EL SÍNODO DE LA DESVERGÜENZA, LA DESFACHATEZ Y EL DESCARO
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EL SÍNODO DE LOS ADÚLTEROS
EL SÍNODO DE LOS ADÚLTEROS
Fray Gerundio de Tormes
En pleno recreo, tras el rezo de vísperas, he definido así al Sínodo
que estamos padeciendo. Mis novicios me han mirado con unos ojos
saltones llenos de cólera; me habrían fulminado de no intervenir el
Hermano Cocinero, que llegaba con unas madalenas recién hechas al estilo
monacal, legado de aquel prodigio de mujer que fue Santa Escolástica.
Pensaban mis novicios modernistas que estaba yo queriendo negar a los
divorciados vueltos a casar, la posibilidad de ser adúlteros vueltos a
comulgar. Según ellos, eso no es muy misericordioso que digamos. Los
pobres han seguido tan de cerca las intervenciones de ciertos
cardenales, que el coco se les ha puesto macilento y demacrado. Vamos,
que la sesera la tienen más que flácida por la falta de uso y el exceso
de Lombardi.
He tenido que aclararles que no me refiero a los adúlteros según el
uso común del vocablo. Muchos han querido concentrar en esto las malas
intenciones de este Sínodo. Creo que, aunque no van del todo
desacertados, se quedan a medio camino. Estos cardenales y sus
monaguillos (germanos o no), van mucho más allá en su proceso
destructivo. Y lamentablemente no van solos, sino que les acompaña el
favor del Jefe, que se siente feliz de verse rodeado de su Corte. A la
que por cierto ha nombrado él mismo, para que los votos estén
asegurados. Porque ya se sabe que aquí todo se hace democráticamente,
fraternalmente y en una perfecta situación de consenso. Pues no faltaría
más.
Lo que yo quería decir mientras mordía tímidamente la madalena
monástica, es que ya hace años que el apóstol San Pablo -que, aunque le
duela a algunos, escribía bajo la inspiración del Espíritu Santo-, habló
de los adúlteros de la Palabra de Dios. Por cierto que los dejó bien
descritos en dos versículos de su segunda carta a los Corintios. En el
primero de ellos se refiere a que hay muchos que adulteran la Palabra de
Dios, mientras que en el segundo dice claramente que él no la ha
adulterado nunca.
Porque no somos como tantos otros que adulteran la palabra de Dios,
sino que con sinceridad, como de parte de Dios y delante de Dios,
hablamos en Cristo. (2ª Corintios 2,17)
O sea, que para San Pablo está claro que hay muchos adúlteros de la
Palabra de Dios. Ya en aquél tiempo, incluso sin haber pasado por la
Gregoriana o por alguna Facultad de Teología de los Jesuítas. Antes de
la Historia de las Formas, antes de toda esa patulea de exegetas sin fe.
Adúlteros de sus enseñanzas. E incluso, aunque algunas biblias
suavecitas hablen de falsificación de la palabra (para no herir), el
texto en latín dice adulterantes verbum Dei. Por si acaso no queda
claro. No es sencillamente una mera falsificación. Es mucho más: es
adulterar, es prostituir, es hacer de alcahuete de la palabra de Dios,
por no poner otras expresiones bastante frecuentes en nuestra literatura
clásica.
…nos abstuvimos de los disimulos vergonzosos, no procediendo con astucia ni adulterando la palabra de Dios…. (2ª Corintios 4,2)
Nueva insistencia para que quede claro. No sólo hay muchos adúlteros,
sino que el propio San Pablo nunca procedió de ese modo. Ni tampoco con
disimulos vergonzosos. Qué habría dicho San Pablo de haber estado de
reportero ante las sufridas conferencias de prensa diarias: ¿disimulos
vergonzosos, ambigüedades calculadas, mentiras escupidas, manipulaciones
programadas, astucias sin número, conclusiones previamente realizadas…?
Porque lo que está en juego en este Sínodo es la adulteración
descarada de la Palabra de Dios. No sólo en lo que se refiere a la
indisolubilidad del matrimonio (que se puede hacer de hecho disoluble
con un par de “Motusproprios”), sino también en lo referente a la
comunión en pecado sin arrepentimiento, y más grave todavía en lo que
atañe a la doctrina de la Iglesia, que se pretende dejar en manos de las
Conferencias Episcopales. El Primado de Pedro se quedará ya solamente
para elegir a los miembros de comisiones para que redacten conclusiones
favorables, nombrar Obispos que no sean molestos o excesivamente
tradicionales, incluso para redactar algún Motu Proprio que otro en
momentos de peligro tradicionalista y no sé cuantas cosas más. Pero en
la doctrina, viva la colegialidad, la democracia y el pachangueo.
Donde hay un adúltero de la Palabra de Dios, el mismo Señor permite
que aparezcan otros que no lo son, al menos para contrastar. Así,
gracias a Dios, han salido algunos respondones y respondonas que no han
doblado su rodilla ante Baal-disseri. Dios los guarde. Son pocos, pero
irritan sobremanera a los adúlteros.
Por eso insisto en llamarle el Sínodo de los Adúlteros. Lo he
descrito a mis novicios modernistas con otra imagen que a ellos les
gusta: el Sínodo en 3D. Se pone uno las gafitas esas que reparten en los
cines y se ve claramente: Desvergüenza, Desfachatez y Descaro. Gracias a
Dios, hay un buen número de católicos que ya están viendo este Sínodo
tridimensional, provistos de las gafotas adecuadas para que no se la
peguen.