Jon Sobrino S.J., vs. Bertrand de Margerie S.J.
El análisis marxista reduce toda la
historia a la lucha de clases, según el cual, la dialéctica de la
historia, esencialmente la lucha de clases, conduce a la victoria del
socialismo: el orden social y económicamente ideal. En ese arco, la llamada Teología de la Liberación «cree firmemente en
una sociedad perfecta en el futuro», ignorando el hecho incontrastable
de que dondequiera que el marxismo consiguió el poder, no condujo a la
libertad del hombre, sino a la supresión de sus libertades. Es asimismo incontrastable la constatación de que en la estela
del Concilio (Vaticano II), los errores de Rusia se hubieran difundido
con audacia cada vez mayor por la Iglesia, y particularmente por medio
de la «teología de la liberación» que es esencialmente marxismo
revolucionario traducido a un modismo diseñado para hacerlo aceptable a
una generación ya desposeída de sana instrucción catequética por la
supresión del Catecismo Católico, por la misma mafia postconciliar de
los neomodernistas anti-anti-comunistas. [1]
Esa «teología de moda», [2] ha venido siendo propagada en las
últimas cinco décadas por los teólogos modernistas de turno, basta que
éstos enseñen una doctrina nueva, distinta de la tradicional, aunque
sean herejías, llegan exaltados y aplaudidos por las masas. Como
sabemos, para éstos, la sana doctrina de Nuestro Señor Jesucristo y de
los Apóstoles, e interpretadas por los Padres y el Magisterio de la
Iglesia ya no se adapta a las exigencias de los nuevos tiempos. [3]
San Pablo ya se lo advirtió a Timoteo: Porque vendrá el
tiempo en que no soportarán más la sana doctrina (1990), antes bien con
prurito de oír se amontonarán maestros con arreglo a sus
concupiscencias. Apartarán de la verdad el oído, pero se volverán a las
fábulas (2 Timoteo 4, 3-4).
Y los «falsos doctores» vinieron, y seguirán viniendo, bien instrumentados y orquestados. San Juan los llamó «anticristos»:
Así ahora muchos se han hecho anticristos, por donde conocemos que es
la última hora. De entre nosotros han salido, más no eran de los
nuestros, pues, si de los nuestros fueran, habrían permanecido con
nosotros. Pero es para que se vea claro que no todos son de los nuestros (1 Juan, 2, 18), y llegaron los Ludwig Feuerbach, Rudolf Karl Bultmann, Dietrich Bonhoeffer, Thomas J.J. Alticer, William Hamilton, Paul van Buren, Dorothee Sölle, etc.
A éstos se sumaron Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff O.F.M., Segundo Galilea S.J., Frei Betto O.P., Carlos Mesters O.C., Clodovis Boff, O.S.M., Ignacio Ellacuria S.J., Jon Sobrino S.J.,
etc., entre estos últimos varios admiradores del Ché Guevara, algunos
de ellos amigos personales del tirano Fidel Castro, especialmente Frei
Betto.
Pongamos algunos ejemplos de sus erróneas proposiciones:
Pongamos algunos ejemplos de sus erróneas proposiciones:
- Evolución del dogma. [4]
- Teología de la muerte de Dios. [5]
- Teología de la liberación. [6]
- «Eclesiogénesis».
- Teología negra.
- Teología india.
- Mariología marxista.
- «Ecoteología».
Las Comunidades eclesiales de base (CEBs), se inspiraron en los
lineamientos de los «teólogos de la liberación». El jesuita Jon Sobrino
entre varias de sus obras insufló especialmente estas dos Resurrección de la verdadera Iglesia (1981), Compañeros de Jesús.
Originalmente las CEBs brazo operativo de la Teología de la Liberación de corte marxista, actuaron bajo los denominativos de «Comunidades de base cristiana» o «Iglesia del pueblo».
