimiento.
 Quizás a los tales les falte conocer las bases de la ideología en la que sustenta su discurso el líder del Kremlin. Al efecto, se sabe que quien le suministra los ‘elementos’ fundamentales de su ideología, principio de su praxis política y de sus concepciones geopolíticas es Alexander Dugin, el cerebro que pergeña y motoriza las acciones y estrategias del líder ruso.      Por cierto, no es éste el momento para extenderme sobre este siniestro personaje, que como un moderno Rasputin, representa un aspecto del poder en las sombras. Baste tan sólo con saber que se atribuye la autoría de la llamada ‘Cuarta teoría política’Este dato a muchos no les dirá nada si no reparan en que tal doctrina pretende ser una síntesis del pensamiento político griego, particularmente de Platón, y las ideas de Heidegger en torno a la noción de Dasein. Pero lo que en realidad constituye la construcción teórica de Dugin, se parece más a un retorno al pensamiento de la izquierda hegeliana, al que le ha anexado el Dasein heideggeriano. En efecto, sabido es que en su obra Sein und Zeit (El Ser y el Tiempo), el filósofo alemán funda las bases de una  renovada doctrina existencialista -frente a la vertiente existencial de un Sartre, predominante hasta el momento-, en base a la noción de Dasein(ser-ahí). Dugin, por su parte toma esta idea de Heidegger, básicamente centrada en el individuo como auténtico portador de la existencia, y la extiende sin más al cuerpo social. Dicho brevemente, Dugin lleva a cabo una suerte de socialización del Dasein heideggeriano. Junto a esta idea base, propone un ‘rescate’ de aquellos elementos válidos –en su opinión- presentes en las ideologías precedentes, particularmente el socialismo y el fascismo, desechando todo aquello que las llevó al fracaso. Lograda así, en la mirada de Dugin, la síntesis, propone su doctrina como superadora “desde arriba” –como lo expresa- no sólo de las mencionadas construcciones ideológicas, sino en particular y por sobre todo del neo-liberalismo, cuya destrucciónconstituye el paso previo imprescindible para la instauración de la Cuarta teoría política. Sin desconocer que es preciso un análisis detenido y fino de esta -en apariencia- novedosa e inquietante construcción filosófico-política, huelga decir lo que esto implica desde ya en cuanto a la concepción inmanente del hombre y la historia, con su ineluctable secuencia lógica consistente en la construcción de un orden social con fines intrahistóricos, que nada tiene que ver por cierto con el orden cristiano. Antes bien, tiene los visos de ser una hábil estratagema para revigorizar, desde presupuestos más amplios, la voluntad de dominio de la ideología marxista, para ser instaurada esta vez como Nomos definitivo en toda la vastedad del globo. 
 Así pues, a despecho de los discursos en boca del líder ruso, en los que por un lado se enumeran –fácil es hacerlo- los ‘morbos’ morales que infectan la sociedad occidental, y por otro se resalta el valor de la tradición y la cultura, al tiempo que se proclama el respeto por las identidades nacionales y culturales y su autonomía, lo que se esconde cuidadosamente es el verdadero rostro del Eurasianismo, nuevo modelo de ordenamiento geopolítico bajo la égida de Moscú, por cierto; y con proyección mundial desde luego. En otras palabras, la doctrina que informa la praxis política y las estrategias aplicadas a las realidades geopolíticas globales, tal como se deja entrever en la conducción del Kremlin (Putin-Dugin, o mejor Dugin-Putin) no es ajena al viejo profetismo mesiánico, espíritu que como se sabe, es el motor final del marxismo-leninismo, y cuyo sentido final consiste en la instauración del Paraíso en la tierra. 
 Esto lo supieron  ver con claridad algunos espíritus alertados, sin dejarse engañar por las apariencias ni llevarse por la capciosa y masiva propaganda de los grandes medios, de uno y otro lado. Entre éstos cabe mencionar a Hubert Bassot, que en su Du nouveau à l’Est, niet!, obra poco o nada mediatizada, pero de referencia indispensable para comprender el nuevo ‘juego’ geopolítico mundialista desplegado por el Kremlin, expone su pensamiento al respecto [2].
Otro que no se llamó a engaño fue el siempre lúcido P. Malachi Martin, el cual en su obra Le déclin et la chute de l’Église Romaine (Ed. Exergue, 1997), trae a cuento la visión profética de Pio XII con respecto al futuro progreso del marxismo en Occidente y en el mundo.
