¿QUÉ HAY DETRÁS DE LOS CONFLICTOS RUSIA/OCCIDENTE?
LO QUE SE ESCONDE DETRÁS DE LOS CONFLICTOS ENTRE RUSIA Y OCCIDENTE
Por Fernando Roqué
Viendo
el engaño en el que caen tantos con respecto a Rusia y su rol en los
acontecimientos de hoy, y los terribles que en breve se avizoran, pongo a
consideración de los lectores del blog la información aportada por
Brandon Smith, difundida en conferencias y en diversos medios
alternativos. El presente artículo, uno de los muchos que de este autor
han aparecido en Internet, resume en forma breve y clara lo que se
esconde detrás de las apariencias de un enfrentamiento entre Rusia y
Occidente. Y si bien el análisis de Smith es limitado en la medida en
que prescinde de la dimensión teológica y espiritual como
motivación última de los hechos históricos, y por ello deja sin
explicación las instancias más profundas del secreto acuerdo entre los
poderes en pugna, su atenta observación de los datos empíricos lo lleva
a formular un juicio acertado, cuando habla de los verdaderos
propósitos que se esconden detrás de las apariencias.
No
obstante, a pesar de tal limitación y de no ser lo más importante que
se haya dicho sobre el tema, en su propio nivel de análisis, lo que B.
Smith describe tiene su innegable valor, en cuanto descorre el velo que
oculta lo que el verdadero poder no quiere se sepa. Por lo demás, lo que
Smith revela no es tampoco algo nuevo. Por el contrario, sus denuncias
no hacen sino corroborar algo
desconocido por el gran público, pero no para quienes indagan con
alertado espíritu crítico los verdaderos entresijos del acontecer
histórico. En efecto, para quien no ignora la historia de los últimos
cien años, y tiene presente los principales eslabones de una cadena cuyo
inicio podemos situar hace exactamente un siglo, cual es el
financiamiento de la revolución bolchevique de 1917 por la banca judía
de los EEUU[1], y se continúa con la ayuda consistente en cuantiosos
pertrechos bélicos enviados por la mismísima Casa Blanca a la Rusia de
Stalin, en un momento sumamente crítico de inminente derrumbe del frente
de combate de los soviets, y sin los cuales la Rusia soviética y
estalinista no habría podido mantenerse en pie en el concierto de las
naciones, y mucho menos alcanzar más tarde el rango de superpotencia,
incluso nuclear, no se puede llamar a engaño sobre lo que se oculta
detrás de las apariencias. Y menos si tiene en cuenta los otros
eslabones de la mencionada cadena, constituidos por el ‘reparto’
del mundo llevado a cabo en la Conferencia-acuerdo de Yalta (1945), que
podríamos definir como el primer ‘acto’ desembozado de la oculta élite
sinárquica, y treinta años más tarde el pacto de Helsinki (1975), que
tiene lugar como expresión ‘institucional’ de un reacomodamiento de las
‘piezas del tablero’, en vistas de los últimos pasos decisivos para la
instauración de la unidad política, económica y religiosa en el mundo.
Lo
que ha sucedido luego, es que tras el supuesto ‘colapso’ del comunismo y
el consiguiente desmembramiento de la Unión Soviética, seguidos por la
pretendida transformación (o perestroika)
impulsada por Mikhaíl Gorbachov a inicios de la década del 90, muchos
se tragaron el anzuelo y pensaron que Rusia había dejado atrás para
siempre la ideología que sustentaba su régimen comunista, cuando he aquí
que se trataba más bien –habida cuenta de su fracaso en cuanto modelo
económico y social- de un más que oportuno cambio estratégico, entendido
como un reacomodamiento general de las estructuras del poder, pero sin
abandonar los principios fundamentales del marxismo-leninismo. Basta
saber que fue Gorbachov uno de los primeros políticos -si no el primero-
del Este, que predicó abiertamente sobre la necesidad de un solo
gobierno mundial. Se conoce también su amplia participación en los foros
mundialistas de los EEUU, en los que frecuentemente es invitado a
exponer sus principios globalistas.
