El suicidio colectivo
En épocas de crisis —y la actual es
la mayor de las que han padecido tanto la Iglesia como España a lo largo
de toda su Historia— suelen abundar las sectas, los falsos profetas,
los visionarios y visionarias, las revelaciones, las apariciones de la
Virgen (apenas si queda lugar en donde no lo haya hecho) y las
predicciones de los alarmistas asegurando fechas próximas para el fin
del mundo (las cuales siempre se van retrasando después de haberse
demostrado falsas). El Mundo Occidental es una sociedad cadavérica, y ya
decía Jesucristo que donde esté el cadáver allí se congregarán los buitres.[1]
Aunque ya se sabe que todas las profecías o revelaciones privadas, aun aquéllas aprobadas por la Iglesia como que no contienen nada contrario a la Fe
(que es lo más que puede decir la Iglesia sobre ellas), carecen de
valor oficial y no poseen en absoluto por lo tanto ninguna fuerza
coactiva de credibilidad.
Tal vez podrían ser consideradas, como una relativa
excepción, las profecías de Fátima, dada la confianza que la Iglesia y
los fieles han depositado en ellas. Desgraciadamente, sin embargo, por
lo que hace al tan llevado y traído tercer secreto de Fátima considerado
como el verdaderamente importante, conviene recordar que, además de
haber sido celosamente ocultado por todos los Papas postconciliares, fue
finalmente manipulado y falsificado por el Cardenal Bertone con la
ayuda de su entorno y colaboradores. El Papa Juan XXIII estaba demasiado
preocupado por conseguir la asistencia de los Jerarcas ortodoxos rusos
al Concilio, y fue por eso por lo que firmó el Pacto de Metz (ningún
historiador ha logrado averiguar hasta ahora la utilidad que pudo
aportar a la Iglesia esa diligencia papal). En cuanto al Papa Pablo VI,
verdadero instigador del Pacto de Metz cuando era Cardenal, no le
interesaba en absoluto enemistarse con Rusia, que es a lo que le hubiera
conducido probablemente la revelación del famoso secreto. Y lo mismo le
ocurrió a los siguientes Pontífices, hasta llegar al Papa Francisco al
que no parecen preocuparle para nada las revelaciones de Fátima.
Aunque es precisamente la inquina demostrada contra esas profecías,
junto al consiguiente saqueo que han sufrido, lo que podría otorgarles
un serio margen de credibilidad. Sin embargo, poco o nada de lo que ha
sido entregado del tercer secreto puede ser considerado como auténtico,
después de la continuada serie de manejos que ha sufrido y que aquí no
hemos hecho sino resumir.
Por lo que cabe deducir, con toda evidencia, que lo único seguro en cuanto al tercer secreto de Fátima es que no hay nada seguro con respecto a él,
y de ahí que sería demasiado imprudente conceder a lo que se sabe de él
(o más bien lo que se sabe pero de lo que nadie está seguro) atisbo
alguno de credibilidad. Dicho sea en honor a la verdad, y con el perdón,
recabado por anticipado, de la multitud de neocones, partidarios de los
secretos de Fátima, aficionados a las revelaciones privadas, agoreros
anunciadores del fin del mundo, etc., etc.
