Publicado por Revista Cabildo Nº 119
Mes de Noviembre de 2016-3era. Época
EDITORIAL
Antonio CAPONNETTO
La cobardía ante un enemigo vigente
"Llegará el día en que será preciso desenvainar una espada para probar que el pasto es verde"
Chesterton
EL hecho no fue muy comentado, pero como reviste la estatura de un símbolo trágico, no quisiéramos que pasara inadvertido.
Sucedió que la promoción nonagésimo séptima del Colegio Militar de la Nación celebró el medio siglo de su egreso, y ofreció a la casa de estudios, como testimonio, una placa en la que se recuerda a los miembros de aquella carnada que cayeron en combate contra "la guerrilla marxista", o que resultaron gravemente heridos. De los muertos mentados, acotemos, se sabe que fueron abatidos en las heroicas jornadas del Operativo Independencia, librando la más limpia e incuestionable faz de aquella guerra justa.
Considerada
"frase política"
comprometedora e incorrecta la expresión guerrilla marxista, la
placa fue rechazada
y prohibido su emplazamiento por orden expresa del Ministerio de
Defensa. El macrismo acumula así en su luctuosísimo haber, una muestra más de
cobardía y acojono, de continuismo regiminoso y miseria moral repugnante.
Ante hechos de esta índole, no hace falta probar con ninguna lectura
lo que centenares de lecturas nos han enseñado desde siempre: que el liberalismo
engendra y prohija, encubre y apaña las revoluciones de la izquierda, se
expresen cultural o políticamente; y que los fondos capitalistas están siempre
prontos para respaldar
las insurrecciones del bolchevismo, tomando el término en su acepción
genérica, casi spengleriana. El peso de lo fáctico nos exime de andar
teorizando sobre la
corrupción de un sistema, que puede mudar de semblantes y de modales pero que
sabe conservar su naturaleza nefanda.
A los pocos días de esta canallada
oficialista, la pelandusca señora Kirchner sostuvo para defenderse este curioso argumento:
que si lo de ellos había sido una asociación ilícita, lo de su
sucesor era otro tanto, mas con el agravante de serlo para sembrar el
terrorismo, identificando al mismo con los tarifazos y las remarcaciones de
precios en los supermercados. La guerra semántica completaba así a su más irritativa e insolente
trampa. Y esto no porque el terrorismo no
se reconozca también, y
peligrosamente, en una economía como la actual, desvinculada del bien común y fregona del Imperialismo
Internacional del Dinero; sino porque negado el marxismo como el único calificativo apto para las acciones guerrilleras setentistas, el terrorismo -su
inherente ilegitimidad y su
naturaleza homicida- queda reducido
(y a la vez trivializado) al aumento del kilo
de papas o del costo del consumo de gas.
Prohibida la mención
del marxismo,
del que son sus socios o sus huestes, para unos la guerrilla es un
fenómeno aséptico; para otros, el terrorista es el remarcador de las góndolas.
Sería bueno que esta
maldita confusión se disipara, incluso entre los próximos. Nunca hemos
predicado ni practicado
el anticomunismo vuelto cliché de la burguesía; y bien sabemos que ya no
vivimos en 1945. Los anacronismos se pagan caros en política, y combatir
contra enemigos del pasado sin advertir los presentes sería como volver
a librar la batalla de Ayacucho.
Pero en un gravísimo error
simétrico incurren aquellos que no entienden la perennidad sustancial del
enemigo
marxista, en cuya misma esencia está la capacidad enredona de transformarse y
mimetizarse, no sólo para no ser descubierto, sino para ser exculpado. Sea
bajo las máscaras
pseudoépicas de los movimientos nacionales y populares, o bajo los rostros
académicamente adustos de un Gramsci, de un Foucault, o de la entera
Escuela de Frankfurt,
el comunismo se las ingenia para sobrevir y pudrirlo todo. Sí; el comunismo.
Porque es una degenerada forma mentís antes que un modo de
gobierno periclitado o un momento ideológico superado.
La revolución marxista es multiforme, dice
Ousset; y "aunque
hace largo rato que excede los marcos de su vieja expresión soviética,
explota todas las formas de contradicción, y es realmente ese odio a
todo orden no
establecido por el hombre". Como en las metamorfosis de la
Ciudad de Dios, de las que hablara Gilson, hay una infernal metamorfosis
de la ciudad del hombre. Y en este proceso de metamorfosear una perversión, cambiando de grado
pero no de naturaleza, tanto cumplen su rol los unos como los otros. Los
progresistas de derecha y de izquierda. Lo único que necesitan para vivir es
la democracia. Y ahí la tienen: trágicamente vivi-ta y coleando.
En cuanto a la placa censurada y escondida, la podrán arrumbar en el rincón más perdido e ignoto de alguno de los
burdeles estatales. Lo que en ella se afirma, se recuerda y se sostiene, vive
en el corazón de los argentinos bien nacidos y memoriosos. Y hay más y
mejor espacio en esos pechos honorables, que en los muros que hoy se niegan con
vileza al panegírico.
Caídos por Dios y por
la Patria en la guerra justa contra la guerrilla marxista: ¡Presentes! •