He
tenido la ocasión de leer algunos comentarios, por otra parte de buena
pluma, caracterizados por una fuerte inclinación admirativa hacia Putin,
a partir de algunas declaraciones del mismo en las que se muestra firme y decidido en sus ideas restauracionistas, frente a un Occidente francamente decadente, partidario de abrir el juego geopolítico hacia la multipolaridad, y por lo mismo en abierta contraposición con la unipolaridad de los Estados Unidos; astuto y a la vez audaz a la hora de mover los trebejos en el tablero de la geopolítica mundial, en fin, como el líder que Europa, Occidente y el mundo esperan y necesitan. Esta imagen, hábilmente diseñada y resaltada por la prensa pro-rusa ante la opinión pública mundial, sin duda que opaca a los gobernantes y dirigentes
del mundo occidental, los cuales por contraste aparecen como
desprovistos de poder y de autoridad, cuando no lisa y llanamente, en
algunos casos, desvirilizados.
Pero
lo que más sorprende de esos comentaristas y analistas a los que aludo,
es que los mismos, hasta hace muy poco, alertaban a los desprevenidos
sobre el peligro entrañado en la sutil pinza dialéctica, consistente en
el clásico esquema: tesis, antítesis, síntesis, por medio de la cual las
potencias mundialistas procuran arrastrarnos al más completo engaño y
sometimiento.
Quizás
a los tales les falte conocer las bases de la ideología en la que
sustenta su discurso el líder del Kremlin. Al efecto, se sabe que quien
le suministra los ‘elementos’ fundamentales de su ideología, principio
de su praxis política y de sus concepciones geopolíticas es Alexander
Dugin, el cerebro que pergeña y motoriza las acciones y estrategias del
líder ruso. Por cierto, no es éste el momento para extenderme sobre
este siniestro personaje, que como un moderno Rasputin, representa un
aspecto del poder en las sombras. Baste tan sólo con saber que se
atribuye la autoría de la llamada ‘Cuarta teoría política’. Este dato a
muchos no les dirá nada si no reparan en que tal doctrina pretende ser
una síntesis del pensamiento político griego, particularmente de Platón,
y las ideas de Heidegger en torno a la noción de Dasein. Pero lo que en
realidad constituye la construcción teórica de Dugin, se parece más a
un retorno al pensamiento de la izquierda hegeliana, al que le ha
anexado el Dasein heideggeriano. En efecto, sabido es que en su obra Sein und Zeit (El
Ser y el Tiempo), el filósofo alemán funda las bases de una renovada
doctrina existencialista -frente a la vertiente existencial de un
Sartre, predominante hasta el momento-, en base a la noción de Dasein(ser-ahí). Dugin, por su parte toma esta idea de Heidegger, básicamente centrada en el individuo como auténtico portador de la existencia, y la extiende sin más al cuerpo social. Dicho brevemente, Dugin lleva a cabo una suerte de socialización del Dasein heideggeriano. Junto a esta idea base, propone un ‘rescate’ de aquellos elementos válidos –en su opinión- presentes
en las ideologías precedentes, particularmente el socialismo y el
fascismo, desechando todo aquello que las llevó al fracaso. Lograda así,
en la mirada de Dugin, la síntesis, propone su doctrina como superadora
“desde arriba” –como lo expresa- no sólo de las mencionadas
construcciones ideológicas, sino en particular y por sobre todo del
neo-liberalismo, cuya destrucciónconstituye el paso previo imprescindible para la instauración de la Cuarta teoría política. Sin
desconocer que es preciso un análisis detenido y fino de esta -en
apariencia- novedosa e inquietante construcción filosófico-política,
huelga decir lo que esto implica desde ya en cuanto a la concepción
inmanente del hombre y la historia, con su ineluctable secuencia lógica
consistente en la construcción de un orden social con fines
intrahistóricos, que nada tiene que ver por cierto con el orden
cristiano. Antes bien, tiene los visos de ser una hábil estratagema para
revigorizar, desde presupuestos más amplios, la voluntad de dominio de la ideología marxista, para ser instaurada esta vez como Nomos definitivo en toda la vastedad del globo.
