EL GRAN FRACASO DE BERGOGLIO EN EL SINODO
«Se llama… cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos» (Canon 751).
En
la historia de la Iglesia, se han dado cismas: personas que se han
apartado de la unidad de la Iglesia, que es la unidad principal. Esa
unidad de la Iglesia radica en dos cosas: en la comunión de todos los
miembros de la Iglesia entre sí y en la obediencia de todos ellos al
Sumo Pontífice, que es la Cabeza de la Iglesia.
Sólo hay una Cabeza en la Iglesia: Pedro y sus Sucesores.
Actualmente, esa Cabeza es el Papa Benedicto XVI.
Son
muchos los que tienen a Bergoglio como Papa y, por lo tanto, no están
en comunión con el Papa legítimo y verdadero. Están fuera de la Iglesia
en Pedro. Están siguiendo una falsa iglesia. En
estos días, estamos contemplando el gran cisma dentro de la Iglesia
Católica, que es el descalabro de muchas almas que siguen a un falso
papa y están en una falsa iglesia.
Una obra cismática hizo Jorge Mario Bergoglio el 28 de septiembre del año 2013: puso un gobierno horizontal, creando un «Consejo de Cardenales» para gobernar la Iglesia.
Muy
pocos han llamado por su nombre, como cisma, a este Consejo de
Cardenales: todos han aceptado, de alguna manera, por conveniencia, este
gobierno horizontal, el cual hace trizas el fundamento de la Iglesia,
que es el Papado. El Papado, en la Iglesia, es un gobierno vertical en
Pedro.
Jorge
Mario Bergoglio puso el fundamento para levantar su nueva iglesia,
precisamente, sentado en la Silla de Pedro, usurpando el gobierno de
Pedro en la Iglesia, no su poder divino.
Es
un cisma que proviene de un hombre que está gobernando la Iglesia con
una autoridad que no tiene, que no le ha sido dada por Dios, sino que es
dada por los hombres, por aquellas personas que lo han colocado, que
han conspirado durante muchos años, para que este hombre se siente en el
Trono de Pedro.
Se gobierna la Iglesia con la Autoridad Divina, en un gobierno vertical.
Bergoglio
gobierna la Iglesia con una autoridad humana: y esto es ponerse por
encima de la Autoridad Divina, que representa y tiene el Sumo Pontífice.
Esto es rechazar la sujeción al Sumo Pontífice, al Espíritu de Pedro en
la Iglesia. Jorge Mario Bergoglio no se sujeta a ese Espíritu y, por
eso, no es el Sucesor de Pedro; y gobierna la Iglesia con un poder
humano, que es el propio de un usurpador.
Jorge
Mario Bergoglio no es el Sumo Pontífice, no es el Vicario de Cristo, no
es el Papa de la Iglesia Católica. Si lo fuera, no hubiera obrado en
contra de sí mismo colocando un gobierno horizontal. No hubiera tocado
la verticalidad del Papado. Hubiera seguido a todos los Papas en la
Iglesia en el gobierno vertical. Él se ha separado de la Sucesión de
Pedro: y eso es el cisma.
Jorge
Mario Bergoglio al no ser Papa, al ser sólo el Obispo de Roma, está
ejerciendo un ministerio episcopal, pero sin el ministerio petrino. Por
lo tanto, puede hacer lo que hizo. Y puede hablar de una descentralización del Papado y de la Iglesia.
Además,
su ministerio episcopal es falso. Por su clara herejía, Jorge Mario
Bergoglio no es Obispo verdadero, que conduce y guía a las almas hacia
la verdad. Es un Obispo falso que no puede ejercer el Espíritu de
Cristo, no puede tener la Mente de Cristo ni hacer las obras de Cristo
en la Iglesia, porque lo ha rechazado, le pone un óbice con su herejía.
Benedicto
XVI renunció al ministerio episcopal, pero no al ministerio petrino. Ya
no puede gobernar la Iglesia, pero todavía posee, hasta su muerte, el
Primado de Jurisdicción, el ministerio petrino. Por ese ministerio
petrino, los fieles y toda la Jerarquía están obligados a permanecer en
comunión espiritual con él si quieren estar en la Iglesia de Cristo, si
quieren ser Iglesia, si no quieren perderse en la gran apostasía que se
contempla en Roma y en todas las diócesis del mundo.