Como también lo advirtió antes el Dr. C. Disandro en varios de sus trabajos, especialmente en el opúsculo Imperio mundial, Revolución mundial y fuerzas nacionalesen donde explica básicamente que la Revolución, representada por Rusia, invade semánticamente todo el campo del Imperio, representado por EEUU; y ambos, a través del conflicto van generando la confluencia sinárquica que tiene por meta la instauración de un único gobierno mundial, un único imperio planetario, en el que la humanidad entera se verá sometida a la esclavitud de un solo nomos, la ley del Án-nomos.[3]
 Con todo, es preciso entender que los que gobiernan no son en realidad aquéllos que detentan las magistraturas políticas, trátese de un Obama o un Putin, sino la cúpula del poder oculto, el que siempre se mueve detrás de las bambalinas, como decía Disraeli. Y éste mismo según un esquema jerárquico de círculos concéntricos, en cuyo centro se encuentra el supremo consejo iniciático, por donde se canalizan las ‘energías’ luciferinas, luego participadas a los diferentes órdenes o círculos de poder:, Rounde Table, Fabian Society, Pilgrims Society, el R.I.I.A (Royal Institute of International Affairs), el I.I.S.S.(International Institute for Strategies Studies), el C.F.R.(Council on Foreing Relations), el Atlantic Institute, el ‘Club’ Bilderberg, la Trilateral Commision, sin olvidar los ‘think tanks’ (o incubadoras de ideas) conformados por laLogia de Pasadena y la Logia o Gnosis de Princeton; y muchos otros organismos mundialistas menos conocidos pero no por ello menos operantes. También cabe hacer mención aquí,  como tentáculo operativo del poder oculto, a la influyente logia judía B’nai Berith, que tanto ha tenido que ver en los sucesos claves de la Roma apóstata, contando para sus ‘operaciones’ en el seno de la misma con la cooperación de numerosos falsos obispos, falsos cardenales y por cierto de la serie ya de seis impostores sentados en la Sede de Pedro.  
 Así pues, en la hora presente, ninguno de los poderes visibles constituidos al frente de las naciones, tanto del Este como de Occidente, representa una alternativa posible para los pueblos, frente a los designios de dominación mundial y esclavización global por cuenta de aquella red oculta de poder, en la misma medida en que son instrumentos de la misma. Es decir que toda guerra, sea regional o continental, convencional o nuclear, que se desarrolle en adelante ante nuestros ojos, tendrá significado como un giro concentracionista más, como un paso adelante en la construcción  del mencionado régimen de dominio unificado en toda la vastedad del orbe.
 Frente a esto, como acabamos de mencionar, es corriente hoy la opinión en muchos círculos bienpensantes acerca de que  Rusia representa la única alternativa de un posible triunfo sobre las fuerzas conjugadas de un Occidente liberal, capitalista, pervertido y pervertidor de las naciones. Nada más errado, pues si es cierto que dichas fuerzas representan, en clave de lectura apocalíptica, la Babilonia pueblo o civilización, en tanto que EEUU y Nueva York significan lo que el Apocalipsis designa como la Gran Babilonia, nación y ciudad respectivamente; no es menos cierto que la Revolución mundial, cuya más abisal manifestación hasta el presente lo constituye la revolución nihilista bolchevique, claro que sagazmente metamorfoseada hoy en día por su inspirador y motorizador, el Ángel del Abismo, con el ropaje de una versión renovada del viejo imperio zarista, la que rescataría sus valores tradicionales  junto a su indumento regio, imperial, pero vaciado eso sí de la fe en Cristo, y al que se lo presenta como  capaz de instaurar los valores, principios y virtudes abandonados hace tiempo por Occidente, se puede sin culpa interpretar simbolizada por la Bestia escarlata sobre la que está sentada justamente la Ramera, según la visión de San Juan (Ap. 17).
 Es preciso entender, pues, que la opción que hoy se plantea, entre un Occidente pleno en toda clase de abominaciones, con las que ha contaminado al mundo entero (Ap..17 y 18), y una Rusia que de triunfar sobre tal enemigo, podría ser el comienzo de un resurgimiento del derecho y la justicia en el mundo, el imperio de los valores tradicionales y las virtudes que hicieron viriles y fuertes a los pueblos, es un engaño seductor, que lleva el sello del Seductor y Engañador por excelencia del género humano, propio de estos tiempos de apostasía y nihilismo en el mundo.
 No por nada en las últimas revelaciones, Fátima y Garabandal, Nuestra Señora ha dicho que Rusia esparciría sus errores por todo el mundo, en la medida en que no se hiciera caso de sus demandas. Para todos está claro, pues, que no se cumplió con sus pedidos, como reiteradamente ha expresado su queja en ese sentido.
 Por resultar congruente con lo que he expuesto, corroborado por los anuncios de la Virgen en cuanto a que una Rusia no convertida llegaría un día a ser el azote de Dios para una humanidad impenitente, no quisiera cerrar estas breves líneas introductorias sin hacer mención de los dos pasajes del Apocalipsis que parecieran confirmar, esta vez desde la luz de la Revelación canónica, tal interpretación. 
 En el primero de esos pasajes leemos:”Y el sexto ángel tocó la trompeta, y oí salir de los cuatro cuernos del altar de oro, que está delante de Dios, que decía al sexto ángel, que tenía la trompeta: <<Suelta a los cuatro ángeles que están atados junto al río Éufrates>>. Y fueron soltados los cuatro ángeles, que estaban preparados para la hora, el día, el mes y el año, para matar la tercera parte de los hombres. Y el número de los ejércitos de la caballería se contaba por centenares de millones: oí su número.” (Ap., IX, 13-16).
