Malvinas, una postguerra manejada por necios, payasos, delincuentes y tilingos
Estas
cuatro calificaciones definen por su propio valor la manera como se
llevaron adelante las negociaciones post Malvinas: la necedad
alfonsinista, las payasadas de Menem acompañadas por el desguace del
proyecto del misil Condor, el uso ignominioso del sentimiento Malvinas y
su banalización llevada adelante por la delincuencia kirchnerista con
un no disimulado apoyo a cobardes y traidores que incluso han renegado
de sus hermanos de guerra y con esto me refiero a los mangantes del
CECIM y la hasta hoy no negada tilinguería con que se maneja la
cancillería de Cambiemos. Todas estas variantes de una política de
estado carente de coherencia sólo ha tenido un eje conductor:
desacreditar a las Fuerzas Armadas Argentinas.
Cada tanto, desde
hace treinta y cuatro años, recibimos con formato de alarma la noticia
que el Reino Unido va a llevar a cabo maniobras militares o navales en
las Islas y es en ese momento en que el avispero político vernáculo se
acuerda de Malvinas y una catarata de nacionalismo inconducente llena
las declaraciones altisonantes de funcionarios ignorantes y de cuanto
infeliz pretenda tener algo de representatividad política. (1)
Más
que sobre las reiteradas provocaciones británicas de lo que debemos
hablar es de esta ola de afectada indignación que se repite cada vez que
el albañal político de la República necesita incluir a su pueblo detrás
de alguna estupidez o hacerlo olvidar de la inflación y preguntarles a
los políticos por que fuera de reuniones inconducentes nada hicieron en
serio por Malvinas en esta larga posguerra. Treinta y cuatro años de
idas y vueltas, de desconocimiento y estupideces reiteradas hasta el
hartazgo, de declaraciones ambiguas y relaciones carnales en las cuales
resignamos hasta el uso de la vaselina nos han demostrado que los
políticos argentinos- de Alfonsín a Macri- no solo no tienen interés en
recuperar las islas sino que para ellos la posibilidad de descubrir una
fórmula mágica que hiciera desaparecer de la cabeza de los argentinos la
idea de unas Islas Malvinas recuperadas sería el súmmum de la
felicidad.
La guerra fue hace treinta y cuatro años. Hoy ya no
tiene valor discutir si fue la locura de unos desquiciados o si una
serie de provocaciones británicas llevaron al gobierno de entonces a
tomar esa decisión, diez mil héroes y seiscientos cuarenta y nueve
muertos que hacen guardia en la turba y en el mar nos exime de entrar en
esa polémica, como tampoco interesa discutir hoy si durante dos días-
como lo afirman Woodward, Hasting y Thompson entre otros- el Reino Unido
estuvo a punto de perder la guerra, posibilidad que jamás se hubiera
concretado ya que a Margareth Thatcher le sobraban maldad y ovarios como
para meter un petardo nuclear en la meseta patagónica o, ¿por qué no?,
en Santa Rosa o Bahía Blanca.(2)
Lo que hoy es urgente saber es si
en verdad quienes por elecciones llegan cada tanto al poder en
Argentina quieren, más allá de declaraciones altisonantes, a las Islas
Malvinas dentro de la República o si es un tema ríspido que no les
interesa y que solo sirve para disfrazar la vacuidad de sus
declaraciones.
Si nosotros, el pueblo argentino, creemos que las
islas deben ser nuestras es menester obligar a los funcionarios a rever
toda la política que se ha llevado hasta ahora. Volver a una situación
bélica sería otra manera de estupidez política, si bien de signo opuesto
a la imbecilidad con la que el poder político se ha manejado hasta
ahora, pues sería un nuevo salto al vacío sin retorno del mismo. Lo
único inteligente para hacer es lo que a hoy no se ha hecho, buscar
posiciones de fuerza desde la cual negociar.