Las únicas profecías absolutamente fiables, en términos generales y
con respecto al Fin del mundo en particular, son las de la Sagrada
Escritura. Y aun éstas han de ser consideradas con extremo cuidado,
acudiendo siempre en último término al juicio prudente del legítimo
Magisterio de la Iglesia. Supone una demostración de imprudencia
apoyarse en ellas para lanzar juicios apresurados y demasiado concretos,
anunciando por ejemplo fechas determinadas para el cumplimiento de los
Tiempos Finales. Ya el mismo Jesucristo advirtió seriamente que, con
respecto a aquella hora, nadie la conoce, ni los ángeles del Cielo y ni siquiera el Hijo, sino solamente el Padre.[2]
Por otra parte, Él mismo no se cansa de repetir a lo largo del
Evangelio que el Hijo del Hombre llegará inopinadamente, como un ladrón y
cuando menos se lo espere (Mt 24:42; 25:13; Mc 13: 33.35.37). Y lo
mismo viene a decir el Apóstol San Pablo: Y cuando estuvieren
diciendo: ¡Paz y seguridad!, de repente les sobrevendrá la ruina, como a
la mujer los dolores del parto, y no escaparán.[3]
Lo cual no quiere decir, ni mucho menos, que no se puedan avanzar pronósticos razonables
con respecto al futuro. Siempre que se basen en los hechos y en
razonamientos objetivos carentes de prejuicios o determinaciones
ideológicas. Se dice con razón que la Historia es Maestra de la Vida;
con respecto al pasado, por supuesto, pero suministrando materiales
para juzgar sobre el presente; de ahí que, bien interpretada y
considerada, también puede ser fuente de pronósticos con respecto al
futuro de ninguna manera carentes de fundamento. El cristiano cuenta
además como ventaja particular con la ayuda de la Fe, y siempre que se
acompañe de la debida prudencia; aunque sea éste un elemento
determinante al que se le suele dar de lado o tal vez olvidado por
completo: Jesucristo había prometido que el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que os he dicho.[4]
Lo que no autoriza a nadie a sentirse profeta de los acontecimientos
futuros, aunque sí que cabe deducir de tales palabras la existencia de
una cierta luz, otorgada por la Fe al entendimiento humano que juzga sin
prejuicios, y que puede servir de orientación a quien se deja guiar por
ella.
En este sentido es como podemos decir, ateniéndonos con fidelidad a
los hechos y dando de lado a toda clase de prejuicios, que en los
momentos actuales España está irremediablemente abocada a un suicidio inmediato, caminando ciegamente hacia un abismo al que se va a precipitar sin remedio.
Aunque nadie se atreva a decirlo, si es verdad que el Occidente ha
desertado del Cristianismo y se ha paganizado, en modo alguno es
exagerado decir que España se encuentra entre los primeros puestos de
los que han optado por esa situación. Y con respecto a Europa, tal vez
ocupe el primero. El país que evangelizó a América y salvó a Europa de
convertirse toda ella al Protestantismo, la Nación que fue vanguardia
del Catolicismo (nadie sabe porqué Francia fue llamada siempre la
predilecta hija de la Iglesia) y derrotó al Comunismo en una guerra
civil (años 1936–39) en la que muchos miles de mártires dieron su vida
por la Fe, se encuentra en la actualidad, no ya en un estado de
apostasía con respecto a las creencias cristianas que le dieron
fundamento, sino en una situación de actitud anticristiana.
Para muchos parecerá afirmación exagerada todo lo que pase más allá
de decir que el Pueblo español en general se ha desentendido con
respecto a la Fe. Sin embargo no es así, como cualquiera carente de
prejuicios puede comprobar, además de ser cosa generalmente sabida.
Es una realidad que el país entero se ha casado con la Mentira y la ha aceptado sin la menor protesta. La famosa Ley de Memoria Histórica,
promulgada por el señor Zapatero y mantenida por el Presidente Rajoy,
es la mayor ignominia y la más infame patraña perpetrada jamás en toda
la Historia de España. Mientras gobernantes y personas honorables son
infamadas y calumniadas, y mientras los millares de mártires que dieron
su vida por la Patria y por una Fe en las que creían son olvidados,
cuando no objeto de burla, al genocida de Paracuellos sin embargo se le
tributan homenajes y se le dedican calles en Madrid. A los Gobernantes
más encumbrados, pero más corruptos que ha conocido la Historia de
España desde el tiempo de los visigodos hasta ahora, se les otorgan los
mayores reconocimientos y se les declara como los mejores Gobernantes de la Historia de España.