Así
pues, a despecho de los discursos en boca del líder ruso, en los que
por un lado se enumeran –fácil es hacerlo- los ‘morbos’ morales que
infectan la sociedad occidental, y por otro se resalta el valor de la
tradición y la cultura, al tiempo que se proclama el respeto por las
identidades nacionales y culturales y su autonomía, lo que se esconde
cuidadosamente es el verdadero rostro del Eurasianismo, nuevo modelo de
ordenamiento geopolítico bajo la égida de Moscú, por cierto; y con
proyección mundial desde luego. En otras palabras, la doctrina que
informa la praxis política y las estrategias aplicadas a las realidades
geopolíticas globales, tal como se deja entrever en la conducción del
Kremlin (Putin-Dugin, o mejor Dugin-Putin) no es ajena al viejo
profetismo mesiánico, espíritu que como se sabe, es el motor final del
marxismo-leninismo, y cuyo sentido final consiste en la instauración del
Paraíso en la tierra.
Esto
lo supieron ver con claridad algunos espíritus alertados, sin dejarse
engañar por las apariencias ni llevarse por la capciosa y masiva
propaganda de los grandes medios, de uno y otro lado. Entre éstos cabe
mencionar a Hubert Bassot, que en su Du nouveau à l’Est, niet!, obra poco o nada mediatizada, pero de referencia indispensable para comprender el nuevo ‘juego’ geopolítico mundialista desplegado por el Kremlin, expone su pensamiento al respecto [2].
Otro que no se llamó a engaño fue el siempre lúcido P. Malachi Martin, el cual en su obra Le déclin et la chute de l’Église Romaine (Ed.
Exergue, 1997), trae a cuento la visión profética de Pio XII con
respecto al futuro progreso del marxismo en Occidente y en el mundo.
Como también lo advirtió antes el Dr. C. Disandro en varios de sus trabajos, especialmente en el opúsculo Imperio mundial, Revolución mundial y fuerzas nacionales, en donde explica básicamente que la Revolución, representada por Rusia, invade semánticamente todo el campo del Imperio, representado por EEUU; y ambos, a través del conflicto van generando la confluencia sinárquica que tiene por meta la instauración de un único gobierno mundial, un único imperio planetario, en el que la humanidad entera se verá sometida a la esclavitud de un solo nomos, la ley del Án-nomos.[3]
Con
todo, es preciso entender que los que gobiernan no son en realidad
aquéllos que detentan las magistraturas políticas, trátese de un Obama o
un Putin, sino la cúpula del poder oculto, el que siempre se mueve
detrás de las bambalinas, como decía Disraeli. Y éste mismo según un esquema jerárquico de círculos concéntricos, en cuyo centro se encuentra el supremo consejo iniciático, por donde se canalizan las ‘energías’ luciferinas,
luego participadas a los diferentes órdenes o círculos de poder:,
Rounde Table, Fabian Society, Pilgrims Society, el R.I.I.A (Royal
Institute of International Affairs), el I.I.S.S.(International Institute
for Strategies Studies), el C.F.R.(Council on Foreing Relations), el
Atlantic Institute, el ‘Club’ Bilderberg, la Trilateral Commision, sin
olvidar los ‘think tanks’ (o incubadoras de ideas) conformados por laLogia
de Pasadena y la Logia o Gnosis de Princeton; y muchos otros organismos
mundialistas menos conocidos pero no por ello menos operantes. También
cabe hacer mención aquí, como tentáculo operativo del poder oculto, a
la influyente logia judía B’nai Berith, que tanto ha tenido que ver en
los sucesos claves de la Roma apóstata, contando para sus ‘operaciones’
en el seno de la misma con la cooperación de numerosos falsos obispos,
falsos cardenales y por cierto de la serie ya de seis impostores
sentados en la Sede de Pedro.
Así
pues, en la hora presente, ninguno de los poderes visibles constituidos
al frente de las naciones, tanto del Este como de Occidente, representa
una alternativa posible para los pueblos, frente a los designios de
dominación mundial y esclavización global por cuenta de aquella red
oculta de poder, en la misma medida en que son instrumentos de la misma.
Es decir que toda guerra, sea regional o continental, convencional o
nuclear, que se desarrolle en adelante ante nuestros ojos, tendrá
significado como un giro concentracionista más, como un paso adelante en
la construcción del mencionado régimen de dominio unificado en toda la
vastedad del orbe.
