LA SINODALIDAD, A PUNTO
Pretender que «la palabra familia ya no suena más como antes del
Sínodo», según atinó a decir Francisco después de pronunciar una
vomitona de denuestos para con los «duros de corazón» que resisten el
cambio, aparte de ser de una jactancia burda, aparte de rezumar la frase
hecha, el slogan, la nonchalance intelectual que lo distingue,
expresa sin disimulo la aspiración que siempre tuvo el modernismo:
vaciar a las palabras de su concepto mental para, conservada la
expresión, introducirles otro contenido. Es la falacia repetida
regularmente desde hace décadas por uno y otro corifeo de cierta
"exégesis", ámbito no por nada tan fecundo para las aventuras de los
prevaricadores: no podemos pretender, después de dos mil años -dicen-, que palabras como «Reino de Dios» o «santidad» signifiquen hoy lo mismo que antaño. San Vicente de Lerins tiene un célebre adagio para responderles.
Antes que en la Iglesia, la palabra ha sido resignificada en el mundo,
en la política: pensemos no más en la frecuencia con la que un gobierno
notoriamente apátrida como el nuestro recurre a la palabra «patria». El
complejo de inferioridad respecto del mundo, característico de la
Jerarquía post-conciliar, le adjuntó a la Iglesia el ominoso tic de
impartirle la bendición a cualquier cambio, incluido aquel que supone el
fraude semántico. Como el cadáver del Cid, que revestido de su armadura
y puesto en ancas del caballo servía a reportar nuevos triunfos sobre
la morisma, así se juzgó que el cuerpo sin alma del episcopado
conciliar, puesto a bendecir maquinalmente los más monstruosos desatinos
del mundo, lograría el difícil cometido de hacer bogar a la Iglesia en
el proceloso mar de los tiempos que corren. Porque nadie podrá discutir
la paradoja de que, pese a la penicilina y a la previsión social -y pese
a la fábula del evolucionismo histórico-los tiempos modernos han
devuelto la problematicidad de la supervivencia a instancias quizás no
vistas desde el paleolítico.
En este clima de presiones a que se ve sometida una Iglesia siempre más pródiga en sus concesiones al mundo, la Relatio finalis del Sínodo reincide en todos los vicios de la jerga conciliar, conciliadora, equidistante -si esto fuera posible- de la herejía y la ortodoxia, con ese bable ni frío ni caliente que caracteriza al magisterio escrito desde el último concilio. Lo advierte sin dificultades la misma prensa secular: «sólo una virtuosa alquimia conceptual, muy propia de la tradición vaticana, densa en equilibrios y sutilezas, permitió conciliar posturas conservadoras y reformistas a veces muy alejadas [...] Hubo un intento deliberado de redactar un texto integrador y políticamente correcto, que fuera aceptado por todos los sectores, a sabiendas que de que podría contener demasiada vaguedad y ambigüedad. Pero fue el precio a pagar por el acuerdo» (debiendo aclararse a los legos que por esa «virtuosa alquimia conceptual, muy propia de la tradición vaticana» debe entenderse la neoparla más bien propia de una tradición reciente, fundada en una ruptura con el depósito ucrónico de la Verdad para ceder al compromiso con el tiempo). De resultas, se dio la paradoja de que unos y otros (herejes contumaces y conservadores) celebraran como propia una victoria exigua cuando, de hecho, el Sínodo no ha sido sino un jalón más en la ya interminable pasión de la Iglesia.
En este clima de presiones a que se ve sometida una Iglesia siempre más pródiga en sus concesiones al mundo, la Relatio finalis del Sínodo reincide en todos los vicios de la jerga conciliar, conciliadora, equidistante -si esto fuera posible- de la herejía y la ortodoxia, con ese bable ni frío ni caliente que caracteriza al magisterio escrito desde el último concilio. Lo advierte sin dificultades la misma prensa secular: «sólo una virtuosa alquimia conceptual, muy propia de la tradición vaticana, densa en equilibrios y sutilezas, permitió conciliar posturas conservadoras y reformistas a veces muy alejadas [...] Hubo un intento deliberado de redactar un texto integrador y políticamente correcto, que fuera aceptado por todos los sectores, a sabiendas que de que podría contener demasiada vaguedad y ambigüedad. Pero fue el precio a pagar por el acuerdo» (debiendo aclararse a los legos que por esa «virtuosa alquimia conceptual, muy propia de la tradición vaticana» debe entenderse la neoparla más bien propia de una tradición reciente, fundada en una ruptura con el depósito ucrónico de la Verdad para ceder al compromiso con el tiempo). De resultas, se dio la paradoja de que unos y otros (herejes contumaces y conservadores) celebraran como propia una victoria exigua cuando, de hecho, el Sínodo no ha sido sino un jalón más en la ya interminable pasión de la Iglesia.