Por otra parte, se eliminan las cruces y cualesquiera signos
cristianos de todos los lugares públicos, a la vez que se asaltan y se
profanan impunemente las Iglesias y las capillas. Los niños son educados
sistemáticamente en las Escuelas en el desprecio a la Fe y en el odio a
la propia Patria, al mismo tiempo que se les inculca e introduce en la
práctica de las más aberrantes conductas sexuales. Se va procediendo
paulatinamente a la prohibición y colocación de trabas a toda clase de
culto público, como procesiones, romerías y cosas semejantes, y se está
tomando por norma la eliminación de las fiestas y manifestaciones
públicas religiosas.
En cuanto a los pocos sacerdotes que aún permanecen dispuestos a
defender la Fe y denunciar ciertas conductas, como la homosexualidad,
afirmando que son vergonzantes y condenadas por la Ley divina, se ven
cada día mas afrontados al peligro de sufrir burlas, persecuciones y
hasta la cárcel. En todas las discotecas del país se lleva a cabo una
educación sistemática de la juventud a base de la difusión de la música rock and roll cuyas bases son claramente satánicas, y en las que se practica un decidido culto a grupos como los beatles, cuyo desprecio por la Religión y su confesada devoción a Satán son claramente conocidos.
La Moral cristiana ha pasado a ser objeto de burla, hasta el punto de
que un matrimonio honesto, por ejemplo, que haya sido bendecido con más
de uno o dos hijos, es sometido al desprecio y al ridículo. En cuanto a
cosas como la honestidad y la veracidad en el mundo de los negocios en
general, son objeto de un pasado que ya casi nadie recuerda. Se
subvenciona también un cine vergonzante, inmoral y anticristiano —cuya
falta de inteligencia para los guiones intenta sustituirse por el odio
al franquismo, al cristianismo y el manido recurso de las escenas de
cama— al mismo tiempo que se le retiran las subvenciones y ayudas a las
Instituciones Católicas.
No existe en España un solo partido político cristiano, o que
defienda al menos unos mínimos valores de una ética racional y honesta.
Por lo que se ha dado paso al juego de una política que no deja de ser
una farsa, en la que son encumbrados unos líderes que dejan bastante que
desear en todos los aspectos humanos, por no hablar ni de lejos de los
divinos. Aunque nadie lo confiesa, todo el mundo sabe la clase de
Poderes que gobiernan Europa. Y por lo que respecta a España, todavía
están por aclararse las relaciones del actual Partido político
gobernante con la Masonería, que es la única que probablemente podría
dar respuesta acerca del ya inminente y hace tiempo decidido
fraccionamiento de España.
El camino recorrido por España para llegar a la presente situación ya
fue predicho por Menéndez Pelayo. El inmortal santanderino —hoy también
proscrito y condenado por el Sistema, que se ha apresurado a retirar
los Monumentos erigidos en su memoria—, en el Epílogo de su Historia de los Heterodoxos Españoles,
dejó escrito que España desaparecería como nación en cuanto dejara de
ser católica. Estaba enteramente convencido, el ilustre filólogo e
historiador español, de que el Catolicismo era el único vínculo capaz de
unir al conjunto heterogéneo de pueblos que habitan la Península
Ibérica. Por lo que, una vez llegado el momento en el que esa Religión
se hubiera perdido —decía—, España se convertiría en un montón
desordenado de pequeños Reinos de taifas dedicados a luchar y a
devorarse entre sí. Lo que no pudo imaginar sin embargo Don Marcelino,
es que tales pequeños reinos de taifas (ahora llamados autonomías) no serían sino el prólogo al paso final de la definitiva desaparición de España como Nación.
Una cosa no deja de estar relacionada con la otra, como se está
viendo por los hechos. La actual situación se ha hecho posible en España
por la desaparición de un Catolicismo que ha apostatado de su Fe. Uno
de los acontecimientos más dignos de ser notados entre los que se
suceden en España en estos momentos es el absoluto silencio de una Jerarquía eclesiástica que, por lo visto, nada tiene que decir.