Reflexionemos sobre
aquello que a muchos de los que manejan los destinos de la nación les
interesa que no sepamos. Si bien el compromiso de defensa que el Reino
Unido tomó con respecto a las Islas se mantiene, su costo anual ha ido
decreciendo. La guerra le costó al Reino Unido, prima facie, 2.000
millones de libras y alrededor de 900 soldados británicos perdieron la
vida en el conflicto (2). Una vez terminada la batalla por Malvinas de
1982 y durante el primer año de posguerra quedaron apostados en las
islas 7.000 efectivos y hasta que pudieron arreglar el aeropuerto
tuvieron al portaaviones Illustrious- que llegó a la zona de las
Malvinas antes de la terminación de la guerra- como plataforma aeronaval
(3). Los buques que protegían las islas y al Illustrious durante los
tres primeros años de posguerra era una flotilla compuesta de dos
destructores Type42 y tres fragatas Type 22. También solía aparecer por
la zona, un submarino nuclear clase Resolution. Al finalizar el cuarto
año el número de soldados en las islas había disminuido a 4.000
efectivos, el Illustrious se había ido con sus aviones y en su lugar
dejaron al escuadrón 1435 de la RAF con sus typhoons. En 1992 la cuenta
final del costo de la guerra dio para el Reino Unido mucho más de los
5.000 millones de libras presupuestados inicialmente y, aunque ya en
1989 la cantidad de personal militar se había reducido a 2.800 efectivos
el presupuesto se mantuvo, hasta 2003, en alrededor de 100 millones de
libras anuales.(4)
Hoy, manejándonos con datos de 2012-2013, los
efectivos británicos en Malvinas no pasan de los 1.300 soldados los que
incluyen a la compañía del FIDF (Falkland Islands Defence Force)
compuesta por isleños, al 2 Scots ( 2nd Battalion of the Royal Regiment
of Scotland), dos escuadrones del 33 Engineers Regiment y algunas otras
unidades o subunidades del Ejército Británico parte de las cuales vienen
a “descansar” luego de haber servido en Afganistán. Desde 2003 a 2012
el presupuesto se ha ido reduciendo en un 4,5% anual llegando en el
ejercicio 2012-13 a 63 millones de libras.(5)
El ahorro ganado por
los ingleses se debe exclusivamente a la política de “apaciguamiento”
llevada por los políticos argentinos en su afán de ser considerados
políticamente correctos y civilizados en lugares que son manejados por
el inglés y sus aliados, léase Naciones Unidas. Peor aún, esta política
ha sido sumamente beneficiosa para el inglés pues ha sido acompañada por
un plan basado, como dijimos anteriormente, en el maltrato ético que
desde 1983 han recibido las Fuerzas Armadas Argentinas por parte de la
clase política, maltrato que se materializó en una debilidad operacional
lamentable.(6)
Los pocos intentos de dar una idea de fuerza-
penalidades a empresas que pescan en Malvinas o que hacen exploración
marítima en busca de petróleo- no han dado resultado. No menos de tres
empresas petroleras británicas que operan en el país, también han estado
explorando el mar alrededor de Malvinas. Sea por corrupción política o
simple ineptitud, y que esto sirva de ejemplo, hemos sido testigos de
que grupos pesqueros españoles, p. ej. Pereira o Pescapuerta operan
tanto en Malvinas como en los caladeros nacionales (7). Tampoco ha
tenido efecto la “solidaridad” latinoamericana respecto de los buques
que enarbolan la “Falkland’s flag”. En 2011 los presidentes del Mercosur
votaron una declaración por la cual los buques que enarbolaran esta
bandera no podrían entrar a los puertos del Mercosur, sin embargo, estos
buques con doble bandera reabastecidos y reparados en Montevideo y el
comercio de las islas con Brasil y Venezuela hacen que la doble bandera
sea vista frecuentemente en Santos o en La Guayra.
Esta presunta
política de fuerza, basada en la “hermandad latinoamericana” (8), no dio
ningún resultado, al igual que las políticas antimilitaristas llevadas a
cabo por los diferentes gobiernos, desde la repetida charlatanería en
Naciones Unidas hasta la bajada de calzones urdida por Carlos Menem
cuando con el apuro propio de un tape colonial al que solo le interesa
ser aceptado por los anglosajones dio las órdenes pertinentes para que
Argentina firmara la rendición incondicional, esto es, el
inconstitucional Acuerdo de Madrid pues jamás el Congreso autorizó al
Ejecutivo a la firma de semejante “Declaración conjunta” en Madrid, ya
que se trata de una cuestión bélica, y esta “declaración” nunca fue
analizada, aprobada ni autorizada por el Congreso previamente a su firma
(9).
Reiteradamente, el reino Unido ha mostrado de manera
explícita que no tiene amigos, solo intereses (10) y basándonos en ese
concepto es posible que una manera diferente de encarar la posguerra
podría haber cambiado la situación que ahora vivimos.
Sólo
imaginemos, aunque ya se han perdido treinta y cuatro años, una
Argentina en la que, si bien sus Fuerzas Armadas habían perdido una
batalla, sus dirigentes políticos hubieran tenido la convicción de hacer
difícil y costosa la ocupación de las islas por parte del Reino Unido.