Porque aunque no se aprobaran por escrito las bienaventuranzas de la
pederastia -como era de temer en vista de la efebofilia de tanto perito
sinodal- ni se instara al menos a elevar a la poligamia a sacramento, lo
cierto es que se sometió a discusión lo indiscutible, lográndose
concertar en un recinto común los defensores de la remanente moral
católica con sus opugnadores para tener que escuchar, entre otras
historias ofrecidas como edificantes, la de un niño sacrílego que trozó
la hostia consagrada en el momento de recibirla en comunión para dársela
a comer a su padre y su madre, separados en nueva unión. Y aunque
Kasper y sus mil demonios no lograran hacer consagrar por escrito una
fórmula visiblemente herética, en el Sínodo debió escucharse a un
prelado que pedía a la Iglesia que, pese a la voluntad de su Divino
Fundador respecto de la institución conyugal, imitara la misericordia de
Moisés, que concedió el libelo de repudio; y a otro, invitado
especialmente por Francisco, alegar sin rubor que aunque quienes
comulgan «sean divorciados vueltos a casar, homosexuales, esposas de
hogares polígamos… son hermanos y hermanas de Jesús, por lo tanto son
nuestra familia, [pues] la Eucaristía es el alimento de aquellos que
están en camino para formar el Cuerpo de Cristo». Acierta en esto
Francisco con lo de las nuevas resonancias que habría adquirido la
palabra «familia» en esta turbia sazón.
Por lo demás, y como fue oportunamente notado en otro lugar, la decisión de delegar en cada obispo la potestad de decidir «caso por caso» en lo relativo al acceso a los sacramentos de parte de los amancebados supone un triunfo del más rancio espíritu farisaico, casuista, espigador moroso de los detalles, pese a la clamorosa interdicción que Francisco lanza de continuo contra aquellos a quienes califica como «fariseos». Y que acá, como en la cacareada «sinodalidad», que es el nuevo nombre de la herejía conciliarista condenada en el V Concilio de Letrán y en la Auctorem fidei, de Pío VI (con insistencia en la «conversión del papado», ya apuntada en la Evangelii gaudium, o en la autoridad doctrinal concedida a las Conferencias episcopales, mamarracheada en la Laudato Si'), se acaba por herir eficazmente al pastor, con el resultado inevitable de la dispersión de las ovejas, es decir: el fin de la catolicidad o universalidad, de la unidad en la fe, que depende de Pedro como de su regla próxima. Estaríamos en la demencial situación en la que el primado se ejercería despóticamente para disolver su autoridad, tal como desde el comienzo de este pontificado lo previó De Mattei, confirmando, según el programa de los ideólogos comprometidos en la obra, «el pasaje de una visión jurídica de la Iglesia, basada en el criterio de jurisdicción, a una concepción sacramental, basada en la idea de comunión», que haría del papado «un primado de "honor" o de "amor", pero no de gobierno y de jurisdicción de la Iglesia».
Quizás ésta -más que el finiquito de la enseñanza moral católica acerca de la familia- sea la perla del Sínodo. O, para mejor decir, quizás esté por instrumentalizarse esta vera y propia herejía, que servirá de motor a todas las otras aún en suspenso, contrabandeadas por la inestimable pericia de los obispos juramentados al nuevo credo. Francisco habrá logrado plasmar una Iglesia -si Dios no lo detiene- a imagen de aquel pollo descabezado que causó furor en los años cincuenta del pasado siglo, alimentado por el esófago y con su cabeza flotando en un frasco de formol, para hacer las delicias del público.
Un espectáculo del que se gloriaría la moderna profanidad, enemiga
insoluble de la constitución pétrea, firme, de la Iglesia, cuyo
lastimoso sucedáneo, guillotinado motu proprio, subsistirá gracias al favor de los césares, dadores del maíz con leche a trueque del infamante show.
Es de esperar que, antes de que se verifique semejante desafuero, haya al menos tres o cuatro cardenales que lancen el ansiado anatema contra Bergoglio, y la Iglesia Católica, ya sin los templos pero con la fe, se vea purificada y libre de toda la escoria que gravó su misión específica por estas décadas.