El que antaño fuera católico Pueblo español se ha acostumbrado ya a una
Jerarquía que ha adoptado una actitud puramente pasiva ante lo que
sucede. Cosa lógica por otra parte si se tiene en cuenta que alguien
puso buen cuidado en elegir y seleccionar a hombres de no mucho
carácter, no demasiado firmes en la Fe y enteramente dóciles a las
directrices emanadas de un Sistema abierto enteramente a un Mundo que ha
renegado de Dios. Nada tiene de extraño, dada la presente situación,
que el Pueblo español en su conjunto haya optado por buscarse otro dios
Moloch, que no es otro que el fútbol, al que tributa absoluta y total
adoración; de tal manera que hoy en España no existe otra religión que
el futbolismo, ni se practica otro culto que el de la futbolatría. Y todavía solían decir los partidarios de la Memoria Histórica
que Franco utilizaba el fútbol como opio del pueblo; y así son las
cosas, puesto que la hipocresía consiste precissamente en atribuir a los
demás las propias lacras.
Mientras tanto, España y resto del Occidente continúan con su bla,
bla con respecto al terrorismo islámico. Incluso adoptando medidas de
represalias que, aun siendo todo lo justificadas que se pueda decir,
todo el mundo sabe que acabarán siendo ineficaces. Pues el terrorismo
islámico es uno de esos profundos problemas humanos a los que nadie
puede enfrentarse si no es acudiendo y teniendo en cuenta las raíces de
donde procede y las causas que lo han determinado. Los políticos con su
eterna cháchara, dedicada principalmente a distraer a las masas,
seguirán hablando de muchas cosas: mezclando verdades enteras con otras
que no lo son sino a medias y acompañadas siempre de mentiras completas.
Aludirán a la cooperación de USA y del Occidente con algunos regímenes
del Oriente Próximo como medio de destruir a otros regímenes no aliados,
o a los intereses contrapuestos entre las aspiraciones de la Unión
Europea o de USA, por una parte, y de Rusia o de China por otra, o a los
beneficios reportados por el negocio de la venta de armamentos, etc.,
etc. Pero todo el mundo, por supuesto, procurando no aludir nunca a las
verdaderas causas que han dado lugar a la ruina de Occidente.
En tales circunstancias no es imprudente pensar que, por desgracia,
las cosas van a continuar igual. El Mundo musulmán, enteramente decidido
a terminar con los infieles, y gozando del inmenso poder que
le ha proporcionado el mismo Occidente, abriéndole sus puertas y
proporcionándole armas y toda clase de medios, seguirá golpeando.
Mirando las cosas desde el punto de vista de la Fe, sería una necedad
suponer que Dios no va a estar dispuesto a tomar medidas y a
proporcionar un tremendo castigo. Lo ha hecho en otros momentos de la
Historia y nada autoriza suponer, aunque nada podamos adivinar acerca de
sus designios, que no lo vaya a hacer ahora. Su paciencia es infinita
en intensidad, pero no ilimitada en el tiempo, y tal como Él mismo ha dejado bien claro en sus sagradas Escrituras, de Él nadie se ríe.
Es por eso por lo que, examinada serenamente la situación, no parece
pronóstico ilusorio pensar que será algunas de las ciudades más
importantes de la Cristiandad precisamente la próxima víctima que
sufrirá las consecuencias, dado que existen sobradas razones que parecen
proporcionar fundamento para tan tremendo augurio. O tal vez sea la
misma España la primera en ser golpeada, aunque esta vez con mayor
fuerza que nunca, tal como piensan algunos que incluso se atreven a
otorgar a tal infortunio bastantes probabilidades de que efectivamente
suceda.
Ojalá que la bondad y la misericordia divinas, siempre superiores a
la maldad de los hombres, se compadezcan al fin de esta Humanidad que
sufre sus propias desgracias y miserias, a fin de que nunca sucedan
semejantes desgracias y tan tristes predicciones.
Padre Alfonso Gálvez
[1] Mt 24:28.
[2] Mc 13:32.
[3] 1 Te 5:3.
[4] Jn 14:26.