Frente
a esto, como acabamos de mencionar, es corriente hoy la opinión en
muchos círculos bienpensantes acerca de que Rusia representa la única
alternativa de un posible triunfo sobre las fuerzas conjugadas de un
Occidente liberal, capitalista, pervertido y pervertidor de las
naciones. Nada más errado, pues si es cierto que dichas fuerzas
representan, en clave de lectura apocalíptica, la Babilonia pueblo o
civilización, en tanto que EEUU y Nueva York significan lo que el
Apocalipsis designa como la Gran Babilonia, nación y ciudad
respectivamente; no es menos cierto que la Revolución mundial, cuya más abisal manifestación
hasta el presente lo constituye la revolución nihilista bolchevique,
claro que sagazmente metamorfoseada hoy en día por su inspirador y
motorizador, el Ángel del Abismo, con el ropaje de una versión renovada
del viejo imperio zarista, la que rescataría sus valores tradicionales
junto a su indumento regio, imperial, pero vaciado eso sí de la fe en
Cristo, y al que se lo presenta como capaz de instaurar los valores,
principios y virtudes abandonados hace tiempo por Occidente, se puede
sin culpa interpretar simbolizada por la Bestia escarlata sobre la que
está sentada justamente la Ramera, según la visión de San Juan (Ap. 17).
Es
preciso entender, pues, que la opción que hoy se plantea, entre un
Occidente pleno en toda clase de abominaciones, con las que ha
contaminado al mundo entero (Ap..17 y 18), y una Rusia que de triunfar
sobre tal enemigo, podría ser el comienzo de un resurgimiento del
derecho y la justicia en el mundo, el imperio de los valores
tradicionales y las virtudes que hicieron viriles y fuertes a los
pueblos, es un engaño seductor, que lleva el sello del Seductor y
Engañador por excelencia del género humano, propio de estos tiempos de
apostasía y nihilismo en el mundo.
No
por nada en las últimas revelaciones, Fátima y Garabandal, Nuestra
Señora ha dicho que Rusia esparciría sus errores por todo el mundo, en
la medida en que no se hiciera caso de sus demandas. Para todos está
claro, pues, que no se cumplió con sus pedidos, como reiteradamente ha expresado su queja en ese sentido.
Por resultar
congruente con lo que he expuesto, corroborado por los anuncios de la
Virgen en cuanto a que una Rusia no convertida llegaría un día a ser el
azote de Dios para una humanidad impenitente, no quisiera cerrar estas
breves líneas introductorias sin hacer mención de los dos pasajes del
Apocalipsis que parecieran confirmar, esta vez desde la luz de la
Revelación canónica, tal interpretación.
En el primero de esos pasajes leemos:”Y el sexto ángel tocó la trompeta, y oí salir de los cuatro cuernos del altar de oro, que está delante de Dios, que decía al sexto ángel, que tenía la trompeta: <<Suelta a los cuatro ángeles que están atados junto al río Éufrates>>. Y fueron soltados los cuatro ángeles, que estaban
preparados para la hora, el día, el mes y el año, para matar la tercera
parte de los hombres. Y el número de los ejércitos de la caballería se
contaba por centenares de millones: oí su número.” (Ap., IX, 13-16).
El P. Castellani, en su comentario del Apocalipsis, interpreta que “los
cuatro Ángeles atados más allá del Éufrates son cuatro reyes o reinos
de Oriente, presumiblemente Rusia, China, India e Irán”.
Y el segundo texto sagrado dice: “Y el sexto[ángel] derramó
su copa sobre el gran río Éufrates, y su cauce se secó, para que se
aparejase el camino de los reyes procedentes del sol naciente” (Ap. XVI, 12).