Por lo demás, y como fue oportunamente notado en otro lugar, la decisión de delegar en cada obispo la potestad de decidir «caso por caso» en lo relativo al acceso a los sacramentos de parte de los amancebados supone un triunfo del más rancio espíritu farisaico, casuista, espigador moroso de los detalles, pese a la clamorosa interdicción que Francisco lanza de continuo contra aquellos a quienes califica como «fariseos». Y que acá, como en la cacareada «sinodalidad», que es el nuevo nombre de la herejía conciliarista condenada en el V Concilio de Letrán y en la Auctorem fidei, de Pío VI (con insistencia en la «conversión del papado», ya apuntada en la Evangelii gaudium, o en la autoridad doctrinal concedida a las Conferencias episcopales, mamarracheada en la Laudato Si'), se acaba por herir eficazmente al pastor, con el resultado inevitable de la dispersión de las ovejas, es decir: el fin de la catolicidad o universalidad, de la unidad en la fe, que depende de Pedro como de su regla próxima. Estaríamos en la demencial situación en la que el primado se ejercería despóticamente para disolver su autoridad, tal como desde el comienzo de este pontificado lo previó De Mattei, confirmando, según el programa de los ideólogos comprometidos en la obra, «el pasaje de una visión jurídica de la Iglesia, basada en el criterio de jurisdicción, a una concepción sacramental, basada en la idea de comunión», que haría del papado «un primado de "honor" o de "amor", pero no de gobierno y de jurisdicción de la Iglesia».
Quizás ésta -más que el finiquito de la enseñanza moral católica acerca de la familia- sea la perla del Sínodo. O, para mejor decir, quizás esté por instrumentalizarse esta vera y propia herejía, que servirá de motor a todas las otras aún en suspenso, contrabandeadas por la inestimable pericia de los obispos juramentados al nuevo credo. Francisco habrá logrado plasmar una Iglesia -si Dios no lo detiene- a imagen de aquel pollo descabezado que causó furor en los años cincuenta del pasado siglo, alimentado por el esófago y con su cabeza flotando en un frasco de formol, para hacer las delicias del público.
Es de esperar que, antes de que se verifique semejante desafuero, haya al menos tres o cuatro cardenales que lancen el ansiado anatema contra Bergoglio, y la Iglesia Católica, ya sin los templos pero con la fe, se vea purificada y libre de toda la escoria que gravó su misión específica por estas décadas.
LA PALABRA «FAMILIA»
«Para todos nosotros la palabra «familia» ya no suena más como antes del Sínodo».
(Del discurso conclusivo de Francisco, saturado de sofismas que pueden leerse aquí)
PARA TODOS LOS ILUSOS
PARA TODOS LOS ILUSOS
ANTE LA CAIDA DE MASSA, PROMETI NO ESCRIBIR SOBRE POLÍTICA SALVO NOTAS
DE AMIGOS. ESTA ME HACE PENSAR Y MUCHO.
Como no participamos de esta suerte de euforia exitista que, tiene
atrapados a todos los adherentes a Mauricio Macri, creo que nuestro
enfoque sobre la realidad -confió y espero- se ajusta mas a una verdad
un tanto mas objetiva.
Los seguidores de este "vago", son de la idea que, colocado en el
escritorio de Kretina, las cosas irán pum para arriba.
Que retornaran inversiones, desaparecerán las "enramadas" en la CABA y
el conurbano y se atenuara el narcotrafico, entre sus principales
bastiones.
En otras palabras, que tendremos una Argentina mas saneada.
Y es hora que los entusiastas se despabilen, con tantos anhelos, antes
que caigan en una profunda insatisfacción.
¿Acaso creen que este "Banana" es diferente a Scioli?
Si asi piensan, permitanme, refrescarles un poco de esa memoria
colectiva que muy atrapados tiene a muchos.
Christian Ritondo que fue el introductor de ciertos sectores peronistas
en el Pro, no requiere de demasiada curricula.
Con solo verlo, se puede advertir al instante, su rostro prontuarial.
Pero no basta con su genotipo para descalificarlo por su aspecto
prostibulario.
Sino por sus estrechos lazos, con la mafia narco de las "villas" 1 11
14, y 31 esencialmente, con quien comparte mas de "quinientas cocinas
industriales de pasta base".
