ANTICOMUNISMO Y RUSOFOBIA
TROPAS RUSAS VIAJANDO A SIRIA |
Por Antonio Moreno Ruiz
Por una cosa o por otra, Rusia está en el
candelero, y parece ser que decir “Rusia” es decir varias cosas a la vez.
Recuerdo que no hace mucho, un colega brasileño me decía que él no debía ser un
buen brasileño, pues cuando decía su nacionalidad, automáticamente le saltaban
con carnaval y samba, cosas de las que no gustaba. Y bueno, es universal que
todo país cargue con determinados tópicos, hasta ahí de acuerdo. Pero en Rusia
hay “algo más”, y puede tener su explicación: La caída del muro de Berlín,
presagiando la última década de un siglo XX que se fue muy rápidamente, supuso
una especie de aura optimista en muchos rincones del Occidente.
Con razón,
muchos pueblos del Este pensaban que por fin se liberaban de tan oprobiosa
tiranía. Sin embargo, desde Washington se pensaba de otra manera: Por fin el
terreno estaba allanado para dominar el mundo occidental a placer, y de ahí
desembarcar a lo largo y ancho del Pacífico como quien se va de vacaciones.
Pero resulta que la historia no fue así, y Rusia, iniciando una última década
de siglo desastrosa, comienza a revolverse cuando ni propios ni extraños se lo
esperan; y cuando Estados Unidos intentó meter sus zarpas en el Cáucaso a
través del golpista Saakashvili, Rusia demostró que estaba viva y coleando, y
en cuestión de una semana finiquitó el que podría haber sido un grave problema
geopolítico, a la par que advirtió que no iba a haber más Kosovos. Y desde
entonces, Rusia volvió a la política internacional por la puerta grande, y en
Occidente, “Putin” era y es (y probablemente será) el hombre y el nombre. (1)
Teniendo este cuadro por banda, nos situamos ante
los dos planos que salen a la palestra cuando nos referimos a Rusia:
Anticomunismo y rusofobia. Y aunque pueda parecer paradójico, están bastante
relacionados: El anticomunismo (2), lejos de haberse enterado que el
muro de Berlín ya cayó, sigue anclado en una trampa ideológica que le vino (y
le viene) muy bien al imperialismo anglosajón, y en verdad no es nada
paradójico, puesto que el anticomunismo no tiene más ideología que una suerte
de miedo paranoide a que hoces y martillos salgan de todos lados para
fastidiarles la tranquila vida. La pregunta del millón sería qué alternativa
real ofrecen ellos a esa supuesto sempiterno y redivivo comunismo que va a
acabar con todos, porque no parecen salir de una histérica dialéctica que, en
forma de altisonantes diatribas, emplean a distancia contra todo aquello que
les pueda oler a “izquierda”, demostrando así una actitud eminentemente
burguesa, la clásica actitud del meter miedo y esperar a que alguien/otro haga
algo, y resulta que ese “alguien” suele ser el liberalismo, el máximo y
hegemónico beneficiario de nuestro tiempo.
Otrosí, el anticomunismo se relaciona mucho con la
rusofobia, porque para todo anticomunista que se precie, Rusia es la carne y la
sangre del comunismo. Ser ruso equivale a ser un rabioso comunista. Y como
Putin estuvo en la KGB, Putin es comunista y Rusia está restaurando la Unión
Soviética, y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Y es que si
adquiriéramos la lógica de los anticomunistas, colegiríamos que España es un
país franquista y que Alemania está lista para el IV Reich. O quién sabe, tal
vez De Gaulle se va a levantar de su tumba y va a volver a ¿salvarnos de la
izquierda? dejando a los pieds-noirs a su suerte. Nada, nada, Putin ya
está calado. No importa que en Rusia se haya prohibido la propaganda de la
pornografía, la homosexualidad y el aborto; no importa que en Rusia, por cada
ruso nacido, el gobierno dé 9.300 euros; no importa que el gobierno de Moscú
haya establecido un impuesto único del 13%; no importa que en Rusia estén
prohibidas las manifestaciones homosexualistas promovidas y financiadas por
Hollywood y la Unión Europea… Es más: No importa que en Rusia, si quieres
educar a tus hijos de una forma tradicional, el Estado no sólo no es que no te
ponga trabas, sino que te da todas las facilidades del mundo. Existen multitud
de comunidades y colegios que ya quisieran muchos que se hacen llamar
tradicionalistas para sus vástagos (3). Y es que en parte el
patriotismo, así como otros muchos valores, es algo real, tangible; se respira
en muchos ambientes, y va calando desde la infancia. Un anticomunista
prototípico dirá que eso lo hace Putin para despistar, y acto seguido, será
capaz de alabar a magníficos teóricos (especialmente ingleses…) que jamás
pondrán en práctica.
A esta especie de identificación genética de Rusia
con el comunismo, le podemos oponer las palabras de Alexander Solzhenitsyn: "Tienes
que entender. Los dirigentes bolcheviques que tomaron Rusia no eran rusos.
