CATAPULTA
Artillero: Augusto Padilla Ir al contenido
PEQUEÑO APUNTE DEL DÍA
UN HOMBRE ENCABRITADO
A veces, Jorge Mario Bergoglio deja caer la máscara de su “misericordia” y se muestra tal cual es: un hombre caprichoso y despótico que no tolera la más mínima disidencia. Para él no cuenta la libertad de los otros, sino la suya propia, para hacer y deshacer a su antojo. Y si alguien le pone palos en la rueda se encabrita y vocifera. Muy mal entonces le habrán caído las dubia de los cardenales que le salieron al cruce, a propósito de la venenosa y subversiva Amoris laetitia. De otro modo no tiene explicación los brulotes que profirió ante la Curia romana, refiriéndose a quienes se oponen a las reformas de la institución:
“Era necesario hablar de enfermedades y tratamientos, porque cada operación, para lograr el éxito, debe ir precedida de un diagnóstico profundo, de un análisis preciso y debe ir acompañada y seguida de prescripciones precisas.
En este camino es normal, incluso saludable, encontrar dificultades que, en el caso de la reforma, se podrían presentar según diferentes tipologías de resistencia: las resistencias abiertas, que a menudo provienen de la buena voluntad y del diálogo sincero; las resistencias ocultas, que surgen de los corazones amedrentados o petrificados que se alimentan de las palabras vacías del gatopardismo espiritual de quien de palabra está decidido al cambio, pero desea que todo permanezca como antes; también están las resistencias maliciosas, que germinan en mentes deformadas y se producen cuando el demonio inspira malas intenciones (a menudo disfrazadas de corderos). Este último tipo de resistencia se esconde detrás de las palabras justificadoras y, en muchos casos, acusatorias, refugiándose en las tradiciones, en las apariencias, en la formalidad, en lo conocido, o en su deseo de llevar todo al terreno personal, sin distinguir entre el acto, el actor y la acción” Artillero: Augusto Padilla Ir al contenido
PEQUEÑO APUNTE DEL DÍA
UN HOMBRE ENCABRITADO
A veces, Jorge Mario Bergoglio deja caer la máscara de su “misericordia” y se muestra tal cual es: un hombre caprichoso y despótico que no tolera la más mínima disidencia. Para él no cuenta la libertad de los otros, sino la suya propia, para hacer y deshacer a su antojo. Y si alguien le pone palos en la rueda se encabrita y vocifera. Muy mal entonces le habrán caído las dubia de los cardenales que le salieron al cruce, a propósito de la venenosa y subversiva Amoris laetitia. De otro modo no tiene explicación los brulotes que profirió ante la Curia romana, refiriéndose a quienes se oponen a las reformas de la institución:
“Era necesario hablar de enfermedades y tratamientos, porque cada operación, para lograr el éxito, debe ir precedida de un diagnóstico profundo, de un análisis preciso y debe ir acompañada y seguida de prescripciones precisas.
http://w2.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2016/december/documents/papa-francesco_20161222_curia-romana.html
Cuesta recordar que alguno de sus antecesores se haya expresado de manera semejante, con cajas tan destempladas. Empero, tantos improperios no hacen más que reflejar, por enésima vez, sus viejas fobias: “las tradiciones, las apariencias, lo conocido” (¿lo revelado?¿la ortodoxia?).
Tengo para mí que Bergoglio es un hombre interiormente desquiciado y que no debería sorprender que algún día se vaya de boca y en una de esas caiga en herejía formal. ¿No lo acaba de insinuar acaso el Cardenal Burke? Por mi parte, aprovecho la ocasión para rendir un nuevo homenaje a la bendita memoria de Monseñor Marcel Lefebvre, que no se anduvo con chiquitas cuando le tocó resistir. Y espero que los católicos meramente conservadores-“neocones” les llaman por ahí-se den cuenta de que no hay resistencia posible fuera de la Tradición y de la Misa de siempre.
Y esto escribo porque afortunadamente soy un “malicioso” con “mente deformada”, gracias a Dios.