Posteriormente al recibir la aprobación de múltiples obispos y hasta
la bendición de Conferencias Episcopales, promoviéndolas como «su principal opción pastoral»,
éstas fueron multiplicándose no solamente en el Brasil, su país de
origen, sino también en toda América Latina y otras latitudes con el
denominativo de CEBs. [7]
Dos esclarecedores documentos desvelaron completamente el accionar de las CEBs: «Las CEBs de las cuales mucho se habla y poco se conoce» del
Prof. Plinio Correa de Oliveira, y la también «muy oportuna publicación
por el episcopado mexicano de un excelente informe sobre la «Iglesia del Pueblo», escrito por el Padre Boaventura Kloppenburg, OFM, Rector del Instituto Pastoral del CELAM, documento que «frenó la acción subversiva marxista en México», desarrollada en vísperas de la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Puebla. [8]
«Las CEBs pretendieron y pretenden formar una clase social que
lucha contra las instituciones civiles e incluso eclesiásticas.
Estimulan a las bases a rebelarse contra las cúpulas, apoyando partidos
que alientan la lucha de clases. Las comunidades eclesiales de base se
convierten así en minas inagotables de acción partidista, representando
al “pueblo” en el quehacer socio-político».
«En este ambiente toma cuerpo la “Iglesia Popular”, creada por el pueblo o comunidades eclesiales de base contaminadas por la lucha de clases, en oposición a la Iglesia con autoridades superiores, la Iglesia tradicional».[9]
«En este ambiente toma cuerpo la “Iglesia Popular”, creada por el pueblo o comunidades eclesiales de base contaminadas por la lucha de clases, en oposición a la Iglesia con autoridades superiores, la Iglesia tradicional».[9]
En mayo de 1999 tuve la gracia de conocer personalmente al
teólogo francés Bertrand de Margerie, sacerdote jesuita y miembro de la
Pontifica Academia de Santo Tomás de Aquino, quién me entregó su
precioso libro: Daily Communion and Frequent Confession, así
comencé a conocer la vasta bibliografía de este ejemplar jesuita, santo y
erudito. Muchos de sus libros no se han traducido aún del francés al
español, y es una pena, porque ha escrito, dada su profunda formación
tomista, una variedad de temas, especialmente dentro de su
especialización la teología dogmática, y particularmente la cristología,
con una exégesis rigurosa, ortodoxa y profunda, «nutrida de las
Sagradas Escrituras, de San Agustín, y de los Padres de la Iglesia, de
Santo Tomás de Aquino – su bienamado maestro – los de místicos, de John
Henry Newman, y de los textos del Magisterio».
Dos de sus últimas obras han sido «El Corazón de María, Corazón de la
Iglesia» y el par de volúmenes de la «Historia doctrinal del culto al
Corazón de Jesús».
Pero, dentro de toda esa vasta biografía del eximio jesuita francés, destaca su «Crítica al libro de Jon Sobrino, S.J. Jesús en América Latina su significación para la fe y la cristología». Crítica singular, dada la pertenencia de ambos a la Compañía de Jesús.
En dicho escrito De Margerie, señala entre otros que: La
Cristología de Sobrino, tal como ha sido expuesta aquí, sufre de un
grave defecto metodológico de donde resultan, a menudo, minimizaciones o
negaciones de muchas enseñanzas importantes de la Iglesia Católica.
El autor parece ser tributario, casi exclusivamente, de algunos
exegetas y teólogos contemporáneos de lengua holandesa y alemana; sus
vistas exegéticas dependen sobre todo de autores no católicos citados
sin espíritu crítico. Es visible que el Magisterio de la Iglesia y la
Tradición de los Padres han ejercido poca influencia sobre él; inclusive
él mismo sería el primer sorprendido al comparar el número muy limitado
de citas que hace de ellos frente al elevado número de referencias
tomadas de autores que la Iglesia todavía no ha hecho sus Doctores.
Sobrino, inspirándose en Cullmann, piensa que «sin duda alguna
Jesús considera una injusticia que haya ricos y pobres». Lógicamente,
para él, los ricos deberían renunciar a sus bienes para seguir a Jesús:
nos encontramos aquí muy lejos de Agustín y de las encíclicas
pontificias; para decirlo en pocas palabras, nos encontramos en pleno
«integrismo anti-ricos», lo que no es nada sorprendente habida cuenta
que los teólogos de la liberación -en su conjunto- son tributarios del
plan económico-social del marxismo y poco fieles a la doctrina social de
la Iglesia.
Con ocasión del 50.º aniversario del llamado «Pacto de las Catacumbas» [10] se busca resucitar a Jon Sobrino cuyas erróneas proposiciones fueron censuradas por la Santa Sede en 2007.
Germán Mazuelo-Leytón
1 cf.: G