El cumpleaños de la mona Lucy
Para los que no la conocían o no la
saludaron, el 24 de noviembre fue el cumpleaños no de la Mona Lisa, sino
de la ¡la Mona Lucy!: “australopithecus” muy singular, como verán. Si desean conocer cómo vivía nuestra
tatara-tatara-tatara-abuelita, vean, por favor este fantástico vídeo y
lean luego el post que ya publicamos anteriormente en esta bitácora. Repetitio mater scientiae est (“la repetición es la madre de la ciencia”).
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi
Así como en su momento la atención de los
antropólogos y del público en general estuvo concentrada en el Hombre
de Neanderthal, luego en el Pitecantropo y más tarde en el Hombre de
Pekín como candidatos a eslabón intermedio, hoy son los Australopitecos
de África los acreedores de esta opción preferencial.
La historia de estos hallazgos se inicia
en 1924 cuando Raymond Dart, entonces joven profesor de anatomía en la
Universidad de Witwatersrand, en Johannesburg, Sudáfrica, anunció el
descubrimiento, en la vecina localidad de Taung, de un cráneo infantil
que mostraba –según pensó– una mezcla de rasgos simiescos y humanos.
La antigüedad que se atribuye a estos
hallazgos abarcaría desde el fin del plioceno (terciario) hasta el
comienzo del pleistoceno (cuaternario), o sea aproximadamente entre 1 y 3
millones de años, si es que somos creyentes en las cifras con muchos
ceros.
Analizando el fósil, la candidatura a homínidos de los australopitecos se basaba en tres tipos de argumentos:
1) semejanzas morfológicas cráneo-faciales con el hombre,
2) postura supuestamente erecta y andar bípedo,
3) evidencia de actividad inteligente (utensilios, fuego, etc.).
Acerca del primer argumento, ha dicho el
famoso anatomista general, Zuckerman, que “el cráneo de los
australopitecos es tan abrumadoramente simiesco en contraposición al
humano, que sostener lo contrario podría ser equiparado a aseverar que
lo blanco es negro”[1]. Respecto del segundo, se ha comprobado que en
este caso se trataban de fósiles de simios y no de Homo Sapiens y en
cuanto al tercero, se hallaron fósiles de hombres como nosotros, datados
incluso en tiempos anteriores al Australopitecos. Game over…
¿Pero… y la famosa Lucy?
Para quienes no son muy duchos en la
materia, Lucy es el nombre “artístico” del último eslabón “perdido” que
se ha descubierto hasta la fecha.
Este hallazgo se produjo en 1974 y su
descubridor Donald Johanson nos aseguraba que se trataba de “un fósil
extraordinario” y “asombroso”; pero… luego del entusiasmo inicial que
Johanson suscita y después de la lectura de los descubrimientos, uno
quedaría un poco desilusionado si se enterase de que simplemente era uno
más de los Australopithecus afarensis; pero ¡no! Continuemos leyendo,
porque Lucy no era un australopiteco cualquiera, dado que –en cuanto
fósil– poseía rasgos distintivos que, tenían el mérito de hacerla aun
más “primitiva” (o sea más mona) que los australopitecos clásicos –si es
que esto es posible. Sería algo así como el “antepasado” de los
australopitecos.
Se preguntarán quién era Lucy; bien, eran
solo 4 ó 5 trocitos de cráneo que permitieron “determinar” que “los de
su raza” (así decían sus descubridores) habrían tenido “un cerebro muy
pequeño, de un tamaño comparable al de un chimpancé”, según Johanson[2].
Los estudios posteriores intrigaron –sin embargo– a la comunidad
científica que comenzó a decir que dichos fragmentos del cráneo y
algunos huesos más que se habrían encontrado indicarían, simplemente que
se trataba de un mono con poco más de un metro de altura.
Aunque el análisis de este fósil podría
terminar acá (solo unos trocitos de cráneo…), veamos un poco más de la
fundamentación que hace Johanson sobre el carácter “bípedo” de Lucy (si
era “bípeda” ¡entonces era semi-humana!). Vale la pena.