Lamentablemente esto es hacer historia contrafáctica, pero no está demás
imaginar que hubiera sucedido durante estos treinta y cuatro años si se
hubiera mandado seis o siete veces por año un submarino que se acercara
a la zona de exclusión, que un par de destructores hicieran lo mismo
mientras hacían su entrenamiento anual, que aviones volaran hasta lo
permitido generando la alarma consiguiente no solo entre la población de
Malvinas sino, lo más importante, entre las tropas británicas. Y que
supieran que, tanto la Infantería de Marina como las Brigadas IX y XI
vivían casi permanentemente en maniobras, agregando a estas operaciones
internas a las Compañías de Comandos 601 y 602 las cuales se entrenarían
casi exclusivamente en zonas de frío. Seguramente los hubiéramos
obligado a una erogación mucho mayor de dinero y a mantener en las islas
muchos más hombres de los que hoy tienen; que en lugar de cuatro
typhoons se hubieran visto en la necesidad de duplicarlos para prevenir
cualquier problema y obligarlos a pensar que, en esta situación
imaginaria, circunscribir la defensa naval de las islas a un patrullero,
el HMS Clyde, y a un destructor Type 45 con los problemas que el diseño
de este buque viene sobrellevando desde hace tiempo (sobrecargas
eléctricas que lo dejan ciego y mudo, problemas no resueltos en su
sistema de armas, etc.) era realmente riesgoso y que deberían volver, al
menos, a reubicar un par de fragatas type 23 para prestar apoyo
antiaéreo, sin contar con el lío que un avión o un buque con un sistema
electrónico desarrollado podría causar en las defensas británicas.
No
nos equivoquemos, nada de esto- si se hubiera llevado a cabo- hubiera
podido ser catalogado como una acción bélica, ya que el libre movimiento
de naves y aeronaves de guerra tienen que ver con medidas perfectamente
aceptables que un país soberano puede y debe hacer con respecto a la
salvaguarda de su mar y de su espacio aéreo y al entrenamiento de sus
Fuerzas Armadas, pero hubieran servido para que los intereses
británicos, es decir el bolsillo de sus contribuyentes, sufriera y
cuando sufre el bolsillo -es una ecuación universal- cualquier cosa
puede pasar.
Lamentablemente es solo un sueño. Un impensable sueño
ya que la clase política que nos ha gobernado se ha ocupado de destruir
sistemáticamente la capacidad disuasoria de nuestras Fuerzas Armadas
ignorando de manera canallesca que no puede existir una política
exterior que haga creíble nuestra soberanía sin Fuerzas Armadas en
condiciones de sostenerla.
____________________
1)
“Cada vez que el gobierno argentino necesita distraer al pueblo de
algún problema o llevarlos detrás de sí, el grito ‘Malvinas Argentinas’
se escucha más fuerte, pero nada más.” Vice Almirante (Ret.) Sir Richard
Jeffrey Ibbotson, ex Jefe de las fuerzas británicas en Malvinas en
2002.
2) Robert Green, Commander, RN (Ret.). “Breaking Free from
the Hoax of Nuclear Deterrence”. 10th Annual Frank K. Kelly Lecture on
Humanity’s Future. 2011, Santa Bárbara, CA.
3) Simon Wren-Lewis
“The cost of the Falklands war”. Profesor de Economía Política,
Universidad de Oxford. Conferencia en la Blavatnik School of Government
4) Jon Yanagisawa. “After the Falkland’s war”. Iwanami Shoten, Tokío 1992,
5) Louisa B. Holland. “The defense of the Falkland Islands 2012-13”. House of Commons Library.
6) Mark Bell, PhD in political sciences, MIT. “Can Britain Defend the Falklands?” The Huffington Post.
7) Diario Jornada. Trelew, 06/07/2015.
8)
Recordemos que en 1982 el único país que nos apoyó con aviones y
pertrechos fue Perú, país al que le pagamos su solidaridad- verdadera y
no declamada- vendiéndole la Argentina armas de contrabando a Ecuador en
la guerra del Alto Cenepa en 1995 cuando Carlos Menem era presidente y
Martín Balza, jefe del Ejército.
9) “Corresponde al Congreso […]
Autorizar al Poder Ejecutivo para declarar la guerra o hacer la paz”.
Constitución de la nación Argentina; art. 75 inc. 25.
10) “No
tenemos aliados eternos, y no tenemos enemigos perpetuos. Solo nuestros
intereses son eternos y perpetuos, y nuestra obligación es vigilarlos.”
Henry John Temple, Lord Palmerston, 1er. Ministro del reino Unido
(1784-1865).