Ya
los fieles no están obligados a prestarle obediencia porque no gobierna
la Iglesia, no realiza actos de gobierno ni de magisterio, que es lo
propio del Papado. Sin embargo, queda la comunión espiritual con el
Espíritu de Pedro, que posee el Papa Benedicto XVI. Ese Espíritu de
Pedro es el Espíritu de la Iglesia, que une a todos los miembros con Su
Cabeza.
Sigue
siendo Pedro el que guía a la Iglesia en estos momentos. Pero sólo guía
a aquellos en comunión con el Papa Benedicto XVI. A los demás, ellos
mismos se pierden en la gran confusión que hay en todas partes por
seguir a un falso papa, que no tiene el Espíritu de Pedro, y por estar
colaborando en el levantamiento de una nueva iglesia, contraria a la
Iglesia de Cristo.
Un hereje, como es Jorge Mario Bergoglio, no tiene jurisdicción en la Iglesia.
Fueron
muy pocos los que no quisieron aceptar esta mentira del gobierno
horizontal y se apartaron de Roma, en ese momento, por haber caído en el
cisma. Un cisma que iniciaba y sólo se mostraba encubierto.
Los
demás, han seguido mirando a Roma y tienen como papa a un hereje, a un
cismático y a un apóstata de la fe. Están dentro de una falsa iglesia,
siguiendo como corderos llevados al matadero, a una cabeza falsa.
El
Papa de la Iglesia Católica es Benedicto XVI, que es el último Papa
antes del fin de los tiempos, antes de que se concluyan los tiempos del
mal y aparezcan los nuevos tiempos, en donde el Papado continuará, pero
con Papas puestos por el Cielo, no en una reunión de Cardenales.
El
católico verdadero es el que comulga con el Papa Benedicto XVI: en Él
está la Iglesia, la verdadera, la que ha fundado Cristo en Pedro. Todo
aquel que comulgue con el Papa Benedicto XVI no puede caer en el cisma
que Jorge Mario Bergoglio está obrando desde la Silla de Pedro.
«Las puertas del infierno»
no pueden prevalecer sobre la Iglesia en Pedro, sobre los fieles que
comulgan con el Papa Benedicto XVI. Sin embargo, las puertas del
infierno están por encima de esa iglesia, que está levantando Jorge
Mario Bergoglio, para engullirla una vez haya sido levantada en la
perfección de todo mal.
«Entre
el cisma y la herejía creo que hay esta diferencia: la herejía crea
dogmas alterados, mientras que el cisma separa de la Iglesia» (San Jerónimo – In Tit. Super 3, 10; ML 26, 633).
Jorge
Mario Bergoglio ha estado creando, desde el Consistorio de febrero del
2014, el dogma alterado de los divorciados vueltos a casar que pueden
comulgar y de las parejas gays en la Iglesia.
Ha ido en contra de dos documentos claves en la Iglesia Católica: la Familiaris Consortio y la Humanae Vitae.
Señal de que él no puede seguir ni a los Papas ni al Magisterio
auténtico e infalible de la Iglesia, que es irreformable. Señal de que
no es Papa.
Jorge
Mario Bergoglio puso a su anticristo, Kasper, que fue el único relator
de ese Consistorio, para comenzar la reforma del magisterio de la
Iglesia. Kasper fracasó, pero el mal continuó.
En
el Sínodo del 2014, Jorge Mario Bergoglio, de acuerdo a su agenda
programada, intentó imponer su doctrina con un documento infame. Y tuvo
que cambiarla por la gran oposición de toda la Iglesia. De nuevo,
fracasó. Pero el mal continúo.
En
su orgullo, como un dictador, reinsertó su dogma alterado en el
Instrumentum Laboris para el Sínodo del 2015. Y puso a todos sus hombres
al frente de ese Sínodo, amordazando a los Padres Sinodales. Nombró a
una comisión especial para escribir su relatio final. Y su dogma alterado, de nuevo, fracasó.
El gran fracaso de Bergoglio ha sido este último Sínodo. Pero, sin embargo, el mal continúa.