Ellos odiaban a los rusos. Ellos odiaban a los cristianos. Impulsado por el
odio étnico torturaron y mataron a millones de rusos, sin una pizca de
remordimiento humano... Con sus manos manchadas de sangre, muchos de mis
compatriotas sufrieron más horrendos crímenes que cualquier pueblo o nación
alguna vez haya sufrido en la totalidad de la historia humana. No estoy
exagerando. El bolchevismo ha llevado a cabo la mayor masacre humana de todos
los tiempos. El hecho de que la mayor parte del mundo sea ignorante e
indiferente sobre este enorme crimen es prueba de que la media mundial está en
manos de sus autores." En sus ensayos más modernos sobre Rusia,
hablaba cómo muchos exiliados ucranianos, irresponsablemente y en contra de la
constitución histórica y etnocultural de su país, inyectaban la rusofobia en
Estados Unidos, y la propaganda oficial angloamericana no cargaba contra el
comunismo, sino contra los “rusos”, omitiendo que Stalin era georgiano y
Jruschev ucraniano, y eso por no hablar de la responsabilidad de muchos líderes
judíos o bálticos. Fue una tiranía internacional que se sirvió de Rusia, y que
de hecho provocó el sufrimiento y la división del pueblo ruso, que aún padece
una diáspora que alcanza a millones de personas desde la Europa Central al
Extremo Oriente. Con todo, cuando hubo quien le reprochó a Solzhenitsyn el
haber recogido un premio que le entregó Putin, quien había pertenecido a la
KGB, él espetó que acaso Bush no había pertenecido a la CIA. Y se lo podíamos
seguir preguntando a todos aquellos que siguen con el miedo de una KGB
rediviva: ¿Es que acaso la CIA es mucho mejor?
Algunos incluso alertan con el paneslavismo… Y es
que de verdad, que nos alerten con esto tras tres siglos de hegemonía
angloprotestante barnizada de sionismo, ya provoca risa.
De todas formas, no entendemos por qué Putin habría
de ser “fascista”, “tradicionalista”, “progresista”, “comunista”, o de
cualquier tendencia de quien pretende comparar a su imagen y semejanza un mundo
eslavo oriental que tiene unas características muy propias, Y muy surrealistas,
que todo hay que decirlo. Hay quien lo critica por ensalzar el pasado histórico
de Rusia, por introducir el Archipiélago Gulag de Solzhenitsyn en las
escuelas, por habilitar la figura del zar Nicolás II; y también hay quien lo
critica por ensalzar la “Gran Guerra Patriótica” con banderas rojas. Sobre lo
último, yo desde luego tengo una opinión muy parecida a la de Solzhenitsyn, que
no en vano es acaso el intelectual que más admiro de los que he “conocido”, y
creo que “patriotismo” y “sovietismo” son términos que se repelen, y que en
efecto, la tiranía roja era tan extraña para el pueblo ruso como la llegada de
los nacionalsocialistas alemanes. Sin embargo, ¿qué tendría que hacer Putin
para gobernar el país más grande del mundo? ¿Llamar a los sabios occidentales
de las más diversas tendencias que coronan terapias de autoayuda presididas por
cafés, copas y puros? Por supuesto que en Rusia habrá cosas que gusten y cosas
que disgusten, eso es lógico; empezando porque Rusia no deja de ser un país inmerso
en el sistema capitalista y donde todavía no se ha prohibido por ley el
abominable crimen del aborto. Con todo, también es lógico que Putin, si quiere
revitalizar a su país como potencia, hostilizado constantemente por
Yanquilandia y su colonia la Unión Europea, aúne voluntades de grupos dispares,
pero que por lo menos están dispuestos a entregar su vida por su patria. Por
eso necesita una sociedad fuerte y por eso en Rusia se promocionan valores de
verdad sin miedo a lo políticamente correcto, con todos los terribles problemas
y contradicciones que haya; que no son menores que en los países occidentales.
Y es que como dice el politólogo Alexander Duguin (4), al fin y al cabo Putin
no tiene ideología porque en el espacio post-soviético esto se vino abajo. Con
todo, por encima de sus convicciones, Putin es lo suficientemente listo para
saber que si quiere levantar un país que es el puente entre Europa y Asia, no
ha de hacer lo mismo que un Occidente que reniega de sus tradiciones y
esencias, financiando desfiles del orgullo gay, extinguiendo las familias y
abriéndose de par en par ante propios y extraños, y los extraños cada vez son
más… Y Rusia para nosotros no es un extraño, y esto es una realidad histórica,
cultural y hasta espiritual, por más que anticomunistas y rusófobos varios
sigan empeñados en agitar el miedo y la paranoia. Y no olvidemos que todavía
hay muchos ídolos de estos (franceses e ingleses principalmente) rusófobos de
tres al cuarto, que dicen que Europa acaba en los Pirineos…
Para terminar, un desafío: A ver cuánto tardan los
de siempre en decir que somos agentes de Putin o algo por el estilo. ¡Se
admiten apuestas!
NOTAS
(1) Véase:
El misterio hispano-ruso. - Página web de fororusia - Jimdo
(2) Espero que al utilizar el término “anticomunista” no se confunda la postura de un servidor, que está en contra del marxismo y a mucha honra. Con todo, muchos han aprovechado el teórico estar contra el marxismo para otros fines. No es casualidad que el marxismo cultural de Gramsci y la Escuela de Frankfurt, cristalizado en Mayo del 68, haya calado más en Occidente que en Oriente. Al final, el anticomunismo no hace sino desanimar y agalvanar, ayudando a destruir; puesto que más allá de llevar la contra, se muestra incapaz de crear y luchar. Es por ello que para entendernos uso el término “anticomunismo”
No obstante, viendo lo que fue y lo que está siendo el “anticomunismo”, y viendo a los progres de nuestro tiempo, al final va a acabar uno hasta nostálgico del bolchevismo.