¿Sacralización de la sodomía?
San Pablo denunció la estrecha asociación entre la cultura homosexual con el rechazo a Dios y la idolatría (Rom 1, 18-32). «La condenación fue hecha por causa de su asociación con la idolatría».
Como observa Santo Tomás, no lo hizo empujándolos al mal, sino
abandonándolos, retirando de ellos su gracia. Así cayeron en grandes
errores y en vicios vergonzosos (Gil. 5, 19; Ef. 4, 19).
Lo mismo hizo con Israel según el Salmo 80, 13. La Sagrada Escritura
nos pone de aviso que esa forma pagana de vivir es incompatible con el
Dios Verdadero[1], y San Pablo nos advierte que habrán tiempos en los que la verdadera doctrina será rechazada, despreciada, y los que la sigan perseguidos.[2]
«Por primera vez en la historia del Occidente cristiano, y quizás
de la humanidad, la sociedad enfrenta no sólo a grupos dispersos de
homosexuales influyentes sino a un movimiento organizado y visible de
homosexuales declarados, que no sólo se jactan de sus hábitos, sino que
se unen en un intento de imponer su ideología a la sociedad». «No
es un movimiento de derechos civiles, ni aún un movimiento de
liberación sexual, sino una revolución moral dirigida a cambiar la
visión mortal que la gente tiene sobre la homosexualidad». [3]
Informes recientes señalan dos hechos bastante preocupantes:
El primero, indica que «los miembros de la Academia pontificia por la vida ya no tendrán que firmar una declaración manifestando que sostienen las enseñanzas pro-vida de la Iglesia».
Los estatutos aprobados por el Obispo de Roma, además de eximir a los integrantes de la misma, de firmar la Declaración de los servidores de la vida
ha modificado partes sustanciales del objetivo de la Academia
pontificia por la vida, por ejemplo el párrafo § 3, que en su nueva
versión incluye la engañosa y ambigua palabra «género»:
«La Academia tiene una tarea de carácter prevalentemente científica, dirigida a la promoción y defensa de la vida humana (cf. Vitae Mysterium, 4). En
particular, se estudian los diversos aspectos que se relacionan con el
cuidado de la dignidad de la persona humana en las diferentes edades de
la existencia, el respeto mutuo entre géneros y
generaciones, la defensa de la dignidad de cada ser humano, la promoción
de una calidad de la vida humana que integre valor material y
espiritual, con vistas a una auténtica “ecología humana”, lo que puede
ayudar a recuperar el equilibrio original de la Creación entre el ser
humano y el universo entero».[4]
La Academia pontifica por la vida, al incorporar el término «género», incorpora sutilmente la falaz ideología de género como dice el prestigioso abogado argentino Jorge Scala una de las formas actuales de gnosticismo; es atea y anti tea: reconoce a Dios y pretende combatirlo destruyendo la familia.
Los lobbies promotores de leyes de género aplican su táctica, en un movimiento de pinzas, utilizando para ello los medios de propaganda (de ideas) y de publicidad (de mercancías), y el sistema educativo formal.
Es una estrategia en tres tiempos: «la primera consiste en utilizar
una palabra del lenguaje común, cambiándole el contenido en forma
subrepticia; luego, se va bombardeando a la
opinión pública, a través de los medios de masas y la escuela -esto
último por la mayor receptividad de los niños-, utilizando la vieja
palabra, pero acercándose progresivamente al nuevo significado de la
misma; y, finalmente la gente acepta el término antiguo, con el nuevo
contenido. El prototipo de esta táctica es la palabra género.
Los promotores de dicha ideología sostienen que el sexo no es
determinado genéticamente al nacer, sino que éste se construye, de tal
forma que viene a ser el resultado del medio ambiente, los factores
educativos y sociales y el deseo individual de cada cual el que
determina la opción sexual.
Es diabólica esa teoría ya que busca eliminar al varón y la mujer, para llegar a una especie andrógina (que reúne los dos sexos en el mismo individuo).
El Papa Benedicto XVI ha dicho: «La ideología de género es la última rebelión de la creatura contra su condición de creatura. (Con ella)
el hombre moderno se considera un ser autónomo que se construye a sí
mismo; una pura voluntad que se auto-crea y se convierte en un dios para
sí mismo».
Las leyes de género –graduales en los métodos pero radicales en los objetivos, al negar la naturaleza–
abren las puertas de par en par a nuevas exigencias de grupos
minoritarios que buscan, la destrucción del matrimonio y la familia.