Bergoglio ha montado en cólera por este fracaso y se ha desahogado con su baboso modernismo:
«…hemos
visto también que lo que parece normal para un obispo de un continente,
puede resultar extraño, casi como un escándalo, para el obispo de otro
continente; lo que se considera violación de un derecho en una sociedad,
puede ser un precepto obvio e intangible en otra; lo que para algunos
es libertad de conciencia, para otros puede parecer simplemente
confusión. En realidad, las culturas son muy diferentes entre sí y todo
principio general necesita ser inculturado si quiere ser observado y
aplicado». (24 de octubre 2015)
Lo
que parece normal para un Obispo, no es tan normal para otro; lo que
una sociedad o cultura entiende por violación de derecho, no es para
otra…
Jorge
Mario Bergoglio sigue su idealismo: todo principio general tiene que
ser inculturalizado. Es decir, que no existe la ley divina, la verdad
absoluta, no existen los dogmas, no existe la ley natural, no existe la
ley de la gracia. Sino que todo es del cristal como los hombres, las
culturas, las sociedades, las conciencias de cada uno lo miren. Esto no
es nuevo en él. Siempre ha pensado así y no hay manera de que este
hombre piense lo contrario. Él está en la descentralización del Papado y
de la Iglesia. Pero, no sabe cómo hacerla.
Ahora, para toda la Iglesia, hay un momento de compás de espera.
El
Sínodo ha fracasado porque no alcanzó los objetivos que el mal
planeaba. No se dijo que los divorciados podían comulgar. No se dijo que
los homosexuales se podían casar. Y esta es la ira de Jorge Mario
Bergoglio y su gran fracaso. Por eso, él no puede ser el Falso Profeta.
Sólo es un pobre payaso que entretiene a todo el mundo con una palabra
que fracasa.
No
son con palabras cómo se cambian a los hombres: es lo que lleva
intentando este hombre desde que usurpó el Trono de Pedro. Se ha
dedicado a hablar, a contar fábulas a todo el mundo. Y eso cansa después
de dos largos años. Cansa escuchar a un hombre obsesionado con los
mismos asuntos de siempre. Un hombre sin verdad, sin vida espiritual y
sin vida eclesial.
Por
eso, son muchos los intelectuales que también fracasan al querer
estudiar lo que es Bergoglio como papa, como miembro de la Iglesia.
Este
hombre no puede enseñar nada a la Iglesia: está creando sus dogmas
alterados. Para eso, tiene que ir en contra de toda la fe católica.
Tiene que hacer, como hacen todos los herejes, conocedores del dogma,
pero que lo interpretan a su manera, que ocultan la verdad que ellos no
quieren que se diga, para que sólo se manifieste su mentira.
Esto
es la relatio final: un documento ambiguo. Hace aguas por todas partes,
porque se oculta la verdad. Sólo se manifiestan aquellas palabras,
aquel lenguaje que dice muchas cosas y no dice absolutamente nada. Todos
los pueden interpretar a su gusto.
A pesar del fracaso del Sínodo, Bergoglio sigue adelante con su mal.
Para
toda esta gente, es lo pastoral lo que cuenta. No es la doctrina. A
ellos les interesa muy poco la doctrina. Ellos quieren que la gente viva
sin doctrinas absolutas, sin leyes divinas, sin normas de moralidad.
Por
eso, ahora, tiene que dedicarse a descentralizar la Iglesia, a poner en
cada diócesis la fuerza del cambio, que es el levantamiento de la nueva
iglesia.
Ellos
tienen que reformar los Sacramentos de alguna manera para que entren
todos en la Iglesia. Ellos van a ir a la práctica, no a la doctrina. Con
la práctica, es más fácil reformar la doctrina.
«El
cisma, en un principio y en parte, puede entender como distinto a la
herejía; mas no hay cisma en que no se forje la herejía, para
convencerse de que se ha obrado rectamente apartándose de la Iglesia» (Ib. San Jerónimo)
No hay cisma en que no se forje, en que no se consolide la herejía.
Bergoglio
no se va a dar por vencido en este fracaso del Sínodo. Bergoglio sigue
forjando su herejía, sigue trabajando con su mente cerrada a la verdad:
ahí están sus escritos heréticos y sus falsos motus propios que abren la puerta al divorcio en la iglesia, es decir, a la herejía. Son con los motus propios, con la pastoral, cómo cambian la Iglesia, cómo lo alteran todo.
