sábado, 21 de noviembre de 2015

El suicidio colectivo


El suicidio colectivo

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 En épocas de crisis —y la actual es la mayor de las que han padecido tanto la Iglesia como España a lo largo de toda su Historia— suelen abundar las sectas, los falsos profetas, los visionarios y visionarias, las revelaciones, las apariciones de la Virgen (apenas si queda lugar en donde no lo haya hecho) y las predicciones de los alarmistas asegurando fechas próximas para el fin del mundo (las cuales siempre se van retrasando después de haberse demostrado falsas). El Mundo Occidental es una sociedad cadavérica, y ya decía Jesucristo que donde esté el cadáver allí se congregarán los buitres.[1]

Aunque ya se sabe que todas las profecías o revelaciones privadas, aun aquéllas aprobadas por la Iglesia como que no contienen nada contrario a la Fe (que es lo más que puede decir la Iglesia sobre ellas), carecen de valor oficial y no poseen en absoluto por lo tanto ninguna fuerza coactiva de credibilidad.
Tal vez podrían ser consideradas, como una relativa excepción, las profecías de Fátima, dada la confianza que la Iglesia y los fieles han depositado en ellas. Desgraciadamente, sin embargo, por lo que hace al tan llevado y traído tercer secreto de Fátima considerado como el verdaderamente importante, conviene recordar que, además de haber sido celosamente ocultado por todos los Papas postconciliares, fue finalmente manipulado y falsificado por el Cardenal Bertone con la ayuda de su entorno y colaboradores. El Papa Juan XXIII estaba demasiado preocupado por conseguir la asistencia de los Jerarcas ortodoxos rusos al Concilio, y fue por eso por lo que firmó el Pacto de Metz (ningún historiador ha logrado averiguar hasta ahora la utilidad que pudo aportar a la Iglesia esa diligencia papal). En cuanto al Papa Pablo VI, verdadero instigador del Pacto de Metz cuando era Cardenal, no le interesaba en absoluto enemistarse con Rusia, que es a lo que le hubiera conducido probablemente la revelación del famoso secreto. Y lo mismo le ocurrió a los siguientes Pontífices, hasta llegar al Papa Francisco al que no parecen preocuparle para nada las revelaciones de Fátima.
Aunque es precisamente la inquina demostrada contra esas profecías, junto al consiguiente saqueo que han sufrido, lo que podría otorgarles un serio margen de credibilidad. Sin embargo, poco o nada de lo que ha sido entregado del tercer secreto puede ser considerado como auténtico, después de la continuada serie de manejos que ha sufrido y que aquí no hemos hecho sino resumir.
Por lo que cabe deducir, con toda evidencia, que lo único seguro en cuanto al tercer secreto de Fátima es que no hay nada seguro con respecto a él, y de ahí que sería demasiado imprudente conceder a lo que se sabe de él (o más bien lo que se sabe pero de lo que nadie está seguro) atisbo alguno de credibilidad. Dicho sea en honor a la verdad, y con el perdón, recabado por anticipado, de la multitud de neocones, partidarios de los secretos de Fátima, aficionados a las revelaciones privadas, agoreros anunciadores del fin del mundo, etc., etc.
Las únicas profecías absolutamente fiables, en términos generales y con respecto al Fin del mundo en particular, son las de la Sagrada Escritura. Y aun éstas han de ser consideradas con extremo cuidado, acudiendo siempre en último término al juicio prudente del legítimo Magisterio de la Iglesia. Supone una demostración de imprudencia apoyarse en ellas para lanzar juicios apresurados y demasiado concretos, anunciando por ejemplo fechas determinadas para el cumplimiento de los Tiempos Finales. Ya el mismo Jesucristo advirtió seriamente que, con respecto a aquella hora, nadie la conoce, ni los ángeles del Cielo y ni siquiera el Hijo, sino solamente el Padre.[2] Por otra parte, Él mismo no se cansa de repetir a lo largo del Evangelio que el Hijo del Hombre llegará inopinadamente, como un ladrón y cuando menos se lo espere (Mt 24:42; 25:13; Mc 13: 33.35.37). Y lo mismo viene a decir el Apóstol San Pablo: Y cuando estuvieren diciendo: ¡Paz y seguridad!, de repente les sobrevendrá la ruina, como a la mujer los dolores del parto, y no escaparán.[3]
Lo cual no quiere decir, ni mucho menos, que no se puedan avanzar pronósticos razonables con respecto al futuro. Siempre que se basen en los hechos y en razonamientos objetivos carentes de prejuicios o determinaciones ideológicas. Se dice con razón que la Historia es Maestra de la Vida; con respecto al pasado, por supuesto, pero suministrando materiales para juzgar sobre el presente; de ahí que, bien interpretada y considerada, también puede ser fuente de pronósticos con respecto al futuro de ninguna manera carentes de fundamento. El cristiano cuenta además como ventaja particular con la ayuda de la Fe, y siempre que se acompañe de la debida prudencia; aunque sea éste un elemento determinante al que se le suele dar de lado o tal vez olvidado por completo: Jesucristo había prometido que el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que os he dicho.[4] Lo que no autoriza a nadie a sentirse profeta de los acontecimientos futuros, aunque sí que cabe deducir de tales palabras la existencia de una cierta luz, otorgada por la Fe al entendimiento humano que juzga sin prejuicios, y que puede servir de orientación a quien se deja guiar por ella.
