Página 12 es mi nuevo trofeo de guerra. Por Agustin laje
En el marco de la campaña sistemática de ataques de todo tipo del cual estoy siendo objeto, Página/12 hoy publica una nota a página completa dedicada a difamarme gratuitamente. No era de esperar menos de semejante diario (otrora financiado con la sangre derramada por la organización terrorista Movimiento Todos por la Patria) hoy dirigido por el ex terrorista y doble-agente Horacio Verbitsky, jerarca del área de inteligencia de la organización terrorista Montoneros, autor intelectual del atentado en el comedor de la Superintendencia de Coordinación Federal (2 de julio de 1976) donde, un artefacto compuesto por 9 kg de trotyl y 5 kg de bolas de acero, acabó con la vida de 23 personas y dejó 66 heridos y mutilados.
¿La nota? Más de lo mismo: una catarata de falacias lógicas. Desde falacias ad hominem (la cantidad de adjetivos es tremebunda: misógino, homofóbico, “baby face”), falacias ad baculum (hay una amenaza más o menos implícita pero muy clara: o me ajusto a lo políticamente correcto, o seré objeto del ostracismo social e incluso correré el riesgo de que me quiten un premio), falacias del hombre de paja (deforman mis argumentos para luego acudir a la indignación moral), hasta falacias ad nauseam (la repetición sistemática en todos los medios consistente en decir que soy “misógino”, sin incluir ninguna prueba de misoginia, me volverían misógino sin más; táctica muy bien usada por Joseph Goebbels en su tiempo). ¡Incluso mienten descaradamente en cifras! Afirman haber juntado más de 3000 firmas en mi contra, cuando apenas superaron las 1500. De las firmas a mi favor, que son más de 3500, por supuesto no dicen nada.
Pero aquí me detengo en una cuestión puntual: el discurso que ha
elaborado la izquierda tiene su centro de gravedad en designar mis
estudios como “el discurso del odio”. Triste manera de evadir una
discusión profunda sobre los mismos. No nos olvidemos que ellos han
monopolizado el discurso ético, y ya nadie recuerda el costo en vidas
humanas que la izquierda dejó como saldo en el siglo XX: 100 millones de
muertos. Como alguna vez escuché, el problema con la izquierda es que
siempre ha sido juzgada por sus presuntos buenos objetivos, pero jamás
por sus probados desastrosos resultados.
Comoquiera que sea, me pregunto: ¿Denunciar que el feminismo ya no responde a su filosofía original es tener un “discurso de odio”? ¿Poner en evidencia las nuevas formas del marxismo cultural es tener un “discurso de odio”? ¿Pensar que es mejor decir #NadieMenos que #NiUnaMenos es tener un “discurso de odio”? ¿Preocuparse por las víctimas que quedan invisibilizadas tras el humo de la ideología de género es tener un “discurso de odio”? ¿Recordar que la violencia entre los sexos puede provenir de las dos partes es tener un “discurso de odio”? ¿Oponerme a que las manifestaciones feministas ataquen la propiedad pública y privada es tener un “discurso de odio”? ¿No asumirme como una persona de izquierda, bienpensante y políticamente correcta, es tener un “discurso de odio”? ¿A quién se supone que debo pedirle permiso para no ser de izquierda?
Mientras ellos dicen que yo tengo un “discurso de odio”, las movilizaciones feministas dejan en claro, con sus típicas consignas y pintadas, dónde está el odio: “muerte al macho”, “matá a tu novio”, “machete al machote”, “Jesús era gay”, “Si la Virgen María viviera sería tortillera”, “La única Iglesia que ilumina es la que arde”, “Abortá al macho”, “Abortá la heterosexualidad”, “Muerte a la gorra”, y un inacabable etcétera.
Mientras ellos dicen que yo tengo un “discurso de odio”, les recuerdo que estoy amenazado de muerte y recibo múltiples mensajes semanales recordándomelo. También es de público conocimiento que mis redes sociales son hackeadas y bloqueadas todos los meses. Para sumar más, la semana pasada destrozaron la vidriera de la librería “Imagen y Palabra” (Buenos Aires) precisamente donde se expone y vende mi libro, para romper ejemplares varios (no robaron nada, fue un ataque político). Pero así es la actitud totalitaria: libertad de expresión, en la medida en que digan lo que a mí me gusta escuchar.
Mientras tanto, “El libro negro de la Nueva Izquierda” continúa encabezando rankings internacionales de ventas en ebook, y ya se ha empezado a imprimir en Europa, y se está imprimiendo en países latinoamericanos como Mexico, Costa Rica, Uruguay, entre otros. La gente se cansó de la dictadura de lo políticamente correcto. Se está dando cuenta de la opresión invisible que han edificado. Quieren escuchar otra cosa. Y mal que le pese a la policía ideológica, es evidente que he metido el dedo en la llaga de la hegemonía cultural imperante.
Comoquiera que sea, me pregunto: ¿Denunciar que el feminismo ya no responde a su filosofía original es tener un “discurso de odio”? ¿Poner en evidencia las nuevas formas del marxismo cultural es tener un “discurso de odio”? ¿Pensar que es mejor decir #NadieMenos que #NiUnaMenos es tener un “discurso de odio”? ¿Preocuparse por las víctimas que quedan invisibilizadas tras el humo de la ideología de género es tener un “discurso de odio”? ¿Recordar que la violencia entre los sexos puede provenir de las dos partes es tener un “discurso de odio”? ¿Oponerme a que las manifestaciones feministas ataquen la propiedad pública y privada es tener un “discurso de odio”? ¿No asumirme como una persona de izquierda, bienpensante y políticamente correcta, es tener un “discurso de odio”? ¿A quién se supone que debo pedirle permiso para no ser de izquierda?
Mientras ellos dicen que yo tengo un “discurso de odio”, las movilizaciones feministas dejan en claro, con sus típicas consignas y pintadas, dónde está el odio: “muerte al macho”, “matá a tu novio”, “machete al machote”, “Jesús era gay”, “Si la Virgen María viviera sería tortillera”, “La única Iglesia que ilumina es la que arde”, “Abortá al macho”, “Abortá la heterosexualidad”, “Muerte a la gorra”, y un inacabable etcétera.
Mientras ellos dicen que yo tengo un “discurso de odio”, les recuerdo que estoy amenazado de muerte y recibo múltiples mensajes semanales recordándomelo. También es de público conocimiento que mis redes sociales son hackeadas y bloqueadas todos los meses. Para sumar más, la semana pasada destrozaron la vidriera de la librería “Imagen y Palabra” (Buenos Aires) precisamente donde se expone y vende mi libro, para romper ejemplares varios (no robaron nada, fue un ataque político). Pero así es la actitud totalitaria: libertad de expresión, en la medida en que digan lo que a mí me gusta escuchar.
Mientras tanto, “El libro negro de la Nueva Izquierda” continúa encabezando rankings internacionales de ventas en ebook, y ya se ha empezado a imprimir en Europa, y se está imprimiendo en países latinoamericanos como Mexico, Costa Rica, Uruguay, entre otros. La gente se cansó de la dictadura de lo políticamente correcto. Se está dando cuenta de la opresión invisible que han edificado. Quieren escuchar otra cosa. Y mal que le pese a la policía ideológica, es evidente que he metido el dedo en la llaga de la hegemonía cultural imperante.
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Negro de la Nueva Izquierda. Ideología de Género o Subversión Cultural”
(de Nicolás Márquez y Agustín Laje). Conseguilo vía digital clikeando
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