Esto no es ninguna primicia, toda vez que cualquier interesado, puede
chequear esta data, con cualquier autoridad policial, sea Federal y/o
Metropolitana.
Nicolas Caputo -testa de Macri-, es el símil del Lazaro Baez de Kretina .
Jorge Aguad, futuro Ministro o Secretario de Estado, fue procesado por
"bolsiquearse" setenta y cinco millones de dolares, cuando fue
Interventor en Corrientes, y se encuentra indemne de castigo porque pago
el "peaje" del quince por ciento a la Camara Federal Porteña, para que
archivaran
la causa.
Sin recurrir a sofismas de bajo costo, Mauricio no es mas que otro
farsante del Sistema; quizás con una cosmética y maquillaje, menos soez
que "Rosita" Fernandez y los "Barones" del Conurbano, a quienes
derroto esta pobre chica Vidal, que no tiene una somera idea, de lo que
sera gobernar en Buenos Aires.
Y por si la mayoria no lo advirtió aun, los K, retienen con amplitud la
primera minoría, de ambas Cámaras del Congreso.
Lo que obligara a este pelafustan, si se impone el 22 de noviembre, a
seguir con la "trenza" de los ahora oficialistas, para que le aprueben
el presupuesto y las demás leyes, para que pueda llevar su
administración adelante.
Lo que se habrá de dirimir en la segunda vuelta que tenemos por delante,
no sera una reyerta entre los buenos y los malos, porque ambos
contrincantes, se formaron al calor de la misma basura.
Si triunfa este "Salvador" de la dignidad de los Argentinos, en cuanto
desee atisbar, la reducción de los planes "descansar", los cortes en
Panamericana, Acceso Oeste y la General Paz, pues serán mas cotidianos
que ahora, y la ingobernabilidad estará a la orden del día, porque sus
efectos se extenderán a Rosario, Córdoba, a todo el Noa y vamos, a todo
el territorio nacional.
Por ello y todo lo que sera imposible de desarticular de esta herencia
kretinista, seria mas auspicioso que este mecanismo de relojería, le
explotara a los peronistas.
Que no estoy seguro hasta que punto, inducirán subliminalmente la
derrota de Scioli, para evitarse la implosion en su entorno.
Ya que responsabilizaran de todas las desgracias del Pueblo, a la
"derecha liberal", que de eso nada tiene, salvo las apariencias.
A pesar de todo lo que tenemos como desgracia de este legado K, el país
no se tiño de un baño de sangre todavía, porque de alguna manera, el
gobierno sigue emitiendo sin ningún control monetario.
Pero Macri, si gana, no podrá subirse a ese "trencito" del despilfarro.
Argentina requiere de un "Exorcista", no de un buhonero y aventurero que
ha tomado la Cosa Publica, como una forma de acrecentar su fortuna.
Y ademas de lo señalado, tomen Ustedes los eufóricos, muy especialmente
en cuenta que si si vuestro sueño se cumplimentase, habrá mas de
veinticinco millones de Argentinos que, habrán de añorar la vuelta a la
kermese kirchnerista.
Y serán los que ganaran las calles incoados por estos canallas K, para
generalizar la zozobra social.
Pero por sobre ello, y para demostrarles lo efímero de los triunfos de
la oposición, les recuerdo a los que mas o menos pescan sobre el tema
que, cuando lo de la 125, la gente del Campo festejo sin saber que esa
reglamentación que se torno trunca, los hubiese favorecido mucho mas,
si el bobo de Cobos, hubiese desempatado en favor del oficialismo.
Porque con esa Resolución, que propugnaba el descenso de las
retenciones, si el precio pizarra de Chicago descendía como abruptamente
lo hizo, las mismas hoy, con el derrumbe de los cereales, serian
menores al 10%.
Les he bosquejado este simple ejemplo, para que adviertan en nuestra
Dirigencia Agropecuaria; esa misma que vitoreo al Turco, con el mismo
énfasis que ahora lo hace con Macri, no es mas que un conjunto de
fracasados.
No se entusiasmen tanto con este inminente triunfo del Pro, porque los
perdidosos se encargaran, tan solo de acelerar el catalizador de un
desborde colectivo, cuyas proporciones son imposibles de dimensionar en
abstracto.
Al menos, este es mi humilde mensaje
PARA TODOS LOS ILUSOS.
Cordialmente Carlos Belgrano.-
alarosadatodos@gmail.com
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