En este sentido es como podemos decir, ateniéndonos con fidelidad a los hechos y dando de lado a toda clase de prejuicios, que en los momentos actuales España está irremediablemente abocada a un suicidio inmediato, caminando ciegamente hacia un abismo al que se va a precipitar sin remedio.
Aunque nadie se atreva a decirlo, si es verdad que el Occidente ha desertado del Cristianismo y se ha paganizado, en modo alguno es exagerado decir que España se encuentra entre los primeros puestos de los que han optado por esa situación. Y con respecto a Europa, tal vez ocupe el primero. El país que evangelizó a América y salvó a Europa de convertirse toda ella al Protestantismo, la Nación que fue vanguardia del Catolicismo (nadie sabe porqué Francia fue llamada siempre la predilecta hija de la Iglesia) y derrotó al Comunismo en una guerra civil (años 1936–39) en la que muchos miles de mártires dieron su vida por la Fe, se encuentra en la actualidad, no ya en un estado de apostasía con respecto a las creencias cristianas que le dieron fundamento, sino en una situación de actitud anticristiana.
Para muchos parecerá afirmación exagerada todo lo que pase más allá de decir que el Pueblo español en general se ha desentendido con respecto a la Fe. Sin embargo no es así, como cualquiera carente de prejuicios puede comprobar, además de ser cosa generalmente sabida.
Es una realidad que el país entero se ha casado con la Mentira y la ha aceptado sin la menor protesta. La famosa Ley de Memoria Histórica, promulgada por el señor Zapatero y mantenida por el Presidente Rajoy, es la mayor ignominia y la más infame patraña perpetrada jamás en toda la Historia de España. Mientras gobernantes y personas honorables son infamadas y calumniadas, y mientras los millares de mártires que dieron su vida por la Patria y por una Fe en las que creían son olvidados, cuando no objeto de burla, al genocida de Paracuellos sin embargo se le tributan homenajes y se le dedican calles en Madrid. A los Gobernantes más encumbrados, pero más corruptos que ha conocido la Historia de España desde el tiempo de los visigodos hasta ahora, se les otorgan los mayores reconocimientos y se les declara como los mejores Gobernantes de la Historia de España.
Por otra parte, se eliminan las cruces y cualesquiera signos cristianos de todos los lugares públicos, a la vez que se asaltan y se profanan impunemente las Iglesias y las capillas. Los niños son educados sistemáticamente en las Escuelas en el desprecio a la Fe y en el odio a la propia Patria, al mismo tiempo que se les inculca e introduce en la práctica de las más aberrantes conductas sexuales. Se va procediendo paulatinamente a la prohibición y colocación de trabas a toda clase de culto público, como procesiones, romerías y cosas semejantes, y se está tomando por norma la eliminación de las fiestas y manifestaciones públicas religiosas.
En cuanto a los pocos sacerdotes que aún permanecen dispuestos a defender la Fe y denunciar ciertas conductas, como la homosexualidad, afirmando que son vergonzantes y condenadas por la Ley divina, se ven cada día mas afrontados al peligro de sufrir burlas, persecuciones y hasta la cárcel. En todas las discotecas del país se lleva a cabo una educación sistemática de la juventud a base de la difusión de la música rock and roll cuyas bases son claramente satánicas, y en las que se practica un decidido culto a grupos como los beatles, cuyo desprecio por la Religión y su confesada devoción a Satán son claramente conocidos.
La Moral cristiana ha pasado a ser objeto de burla, hasta el punto de que un matrimonio honesto, por ejemplo, que haya sido bendecido con más de uno o dos hijos, es sometido al desprecio y al ridículo. En cuanto a cosas como la honestidad y la veracidad en el mundo de los negocios en general, son objeto de un pasado que ya casi nadie recuerda. Se subvenciona también un cine vergonzante, inmoral y anticristiano —cuya falta de inteligencia para los guiones intenta sustituirse por el odio al franquismo, al cristianismo y el manido recurso de las escenas de cama— al mismo tiempo que se le retiran las subvenciones y ayudas a las Instituciones Católicas.
No existe en España un solo partido político cristiano, o que defienda al menos unos mínimos valores de una ética racional y honesta. Por lo que se ha dado paso al juego de una política que no deja de ser una farsa, en la que son encumbrados unos líderes que dejan bastante que desear en todos los aspectos humanos, por no hablar ni de lejos de los divinos. Aunque nadie lo confiesa, todo el mundo sabe la clase de Poderes que gobiernan Europa. Y por lo que respecta a España, todavía están por aclararse las relaciones del actual Partido político gobernante con la Masonería, que es la única que probablemente podría dar respuesta acerca del ya inminente y hace tiempo decidido fraccionamiento de España.