 El P. Castellani, en su comentario del Apocalipsis, interpreta que “los cuatro Ángeles atados más allá del Éufrates son cuatro reyes o reinos de Oriente, presumiblemente Rusia, China, India e Irán”.
 Y el segundo texto sagrado dice: “Y el sexto[ángel] derramó su copa sobre el gran río Éufrates, y su cauce se secó, para que se aparejase el camino de los reyes procedentes del sol naciente” (Ap. XVI, 12).
 También aquí ve el P. Castellani aludida la que él llama la Gran Guerra o Guerra de los Continentes, y dice: “Esta Frasca Sexta pues allana el camino al Oriente en armas contra el Occidente”. Apoya el Padre su parecer en la opinión de San Agustín, el cual, siguiendo a su maestro Lactancio, afirma taxativamente que “tras de ser quitado de la tierra el nombre romano, el Imperio volverá al Asia y de nuevo dominará el Oriente, y el Occidente servirá…”. Y en un  pasaje de las Institutiones divinae, del mismo Lactancio, leemos: “De repente se levantará un Potentísimo, surgido del Asia, el cual, dominados tres asiáticos, hará alianza con los otros Reyes, y se constituirá en cabeza del mundo. Éste vejará a la tierra con un dominio inaguantable…” Se refiere obviamente al Anticristo.
 Así pues, la humanidad está al borde del abismo de una autodestrucción sin precedentes, en el que millones y millones pueden morir de un instante a otro como consecuencia directa del acontecer bélico, amén de la brusca interrupción de innumerables procesos biológicos en todo el planeta, por lapsos impredecibles, a consecuencia de las intensas radiaciones. 
 Es preciso, entonces, tener muy en claro que los únicos ganadores de un eventual enfrentamiento termonuclear, no han de ser ni Rusia ni Occidente, ni ningún pueblo sobre la tierra, sino los que vienen pergeñando desde hace ya largo tiempo, con perfecta y perversa constancia diabólica, este proyecto de dominio mundial.
 [1] “El 14 de febrero de 1916 se celebró en Nueva York un Congreso de   las Organizaciones Revolucionarias Rusas, alentadas e inspiradas por inteligentes israelitas. El magnate judío-americano Jacobo Schiff era uno de los que costeaban los gastos de estos trabajos políticos; ayudaba particularmente a León Trotsky, también israelita. Otros banqueros judíos, tales como Kuhn Loeb, Félix Warburg, Otto Kahn, Mortimer Schiff y Olef Ashberg, daban también su ayuda económica desde Nueva York.”(Salvador Borrego: Derrota Mundial, p. 20). 
 [2] “Sobre la base de documentos publicados en inglés por un desertor de los servicios secretos rusos, nos ofrece un análisis  que permite comprender la <<lógica del sistema didáctico>>, de la glasnost hasta la perestroika, que desemboca en la organización del nuevo espacio europeo, expresión de la etapa final del complot capitalista-marxista.”(Cita tomada de L’Église Éclipsée, p. 163). 
[3] “¿Qué es la revolución mundial? Lo digo en dos palabras, cargadas de gravedad contemporánea: es una religión y por ende es una semántica que la formula, la sostiene, la expande, la universaliza. ¿Qué es el imperio mundial? Ahora, en este tercio que resta de la segunda mitad del siglo XX, es el poder que con la técnica prodigiosa quiere formular o reformular la semántica bíblica. La diferencia es categórica: el Imperio de Reagan [Este trabajo fue elaborado en 1985] reformula la profecía desde el hecho tecnocrático, y el reaganismo es un grandioso proyecto fáustico, trocado en utopía liberal por influencia del cristianismo pietista de EEUU. La revolución de Moscú es una profecía veterotestamentaria que se funda en la misión renovadora y revolucionaria de la profecía. Esa revolución está dentro del Imperio de Reagan, mientras que la semántica de Moscú es el espacio inteligible mayor que engloba la utopía del dorado mundo propuesto por el presidente norteamericano”[Reagan].
  “El Imperio mundial se construye por decisiones fácticas, porque según esta línea utópica, profética, racionalista, sin fronteras para el hombre ni para la mente, hecho sobre hecho, invasión sobre invasión, ayuda sobre ayuda, nave espacial más nave espacial, producirá como ladrillo sobre ladrillo la casa que habita ese imperium. En frente se yergue la respuesta de la revolución mundial, que impregna la vasta extensión y  fronteras de este imperio, como el agua que embebe una esponja” (Carlos A Disandro: Imperio mundial, Revolución mundial y Fuerzas nacionales, 1985). 
 De entre la numerosa bibliografía concerniente al poder detrás de las bambalinas, como obras de referencia pueden consultarse con provecho  La Trilatérale et les secrets du Mondialisme, obra prologada por Henry Coston, y L’irrésistible expansión du mondialismeambas debidas a la pluma de Yan Moncomble; como también  El Nuevo orden mundial, de Javier Losano.

                                                                          Fernando Roqué