MIRANDO PASARLOS HECHOS
E.R.M.
CUPOS FEMENINOS
una discriminación contra la virtud
LEO en "La Nación" del 30 de agosto del año en curso e mientras la oposición presiona en el Congreso en favor de una ley para elevar el cupo femenino al 50% en la Cámara de Diputados y Senadores, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires presentará un proyecto para promover la paridad de género en la administración.
Los detalles de los proyectos no nos interesan. Sí en cambio el espíritu que los inspiró, lo que nos da la razón sobre lo que ya todos saben y dijimos en otro número de esta re-vista: izquierdas de todo pelaje y liberalismo macrista en materia cultural no se diferencian, antes bien, se asimilan y complementan.
Uno
de los puntos fundamentales de convergencia es la teoría de género, que es una
rebelión contra el Orden Natural, una perversión que, para ser consecuentes,
deberá admitir la representación de todos y cada uno de los géneros que han inventado.
Así veremos en un futuro no muy lejano entrar, por la puerta ya entreabierta,
una la tropilla de lesbianas, gays y fauna emparentada en la administración del
Estado.
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Y CAMBIAMOS NOMÁS....
De la bicisenda a la subtren-metrocleta
De la banda de la izquierda a la banda derecha
Del Relato K al Relato M
Frente
a esto, nos ha parecido oportuno reproducir aquí lo que escribimos en un medio
de limitadísima difusión hace muchos años.
Hace
tres lustros, dijimos que uno de los múltiples aspectos en que se manifiesta el
pensamiento progresista es a través del "feminismo", que pretende
imponer a ultranza una igualdad que no está expresada en la naturaleza, que
estableció una clara, interesante y atractiva distinción. El resultado de las
acciones de este movimiento lleva, en forma paradójica, a degradar aquello que
dice quiere elevar. La intención de establecer cupos de participación de la
mujer mediante leyes y decretos -ahora elevarlos al 50% en la representación
política- es una soberana imbecilidad que no resiste el menor análisis. Por
esta vía supuestamente "antidiscriminatoria" se logra el efecto
contrario, es decir, la más absurda de las discriminaciones.
¿Cuál
de ellas? La que se ejerce sobre la inteligencia y la aptitud. En una palabra,
sobre los "mejores", independientemente de los sexos que, dicho sea
de paso, sólo hay dos: masculino y femenino, pues los "otros" o son
enfermedades o son perversiones.
Aclaremos
un poco más nuestra posición, no sea que se confunda realismo, sentido común y
apego a la verdad con reaccionarismo o, como está de moda decir,
"machismo". Para ello vamos a exagerar el argumento. Supongamos lo
imposible: que haya mecanismos en los partidos políticos que aseguren que los
candidatos a senadores, diputados y demás sean siempre los más virtuosos desde
todo punto de vista. Si resulta que el cien por ciento de ellos son varones,
pues ese cien por ciento deberían ser los candidatos. Pero si resultara que el
cien por ciento de los mejores son mujeres, que ese cien por ciento de mujeres
sean las candidatas. Así de simple y así de racional. ¿Es acaso esto discriminatorio?
De ningún modo.
Imponer
cupos sí lo es, contra hombres y mujeres, toda vez que se puede quedar afuera
uno bueno para que entre, según la norma que establece porcentajes de participación,
uno del sexo opuesto tal vez malo o simplemente idiota. Más claro sería si
aplicamos el caso al ingreso en la Carrera del Investigador Científico del
CONICET. Si hubiese coherencia había que establecer también cupos por sexo.
Pero, ¿quién duda de que los que deben ingresar tienen que ser los más capaces
intelectualmente en forma independiente de los atributos con que vinieron al
mundo?
La
igualdad de derechos de las mujeres está asegurada por las leyes. Su
marginación es hoy más bien una fantasía que una realidad. Las imposiciones que
invocando principios igualitaristas violentan el orden natural de las cosas no
mejoran su situación. Cuanto menos las ponen en ridículo.
Típico
subproducto de la izquierda, que ha desterrado el concepto del bien y de la
virtud para sustituirlo por el de cambio, la legislación de cupos que se ha
impuesto y que ahora se quiere ampliar muestra la calidad de nuestra dirigencia
política, irremediable y definitivamente imbécil. •