También aquí ve el P. Castellani aludida la que él llama la Gran Guerra o Guerra de los Continentes, y dice: “Esta Frasca Sexta pues allana el camino al Oriente en armas contra el Occidente”. Apoya el Padre su parecer en la opinión de San Agustín, el cual, siguiendo a su maestro Lactancio, afirma taxativamente que “tras
de ser quitado de la tierra el nombre romano, el Imperio volverá al
Asia y de nuevo dominará el Oriente, y el Occidente servirá…”. Y en un pasaje de las Institutiones divinae, del mismo Lactancio, leemos: “De
repente se levantará un Potentísimo, surgido del Asia, el cual,
dominados tres asiáticos, hará alianza con los otros Reyes, y se
constituirá en cabeza del mundo. Éste vejará a la tierra con un dominio
inaguantable…” Se refiere obviamente al Anticristo.
Así
pues, la humanidad está al borde del abismo de una autodestrucción sin
precedentes, en el que millones y millones pueden morir de un instante a
otro como consecuencia directa del acontecer bélico, amén de la brusca
interrupción de innumerables procesos biológicos en todo el planeta, por
lapsos impredecibles, a consecuencia de las intensas radiaciones.
Es
preciso, entonces, tener muy en claro que los únicos ganadores de un
eventual enfrentamiento termonuclear, no han de ser ni Rusia ni
Occidente, ni ningún pueblo sobre la tierra, sino los que vienen
pergeñando desde hace ya largo tiempo, con perfecta y perversa
constancia diabólica, este proyecto de dominio mundial.
[1]
“El 14 de febrero de 1916 se celebró en Nueva York un Congreso de las
Organizaciones Revolucionarias Rusas, alentadas e inspiradas por
inteligentes israelitas. El magnate judío-americano Jacobo Schiff era
uno de los que costeaban los gastos de estos trabajos políticos; ayudaba
particularmente a León Trotsky, también israelita. Otros banqueros
judíos, tales como Kuhn Loeb, Félix Warburg, Otto Kahn, Mortimer Schiff y
Olef Ashberg, daban también su ayuda económica desde Nueva
York.”(Salvador Borrego: Derrota Mundial, p. 20).
[2]
“Sobre la base de documentos publicados en inglés por un desertor de
los servicios secretos rusos, nos ofrece un análisis que permite
comprender la <<lógica del sistema didáctico>>,
de la glasnost hasta la perestroika, que desemboca en la organización
del nuevo espacio europeo, expresión de la etapa final del complot
capitalista-marxista.”(Cita tomada de L’Église Éclipsée, p. 163).
[3]
“¿Qué es la revolución mundial? Lo digo en dos palabras, cargadas de
gravedad contemporánea: es una religión y por ende es una semántica que
la formula, la sostiene, la expande, la universaliza. ¿Qué es el imperio
mundial? Ahora, en este tercio que resta de la segunda mitad del siglo
XX, es el poder que con la técnica prodigiosa quiere formular o
reformular la semántica bíblica. La diferencia es categórica: el Imperio
de Reagan [Este trabajo fue elaborado en 1985] reformula la profecía
desde el hecho tecnocrático, y el reaganismo es un grandioso proyecto
fáustico, trocado en utopía liberal por influencia del cristianismo
pietista de EEUU. La revolución de Moscú es una profecía
veterotestamentaria que se funda en la misión renovadora y
revolucionaria de la profecía. Esa revolución está dentro del Imperio de
Reagan, mientras que la semántica de Moscú es el espacio inteligible
mayor que engloba la utopía del dorado mundo propuesto por el presidente
norteamericano”[Reagan].
“El Imperio mundial se construye por decisiones fácticas, porque según
esta línea utópica, profética, racionalista, sin fronteras para el
hombre ni para la mente, hecho sobre hecho, invasión sobre invasión,
ayuda sobre ayuda, nave espacial más nave espacial, producirá como
ladrillo sobre ladrillo la casa que habita ese imperium. En frente se yergue la respuesta de la revolución mundial, que impregna la vasta extensión y fronteras de este imperio, como el agua que embebe una esponja” (Carlos A Disandro: Imperio mundial, Revolución mundial y Fuerzas nacionales, 1985).
De
entre la numerosa bibliografía concerniente al poder detrás de las
bambalinas, como obras de referencia pueden consultarse con provecho La Trilatérale et les secrets du Mondialisme, obra prologada por Henry Coston, y L’irrésistible expansión du mondialisme, ambas debidas a la pluma de Yan Moncomble; como también El Nuevo orden mundial, de Javier Losano.
Fernando Roqué