Publicado por Revista Cabildo Nº 119
Mes de Noviembre de 2016-3era. Época
ECLESIALES
Miguel DE LORENZO
La paz según Francisco
Es antigua la obsesión de Bergoglio en quedar
bien con el mundo. La demagogia es eso, decir menos la verdad, que lo
políticamente correcto. El populista usualmente se las ingenia para adular al
que quiere manipular. El hombre en eso es un experto.
Claro que quedar bien,
también significa claudicar. Claudicar de las propias convicciones, abandonar
nuestras certidumbres adecuándonos a lo que a alguno le gustaría, repetir
frente a cámaras, lo que los medios deciden que hay que ver y escuchar.
No es difícil pensar
que expresarse de ese modo significa renunciar a la verdad, abrazarse a lo relativo
y transitorio: "acomodarse", diríamos en criollo.
Claro que esa
plasticidad doctrinaria le da ciertas ventajas, por ejemplo le permite unirse y
desunirse con el que sea, contradecirse de un discurso a otro sin sonrojarse,
simplemente porque cambió el auditorio, recibir con beneplácito a
los representantes menos dignos de la sociedad
y al rato mandar a alguno de sus voceros a explicarnos que lo hizo, o no, por
protocolo... Aunque un auténtico claudicante como Bergoglio no sólo claudica
por sus propias causas, sino que hace flamear la bandera claudicante de las
causas ajenas.
Esas de las que nadie
nunca le pidió que claudicara.
Pero su ímpetu
claudicante es tan arrollador, que ahí va él en busca de apuntalar cualquier
claudicación que encuentre en el camino o, lo que es peor y realmente grave,
instándolos á renunciar a aquellos que permanecen en busca de la ver-dad.
Ahora le tocó al
tratado de paz en Colombia. Francisco quiere la paz y se entromete en la vida
política de ese país impulsando el sí. ¿De qué se trata esa paz que quiere
Bergoglio? Está nombrando a la armonía de un pueblo dentro de un cierto orden,
o se trata de paz a secas, la que nos dice que hay que aceptarlo todo con una
sonrisa frente a cámaras; la misma que predica en nombre de la paz, no combatir
al mal sino aceptarlo y convivir alegremente con el error y los
narcoterroristas para que no haya más guerra.
Ya lo hizo en la
Argentina, vemos algunos presos, viejos y moribundos, por los que nunca expresó
la menor misericordia (más que curioso por ser el año de la misericordia);
mientras que para los otros, rosarios y entrevistas y cartas de apoyo.
Parecería que para Francisco, las innumerables víctimas de la guerra
narcoterrorista en Colombia (como en su momento en nuestro país) no tienen
derecho ni siquiera a la justicia. Componendas, parches, y tremebundas
claudicaciones salidas de su boca o a través de desastrosos voceros, bien podríamos
decir que es casi todo lo que hoy nos llega desde Roma. Bergoglio en estado
puro.
Lo que Bergoglio llama
la paz en Colombia, no es sino la solicitud de una nueva claudicación, además
de una desdichada injerencia en la vida interna de ese país, en la que el jefe
de la Iglesia Católica exhorta al pueblo católico de Colombia, y a todo aquel
que quiera escucharlo, a claudicar, a renunciar, a ceder, a dejarse arrastrar
como en este caso, frente al avance atroz de la droga y la muerte.
Así la paz viene a ser
menos, mucho menos la paz de Cristo, que la dudosa paz del mundo, esta vez y de
manera inquietante, exaltada nada menos, que por un Papa.
Pero contra viento y
marea, los colombianos fueron capaces de rechazar esta paz decadente y equívoca,
y dijeron NO. •