EL FIN DE LA LEYENDA DEL KIRCHNERISMO INVENCIBLE
Es un dilema cruel, y la tarea resulta tan delicada que
habrá que pensarlo todavía treinta días más: no me apuren, que es mi pellejo.
Tal vez esta analogía quirúrgica pueda explicar un poco por qué razón, después
de tantos comicios y tantas sorpresas espectaculares, el duelo sigue
medianamente abierto. A pesar de que anoche, sin que quizá el ciudadano de a
pie lo haya advertido del todo, cambió
definitivamente el tablero político.
Hasta el sábado la oposición, fragmentada y tímida, parecía
refugiarse entre las carretas mientras los enemigos la apuntaban con comodidad
y la acorralaban con rostros de soberbia. Pero
de pronto el útil, el independiente, el vergonzante y, sobre todo, el voto
castigo se hicieron presentes como el Séptimo de Caballería, y esa batalla
agónica dio un vuelco increíble. El Frente Cambiemos, que entre los
opositores presentaba la mayor fortaleza, fue elegido finalmente como
instrumento popular para darle un mortífero golpe de karate al kirchnerismo. Que
tuvo anoche la "victoria"
más dolorosa, por lo exigua y peligrosamente provisoria, de toda su existencia.
Cristina Kirchner no puede sentirse a salvo de esta
avalancha crítica[1]:
los votos en contra son una respuesta al desgaste, la estanflación, la corrupción,
la mentira y el autoritarismo de su gobierno. Su responsabilidad política es
también innegable: no supo generar, en su infinito egoísmo, un legítimo
heredero, y entonces ató el destino de su sagrado proyecto a Daniel Scioli, que
representa lo contrario, y lo vigiló ferozmente para que actuara un libreto en
el que no cree y para que no se moviera ni un milímetro del dogma, suponiendo
que esa idea no está oxidada y que todavía mantiene la vigencia de 2011.
Scioli... ¡mi nombre es Daniel Scioli! |
Cada vez que el marchito ajedrecista de Villa La Ñata
intentó despegarse del cristinismo, que ya es claramente piantavotos, hubo un
correctivo público. La sensación de que en un eventual gobierno justicialista
habría un insólito doble comando fue crucial para disuadir a miles y miles de
argentinos de que el Frente para la Victoria presentaba esta vez una
organización bicéfala y conflictiva: el peronismo Pimpinela, un engendro que
puso los pelos de punta.
La sociedad tiene extraños presentimientos. Sabe por intuición y por
experiencia personal e histórica que culminan en este país los relatos
rumbosos y ficticios del hada madrina, y que debe abordar más temprano
que tarde la cruda realidad. Después de ser acunada por un cuento
provechoso que adivinaba fantástico y de ser objeto de una verdadera
anestesia de curanderos, la gente conjetura que tiene una enfermedad
compleja. Y trata de elegir al mejor cirujano. Uno de ellos brilla por
su presunta eficacia; el otro, por su supuesta sensibilidad.
Es por eso que el discurso nocturno de Scioli, abrazándose
como un autómata al catecismo definitivamente vetusto de Cristina, se pareció
un poco al siempre humeante cajón de Herminio. En lugar de tomar definitiva distancia y tratar de levantar vuelo
propio, el líder naranja persistió en el error, mientras lo aplaudía sonriente
su carcelero: Carlos Zannini.
Y su tenaz antagonista, María
Eugenia Vidal, ratificó su ángel: nace
una nueva estrella de la política argentina. Y se confirma que aquella
criticada ocurrencia de Mauricio Macri
en cuanto a enviar a una funcionaria de su riñón al territorio histórico del
peronismo fue acertada. Vidal logró polarizar con Aníbal, consiguió la
confianza de los bonaerenses y destruyó
de paso el mito de que ese aparato sigue siendo omnipotente. Ahora el
macrismo retiene dos de los principales distritos de la nación: la Capital y la
provincia.