El camino recorrido por España para llegar a la presente situación ya fue predicho por Menéndez Pelayo. El inmortal santanderino —hoy también proscrito y condenado por el Sistema, que se ha apresurado a retirar los Monumentos erigidos en su memoria—, en el Epílogo de su Historia de los Heterodoxos Españoles, dejó escrito que España desaparecería como nación en cuanto dejara de ser católica. Estaba enteramente convencido, el ilustre filólogo e historiador español, de que el Catolicismo era el único vínculo capaz de unir al conjunto heterogéneo de pueblos que habitan la Península Ibérica. Por lo que, una vez llegado el momento en el que esa Religión se hubiera perdido —decía—, España se convertiría en un montón desordenado de pequeños Reinos de taifas dedicados a luchar y a devorarse entre sí. Lo que no pudo imaginar sin embargo Don Marcelino, es que tales pequeños reinos de taifas (ahora llamados autonomías) no serían sino el prólogo al paso final de la definitiva desaparición de España como Nación.
Una cosa no deja de estar relacionada con la otra, como se está viendo por los hechos. La actual situación se ha hecho posible en España por la desaparición de un Catolicismo que ha apostatado de su Fe. Uno de los acontecimientos más dignos de ser notados entre los que se suceden en España en estos momentos es el absoluto silencio de una Jerarquía eclesiástica que, por lo visto, nada tiene que decir. El que antaño fuera católico Pueblo español se ha acostumbrado ya a una Jerarquía que ha adoptado una actitud puramente pasiva ante lo que sucede. Cosa lógica por otra parte si se tiene en cuenta que alguien puso buen cuidado en elegir y seleccionar a hombres de no mucho carácter, no demasiado firmes en la Fe y enteramente dóciles a las directrices emanadas de un Sistema abierto enteramente a un Mundo que ha renegado de Dios. Nada tiene de extraño, dada la presente situación, que el Pueblo español en su conjunto haya optado por buscarse otro dios Moloch, que no es otro que el fútbol, al que tributa absoluta y total adoración; de tal manera que hoy en España no existe otra religión que el futbolismo, ni se practica otro culto que el de la futbolatría. Y todavía solían decir los partidarios de la Memoria Histórica que Franco utilizaba el fútbol como opio del pueblo; y así son las cosas, puesto que la hipocresía consiste precissamente en atribuir a los demás las propias lacras.
Mientras tanto, España y resto del Occidente continúan con su bla, bla con respecto al terrorismo islámico. Incluso adoptando medidas de represalias que, aun siendo todo lo justificadas que se pueda decir, todo el mundo sabe que acabarán siendo ineficaces. Pues el terrorismo islámico es uno de esos profundos problemas humanos a los que nadie puede enfrentarse si no es acudiendo y teniendo en cuenta las raíces de donde procede y las causas que lo han determinado. Los políticos con su eterna cháchara, dedicada principalmente a distraer a las masas, seguirán hablando de muchas cosas: mezclando verdades enteras con otras que no lo son sino a medias y acompañadas siempre de mentiras completas. Aludirán a la cooperación de USA y del Occidente con algunos regímenes del Oriente Próximo como medio de destruir a otros regímenes no aliados, o a los intereses contrapuestos entre las aspiraciones de la Unión Europea o de USA, por una parte, y de Rusia o de China por otra, o a los beneficios reportados por el negocio de la venta de armamentos, etc., etc. Pero todo el mundo, por supuesto, procurando no aludir nunca a las verdaderas causas que han dado lugar a la ruina de Occidente.
En tales circunstancias no es imprudente pensar que, por desgracia, las cosas van a continuar igual. El Mundo musulmán, enteramente decidido a terminar con los infieles, y gozando del inmenso poder que le ha proporcionado el mismo Occidente, abriéndole sus puertas y proporcionándole armas y toda clase de medios, seguirá golpeando.
Mirando las cosas desde el punto de vista de la Fe, sería una necedad suponer que Dios no va a estar dispuesto a tomar medidas y a proporcionar un tremendo castigo. Lo ha hecho en otros momentos de la Historia y nada autoriza suponer, aunque nada podamos adivinar acerca de sus designios, que no lo vaya a hacer ahora. Su paciencia es infinita en intensidad, pero no ilimitada en el tiempo, y tal como Él mismo ha dejado bien claro en sus sagradas Escrituras, de Él nadie se ríe.
Es por eso por lo que, examinada serenamente la situación, no parece pronóstico ilusorio pensar que será algunas de las ciudades más importantes de la Cristiandad precisamente la próxima víctima que sufrirá las consecuencias, dado que existen sobradas razones que parecen proporcionar fundamento para tan tremendo augurio. O tal vez sea la misma España la primera en ser golpeada, aunque esta vez con mayor fuerza que nunca, tal como piensan algunos que incluso se atreven a otorgar a tal infortunio bastantes probabilidades de que efectivamente suceda.
Ojalá que la bondad y la misericordia divinas, siempre superiores a la maldad de los hombres, se compadezcan al fin de esta Humanidad que sufre sus propias desgracias y miserias, a fin de que nunca sucedan semejantes desgracias y tan tristes predicciones.
Padre Alfonso Gálvez
[1] Mt 24:28.
[2] Mc 13:32.
[3] 1 Te 5:3.
[4] Jn 14:26.