El primer informe científico sobre Lucy aparece en la prestigiosa revista británica Nature, en marzo de 1976[3].
En este artículo, Johanson no reveló que
el esqueleto de Lucy mostrara alguna evidencia de andar bípedo. Lo que
sí hacía sugerir, es que los restos de una rodilla encontrada en 1973
serían de la misma especie que Lucy, en vista de ciertas semejanzas de
ese miembro con parte de lo que “sería” la rodilla de Lucy (con la tibia
solamente, ya que el extremo distal del fémur de Lucy estaba totalmente
aplastado).
Como por otra parte los restos de la
rodilla de 1973 indicarían –según Johanson– un andar bípedo, el autor
concluye que Lucy era bípeda (!). Como si fuera poco, conviene recordar
que los restos de esa rodilla se encontraron (atención…) ¡80 metros más
abajo del nivel de Lucy! Así es, 80 metros más abajo, y solo Dios sabe a
cuántos km de distancia entre ambos… Como naturalmente sabemos, si un
fósil se encuentra a mayor profundidad que otro indicaría que es más
antiguo y no contemporáneo.
Habría más por decir, pero en realidad,
si hemos tenido el estómago para llegar hasta aquí con la lectura de
estos fantásticos relatos, lo primero que se nos vendría a la mente es
que el “eslabón intermedio” (mal llamado “eslabón perdido”) es algo que
tiene existencia solo en la imaginación de los antropólogos; pero en
realidad no es así. El eslabón intermedio ha sido encontrado y este es
nuestra última perlita.
Nos valemos en este post de la juiciosa
obra del médico argentino Raúl Leguizamón (cfr. Raúl Leguizamón, Fósiles
polémicos, Nueva Hispanidad, Buenos Aires 2002, 160 pp.) que resumimos
aquí. Tanto las citas utilizadas como el modo de aplicarlas,
corresponden a este opúsculo; véanse también del mismo autor La ciencia
contra la Fe, Nueva Hispanidad, Buenos Aires 2001; 52 pp. y En torno al
origen de la vida, Nueva Hispanidad, Buenos Aires 2001, 140 pp.
El Dr. Raúl Leguizamón se doctoró en
medicina en la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina). Cursó además
estudios en universidades de EE.UU., Alemania y Japón. Durante
veintidós años ejerció como anatomopatólogo del Hospital San Roque, de
la ciudad de Córdoba, de cuya Comisión de Bioética fue miembro. Ha sido
docente de Histología, Embriología y Genética y de Anatomía Patológica
en la Universidad Nacional de Córdoba, y desde el año 2003 dirige el
Instituto Creacionista de la Universidad Autónoma de Guadalajara
(Méjico). Ha dado conferencias y publicado libros sobre temas de su
especialidad, destacándose en particular por denunciar los errores del
evolucionismo en cualquiera de sus modalidades, incluida la sedicente
católica.
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi
AVISO: Muy recomendable el
libro del gran médico e investigador, Dr. Raúl Leguizamón, titulado
“Fósiles polémicos”, en el que nos hemos basado para este texto,
extractando y resumiendo sus partes. Puede descargarse en la sección “LIBROS RECOMENDADOS“.
[1] Solly Zuckerman, Beyond the Ivory Tower, Taplinger, N. York, 1971, p. 78.
[2] William Gregory, “Hesperopithecus Apparently Not an Ape non a Man”, Science, Vol. 66, Nº 1720, (dic. 16, 1927) p. 242.
[3] Donald Johanson y M. Taieb, “Plio-Pleistocene hominid discoveries in Hadar. Ethiopia”, Nature, Vol. 260 (marzo 25, 1976) p. 293. La famosa Revista Nature, aunque conocida en el mundo entero, es siempre tendenciosa en lo que se refiere al tema que tratamos.