La magnitud de esta conquista no puede todavía ser merituada
en su justa medida. El peronismo, a nivel presidencial, tuvo la peor actuación
desde que Raúl Alfonsín se lo llevó por delante. La rancia corporación justicialista deberá revisar su seguridad en los
votantes cautivos y en la convicción de que pueden llamar a sufragar
alegremente por Drácula y al Hombre Lobo con tal de que éstos canten la
marchita.
La coalición macrialfonsinista, que lleva la bandera
republicana, consiguió triunfos territoriales asombrosos en muchas ciudades y
provincias. Su líder recibió toda clase de reprimendas mediáticas por la
estrategia que estaba llevando a cabo con los radicales y con el partido de
Elisa Carrió. Pero a la luz de los últimos acontecimientos, está claro que los
periodistas y el círculo rojo no deberían subestimarlo nunca más. Anoche
Mauricio Macri, al revés que su rival, esperó para salir a escena, y cuando lo
hizo logró un discurso integrador, que no terminó con cánticos partidarios ni
agresivos, sino con el grito de "Argentina,
Argentina", y una lluvia de
globos celestes y blancos.
Consiguió transmitir que era el gran ganador y sugirió que
este domingo fue una bisagra histórica. No hay datos para refutarlo. Su imagen contrastaba con el Luna Park
semivacío, un clima de velorio y militantes abrazados y llorosos. A esa
hora, ya se sabía que Scioli no cumpliría la promesa de regresar en seguida con
los resultados de la elección. La paliza que estaba recibiendo el kirchnerismo
era notoria, y ya comenzaban los pases de facturas secretos.
Los hacedores de la grieta se abocarán a la grieta interna
durante los próximos días: sólo una cosa no perdona el peronismo y eso es
perder. Atenazado por Cristina, el gobernador naranja sabe que será muy difícil
formar cuadro para entrar en el combate final. Y aun así habrá que ver cuántos
gobernadores, intendentes y legisladores lo acompañarán en esta nueva cruzada:
todos ellos ya perdieron o ganaron sus nuevos cargos, y no parecen en principio muy entusiasmados con dejar la vida para que
Scioli y Cristina salven la ropa.
Si finalmente esos dos mariscales perdieran el 22 de
noviembre, el peronismo buscaría de inmediato acuerdos de convivencia con el
frente Cambiemos e iniciaría una imprescindible renovación interna, algo que no
se conoce en el movimiento de Perón precisamente desde que perdió en la década
del 80.
Si el ingeniero aprovecha la tremenda onda expansiva de
anoche y es capaz de construir lo que prometió con el micrófono en la mano, es
probable que incline la cancha a su favor. El kirchnerismo es como Tyson: gana
y gana con suficiencia hasta que de golpe le meten una mano y se desmorona. Se cayó con el kirchnerismo la leyenda de
que era invencible, y por lo tanto no es fácil predecir lo que sucederá a
partir de este punto de inflexión.
Según todos los especialistas, la dinámica exitista de este
batacazo electoral preanuncia facilidades para Macri y enormes dificultades
para Scioli. El partido, sin embargo, deberá jugarse. Y la sociedad tendrá que elegir finalmente cuál de los dos médicos la
salva del desastre.
Por Jorge Fernández Díaz
* 1 8 1 0 – BICENTENARIO – 2 0 1 0 *
POR UNA MEJOR
ARGENTINA PARA RECUPERAR LA PATRIA
PARA RECUPERAR LA REPÚBLICA
Año 7 Nº 261
NOTA: Las
imágenes, destacados y referencias no corresponden a la nota original.
[1] En
esta nota faltan las reflexiones sobre el comportamiento bipolar que CFK hizo
en su último discurso en la Casa Rosada y sus 4 patios, ante militantes de La
Cámpora que no llegaron a llenar siquiera un cuarto de la Plaza de Mayo.