Dios, Patria y Fuerzas Armadas –
Jordán Bruno Genta
En nuestra lengua
castellana hay una palabra que significa, como ninguna otra, la condición
humana. Es la palabra hidalgo, cuyo prestigio antiguo la
preserva del uso vulgar a través de los siglos. Hidalgo quiere decir hijo de algo, de alguien, de bien; y el
hombre es en su origen, raíz y dignidad, hijo de alguien y con una triple
filiación: divina, histórica y carnal. Hijo del Padre que está en los cielos en
cuanto es criatura y por adopción en Cristo; hijo de sus padres y de la Patria.
Quiere decir que el hombre no es principio
primero ni comienzo absoluto, sino que viene
de otro u otros, de quienes recibe un patrimonio de bienes espirituales y
materiales superior, abrumadoramente superior, al que puede llegar a adquirir y
retribuir por sí mismo. Y todavía lo que logra con su propio esfuerzo, lúcido y
Tan sólo la materialidad que pone en nosotros
el olvido y nos aísla en el egoísmo y en la ingratitud puede suscitar la
estúpida ficción del self made man o
la fatuidad burguesa que no se cansa de repetir: “Yo no le debo nada a nadie”.
En el castellano antiguo de las Partidas de
Alfonso el Sabio, el significado metafísico de la palabra hidalgo se completa
con la de rico home, el hombre que nace y muere en nobleza.
Ni Dios, ni la Patria, ni la Familia son
bienes que se eligen. Pertenecemos a ellos y debemos servirlos con fidelidad
hasta la muerte. Desertar, olvidarlos o volverse en contra es traición, el
mayor de los crímenes.
Asumir conciencia de nuestro divino origen,
de que Dios mismo ha venido en la carne para inmolarse en la Cruz por amor a
los hombres; asumir conciencia de la verdadera historia de la Patria; saberse
heredero, continuador y responsable de una gran empresa nacional y del honor
familiar, es proclamar la nobleza de origen, el blasón del hidalgo, sea rico o
pobre de bienes materiales...
Empeñar lúcida y libremente la vida en la
imitación de Cristo y de María, de los santos, d los héroes, de los arquetipos
divinos y humanos, es querer vivir y morir en nobleza, con un rico home.
El Derecho Español, que integra nuestra auténtica
tradición occidental, nos ha dejado la más pura y plena afirmación de la
dignidad de la persona humana.
La
ley de Partida dice: “Nobles son llamados
de dos maneras, o por linaje o por bondad; y como quiera que el linaje es noble
cosa, la bondad pasa y vence; más quien las ha de ambas, éste puede ser dicho
en verdad rico home, pues que es rico por linaje y es home cumplido por
bondad...”
“Y pues a ninguno dieron elección de linaje
cuando nació, y a todos se dio elección de costumbre cuando viven, no parece
fuera de razón ser el bueno admitido a la honra, y el malo privado de tenerla, aunque
sus primeros la hayan tenido...”
“De suerte que se debe llamar verdaderamente
noble, no al que nace en nobleza, sino el que muere en ella”(1).
Patria, etimológicamente, es lo que
refiere al padre o a los padres, no en la generación carnal sino en la
continuación solidaria de las generaciones de familias que se han esforzado,
disfrutado y sufrido juntas, edificando sus hogares, sus iglesias, sus
ciudades, sus instituciones, sus usos; esto es, todo lo que promueve y preserva
una buena vida humana. Patria es una tierra y sus muertos; una tierra cultivada
y una tradición que dura, donde se hunden las raíces del hombre real, de cada
uno de nosotros. Sin Patria se es desarraigado, sin esa memoria colectiva que es
la historia verdadera, sustancia misma de la Patria…
Nación significa lo mismo que
Patria; pero no del mismo modo. Hay un matiz diferencial. Patria se refiere
propiamente a la herencia común, al patrimonio de bienes espirituales y
materiales comunes. Nación son los herederos; el conjunto de las familias y de
generaciones contemporáneas, continuadoras y solidarias con el pasado, que
deben procurar defender, consolidar y hacer prosperar el Bien Común temporal,
en la línea misma del Bien Común trascendente y eterno que es Dios.
Pueblo es la multitud que integra
una nación: pero la multitud organizada, disciplinada, jerarquizada. La
multitud informe, anarquizada y subvertida, no es pueblo, sino masa.
El sentido de Patria tiene primacía sobre el
de Nación o de pueblo, porque se refiere a la esencia y al fin de una
individualidad histórica o “unidad de destino en lo universal”. Y como enseña
Santo Tomás, el culto de la Patria es un acto de la virtud de la piedad,
subordinado al culto de la Religión.