¡Cuántas
almas se van a separar de la Iglesia por esos motus propios! Van a
tener una nulidad que es falsa. A los ojos de Dios, seguirán casados. Y
ellos vivirán en sus pecados sin posibilidad de arrepentimiento. Esto es
un claro cisma que pocos han contemplado.
Bergoglio,
con sus escritos, con sus homilías, con sus enseñanzas heréticas, va
apartando a las almas de la Iglesia: de la verdad, de lo que significa
un Papa en la Iglesia, de lo que es la obediencia a un Papa en la
Iglesia, de lo que es el magisterio infalible de la Iglesia.
Muchos,
que siguen a Bergoglio, lo critican y lo juzgan. Han caído en su juego.
Porque a un Papa no se le puede criticar ni juzgar. Y, por eso, muchas
almas ya no saben obedecer a la verdad porque están obedeciendo la
mentira que un hombre les da en la Iglesia. Ese hombre los está
separando de la Iglesia, y no se dan cuenta. Y esto es el cisma.
Se
forja la herejía, la obediencia a la mentira, que las almas piensen el
error y lo obren. De esta manera, se va haciendo el cisma. Y, poco a
poco, se van quitando las caretas, van saliendo del armario curas
homosexuales que ya quieren ser de esa iglesia que está levantando
Bergoglio.
Bergoglio
está convencido de su herejía. Y está convencido de que debe apartarse
del magisterio infalible de la Iglesia, de todos los Papas, sólo por
estar forjando su herejía, sólo porque cree en su herejía. Muchos, no
ven esto en Bergoglio, este convencimiento, este trabajo en forjar sus
dogmas alterados. Y quedan ciegos con ese hombre.
Ahora,
ellos se van dar a la tarea de la descentralización de la Iglesia.
Porque, para que el Anticristo se siente en la Silla de Pedro, necesita
que en todas las diócesis, en todas las parroquias, en todas las
capillas católicas, se viva el pecado, se obre el pecado, y que la gente
tenga el pecado como un camino en su vida.
Esto sólo puede hacerse de manera pastoral. Y el contenido de la relatio final del Sínodo es apropiado para comenzar las reformas de las liturgias de los Sacramentos, especialmente la Eucaristía.
Si doctrinalmente no ha quedado escrito que los divorciados vueltos a casar pueden comulgar, lo van a hacer pastoralmente.
Y el cisma se irá viendo más claro, día a día. Van a dar sacramentos en
los que se va a invitar a todo el mundo a participar. Y, muchos, si
quieren salvarse tienen que apartarse de todo esto.
«…la
Iglesia no fue pensada y hecha por hombres, sino que fue creada por
medio del Espíritu; es y sigue siendo criatura del Espíritu Santo» (Eclesiología de la Lumen Gentium – Conferencia del Cardenal Ratzinger, febrero 2000).
La Iglesia de Cristo existe realmente, porque Él mismo la fundó y el Espíritu Santo la va recreando continuamente.
No
es la obra de los hombres, sino del Espíritu. Y, en un mundo, en una
Iglesia, en que el hombre ha perdido el sentido espiritual, lo que es la
realidad y el mundo del Espíritu, sólo contemplamos una Iglesia llena
de hombres, que piensan como los hombres, que obran como ellos, pero que
no siguen al Espíritu de la Iglesia, que no son movidos por este
Espíritu, que sólo les interesa un reino material, humano, natural,
carnal. Una vida mirando sólo lo de acá. Conquistando sólo proyectos
humanos.
Por
eso, no contemplamos la Iglesia de Cristo ni en Roma ni en muchas
parroquias. Sólo contemplamos a hombres que quiere edificar una nueva
iglesia, siguiendo las enseñanzas de un hombre que sólo habla para
fracasar en su palabra.
Contemplamos
un cisma en la Iglesia. Y que ya se está manifestando con claridad,
porque se sigue forjando la herejía. Nadie lucha en contra de ella.
Todos se acomodan al lenguaje herético que de Roma viene.
Graves
momentos para la Iglesia. No se ha vencido en el Sínodo porque ninguno
de los Cardenales ha excomulgado a Jorge Mario Bergoglio. Se ha
contenido, por un tiempo, la obra de herejía de ese usurpador.
Pero,
si los hombres no se ponen en la Verdad, entonces perderán toda fuerza
de contención y caerán en la abominación que ya se está levantando por
todas partes.