Argentina-Colombia, ida y vuelta
Desde
siempre los viajes han sido propicios para el conocimiento. Famosos
fueron los relatos viajeros del griego Puasanias o del veneciano Marco
Polo como los son hoy los de los norteamericanos Ernest Hemingway y
Robert Kaplan.
No hay como ver la cosas sobre el terreno y por uno
mismo. En ese sentido, recuerdo mi primer viaje a Tierra Santa que me
llevó a comprender mejor muchos aspectos de esta conflictiva zona a
través de los testimonios de su propia gente.
Esta vez, me fui de
viaje a Colombia. Ya había estado antes, invitado a hablar de DDR ante
oficiales y funcionarios de defensa colombianos. DDR es una sigla que
por sus palabras en inglés significa: la desmilitarización, la
desmovilización y la reinserción de combatientes en el marco de un
post-conflicto.
Pero, este viaje fue uno distinto, uno lleno de
sincronicidades y de felices coincidencias que me permitieron conocer
mejor lo que está pasando.
Por ejemplo, me permitió explorar la
marcha del denominado DDR colombiano. Uno que viene no sólo
problematizado por su propias dificultades. También, especialmente, por
la corrupción de ciertos estamentos secundarios pero vitales de la
logística que debe proveer el gobierno.
Más allá de cualquier
ideología, no suena lógico desmovilizar a un viejo guerrillero para
meterlo en una carpa a 40º de calor en plena selva y darle un pésima
comida en nombre de la paz.
En este sentido, los militares, -en
general, y los que entre ellos han negociado con las FARC -en
particular- son mucho más respetados por éstas que los políticos y otros
funcionarios del gobierno colombiano.
Volviendo al marco general,
hay que reconocer que pese a su distancia, Colombia no está tan lejana
de la Argentina como nos puede parecer a primera vista. Ya en la época
colonial muchas fueron las coincidencias que nos unieron. Empezando por
lo que los colombianos denominan como su “historia boba”. Un periodo de
indefinición política entre 1810 y 1816 Y en el que no se decidían a ser
independientes de España. Tal como nos pasó a nosotros en ese misma
etapa y el que se empleó para fines similares la denominada “Máscara de
Fernando”.
También, ambas patrias chicas han sido la cuna de dos
grandes libertadores de la Patria grande americana. Colombia la de Simón
Bolívar y nosotros la de José de San Martín.
Otras coincidencias
menores son el uso común de la denominación de “Provincias Unidas” para
nuestras primeras formas de organización política. Y la presencia un
arquetipo criollo similar: el llanero colombiano y el gaucho
rioplatense. Hombres solos que esperan.
En forma, muchísima más
reciente, las concurrencias han vuelto a producirse. Esta vez producto
de la inmigración que promueve el turbocapitalismo del narcotráfico.
Pues, ya no es un secreto para nadie que muchos colombianos han elegido
nuestras tierras; ya sea como su refugio seguro y confortable o como su
nueva área para expandir sus operaciones delictivas.
La radicación
de la viuda y del hijo del asesinado capo narco Pablo Escobar Gaviria
en los 90 y los más recientes asesinatos de Unicenter del 2008 son solo
dos de los muchos ejemplos que podrían citarse. En ambos casos, cada uno
de ellos, los buenos o los malos, parecen sentir la necesidad de
escribir en sus vidas colombianas su respectivo capítulo argentino.
De
lo que no podemos tener duda es de que en nuestro país existen
condiciones favorables para que estas historias se sigan multiplicando.
Un
problema adicional -no menor- que las puede impulsar en el futuro es el
hecho de que en Colombia el narcotráfico se encuentra asociado a la
antigua guerrilla de las FARC.
Precisamente, hace pocos días
atrás, el gobierno colombiano firmó un tratado de paz con esa fuerza
guerrillera. A la par, ha iniciado, bajo el control de la ONU, las
tareas de campo vinculadas con el desarme, la desmovilización y la
reinserción de los combatientes de las FARC. Las de la sigla DDR
mencionada más arriba. Al margen, de las dudas que se plantean los
expertos internacionales sobre que este proceso arribe al final feliz
esperado por todos. Nos preguntamos nosotros, si el mismo no vendrá
acompañado de una inmigración de muchos de los desmovilizados hacia
nuestras tierras.
Hace pocos días en estas mismas páginas se
publicaron dos artículos de Carlos Tórtora (cliquear:
https://www.informadorpublico.com/terrorismo/importante-aumento-de-la-actividad-armada-mapuche-que-presagia-la-llegada-de-las-farc-a-la-patagonia)
donde se hacía mención a esta posibilidad. Es más, se especulaba que su
zona elegida de destino sería la región del Comahue. Coincidentemente,
el articulista reflexionaba de una posible colusión entre los
guerrilleros a ser desmovilizados y las organizaciones sediciosas
mapuches que operan en la zona -especialmente del lado chileno- desde
hace algunos años.
No estamos en condiciones de afirmar o de negar
que esto sea probable, ni siquiera posible. Aunque el razonamiento y
sus fundamentos suenen bastante lógicos y merezcan ser tenidos en
cuenta.
Lo que no podemos negar es lo siguiente:
1ro La
presencia, desde hace algunos años, de ciudadanos colombianos vinculados
, de alguna forma u otra, con el narcotráfico en nuestro país.
2do
Que el narcotráfico colombiano está estrechamente ligado con el
financiamiento de las FARC, como estas mismas fuerzas guerrilleras lo
han reconocido.
3ro Que, actualmente, las FARC han iniciado un
complejo proceso de paz que incluye actividades de DDR. En el cual, es
lógico que se presenten facciones disidentes que no lo acaten o que
migren a otros lugares más propicios para continuar con sus actividades
violentas.
De lo expuesto se puede concluir, sencillamente, que la
infiltración de miembros de la FARC hacia nuestro país es posible.
Aunque, en nuestra opinión, es poco probable que se radique en nuestros
bosques neuquinos. Nos inclinamos, más bien, a una saturación de las
zonas ya disponibles por los narcos colombianos que operan por estas
tierras; vale decir pueblos de nuestro NOA y asentamientos ilegales de
la CABA y el Gran Buenos Aires.
Lo dicho no implica descartar la
tesis de su posible accionar coordinado con la incipiente insurgencia
mapuche o con otras mafias locales. Pues, como bien lo dice el dicho:
Dios los cría y ellos se juntan.