El amor a la Patria, el sentimiento del
patriotismo en su expresión más elevada, es la abundancia del corazón en la piedad
hacia el pasado, en el orgullo de proseguir en el presente y con la esperanza
de un futuro de grandeza, el cumplimiento de un destino histórico intransferible,
asumido desde el principio por los padres de la Patria.
Quiere decir que la Patria es una esencia
fija e inmutable como la Bandera de Guerra que es su símbolo y el precio de su
existencia soberana. Y esa esencia de destino, de misión, se revela y se hace
conciencia en su historia verdadera, porque la Patria es la historia de la Patria.
La verdad histórica es la exigencia primera
del patriotismo. “Comete una infidencia el que la falsifica, convirtiendo los sucesos
del pasado en armas para los combates de hoy: La historia es la Patria. Si nos
falsifican la historia es porque quieren robarnos la Patria”(2)...
…Sentir, comprender y amar a la Patria en su
historia verdadera nos lleva a la Madre España y a la misión universal cumplida
por el Imperio de los Reyes Católicos, de Carlos V y de Felipe II. Integramos
el Occidente Cristiano porque España cultivó esta tierra en el espíritu de las
dos Romas, la humana de César y la divina de Pedro.
La herencia recibida en bienes espirituales,
culturales, políticos y sociales, etcétera, es parte constitutiva esencial del
ser de la Patria: la Religión Católica, la lengua castellana con su tesoro
inagotable de sabiduría divina y humana, las instituciones fundamentales de una
sociedad cristiana, el sentido de Justicia y de Derecho que consagra la
hidalguía para todos los hombres y su posibilidad de salvación...
La Patria no se elige; tampoco su soberanía
política se logra por elecciones. No se afirma ni se sostiene sobre las urnas,
sino sobre
las Armas.
La historia de la Patria es propiamente la
historia de la soberanía que es la plenitud de su existencia y si posición como
unidad de destino en lo universal. Hay una guerra justa en la conquista
del derecho a la soberanía. El sacrificio de la sangre generosa, la vida que se
inmola en el campo de batalla es el precio de la regeneración política de la
Patria como la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo ha sido el precio de la
Redención del hombre.
Expresión carnal, concreta, viviente de la
Patria en soberanía, son las Fuerzas Armadas; con ellas ingresa en la Historia Universal
y con ellas perece. Misión específica de las Armas es la defensa de la unidad,
de la integridad y del honor, así como de todo lo que es esencial y permanente
en la Patria: los supremos intereses de la Nación...
Los Cuerpos Militares se deben a la soberanía nacional,
no a la soberanía popular. Se deben a la esencia que es la Patria; y no al
accidente que es la forma de gobierno. La Patria en soberanía es anterior y
superior a la Constitución del Estado; más todavía, si esta última se pone a sí
misma como una ley de circunstancias que puede ser modificada en todo o en cada
una de sus partes…
Por
el vínculo sagrado de la paternidad, la Patria tiene una preeminencia sobre sus
hijos, superior a la de los padres carnales. Platón en su diálogo Criton fijó
para siempre el carácter de esa preeminencia moral:
“La Patria es, a los ojos
de Dios y de los hombres sensatos un objeto más precioso, más augusto, más
respetable y más sagrado que una madre, que un padre y que todos los
antepasados. Es necesario tener hacia la Patria irritada más respeto, más
sumisión y más consideración que hacia un padre; si no conseguimos hacerles
desistir por la persuasión, debemos obedecer su órdenes y sufrir sin murmurar
todo lo que nos mande sufrir, sea que nos haga azotar y cargar cadenas, sea que
nos envíe a la guerra para ser heridos o para morir; nuestro deber es obedecer…
y si es una impiedad hacer violencia al padre o a la madre, es una impiedad
mucho mayor hacer violencia a la Patria”.
Se
trata de la Patria misma que es su historia verdadera, su tradición legítima; y
no de las cosas de la Patria (extensión, población, riquezas materiales, forma
de gobierno, leyes circunstanciales) que son susceptibles de cambios, mientras
aquella permanece siempre igual a sí misma.
Es
justo morir por la Patria; y por todo lo que es esencial y permanente en ella:
unidad de ser, integridad moral y natural, la soberanía nacional, la Iglesia de
Cristo.
No es justo ni bello morir por cosas
accidentales, transitorias o contrarias al ser de la Patria: leyes de
circunstancias, la soberanía popular, el sufragio universal, el laicismo, el
pluralismo, etcétera.
Jordán B. Genta – “Guerra
contrarrevolucionaria” Ed. Dictio. Págs: 456-465
(1) Licenciado Castillo de Bovadilla, “Política de los corregidores”, libro I Cap. IV.
(2) Hugo Wast, Años X, Cap. I, pág. 89.
Nacionalismo Católico San Juan Bautista