El segundo hecho señala que mediados de este
mes de noviembre 2016 «se han reunido en Asís más de 500 líderes de
pastoral familiar para reflexionar sobre Amoris Laetitia
y delinear las líneas pastorales en la materia. Aunque realmente había
poco para reflexionar, sino que se trataba de tomar nota de lo que los
responsables de la Conferencia Episcopal Italiana ya habían decidido. Y
detrás de muchos discursos ahumados -al menos como aparece en la reseña
de los tres días, publicada ayer en el periódico Avvenire- es
evidente que los objetivos son dos, los de siempre: comunión de
divorciados y vueltos a casar y promoción de la homosexualidad.[5]
En Italia precisamente muchas diócesis han establecido un «ministerio de acompañamiento a los homosexuales»
que no es otra cosa que el fomento de las asociaciones LGBT, y que dada
esa orientación no buscan el bien de las personas con tendencias
homosexuales sino que se convierten en un activismo homosexualista.
«No es casualidad que la difusión y la creciente aceptación
social de la homosexualidad estén acompañadas de una seria crisis en el
ámbito del matrimonio y de la familia, con una mentalidad ampliamente
difundida hostil a la vida, así como de una espantosa libertad sexual. (…) Sucesivamente,
el ejercicio de la sexualidad se fue separando cada vez más del
matrimonio y, sobre todo con la difusión mundial de los métodos
anticonceptivos, de la procreación. Se afirmó que la “vieja” comprensión
de la sexualidad correspondía a otra cultura, que en el ínterin se
había transformado.» (Card. Ratzinger).
Apelando al argumento del sentimentalismo, los lobbies manipulan abiertamente las emociones del público. El movimiento homosexual tiene dos pilares básicos en forma de dogmas:
Que se nace homosexual, y que no se puede cambiar. Nadie nace de esta
manera, lo dice la ciencia, y por tanto, el cambio es posible.
Mientras la doctrina católica hace diferencia entre tendencia homosexual y conducta homosexual,
los lobbies mentalizan en el público la idea de que la Iglesia se
colocó fuera de la realidad, y que no toma en cuenta el desarrollo
científico al respecto. Califican de carreristas y fanáticos de la Iglesia
a los defensores del matrimonio según el Plan de Dios, y conjuntamente,
buscan la aprobación de leyes que equiparen las uniones de personas del
mismo sexo con el matrimonio, así como la adopción de niños por parte
de parejas del mismo sexo. Paralelamente la inquisición rosa persigue a quienes no piensan como dichos promotores de la ideología homosexualista.
Afirma James Parker ex líder del lobby gay de Londres: «Ahora tengo claro que la persona no nace gay y que cualquier persona puede desarrollar esta identidad (heterosexual) que yo he encontrado».
La doctrina católica, como sabemos, se opone a la posibilidad de que
una pareja homosexual o lesbiana pueda adoptar niños, por el daño
psicológico y moral que éstos puedan recibir. Pero no sólo la Iglesia.
La lesbiana francesa Nathalie de Williencourt, líder de Homovox, una de las asociaciones homosexuales más influyentes de Francia, declaró lo siguiente: «creemos que los niños tienen derecho a tener un padre y una madre,
posiblemente biológicos, que posiblemente se amen. Un niño que nace del
fruto del amor de su padre y de su madre tiene el derecho a saberlo. Si
las parejas homosexuales adoptan niños que ya están privados de sus
padres biológicos, entonces (los niños) estarían sin un padre y sin una
madre por segunda vez».
En las uniones del mismo sexo el «misterio nupcial» –don que procede de Dios– es prostituido al carecer de reciprocidad, y al rechazar la diferencia sexual asimétrica. Podemos
decir, pues, que lo esencial para el matrimonio, como sacramento, es el
«lenguaje del cuerpo», releído en la verdad. Precisamente mediante él
se constituye, en efecto, el signo sacramental. [6]
Como dice Monseñor Straubinger: La perversión sexual tan
extendida en los centros de cultura moderna, es consecuencia de la
apostasía de nuestro siglo, que lo asemeja a aquellos tiempos paganos
señalados por S. Pablo. La santa crudeza con que habla el Apóstol nos
sirva de ejemplo de sinceridad y amor a la verdad. «El mundo suele
escandalizarse de las palabras claras más que de las acciones oscuras».
Estremecedora la pastoral de los obispos de Italia que sacraliza, ni más ni menos, la práctica sodomítica.
Germán Mazuelo-Leytón
[1] cf. Éxodo 34,13; Sirácides 48,1; 1 Reyes 18, 21.
[2] cf. Hebreos 13, 9.
[3] En defensa de una Leyu superior, Acción Familia.
[4] cf. Quirógrafo, 15 de agosto de 2016.
[6] JUAN PABLO II, 12-01-1983.